En todas las películas y series policíacas siempre hay un momento en el que acaban yendo al puerto a abrir contenedores y descubrir donde escondían los malos las armas, las drogas o las armas y las drogas. No sabemos si la realidad es tan dramática, pero quisimos ver la realidad subyacente a todos esos mitos televisivos sobre el tráfico en los puertos acercándonos hasta el de Barcelona y acompañando a los policías que pasan sus jornadas laborales yendo de contenedor en contenedor.
Tabaco, falsificaciones, cocaína y en menor medida heroína son las mercancías que más se requisan en el Puerto de Barcelona y Carlos Gavilanes es quien se encarga de incautar todo ese material prohibido que se lleva a través del mar con destino Barcelona. Es el jefe de Vigilancia Aduanera de la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT), y hoy le acompañamos en su trabajo de día a día.
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Nos explica que en contadas ocasiones también han decomisado algún animal exótico, disecado o vivo y alguna que otra arma, pero estaríamos hablando de casos aislados. Los puertos son los puntos aduaneros más complejos de España, por lo que inspeccionar un volumen de mercancía de tanta dimensión no es nada fácil.
Para que os hagáis una idea: en lo que llevamos de 2018 han transitado por el puerto más de 2 500 000 contenedores, una cantidad tan monstruosa que es difícil de gestionar. Aunque Gavilanes reconoce que cabe la posibilidad de que las organizaciones criminales tengan a gente trabajando dentro del puerto, asegura que cada vez hay más medidas de seguridad que impedirían esta opción.
A parte de tener implementado un sistema de video vigilancia y de identificación de acceso a personas a las terminales, para que haya un tráfico seguro en las mercancías internacionales se escanean contenedores con una tecnología que es capaz hasta de detectar una posible fuente radioactiva de contrabando y evitar que pueda ser usada para la fabricación de una bomba sucia por una organización terrorista.
Gavilanes explica que casi no han cometido errores. “Sólo tuvimos que pagar una cama”, afirma. Con el tiempo las técnicas de entrada se sofistican, al mismo ritmo que las herramientas de análisis. Algo tan sencillo como dejar el producto ilegal a la vista ha pasado a mejor vida. La droga o lo que sea que se quiera esconder está ahora oculto en segundas o terceras filas. Un indicio para los agentes de AEAT es que las cajas estén metidas de cualquier manera y sin etiquetas, por ejemplo. Aún así, el apoyo de las unidades de investigación es crucial.
Una vez oyeron en directo, mediante un pinchazo telefónico, que unos narcotraficantes iban tras la pista de un contenedor lleno de plátanos en el puerto de Tarragona que debía contener cocaína. Sabían qué producto había que rastrear, pero no sabían cómo lo habían escondido. Después de despellejar unas cuantas bananas encontraron la droga guardada en sobres pegados a las cajas. Un buen ejemplo de ingeniería criminal.
Con las falsificaciones ha pasado algo parecido: lo de enviar contenedores llenos de bolsos Louis Vuitton falsos ya no se lleva. Ahora los complementos que llegan son de marca blanca, y las etiquetas, adquiridas mediante correo postal, se pegan a posteriori.
El trabajo de Gavilanes y de su gente se complica cuando las organizaciones criminales utilizan la práctica del gancho perdido o rip-off. Consiste en romper el precinto en el puerto de origen e introducir la mercancía supuestamente a escondidas de la empresa transportista y sustraerla en su llegada. Las más profesionales tienen incluso máquinas para producir precintos que les permiten generar duplicados. “En este caso solo ha habido 4 casos de rip-off en el puerto”, explica Gavilanes.
La vigilancia sobre mercancías venidas de países de la UE es menor, aunque haberla la hay. Hasta en las rutas nacionales como las de las Islas Baleares hay controles. De hecho, el tránsito mercantil y los cruceros también pueden ser vehículos de entrada de productos ilegales.
Durante nuestra visita Gavilanes nos ha mostrado vigas en un contenedor rellenas de cocaína, colmillos de elefante que iban a ser devueltos a sus propietarios, revisamos varias cajas sospechosas para ver que llevaban realmente lo que decían que llevaban y documentamos piezas de dudosa procedencia. De momento ni rastro de radioactividad ni ningún material que pudiera representar una amenaza para nuestro país.
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