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Ediciones VICE

Personas nos cuenta los peores retos que han aceptado

A veces es mejor rajarse.
Juan  Regis
traducido por Juan Regis
Imagen vía.

A los niños se les manipula fácilmente. Harán casi cualquier cosa si se lo planteas en forma de reto, porque sentirán amenazado su frágil sentido de autovaloración. A veces, este tipo de retos se salen de control; en otras ocasiones pueden tener desenlaces verdaderamente trágicos.

Sin embargo, los retos pueden ser experiencias capaces de formar el carácter de una persona durante sus años formativos. El flujo de dolor o vergüenza aleccionador que nace por haber completado un reto malintencionado suele ser el detonante para que los jóvenes se den cuenta de que, tal vez, no deberían obedecer las órdenes de algún imbécil más grande que ellos mientras crecen.

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Le pedimos a algunas personas que hurgaran en el pasado para desenterrar los retos más crueles, locos, malos y de mayor arrepentimiento que han hecho.


En el quinto grado de primaria, alguien me retó a frotar una galleta con la suela de mi zapato y comerla. Mi mente joven me hacía creer que era indestructible. Además, había una niña sentada a mi lado que quería impresionar. Usando mi estúpida lógica de niño, froté la galleta contra la suela, la metí a mi boca, y me enfermé de fiebre. Los dos días siguientes no los recuerdo. Desde entonces no he aceptado ningún reto. —Kevin, Los Ángeles

Cuando era joven, un amigo me retó a pincharme el frenillo del pene con una aguja de coser y pasar un hilo por el hoyo. El propósito era jalar el hilo y hacer mi pito más grande. Fue muy pinche doloroso y, desde luego, mi pene no creció. —Anton, Ciudad de México

Compré un spray para adormecer el pito (se supone que te hace durar más) en una tienda para adultos en Guam antes de ir a un burdel con mis amigos. Me retaron a jalármela para ver si el spray funcionaba, así que lo hice en un taxi lleno de personas. No estoy seguro si funcionó o si fue el pánico escénico. Es algo de lo que no me enorgullezco. —Eric, Hoboken, Nueva Jersey

Visité Los Ángeles cuando tenía 20 años y formé parte de la audiencia del programa de Jimmy Kimmel. Justin Bieber era el invitado ese día, pero no estaba muy familiarizado con él en ese entonces. Mi amigo me retó a actuar como un fanático desquiciado de Bieber y a ganarle la partida a las adolescentes en la audiencia. Me puse tan loco cuando Justin llegó al estudio que Jimmy me señaló para que la cámara me enfocara. —Patrick, Los Ángeles

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Me besé con mi hermana. Jamás hablamos del tema cuando terminamos. —Stefanie, Las Vegas

Me da pena admitir esto pero cuando tenía como 15 años, un amigo me retó a acostarme con una de nuestras compañeras de trabajo que ambos creíamos era bastante linda. Para empeorar el asunto, había aceptado el reto por una miserable cifra de 10 dólares. Como si fuera poco, una vez que había seducido a mi compañera y me había acostado con ella, mi amigo me retó, por otros 10 dólares, que le dijera que todo había sido un juego. También lo hice.


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Tiempo después me sentí muy mal, y creo que fue el detonante para que yo creciera siendo menos caballeroso con mis parejas. Nunca me pude disculpar con ella, así que si estás leyendo esto, te quiero decir que los siento mucho. Fue algo estúpido de mi parte, mi edad no es una excusa, y espero que no te haya afectado demasiado. —Sean, Pittsburgh

Más o menos hace 10 años, me peleé con mi exnovio y me dejó afuera de su apartamento. Le estaba contando a un amigo por mensaje de texto y me retó a orinarme en el agujero de la llave como venganza. Como el hoyo estaba muy arriba, terminé haciendo una sentadilla para apuntar el chorro de orina en el espacio entre la puerta y el piso. —Ryou, Tokio

Todos los invitados de la fiesta habían escupido su tabaco de mascar en una lata de refresco y, por sólo cinco dólares, le di un buen trago y me lo pasé. El resto de la noche me la pasé vomitando en la entrada de la casa. —Chris, Tempe, Arizona

Foto cortesía de Taylor

La relación con mi novio se estaba yendo al hoyo porque dejó de tener sexo conmigo. Para ponerle sabor al asunto, mientras estaba drogada con éxtasis, creí que sería buena idea mandarle un video de mí mientras se la chupaba a una amiga en un baño de un club nocturno en Las Vegas. Al parecer, fue una mala decisión y todo se fue en picada.

Me cortó días antes de mi cumpleaños 21. Habíamos comprado boletos para ver Blade Runner, pero como ya no tenía de qué preocuparme, me puse borracha con un amigo gay y fuimos a tatuarnos. La historia termina con él haciéndose un tatuaje de una abeja y yo me tatué esta obra de arte atemporal, refinada, y divertida para conmemorar la serie de eventos desafortunados. —Taylor, West Hollywood

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