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Cultură

En defensa de mi pene pequeño

Cada cierto tiempo aparecen nuevos estudios, en los cuales la media del «pene aceptable» parece bajar un poco más. Pero estas investigaciones nunca han ayudado a nadie, ni lo harán.

Un estudio publicado a principios de año nos reveló que, en todo el mundo, el tamaño promedio del pene es de 13,2 cm en erección. Según el Journal of Urology de BJU International, en el que se publicaron estos resultados, los datos deberían contribuir a «confirmar a la inmensa mayoría de hombres que el tamaño de sus penes se encuentra dentro de la normalidad».

Probablemente así sea, pero esto no quiere decir necesariamente que sean buenas noticias; mi vida no cambia un ápice ya que solo estoy 3,04 cm por debajo de la media.

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Supongo que este laborioso ejercicio de medir 15.521 penes –flácidos y en erección- demuestra que, como sociedad, todavía tenemos la capacidad de obsesionarnos por el tamaño. Así, al margen de lo que se diga al respecto, me alegra de que estemos hablando del tamaño del pene de forma honesta, seria, abierta y sin prejuicios.

Y sí, otro factor positivo –que los de BJU tuvieron el detalle de señalar- es que los que se preocupaban por que sus penes de tamaño medio fueran pequeños ya no tienen motivos para ello, porque 13 cm no es pequeño, es promedio. Desde ahora, cuando alguien te acuse de tener el pene pequeño, está perfectamente claro que esa persona tiene un problema de percepción.

Sin embargo, no estoy convencido de que este segundo punto se sostenga. Porque un hombre obsesionado por el tamaño de su pene es un hombre que necesita grandísimas dosis de persuasión. Cada vez que oye a una mujer decir, «Eso no es pequeño», pone los ojos en blanco y piensa, «Gracias. Ojalá fuera verdad».

No se puede medir un pene en centímetros con una regla. Un pene es tan pequeño como la autoconfianza de un hombre le hace verlo; o tan pequeño como la imaginación de la pareja con la que está. Cada cierto tiempo aparecen nuevos estudios, en los cuales la media del «pene aceptable» parece bajar un poco más. Pero estas investigaciones nunca han ayudado a nadie, ni lo harán.

Por otro lado, debemos lidiar con términos como «promedio» y «margen normal». Eso implica que los demás estamos en el margen anormal, una polarización que hace un flaco favor a cualquier aludido. Una polarización que, de hecho, me trae inmediatamente a la memoria una triste historia sobre un adolescente que acabó suicidándose por su obsesión por el reducido tamaño de su pene.

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Seguramente conocerás a algún hombre de mi estatura, o más bajo. Piensa quién podría ser. ¿Tu padre? ¿Tu hermano? ¿Tu compañero de piso? No te molestaría que alguien apuntara con el dedo a su pene y dijera «¡Uy, eres anormal!». Apela a la intensidad de tus vínculos familiares o sociales y admite lo erróneo de este pensamiento.

Cuando un hombre lo pasa mal por el tamaño, solo hay una solución. Los métodos de alargamiento (pastillas, dispositivos, intervenciones quirúrgicas) nunca acaban con un resultado satisfactorio. Asimismo, las comparaciones con los demás tampoco alivia las mentes atribuladas; te volverás loco cuestionando la veracidad de los datos o la calidad de las interpretaciones.

La única solución pasa por aceptarte tal como eres.

Puede parecer que estos estudios están pensados para ayudar, pero no. Nadie les da credibilidad. Y por la frecuencia con la que afloran, revelando datos distintos en cada ocasión, parece que ni ellos mismos se los creen. Se limitan a polarizar la sociedad, dividiéndonos entre los que son normales y los que no lo somos. Y pese a que no fomentan la obsesión por el tamaño, sí que defienden la idea de que es un aspecto a tener en cuenta.

«Yo es que tengo que sentir algo», me dijo recientemente una mujer en una entrevista sobre el tema. Y no le quito razón. Pero creo que con técnica e imaginación es posible obtener una mayor respuesta que con cualquier polla, sin importar el tamaño.

@antsmithpoet

Traducción por Mario Abad.