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Cuando Pau Ribes era pequeño y el primer y único niño de España que hacía natación sincronizada, un ex compañero del equipo de natación le insultó diciéndole ‘marica’. Pau, en vez de achantarse y seguir con lo suyo, lo retó a una carrera y le ganó. Después siguió como si nada con sus ejercicios de flexibilidad y se puso a preparar la coreografía del día.
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La vida de Pau siempre ha girado entorno al agua, su medio y su razón de vivir. Desde que descubrió la natación, primero, y la sincronizada después, se convirtieron en su escapatoria al salir de clase. Pero su progresión nunca fue un camino de rosas porque tuvo que pedir apoyo a otros clubes de España para poder participar en competiciones nacionales ya que la Real Federación Española de Natación (RFEN) sigue la normativa de la FINA y no le permitía competir con sus compañeras.
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Cuando le tocó hacer el salto a la selección, su carrera se paró por una normativa inamovible y vio como las chicas seguían progresando mientras él se quedaba estancado. Pero tenía claro que quería vivir de su gran pasión. “Fue entonces cuando conocí a los Panteres Grogues, un club deportivo LGTBI que acababa de crear un grupo mixto de natación sincronizada. Me pareció brutal y me ficharon como entrenador”, cuenta Ribes.
Antonio Gutiérrez es el creador de este peculiar grupo que desde el año 2008 lucha por normalizar y hacer visible la sincronizada masculina. “Recuerdo quedarme impresionado con el duo de Gemma Mengual y Andrea Fuentes y supe que quería probar ese deporte. Fue una suerte porque entonces se empezaron a crear diferentes equipos gracias a la plata de la selección en Pekín”, explica Gutiérrez. Este ‘boom’ ayudó a que las Panteres Grogues (panteras amarillas en español) organizara los Eurogames —una competición europea LGTBI—. Allí Antonio conoció a otro chico de París y todo se fue desencadenando hasta que crearon el primer grupo masculino de natación sincronizada con dos hombres más y con la hermana de Andrea Fuentes como entrenadora.
“Después de unos meses, los medios de comunicación se interesaron por nosotros y ayudó a que se apuntara más gente y en 2011 formamos el primer grupo mixto del país”, recuerda Antonio, que tiene claro que el ejemplo de Pau es básico para que prospere la sincro masculina. “Ahora lo pueden ver en televisión porque la FINA aceptó que a partir de los Mundiales de Kazán de 2015 pudieran participar hombres en el dúo mixto”.
“Que Pau participara con Gemma Mengual en un dúo fue brutal, pero aún queda mucho por hacer porque hasta hace poco los clubes no dejaban que ningún niño se inscribiera a este deporte”. Este paso ya se ha superado —”más o menos”, puntualiza Pau—, pero lo que aún está pendiente es la implicación de las federaciones para promover la natación sincronizada entre los más pequeños.
Como Pau, Félix, que acaba de cumplir los 18, llevaba toda la vida compitiendo en natación pero era un deporte que le parecía muy monótono. “Después de tanto tiempo entrenando quería pasármelo mejor y descubrí a los Panteres. Lo bueno que tienen es que acogen a todo el mundo, sin hacer distinciones, y eso se nota en el grupo”, asegura Félix.
Él es el más pequeño del grupo y quizás quien más cerca está de los prejuicios sociales que envuelven la natación sincronizada masculina pero “llega una edad en la que los estereotipos no te afectan tanto. Hay impedimentos sociales porque es un deporte que aún no es visto como una opción para los hombres, pero poco a poco vamos ganando visibilidad”.
“Lo primero que debemos conseguir es que no sea un deporte que actúe como barrera de género”, asegura enérgico Antonio, “no queremos que se relacione este deporte con ninguna orientación sexual, hasta ahora la tónica dominante es pensar que si alguien hace sincronizada, baila o patina, tiene que ser homosexual. En nuestro grupo tenemos gente de todas las opciones habidas y por haber y que Pau sea heterosexual ha ayudado mucho a cambiar esta visión, pero aún queda mucho trabajo por hacer”.
Luís, de 47, lleva seis años en el grupo y es el más veterano junto con Antonio. “Cuando empezamos, éramos muy pocos y ahora ya debemos ser unos once o doce hombres”. Él siempre había querido hacer sincronizada pero no encontraba ningún club que lo dejara ni tan solo entrenar. “Tenía claro que era el sueño de mi vida y encontrar este grupo me dio la vida”.
“Los más pequeños no se plantean que puede ser un deporte para ellos. Aún piensan que es solo para chicas y quizás si que exista el miedo al que dirán en el colegio. Mi entorno estuvo muy feliz porque era lo que había querido hacer siempre y les pareció fantástico pero seguramente falta trabajo en la cantera”, opina Luís.
Todos ellos confiesan que es un deporte duro y que cuesta mucho al principio por la dificultad de mantenerse a flote y hacer figuras. “Los dos o tres primeros meses literalmente te ahogas porque no puedes pensar en remar, levantar la pierna y aguantar la respiración, por eso decimos que la sincronizada se tiene que probar durante un tiempo, con un solo día no basta”, sentencia Antonio.
Aún así, a la que se domina un poco, es un deporte único que requiere el máximo esfuerzo en apnea combinado con la parte artística. “La coreografía y la coordinación es lo que más atrae a la gente porque se necesita una sintonía grupal y, aunque cueste, los resultados son magníficos”, promete Antonio.
Pau, que solo tiene 21 años, asegura que hay varios niños en Cataluña que forman parte de algún equipo femenino, “pero son una minoría y esta tiene que ser nuestra lucha: normalizar la sincronizada masculina y darle visibilidad, porque así habrá más equipos, mejores intenciones desde la federación y en unos años podremos ver en las mejores competiciones del mundo a chicos muy buenos que lo habrán aprendido desde pequeños”.
A todos ellos les encantaría ver a Pau compitiendo en los JJOO, no solo en el dúo mixto, sino que existiera la posibilidad de hacer solos masculinos, equipos y combos mixtos, “o porqué no, un combo masculino”, sueña Antonio. Sin embargo, para llegar a eso hay que empezar por la base. “Ahora queremos hacer un grupo de niños y niñas de entre 8 y 17 años para que el máximo número de jóvenes crezca en el entorno de la sincronizada”, comenta Antonio.
La ecuación es fácil: cuantos más niños se animen a probar este deporte, un número mayor de chicos seguirán con él durante su juventud y aprenderán y mejorarán hasta poder competir. Cuando ya no sean una minoría, las federaciones tendrán que aceptar más competiciones mixtas o solo masculinas y se podrá llegar a la máxima competición. “Es un trabajo de años, quizá décadas, pero estamos muy comprometidos y vamos paso a paso”, concluye Pau.
Sigue al autor en Twitter @21pauriera