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Guía de Festivales

Fiestas de pueblo: los festivales antes de los festivales

El asiduo a las fiestas de pueblo sabe lo que hay. Y hay tanto, que los rigores de un Arenal Sound no impresionan a un Navy Seal de las celebraciones patronales; más bien le provocan hilaridad.
Foto vía flikr

No es casualidad que los festivales más cool del país encierren encriptados en su geografía homenajes a las fiestas de pueblo, las auténticas madres del cordero. A los retoños del trap se la traen al pairo los orígenes de los 28 festivales a los asisten cada año, pero hay saurios ahí fuera, entre ellos los propios organizadores de estos eventos, que han visto cómo su pellejo adquiría la textura de un pepinillo en vinagre por culpa de la acción radioactiva de cientos de fiestas de pueblo acumuladas en la chepa. Estos veteranos conocen la verdad: que antes de los festivales musicales, los españoles ya estaban más que curtidos en la materia gracias a las celebraciones patronales. Que las fiestas de pueblo fueron festivales antes que los festivales. Que un respeto, leñe.

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Este fiesta (patronal) nunca se apagará

Cuando entras en el Primavera Sound te recibe una cartelería móvil y una piscina de bolas que recuerda a ferias pretéritas. El Sonorama Ribera adopta la apariencia de una fiesta de pueblo en las mismas entrañas de Aranda de Duero. Incluso en el contexto distópico del Sónar, mientras toca un grupo de la escena minimal de Burkina Faso y se disparan hologramas de Jeff Mills disfrazado de espermatozoide, uno puede darse un respiro de tanta modernidad y meterse en la carpa de los autos de choque. ¡Los autos de choque, sí! El divertimento por antonomasia de las fiestas de pueblo convertido en altar para clubbers, ravers, trappers, curators y otros animalejos de la modernidad.

Lo que puede parecer una excentricidad vintage, una concesión irónica a la hinchada hípster, no es más que el espíritu de la fiesta patronal supurando por los intersticios cutáneos de los macrofestivales de moda, reivindicándose como precedente absoluto y fuente de inspiración de estas megaexperiencias. Es inevitable que, de forma consciente o inconsciente, los modernísimos festivales actuales invoquen al viejo mito de las fiestas de pueblo. Negar esta conexión atávica sería como decir que el hip hop podría haber existido sin el funk.

Dame más gasolina para el personal

En una comparación en frío, no hay mucha diferencia entre lo que se hace ahora en un festival y lo que hemos hecho desde tiempos inmemoriales en las fiestas patronales. Las copas que te bebes en un festival son un simple aperitivo en las fiestas de pueblo, donde es muy posible que hayas apurado la última a temperatura ambiente antes de que suelten a las primeras vaquillas de la mañana.

Uuuh, la experiencia de dejarte llevar por la marea humana en las primeras filas del concierto de Artic Monkeys, qué guay. Chaval, en las fiestas de pueblo uno tiene que practicar una mezcla de lucha greco-romana, jiu-jitsu y taekwondo para moverse entre la masa de carne, desde primera hora de la mañana hasta última hora de la madrugada. Es una Batalla de los Bastardos 24x7. La primera fila de un concierto de black metal todo el santo día. Hay codos en la boca, pisotones, lluvias de calimocho, manos grasientas de desconocidos en la cara y alientos fétidos. Hay dolor, mucho dolor, pero es un dolor que se acepta en feliz comunión.

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En este sentido, todo el buen rollo y los abracitos que se imponen en los festivales no son más que un pálido reflejo de la camaradería extrema de una fiesta de pueblo. En la fiesta de pueblo, la exaltación de la amistad es un bulldozer enfurecido. Hay abrazos asfixiantes, besos estrepitosos, cachetes en los carrillos, bailes colectivos, gritos de afecto estallando en tu oído como ráfagas de metralla, congas eternas… Y es un amor universal: puedes ver adolescentes abrazados a octogenarios, labriegos y ejecutivos cantando juntos “Paquito el chocolatero”; no hay edades, razas ni clases sociales: en la fiesta de pueblo eres tú, y nadie más que tú.

Musiquita y papeo

Curioso, un artículo sobre festivales y fiestas de pueblo, y todavía no hemos hablado de música, el elemento más importante después del alcohol en ambos eventos. Si en los carteles de los festivales figura lo mejor del underground musical, en las fiestas de pueblo encontramos lo mejor del underground del underground. Grupos casposos que escupen más hits por segundo que el hilo musical del Mercadona, duetos de canción ligera, formaciones humorísticas estilo Capitán Canalla, orquestas con lentejuelas… La catacumbas más oscuras de la música española.

Las actuaciones musicales de las fiestas de pueblo siempre han sido foros de descubrimiento. Todo el mundo conoce a The National, pero ¿cuánta gente sabe que existe la orquesta La Rana Feliz? Además, en las fiestas de pueblo se mantiene viva una escena minoritaria que merece un respeto: las bandas tributo. De momento, los festivales no se han apropiado de ellas, por eso, la única oportunidad que tendrás de escuchar a Gansos Rosas o Coldday será en la fiesta de tu pueblo. Da las gracias por ello.

Por cierto, muy molones esos DJ que pinchan en tu festival favorito. Pero, sorpresa, las fiestas de pueblo siempre ha habido pinchadiscos. Y poca broma con el DJ de fiesta de pueblo, un superhumano obligado a tener un conocimiento enciclopédico de las listas de los 40 Principales de los últimos 60 años, a soportar palizas de 7 horas con equipos prehistóricos y a lanzar una selección de ayer y hoy en la que no haya un solo hueco sin himno pachanguero. Luis Aguilé, Drake, Georgie Dann, Becky G, Café Quijano y Rihanna suenan concatenados en un tour de force que dejaría a Seth Troxler totalmente majara.

Los chefs más cool compartiendo cartel con Lorde y Nick Cave. Muy bonito, pero en las fiestas de pueblo ya se combinaba la música underground con la gastronomía más cutting edge. En lugar de food trucks había camping gas y mesas plegables, de acuerdo, pero mientras tocaba la Orquesta Calamar te comías unas salchichas con pan duro y un plato de gachas: slow food, kilómetro cero y lo que Dios disponga. Con su calor infernal, sus aglomeraciones, sus señores con traje y señoras con perlas (el proto-look de festival), la fiesta de pueblo merece los mismos galones que el mejor de los festivales. Porque dentro de cinco mil millones de años el sol agotará su combustible, se convertirá en una gigante roja y engullirá a la Tierra. Y estoy seguro de que cinco minutos antes, se estará celebrando una fiesta de pueblo en algún lugar de España. A ver cuántos festivales podrán decir lo mismo.