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La historia de cuando España destruyó el deporte paralímpico

'Para el baloncesto de discapacitados psíquicos supuso la desaparición. De un plumazo se cargaron el deporte paralímpico'.
Ramón Torres baloncesto paralímpico
Fotografías cedidas por Filmin

“Volví a sentirme como al principio, a los insultos en el colegio, al vacío. Casi lo hice dos veces. Si no fuera por mis padres y mi familia, yo no estaría aquí”. Son palabras de Ramón Torres, capitán de la selección de baloncesto para discapacitados intelectuales que ganó el oro paralímpico en Sídney 2000, cuando recuerda el momento de devolver su medalla de campeón. Esa selección ganó el torneo jugando con diez de un total de doce jugadores sin discapacidad alguna.

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El escándalo, destapado pocos días después de la gesta, se cerró en 2013 con una multa de 5400 euros para Fernando Martín Vicente, expresidente de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales (FEDDI) e ideólogo de los denominados "falsos paralímpicos". El objetivo de la trama era conseguir la mayor cantidad posible de fondos del Comité Paralímpico Internacional (IPC), que en muchos casos jamás llegaron a los deportistas con discapacidad, sus auténticos beneficiarios. Los 18 acusados restantes, entre ellos los diez deportistas que se hicieron pasar por discapacitados y varios médicos, psicólogos y técnicos de la federación, quedaron absueltos.

Ramón, que inspiró la figura de Román en la película Campeones de Javier Fesser y ahora protagoniza el documental biográfico King Ray, todavía sigue siendo el capitán de esa selección, donde se ha quedado sin compañeros. El caso de los falsos paralímpicos provocó una revisión exhaustiva de todas las disciplinas por parte del IPC, que concluyó que “en todos los deportes hubo grandes fallos en los procesos de selección”. Los discapacitados intelectuales no participaron de nuevo en unos Juegos Paralímpicos hasta Londres 2012, cuando los organismos internacionales validaron el nuevo sistema de control.

El baloncesto, sin embargo, todavía sigue en el congelador de los paralímpicos. “Para el baloncesto de discapacitados psíquicos supuso la desaparición. De un plumazo se cargaron el deporte paralímpico”, afirma Javier Vega, entrenador del Club de Baloncesto Alcalá, campeón de España de esa categoría en el momento en que estalló el escándalo.

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En todo el caso hay una figura clave, la de Carlos Ribagorda, que se infiltró en el equipo y estuvo jugando en él antes de destapar el escándalo deprisa y corriendo, después de que la revista Gigantes del basket denunciara que al menos tres deportistas de ese equipo no eran discapacitados, ya que eran reconocidos jugadores semiprofesionales de Alcalá de Henares.

“Cuando te lo cuentan, primero no te lo crees… esto es imposible, dices. ¿Cómo va a haber alguien capaz de hacer esto? Mi fuente me ofreció meterme en un partido en Portugal, en la Copa Ibérica. Fue allí, en la cena posterior al partido con el entrenador y los directivos, donde contaron que en el Mundial de 1998 ya habían metido a cuatro jugadores; y que lo iban a hacer en el europeo del 99 y, lo importante para mí, que tenían intención de hacerlo en los Juegos Paralímpicos de Sídney. Allí oí que había ciegos que no lo eran, que en otros deportes con discapacitados psíquicos pasaba lo mismo que en el baloncesto”, explica el mismo Ribagorda en conversación telefónica con VICE.

Su investigación destapó el fraude del equipo de baloncesto y también el de otros cuatro medallistas españoles en atletismo, natación y tenis de mesa. Preguntado por si era necesario permanecer más de un año infiltrado para sacar un solo artículo, el periodista responde con un largo silencio. “Mejor no digo nada”.

Juan Luis Rodríguez, el único jugador que habló con la prensa después de los hechos, acusó a Ribagorda de haberlo destapado todo a toro pasado. “Si hubiera querido hacer periodismo de investigación habría grabado conversaciones, o hubiera hecho fotos”. Cuando le recordamos estas palabras, Ribagorda se mantiene firme —“Él verá lo que dice”— y asegura que jamás tuvo dudas sobre su motivación a la hora de participar en los juegos. También reivindica que sin su artículo Ramón no habría cobrado sus becas.

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“Era una situación complicada, algunos eran unos chavales a los que se la pelaba todo. Pienso que no eran conscientes de la barbaridad que era"

La gran incógnita, todavía a día de hoy, es el motivo que llevó a los jugadores a apuntarse a una empresa de moralidad tan dudosa. “Había alguno que era menor de edad; Juan Luis, al que llamaron muy al final. Creo que fueron engañados; desde la federación se les dijo que eso era legal y normal, que lo hacían todos los países para mejorar el nivel. El resto pues sacaban el viaje gratis y la beca”, opina Ribagorda, que devolvió la medalla y las dietas justo antes de publicar su investigación.

“Lo primero que dije es que era imposible, que yo no me iba a hacer pasar por discapacitado. Pero luego te dicen que no hay problema, que la legislación en estos temas es tan ambigua que no te tienes que hacer pasar por nada, que todos los equipos lo hacen y que el dinero que se va a obtener va a revertir en los propios discapacitados, pues piensas que estás haciendo una buena obra”, explicaba Juan Luis Rodríguez a la revista Gigantes del basket en el año 2000, el único jugador que ha hablado con la prensa aparte de Ribagorda.

