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Identidad

Así es vivir en una "tribu": todo el mundo cuida y es cuidado

En las "tribus" no hay un padre y una madre y nadie es hijo de nadie. Son un grupo de personas que comparten una forma alternativa de entender el cuidado de los hijos. Hablamos de crianza compartida con sus defensores.
FOTO DE FLICKR DEL USUARIO lotzman

Las declaraciones de Anna Gabriel sobre su posición a favor de la crianza en tribu y tener hijos en común generaron revuelo a nivel mediático y fueron una caza de brujas hacia lo diferente, lo desconocido y al cuestionamiento de los modelos de cuidado alternativos a los hegemónicos.

Antes de que la diputada de la CUP diera su opinión, ya había cientos de grupos de personas en nuestro país que habían decidido llevar a cabo este tipo de crianza en tribu, alternativa a la pequeña familia nuclear moderna. De hecho, no hemos inventado nada nuevo. Existe un proverbio africano que dice: "Para criar a un niño hace falta una tribu entera".

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¿Qué diferencia a esta crianza de las demás? La particularidad en la que todos coinciden es en la de compartir cuidados por una convicción, no únicamente por motivos de la situación económica actual.

Deconstruir y escapar de los agobios

Pero esto que suena tan idílico, no resulta tan sencillo a la hora de ponerlo en marcha.

Juan, miembro de un proyecto colectivo de crianza en el que son alrededor de diez personas, explica que plantear un modelo diferente de familia al estándar pasa por "deconstruir un montón de nociones que tenemos —que se nos hace llegar a través del resto de la sociedad— sobre la intimidad, la propiedad, sobre política, las relaciones. Todas ellas profundamente salpicadas por el modelo social capitalista", sostiene Juan.

Si cada vez hubiera más gente criando de esta forma cambiaría mucho la visión hacia fuera y desde nuestro papel en la misma sociedad. Juan, que además de padre es artista visual, asegura que este proyecto te permite ser más feliz porque tienes más tiempo. Además, explica "es un tiempo de mi vida que comparto con quien más me apetece pasarlo".

Según Carolina del Olmo, autora de ¿Dónde está mi tribu? los aspectos más positivos de la crianza cooperativa, o en estructuras más amplias, pasan por una "escapada de los agobios, agotamientos y demás que genera el cuidado de seres altamente dependientes por parte de uno o dos adultos".

Hoy en día la carga laboral y la precarización nos hacen acudir a terceras personas, como son las cuidadores, generalmente mujeres. Carolina sostiene que por tanto es también "miedo de hacer posible ese cuidado que hoy es casi imposible sin recurrir a muletas externas".

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Los afines a este tipo de modelo coinciden en los aspectos positivos referentes a la socialización de los pequeños. "Los niños se socializan siendo cuidados y cuidando, y se borra la distancia entre cuidadores y receptores de cuidados", afirma Carolina del Olmo. La importancia de la coexistencia de pequeños de edades distintas también es algo que ponen en valor, ya que "algunos de los grandes defectos/sufrimientos de nuestro modelo son achacables a que cada vez más individuos llegan a adultos sin haber visto de cerca un bebé y, lo que es peor, sin haber cuidado nunca de nadie", añade del Olmo.

En tribu casi todo el mundo cuida y es cuidado y cuidar se convierte en un pilar fundamental de la socialización, según explican sus adeptos. "Nuestras hijas son muy sociables, tienen mucha gente a su alrededor y se producen más relaciones de apego: cuando alguien no esté con ella —como por ejemplo su madre— siempre va a estar con alguien que la quiera como a un hijo", comenta Juan.

Los afectos en la tribu vs la libertad individual

Las personas favorables a la crianza colectiva suelen coincidir en el aspecto de los afectos como algo fundamental. "Me parece que en esta sociedad donde vivimos es muy difícil educar en determinados valores, y quizás la colectividad como forma de vida, desde pequeñas, pudiera hacer más vivible el entorno", comenta a Broadly Anna Gabriel. La diputada de la CUP cree en lo positivo de tener lazos afectivos y de afinidad. "Creo que es maravilloso sentirse querida, y multiplicar lazos para sumar quereres, me parece un lujo".

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Sin embargo, como en toda relación social hay peros. Carolina afirma que "como buenos individuos occidentales, nos hemos acostumbrado a apreciar las ventajas de la privacidad, intimidad, libertad, movilidad, etc." Por ello, asegura "puede ser difícil tener que alcanzar consensos, o actuar siguiendo normas en cuestiones en las que solíamos hacer lo que nos daba la gana sin rendir cuentas". Por tanto, parece que nos encontramos con la dicotomía fraternidad y apoyo mutuo versus libertad individual. Por su parte, Juan no aprecia aspecto negativo alguno, más allá de los que pueda experimentar cualquier otro tipo de relación social y aunque se tarde más en encontrar consensos y en ponerse de acuerdo, "eso en sí mismo es ya una experiencia muy enriquecedora".

