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Cultură

Los niños en acogida y adopción que nadie quiere

España es el primer país en adopciones del mundo en cifras absolutas, pero hay una larga lista de 'niños invisibles' que siguen buscando un hogar.

Imágenes cortesía de Adacam (Asociación De Acogedores de Menores de Madrid)

A sus seis meses de edad, Juan Pablo, podría representar el perfil perfecto del bebé aspirante a ser adoptado o acogido, pero es difícil que eso ocurra. Nació con síndrome alcohólico fetal y microcefalia, es probable que sufra un retraso mental ligero o moderado; hasta la fecha, no tiene una familia con la que compartir su lucha vital.

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Carlos, de nueve años y con parálisis cerebral, va al cole en su silla de ruedas, pero sigue a la espera de un hogar donde seguir creciendo.

Lo mismo le ocurre a María, de dos años, que padece una enfermedad neurológica que le provoca crisis epilépticas y aunque su desarrollo actual es acorde a su edad y la epilepsia está controlada, es posible que en el futuro la afectación sea mayor.

Graciela, pese a su corta edad mantiene un pulso constante a la vida, que le lleva a visitar con frecuencia el quirófano y la UCI, fruto de una grave cardiopatía. Para esta pequeña de diez meses, es necesaria una familia adoptiva que pueda atenderle plenamente las 24 horas del día y que acepte un posible retraso ligero o moderado en el futuro. Pero, de momento, Graciela está sola en su batalla.

A la expectativa de ese futuro acompañado y envuelto en el afecto que sólo una familia sabe dar, también está Pedro, que no llega a los dos años de edad y presenta retraso motor y de lenguaje asociado al síndrome alcohólico fetal, con una leve parálisis del lado derecho, aunque, gracias a la estimulación va progresando.

Pese a que todos ellos luchan por vivir cada día, son solo algunos de los protagonistas de una lista no reconocida en la sociedad, de niños invisibles, cuyos parientes biológicos no pueden hacerse cargo de ellos, pero que aspiran a encontrar una familia donde desarrollar su vida con dignidad.

El futuro de María, Juan Pablo, Carlos, Graciela, Pedro y tantos otros niños en situaciones parecidas, es más que incierto y la esperanza de encontrar un hogar casi inexistente. Lo más probable, según los expertos, es que pasen el resto de sus días en un centro donde los técnicos que se encargan de ellos harán todo lo humanamente posible para que su vida sea la mejor, pero les faltará algo básico: el calor de un hogar, los brazos y los abrazos de una familia de adopción o de acogida. Los requisitos, entre otros, para acoger o adoptar a niños con estas necesidades especiales pasan por la plena disponibilidad de uno de los integrantes de la familia y por algo aún más duro si se tienen hijos naturales: preparar a los otros miembros de la familia para lo peor. Porque muchos de estos pequeños tendrán una vida corta y es una realidad que está detrás de la dificultad para encontrarles un hogar. Pero como dicen los profesionales que trabajan en esto, no es más difícil que la vida en sí misma.

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En España, a día de hoy, existe un fenómeno, que augura pocas esperanzas. Mientras que nuestro país es el primero en adopciones, está a la cola en acogidas y adopciones para niños con dificultades especiales, como es el caso de nuestros pequeños protagonistas. Estos niños invisibles, con mayor necesidad de encontrar familia, y paradójicamente, menos opciones de llegar a ellas.

Antonio Ferrandis, Jefe del Área de adopciones de la Comunidad de Madrid, asegura que "no existe una definición para el término de adopción especial", y recurre a la expresión anglosajona, "hard to place" (difícil de colocar). Por duras que suenen estas palabras, se trata de niños y niñas cuyas características, suponen un inconveniente añadido para hallar una familia.

El que no puede esperar, es el niño.

Este profesional, con más 16 años de experiencia en este campo, asegura que, a día de hoy los niños que padecen alguna minusvalía o enfermedad psíquica o psicológica, aquellos procedentes de familias numerosas, mayores de ocho años, de otra nacionalidad, cuentan con especial dificultad para encontrar una familia, ya sea de adopción o de acogida.

Además, Ferrandis invita a una reflexión, que aclara toda lógica por la que se rige tanto la adopción como acogida, y es que "el que no puede esperar, es el niño". Una afirmación que dispara dosis de empatía hacía estos pequeños aspirantes a una vida digna en un entorno familiar.

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Este panorama demuestra que a la sociedad española le queda mucho por recorrer en este ámbito. Y, seguramente, el primer paso consiste en poner luz a estas circunstancias que arrastran a miles de vidas a crecer en un centro. Según el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en la actualidad en España hay casi 35.000 menores bajo tutela o guarda de las administraciones, de los que 13.4000 están en residencias, a la espera de una familia.