Quique Peinado, el periodista que sacó esa entrevista, todavía tiene muchas dudas sobre ese escándalo. “Era una situación complicada, algunos eran unos chavales a los que se la pelaba todo. Pienso que no eran conscientes de la barbaridad que era. La historia tiene muchas aristas, aunque la cuestión moral no se puede coger por ningún sitio”, comenta Peinado a VICE.

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“Había un jugador que era entrenador de cantera de Estudiantes, y era un tío del que todo el mundo hablaba muy bien, buena persona. Un día lo vi en el Ramiro de Maeztu [instituto donde se forman los canteranos del Estudiantes] y lo abordé. Enseguida me dijo: ‘Yo no voy a hablar’, pero le conté que yo solo hacía mi trabajo. Agachó la cabeza, como que me entendía, y se fue… parecía muy arrepentido”, recuerda el periodista.

Entre las dudas más acuciantes está la de la convivencia de los familiares. ¿Cómo justificaban su viaje a Sídney los jugadores? Según Ribagorda, las familias estaban perfectamente enteradas del asunto. Peinado recuerda que en la entrevista con el jugador, previamente pactada, sus padres estuvieron presentes en todo momento.

Jordi Pons, miembro de aquella selección paralímpica y antiguo trabajador de El Mundo, ha declinado la petición de VICE para participar en este reportaje. El resto de miembros han vivido desde entonces sin hablar en público sobre lo acontecido.

“Las federaciones las conforman gente con historia, gente con buena voluntad respecto a la discapacidad. ¿Cómo se pueden pervertir tanto las cosas?”

“El personaje es el presidente, Fernando Martín Vicente, que encima tiene una hija con discapacidad. Yo hablé con él y era como hablar con el típico empresario corrupto gañán, un pocero”. ¿Pero son discapacitados?, le preguntó Peinado sobre los jugadores. “Yo tengo todos los papeles”, se justificaba siempre.

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Martín Vicente, cuando estalló el escándalo, era presidente de varias instituciones que trabajaban en beneficio de los discapacitados intelectuales: presidente de ANDE, asociación sin ánimo de lucro que todavía preside; presidente y fundador de la FEDDI, encargada de seleccionar a los mejores atletas del país para las competiciones internacionales; presidente de INAS, la Federación internacional de deportistas con discapacidad intelectual; vicepresidente del Comité Paralímpico Español (CPE); y miembro del comité ejecutivo del IPC.

“Una persona que lleva dos años en el equipo de básquet, que ha jugado amistosos, ha participado y ganado la Copa Ibérica y después acude a Sídney y 20 días después dice que no es discapacitado, si antes no lo era, ahora lo es. Si alguien hace algo como esto es reconocido como un discapacitado”, declaró el mandatario para defenderse del primer envite mediático y de las acusaciones de Ribagorda.

El móvil de tal corruptela nunca se ha esclarecido del todo, ya que Martín Vicente siempre aseguró al resto de implicados que se trataba de ganar para conseguir más subvenciones, unos fondos que según él revertirían siempre en el colectivo de discapacitados. En definitiva, se trataba de hacer trampas para un bien mayor. El mandatario, sin embargo, aceptó devolver los 140 000 euros —de un total de 180 000— que el CPE consideró que se había llevado de las subvenciones para los deportistas.

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“Allí no se estableció en qué se lo gastaba. El día del juicio oral él pactó con el fiscal y listos. El juicio duró un minuto, se publicó el acuerdo y fin”, asegura Ribagorda, que también estaba imputado por participar en la estafa. La multa de 5400 euros para Martín Vicente y la absolución del resto de implicados fue el resultado definitivo, trece años después del inicio de las pesquisas, de una estafa que dio la vuelta al mundo.

“Las federaciones las conforman gente con historia, gente con buena voluntad respecto a la discapacidad. ¿Cómo se pueden pervertir tanto las cosas?”, se lamenta Peinado. Después del escándalo, las pesquisas de los organismos internacionales demostraron que todos los países habían participado, en mayor o menor medida, en fraudes similares en el ámbito de los discapacitados mentales.

“Yo fui limpio, yo gané”

Ramón Torres camina cojo, le han operado tres veces de varices en las piernas, y eso es todo lo que en su apariencia se adivina. “La gente no se da cuenta. Tiene el cuerpo de un hombre pero por dentro es un niño”, explica su hermana, Rose, en el documental King Ray. “Si volviera a nacer me gustaría hacerlo en silla de ruedas”, asegura él. Así la gente se percataría de primeras.

El testimonio de Ramón, principal víctima de todo aquello, recuerda la cadena de vergüenzas que destapó el caso. Cuando Gigantes sembró las dudas sobre algunos de los jugadores, el conjunto paralímpico español justo aterrizaba en España. En el aeropuerto, Ribagorda y dos compañeros más se cubrieron con gorra y gafas de sol. “Yo estaba llorando, como loco enseñando la medalla, y ellos poco a poco se iban para atrás”. A toro pasado, Ramón entiende mejor lo que intuyó durante su estancia Sídney: “Ellos tenían vergüenza de ir a ver a los compañeros de otras disciplinas… lo raro es que no eran raros”.

Torres, que sigue jugando a baloncesto en Valencia, donde trabaja en un almacén, todavía no acaba de comprender el motivo por el cual le arrebataron el oro paralímpico. “Yo fui limpio, yo gané”, reivindica. Esa situación lo sumió en una depresión, de la que afortunadamente salió. Quien no tuvo tanta suerte fue el otro miembro del equipo con discapacidad, Juan Pareja, que todavía hoy sigue sufriendo las consecuencias psicológicas de la estafa.

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'King Ray' está disponible a través de Filmin.

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