Sexo

Historias de cibersexo que salieron mal

“Escuché a alguien gritar; era su madre. Su madre supercatólica”.
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Foto: VICE staff 

No hay nada que defina mejor el “estar conectados” que usar un rúter wifi para pajearse en frente de una webcam y que te vea alguien que está a 300 kilómetros. Las maravillas del sexo por vídeo. Sin embargo, a pesar de que es una herramienta necesaria en estos tiempos, no siempre va como esperábamos.

Es obvio que en persona también pueden salir muchas cosas mal —como sentir el papel higiénico en el culo de alguien o volverse adicto a ponerle los cuernos a nuestra pareja— pero añadir esa capa de conexión cibernética, de anonimidad o de vivir con tus padres puede llevarte a una situación un tanto peliaguda.

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Por ejemplo, recuerdo que, hace unos años, charlaba con un chico en Bumble que parecía completamente normal. Estuvimos hablando un rato y, como yo estaba cachonda y él también, la conversación pasó a FaceTime y empezamos a calentarnos. Cuando me quise dar cuenta, me había puesto unos pantalones cortos vaqueros y realizaba un estriptís para un tío que no había visto en la vida. Me bajé los pantalones lentamente hasta el culo, esperando para la gran revelación mientras veía cómo él se masturbaba más rápidamente. De repente, se corrió y la pantalla se quedó negra. Se terminó la llamada y todo quedó en silencio. Un año más tarde me envió un WhatsApp diciendo: “¿Quién eres? Tengo guardado tu número sin nombre”.

Lo que aprendí de esa situación fue que no se debe hacer un estriptís a extraños, a menos que te paguen. Esta semana, he descubierto que las desgracias como la mía son bastante comunes a todos aquellos que quieren disfrutar de la liberación sexual digital. Por favor, disfruta de estas historias sobre vídeos y cibersexo que salieron mal.

“Vi que había acercado la imagen y se veía un pañal de adulto muy sucio”

He trabajado como profesional del sexo durante cuatro años y, en todo ese tiempo, esto es lo más asqueroso que me ha pasado ante la cámara. Sin juzgar, puedo afirmar que he visto cosas muy extrañas.

Me especializo en fetiches como la orina o el BDSM duro, pero mi límite está en los fetiches escatológicos, es decir, la mierda. Hubo un tipo que me pidió una sesión por Skype, yo dije que vale y le pasé los honorarios y los límites. Soy una sumisa profesional, así que en las sesiones de Skype suelo degradarme a mí misma, mientras los clientes me dicen qué hacer.

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Acepté la llamada, pero estaba muy oscuro, no podía verlo bien. Le pedí que subiera el brillo y vi que había acercado la imagen y se veía un pañal de adulto muy sucio. Estaba jugando con lo que había dentro. Nunca he bloqueado a nadie tan rápido en mi vida — Katy*, 22

“Alguien me mandó una captura del vídeo con el título ‘sé lo que hicisteis’”

Una noche, en una fiesta, cuando empecé en la escuela de arte, estaba muy fumada. Yo y otra chica fuimos a una habitación y encontramos un cámara de vídeo. Pensamos que sería divertido grabarnos a nosotras mismas teniendo sexo, así que lo hicimos. Todavía no estoy segura de por qué nos pareció tan gracioso en aquel momento. En cualquier caso, después de hacerlo nos fuimos y nos olvidamos del suceso hasta tres o cuatro años después. Pero entonces, un día, alguien me mandó una imagen del vídeo con el título “sé lo que hicisteis”.

Fue como de película de terror. Me asusté tanto, pensando que lo publicarían online, que envié la imagen a mi mejor amiga preguntando si podría librarme diciendo que no era yo. Al final no pasó nada y el número que me envió no llevó a ningún sitio. Pero a día de hoy sigo sin saber quién lo envió. — Emily, 31

“Escuché a alguien gritar; era su madre”

En 2014, estaba saliendo con un chico monísimo en una relación semi a distancia. Nos veíamos unas tres veces por semana, pero tener sexo tres veces a la semana no era suficiente para mí. Vivía sola, así que rutinariamente me masturbaba con vibradores ruidosos y me dedicaba a sextear. Pero necesitaba más. Las fotos de su polla eran meh. Quería llamarlo, pero todavía vivía con sus padres. Tras convencerlo, me llamó. Todo estaba saliendo bien, y la conversación iba sobre ruedas. Estábamos que lo tirábamos. Cuando yo empezaba a tener un orgasmo, escuché a alguien gritar; era su madre. Su madre supercatólica, que acababa de entrar en la habitación. Fue el principio y el fin de nuestra videorrelación sexual, y de nuestra relación real. Él todavía dependía de sus padres y su madre ahora pensaba que yo era un monstruo.

No es la única historia que tengo de “madres vs cibersexo”. Fui a la universidad siendo muy joven y en 2011 ya estaba estudiando. No tenía ningún amigo, excepto mi novio. Teníamos sexo varias veces a la semana, pero como íbamos a colegios lejos el uno del otro, la mayor parte de nuestra vida sexual se basaba en mensajes, llamadas y vídeos sexuales. Fui a casa un fin de semana, mi familia no estaba, y pensé que sería un buen momento para tener una conversación caliente con mi novio. Su cámara funcionaba perfectamente, pero el audio no. Así que él escribía y me daba instrucciones de cómo debía tocarme, incluidos juegos anales. Fue genial, todo estaba saliendo perfecto. Orgasmo para mí, orgasmo para él. Fui a darme una ducha, y al salir del baño me encontré a mi madre con el ordenador, mirándome con los ojos abiertos de par en par. Abrió el portátil esperando ver el tiempo del fin de semana y en su lugar descubrió que a su querida hija le iba el BDSM y el sexo anal. Ella ni siquiera sabía que yo ya estaba manteniendo relaciones sexuales. Destrozó el portátil, estampándolo contra la mesa. Yo no me enfadé. Era comprensible. — Nicole*, 25

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“Probablemente hay un montón de pedófilos que tienen fotos de mi polla en el disco duro”

Cuando era un adolescente, estaba cachondo todo el día. Todavía lo estoy. Estamos hablando de los tiempos de Bebo, que tenía grupos en los que hombres y mujeres podían chatear y darse el MSN para hacer videollamadas. A veces, solo eras tú y alguna mujer masturbándose, terriblemente. Otras veces, te pedían que mostraras la cámara y ellas te pasaban fotografías, que, para mí, un adolescente joven e ingenuo sin sentido común y DADH, significa que estaba ligando con las mujeres más guapas del mundo. Ahora que soy mayor, es obvio que no eran las mujeres bellas que yo pensaba.

Constantemente, enviaba fotos de mi polla por MSN a esa gente, esperando ver al menos un pezón a cambio. Así que probablemente hay un montón de pedófilos que tienen fotos de mi polla en el disco duro. Pero ya está hecho. No me molesta. De pequeño, es probable lo hubiera hecho de todas maneras, porque era cabezón y vivía en un mundo en el que creía que nadie podía hacerme daño. Por aquel entonces en MSN había mucho cibersexo. Yo no tenía ni idea de lo que hacía. — James, 27

*Se han cambiado los nombres por privacidad

@iamhelenthomas