Isabel -nombre ficticio, ya que prefiere mantener su anonimato- es consciente de este problema, desde hace casi dos décadas, cuando decidió acoger a una niña de nueve años y más tarde a su hermano de cinco, con una discapacidad que suponía para el pequeño, un grado de dependencia del 85%. Ambos vivían en un centro de acogida para menores, una realidad que, a Isabel, le parece inconcebible. "Es increíble, que haya niños que tengan que crecer entre cuatro paredes". Para ella, no es una suerte que sus hijos hayan llegado a su vida, o viceversa, ya que la lectura que esta mujer hace es que "ojalá no tuvieran que haberse visto en esta situación". Tampoco le asusta la responsabilidad de acompañar en el crecimiento de su hijo dependiente, y considera que "es muy gratificante vivir su evolución", aunque lamenta que "el mundo de la discapacidad es el gran desconocido". Si hay algo que hace encoger su alma, "es pensar en el tiempo que viven en las residencias, para los niños, darles de comer y alimentos, no está todo hecho".

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Para vivir plenamente como adulto con necesidades emocionales, tienen que haber sido muy bien cubiertas. Es decir, querer a alguien y que te quieran.

Seguramente su caso no sea especialmente representativo, pero sí que ayuda a arrojar luz en la sociedad y conseguir que haya un día en el que su historia y la de sus hijos, pierdan el carácter anecdótico. Pero para llegar a ese punto, esta mujer cree que queda por delante un largo camino para "normalizar" y "desestigmatizar" dentro de la sociedad. Un recorrido que, irremediablemente, recuerda al que se siguió hasta aceptar las adopciones y que hoy coloca a España en el pódium de ofrecimientos para adoptar a pequeños sin necesidades especiales. Por suerte, atrás quedaron los años en los que, ser padre o hijo no biológico, era sinónimo de vergüenza o tabú.

Pero el reto de conseguir una familia para todos los niños que carezcan de ella, sigue sin alcanzarse, sigue vigente. Y las víctimas de este objetivo inconcluso, son esas pequeñas personitas que se mantienen a la espera de una adopción especial o de ser acogidos.

Para Isabel, "el principal hándicap" para que esta problemática siga vigente, es que "la gente no sabe que existe la opción de la acogida". Una falta de información que también los expertos lamentan.

Antonio Ferrandis echa en falta "campañas generalistas, en la opinión pública y en los medios de comunicación", además de "campañas reales, que consisten en visibilizar dentro de los entornos más cercanos a los niños acogidos, como en las Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos de los colegios". Para que, de esta manera, cale el mensaje de que "un centro no es un lugar adecuado para el crecimiento del niño".

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Hay menores que han llegado a la adolescencia en estos centros y para ellos es muy complicado imaginarse y aceptar la vida en otro lugar.

Entre las secuelas de estos menores, unidas a su estancia en el centro, están las que afectan al desarrollo general, a la capacidad de socialización, pero especialmente a las capacidades emocionales. "Para vivir plenamente como adulto con necesidades emocionales, tienen que haber sido muy bien cubiertas. Es decir, querer a alguien y que te quieran", explica Jesús María Rubio, Jefe de Servicio de Acogimiento Familiar de Madrid. "Esto no quiere decir que en los centros no se les de cariño y no se les quiera, pero el calor no es el mismo al que se da en una familia", matiza. De hecho, hay menores que han llegado a la adolescencia en estos centros y para ellos es muy complicado imaginarse y aceptar la vida en otro lugar, por lo que "es su mejor alternativa".

Patricia, conoce muy bien los estadios por los que han de pasar los menores en acogimiento residencial. Dejó de vivir con su familia biológica a los seis años, y pasó a un centro tutelado por la Administración, hasta que, a los nueve años, encontró una familia que, para su sorpresa, estaba más cerca de lo que imaginaba. Quien fuera su compañero de clase, con el que iba a cumpleaños de otros amiguos del colegio o jugaba algunos días en su casa, se convirtió en su hermano. De acogida, sí; pero su hermano. "Al principio, la evolución fue dura. Con esa edad ya tienes una historia, unos recuerdos, además tampoco conté con ayuda terapéutica. Pero gracias a la familia de acogida me fui adaptando hasta sentirme una más", un vínculo que será para siempre. Sigue viviendo con ellos, "¡de aquí no me muevo!" dice con una dulzura que no puede esconder. Esta joven de 19 años que estudia un Ciclo Superior en Educación Infantil y no descarta ser madre de acogida en un futuro, es consciente del apoyo que ha recibido y recibe de su familia de acogida, "sabes que ellos no te van a fallar nunca".

Aunque reconoce que en algún momento se ha preguntado cómo hubiera sido su vida si nunca hubiera salido de la residencia, aclara que "no lo puedes imaginar, a lo mejor no hubiera seguido estudiando, porque me costaba mucho y en el centro no tenía la atención o el apoyo tan personalizado como el que me han dado ellos, y en mi familia biológica lo prioritario es trabajar".

Patricia sabe que su caso "es raro" porque rompe los esquemas. Muchos niños que superan los ocho años, nunca encuentran familia. Ella sí. Por eso, su mayor deseo es que la sociedad conozca esta realidad y ayude a que nunca más haya niños que nadie quiera.

(*) Los nombres y algún dato de fácil identificación de los menores citados en este artículo, han sido modificados para proteger su identidad. Gracias a Adacam por su colaboración en este artículo.

Sigue en twitter a Arantza en @Arantza_Lopez y Fabiola en @fabiolabarranc1