hombre blanco con rastas
El autor cuando tenía rastas. Imagen cortesía del autor

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Drogas

Esto es lo que aprendí como hombre blanco con rastas

‘Si no fuera por las rastas, nunca me habría enterado de lo chungo que lo tienen muchas personas.
MA
traducido por Mario Abad

Todo empezó cuando tenía 18 años. Totalmente ajeno a los estereotipos y la controversia que rodean al hecho de ser blanco y llevar rastas, me animé a hacérmelas. Yo no era rastafari, pero me parecía que quedaban geniales y respetaba la actitud y el estilo de vida de esa gente. Después de varios meses de dejarme crecer el pelo, fui a una barbería de Nepal en la que hicieron falta cuatro tipos con casi nada de experiencia y ocho horas para hacérmelas. Debo decir que fueron, con mucho, las ocho horas más dolorosas de mi vida.

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Esa noche, mientras iba de camino al hotel, ya empecé a notar un cambio en la forma en que me trataba la gente. Si eres un forastero en Nepal, te van a parar cada dos pasos para ofrecerte marihuana: “Perdona señor, ¿quiere fumar?”. Bien, pues cuando llevas rastas, te paran cada paso para ofrecerte maría.

Llevé rastas durante los cuatro años siguientes y poco a poco me fui acostumbrando tanto a cómo me trataba la gente que llegué a asumir que era normal. Pero el año pasado me las corté y entonces me di cuenta de que había estado viviendo en un mundo distinto al del resto de la gente. Estas son las cosas que cambian cuando llevas rastas.


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Las chicas ligan contigo porque quieren tachar de su lista lo de “liarse con un tío con rastas”

“¡Me encanta tu pelo! ¡Es genial!”. Las primeras veces que te lo dicen te sientes como un jefe, pero el caso es que luego tienes que pasar unos minutos más charlando con esa persona si quieres acabar mojando. No vale la pena. Está guay llamar la atención, pero al final te cansas rápidamente de que te traten como a una especie de trofeo exótico barato.

Automáticamente pasas a formar parte de la sociedad secreta de tíos blancos con rastas

Cuando te cruzas con otro tipo blanco con rastas, te das cuenta de que te saluda levantando una ceja y asintiendo levemente con la cabeza. Es como si de repente estuvieras en una especie de club secreto en que nunca te has inscrito y que te da bastante mal rollito.

La gente te preguntará, “¿De qué conoces a ese tío?”. No lo conoces, joder. Simplemente se da la coincidencia de que lleváis el mismo peinado, lo cual, al parecer, os convierte en colegas inmediatamente.

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Tus rastas derribarán barreras sociales

Eso es lo único que echo de menos de llevar rastas. Esa peña que normalmente asustaría a tu madre si la viera por la calle será supermaja y agradable contigo. Las rastas proyectan una imagen de persona de buen rollo y sin prejuicios, y gracias a eso conocerás a gente que de otro modo nunca conocerías. Se mostrarán superabiertos desde el principio y te contarán sus vidas, sus problemas y sus vicios secretos. Yo a lo mejor conocía a alguien y a los 10 minutos ya me estaba explicando su problema con la metanfetamina. Si no hubiera sido por las rastas, nunca me habría enterado de lo chungo que lo tienen muchos.

Te invitarán a fumar todo el tiempo

Siempre pasa cuando menos lo esperas: mientras compras verdura en el súper o de camino a la uni para presentar un proyecto o cuando estás de caminata. La gente considera que fumar con un tío con rastas es como un trofeo, así que haz un esfuerzo y da un buen servicio a la sociedad.

La gente normal pensará que eres una especie de genio creativo/espiritual

Todo el mundo espera que seas un genio creativo, y todo lo que hagas será juzgado con cierto nivel presupuesto de expresión y creatividad. A pesar de lo mal que se me da dibujar —esto es un hecho—, varias personas me dijeron lo profundos y creativos que eran los garabatos que había hecho copiando otras ideas.

Básicamente te conviertes en esclavo de tu pelo

Y es que te pasarás mucho tiempo arreglándote y reparándote las rastas. Hay una fina línea que separa las rastas como estilo de peinado y las rastas que son resultado del abandono de tu imagen. Cuando pensabas que tu hermana pequeña dedica demasiado tiempo a arreglarse el pelo… te vas a sorprender.

Todo el mundo querrá venderte hierba

Es casi como un superpoder. Basta con que te des un paseíllo rápido por el centro de tu ciudad y lo más seguro es que al menos una persona te ofrezca maría. Ni el mejor poli de la secreta conseguiría una imagen tan lograda. Y cuando salgas de fiesta, hasta tus amigos te pedirán que les consigas algo.

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Absolutamente todo el mundo supondrá que vendes droga

La gente pensará que llevas un montón de drogas encima a todas horas. Y es que es normal: si buscas que alguien te pase droga, preguntas siempre primero al tío de las rastas (ver punto anterior). Esto me hacía mucha gracia sobre todo cuando estaba en pleno periodo de abstinencia, cuando no me tomaba ni un café.

Automáticamente te colgarán la etiqueta de ultraliberal

Da igual el ideal político que tengas, lo calificarán de estúpido idealismo liberal. Los hippies creerán que estás de acuerdo con todo lo que digan, como que en los hospitales hacen falta más cristales sanadores pero que nunca llegará a pasar porque los Illuminati quieren que muramos jóvenes para mantener la población a raya. Los que no sean liberales pensarán que tu conocimiento sobre política se limita a aquella vez que te fumaste un peta y viste Zeitgeist. No importa lo bien que razones tus argumentos, acabarán tachando tu postura de idealismo de borrachera de alguien que tiene demasiadas camisetas con degradados de colores. Si quieres que tu visión política sea juzgada con criterios científicos y por tus méritos sociales, al final te hartarás de este rollo. Entonces será cuando procedas a cortarte las rastas y a hacerte el mismo peinado que lleva todo dios desde hace diez años.

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