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Drogas

No todo el cáñamo es marihuana aunque el gobierno piense lo contrario

La línea entre lo que es legal e ilegal es tan sútil que a menudo cae en el ridículo.

Esto NO se fuma. Todas las fotos por el autor.

No somos los fumetas, los usuarios de marihuana con fines recreativos, los principales perjudicados por la legislación que persigue la producción y consumo de cannabis. Está claro que tenemos derecho a pedir que nos dejen fumar en paz y sin molestar a nadie, pues ni la sustancia es tan tóxica ni nos volvemos peligrosos bajo sus efectos como para justificar su persecución. Eso es cierto pero, con todo, nuestros motivos son una rabieta de adolescente en comparación con las verdaderas razones por las que se debería abordar de una puta vez y en toda su amplitud el debate de la regulación del cannabis.

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La actual legislación reaccionaria respecto al cannabis es fruto del miedo mojigato que el conservadurismo político y social tiene al consumidor de marihuana. En los últimos debates parlamentarios que ha habido al respecto los partidos del establishment rechazaron la regulación con el argumento de que es una sustancia peligrosa per se y por ser puerta de entrada a otras drogas; puntos sin lugar a dudas cuestionables, pero solo dentro del debate relativo al consumo lúdico.

En lo relativo al uso medicinal, quienes se niegan a dotar de un marco legal proporcionado al cannabis menosprecian a los usuarios al tildar el consumo terapéutico de "automedicación". Están sobradamente comprobados los beneficios del cannabis para el tratamiento de diferentes enfermedades; si se regulara, muchos más médicos se atreverían a recetarlo y una industria ad hoc podría procesarlo para alejarlo del acto de fumar. Pero no, en lugar de regular y aprovechar el cannabis dan amparo a pseudociencias de cuestionada eficacia.

Porque no se trata solo de ese cogollo sin semilla que proporciona risa y sopor a la gente ociosa, es una planta con multitud de usos y aplicaciones en sus diferentes formas y variedades. Unos son legales y están mínimamente regulados, otros son ilegales y perseguidos, situación que genera confusiones derivadas del hecho de tener una legislación bipolar que permite o castiga la producción y distribución de -lo que prácticamente es- una misma cosa según el uso que se haga de ella.

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La línea entre la legalidad y la ilegalidad es tan sutil que roza el ridículo. Esa línea la traza la cantidad de canabinoides –principios activos- presentes en la planta. El cannabis que conocemos como marihuana procede de zonas tropicales cuyas condiciones climáticas extremas provocan el incremento de THC y CBD. El THC es el psicoactivo preferido de muchos y la causa de la persecución; mientras que el CBD, debido al interés que despierta en farmacología por sus propiedades analgésicas y sedativas y su nula toxicidad, parece que cuenta con la anuencia de las autoridades. El problema es que el THC suele ir parejo al CBD, de modo que la prohibición del primero al final lastra la investigación y desarrollo de usos terapéuticos para el segundo.

Una plantación de cáñamo textil.

Las variedades de cannabis conocidas comúnmente como cáñamo proceden de climas más septentrionales y cuentan con niveles de canabinoides mucho más bajos que la marihuana. En España es legal el cultivo de cáñamo en plantaciones controladas, pero la práctica indistinción entre una y otra mata, una legal y la otra ilegal, hace que los cultivadores vivan con la paranoia de que socialmente se les tache de narcos, exponiéndolos a que la Guardia Civil o los ladrones se lleven los cultivos creyendo que son matas de Skunk cuando en realidad no colocan más que un Celtas en ayunas.

Joaquín Parra es profesor jubilado de la Escuela Politécnica de la Universidad Miguel Hernández (UMH). Junto con otros tres docentes jubilados del centro ha formado la sociedad Cáñamo y Fibras Naturales, Cafina S.L., dedicada a la gestión de varios cultivos experimentales. La intención de Parra y sus socios es analizar las propiedades de distintos tipos de cáñamo a fin de determinar cuáles son las variedades más idóneas para cada uso y, una vez que se ha encontrado la manera de rentabilizarlas, reintroducir los cultivos y extenderlos en la provincia de Alicante a través de la Asociación de Jóvenes Agricultores, Asaja.