Hacer más habitable la ciudad

En lo que sí parece haber quorum es en la percepción común de que este tipo de proyectos no parecen tan factibles en las grandes ciudades. Anna Gabriel explica que "éstas, producto también de un determinado modelo económico, destruyen las alternativas comunitarias a muchos niveles". La diputada considera que la dinámica urbana dificulta muchísimo generar propuestas a modelos que tienden a aislar e individualizar. "Y no hace falta añadir que el contexto actual, un episodio más de los vaivenes del capitalismo, pensado para precarizar y excluir vidas… es poco compatible con fórmulas que sitúen la vida y el bienestar en el centro del interés común".

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Por su parte, Carolina ve las dificultades de la crianza individual o en familia nuclear exigua tanto en la ciudad como en otros lugares y "de ahí todas esas muletas, apoyos y parches con los que vamos capeando el temporal, pero sin que se pueda hablar de una situación satisfactoria".

Para Juan la práctica de vivir en tribu, consciente de sus dificultades en las grandes ciudades "se convierte en un arma para convertir en más habitable la ciudad, porque minimiza las causas que nos abocan al aislamiento en la gran urbe".

La vieja crianza y los nuevos modelos

Lo cierto es que no hemos inventado nada nuevo, puesto que este tipo de modelo proviene de épocas ya pasadas. Quien más quien menos ha tenido una relación directa o conocida con crianzas entre familias muy unidas o vecinos que cuidaban de los más pequeños. Sin embargo, la crianza en tribu actual plantea cambios. Por un lado, Anna señala que "la diferencia básica es que antes el tejido comunitario nacía de la necesidad material". Actualmente se cuestiona y replantea el tema de los cuidados que recaían habitualmente en las mujeres. Ellas se quedaban en casa generando afectos y cuidados, mientras ellos trabajaban fuera. Quizás en la actualidad, y a parte de necesidades materiales, la motivación es la de subvertir modelos, contestar valores y promover transformaciones", explica Anna.

Por su parte, Carolina señala que las principales diferencias entre modelos nuevos de co-crianza y la vieja crianza de pueblo pasan "por el tema de las jerarquías y la división del trabajo. Cuando hoy día hablamos de co-crianza aspiramos a modelos de apoyo mutuo y respaldo que no pasan por una división sexual del trabajo impuesta".

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En la crianza en tribu también pueden aparecer relaciones de poder, aunque parece más posible solventarlas. Tal y como cuenta Anna Gabriel "hay más posibilidades de establecer medidas para evitarlas o de hablar directamente sobre ellas. El hecho es que delante del reto de vivir de forma alternativa a la que prevé la institución familiar nuclear, aparecen más debates y más ilusiones".

¿Cualquier persona puede?

En palabras de la diputada catalana "no hay ningún tipo de limitación biológica. Las relaciones sociales se construyen en base a necesidades, pero estas se pueden cubrir perfectamente con modelos de crianza colectiva". En cualquier caso, prosigue "ya existen experiencias que dibujan nuevas institucionalidades" y sobretodo, "hay muchas personas dispuestas a pensar en ello".

¿Qué tipo de personas suelen tener este tipo de relaciones? "Personas a quien no les da miedo imaginar, compartir inquietudes, tener ese debate… ese es el primer paso; abrir mentes", sentencia Anna.

Personas como Juan lo llevan a la práctica en su día a día, pero no son las únicas, hay cantidad de vivencias similares, aunque cada proyecto sea especial. Cuanto más se habla del tema, más proliferan nuevas maneras de construir relaciones. Y el revuelo generado con las palabras de Anna Gabriel, no han hecho sino ponerlo encima de la mesa y darlo a conocer a más gente.

Los edukadores

"A la hora de ponerse de acuerdo en la educación de los niños puede ser más denso, pero también salen propuestas más creativas", señala Juan. En el proceso pedagógico, explica, "hacer asambleas sobre este tema es algo muy enriquecedor porque te permite razonarlo desde la preparación y esto sólo puede ocurrir teniendo tiempo".

En esta sociedad en la que apenas nos un segundo ni para respirar, pasar tiempo con los más pequeños se antoja una quimera. Sumado a ello, cuenta Juan, los niños "quedan expuestos a pasar más tiempo educados fuera del ámbito familiar: guarderías, colegios… cuyos programas educativos están formulados para transmitir valores funcionales para el sistema: desde la formación en la competición e individualismo hasta valores de nacionalidad, económicos… para educarse en el propio capitalismo".