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Han plantado cáñamo textil de la variedad Futura 75 procedente de Francia, país que ha visto el potencial del material y está apostando fuerte por la producción de fibra de cáñamo. Otra variedad con la que están experimentando es la Kompolti, de origen húngaro, cuyo CBD se analizará a fin de determinar si su tipo es útil en farmacología. Parra asegura que muchas veces se acercan "marihuaneros expertos" a explicarle cuando es el mejor momento para cortar y a darle consejos de cultivo. Aún no sabe cómo tomarse esos consejos, pero es consciente de que no son infundados, de lo contrario no llevaría un ejemplar de la revista Cáñamo –como todos sabemos dedicada en realidad a la marihuana, qué cosas- en el coche con un reportaje sobre, precisamente, lo que él y sus socios pretenden hacer: convertir el cáñamo en una industria rentable.

Cogollo de Kompolti.

De las pocas hectáreas que han cultivado, Parra explica que unas variedades las manda a un amigo empresario del sector textil que hilará las fibras para comprobar sus propiedades a fin de estudiar posibles usos y rentabilizar la producción. Otras muestras se envían a la Universidad Miguel Hernández de Elche, donde Santiago García, profesor especializado en mejora genética de plantas, las analiza para determinar los niveles de canabinoides presentes en cada variedad hasta dar con la que arroje mayores tasas de CBD.

Santiago supone que se sacaría más CBD de variedades de marihuana que de cáñamo, pero la prohibición de la primera les obliga a experimentar solo con el segundo, puesto que no les expone a que les saquen esposados del laboratorio. En ese sentido, puntualiza que la Guardia Civil está al tanto de todas las investigaciones que realizan con sustancias legalmente susceptibles. Su labor es determinar qué variedades de cáñamo presentan mayores concentraciones de CBD a fin de convertirlas en cultivos rentables. Afirma que "el valor añadido del uso farmacéutico [del cáñamo] es brutal para los cultivadores", quienes además podrían alternarlo con otros cultivos en una rotación muy beneficiosa para el terreno, pues según asegura Parra, el cáñamo "deja el suelo limpio de malas hierbas y elimina el mismo anhídrido carbónico que un bosque".

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En cuanto a la cuestión de si se sacaría más CBD de variedades de marihuana que de cáñamo, quizá finalmente se consiga extender el uso de cáñamo sin THC para quien lo necesite como medicina y no quiera colocarse. Hace tres años una empresa israelí anunciaba haber desarrollado una variedad de marihuana sin THC y con alucinantes niveles superiores al 15% en CBD. Por su parte, la ya internacionalmente célebre casa de semillas española Dinafem comercializa simiente de variedades medicinales de marihuana como la Critical Mass CBD y la Shark Shock CBD, con niveles igualados de THC y CBD.

Es evidente que si la cuestión se abordara de una maldita vez superando los clichés y el infantilismo quien más saldría ganando al final sería la ciencia. García reconoce que por estas investigaciones con sustancias que tanto recuerdan a cosas de porros también se enfrenta a la burla de otros profesores, y conviene en la necesidad de enfocar el asunto en las consecuencias indeseables de la persecución del cannabis y en la necesidad de establecer una regulación clara. Al respecto saca a colación los territorios de EEUU que ya han "abierto el melón" y vaticina que muy probablemente aquí acabará pasando lo mismo.

Hilado tradicional del cáñamo en Callosa del Segura.

Callosa, capital del cáñamo

El pueblo de Callosa del Segura, en Alicante, fue capital del cáñamo. En esta pequeña localidad se dedicaron durante generaciones al cultivo del cáñamo para uso textil. En la primera mitad del siglo XX centralizaban la mayor parte del tratamiento de esta planta a nivel nacional; tenían hasta su propia enfermedad laboral como la silicosis de los mineros llamada canabinosis. A partir de las décadas de los 50 y 60, cuando empezó a cundir la ola demonizadora del cannabis en Occidente, el cáñamo empezó a menguar en la zona hasta el punto de que han desaparecido por completo las variedades autóctonas. El pueblo tiene un museo del cáñamo, colección etnológica que trata de mantener vivo el recuerdo de la actividad que antaño daba de comer a sus habitantes.

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Fue en el museo de cáñamo donde conocí a Parra y sus socios de Cafina. Tuve la oportunidad de visitar el museo con tan ilustre grupo de jubilados entrepreneurs. Ellos aspiran a hacer florecer el cáñamo como negocio y fuente de riqueza, pero aún no saben cómo afrontar la problemática derivada del parentesco entre su cultivo y el destinado a porros. Si se quitara el velo que cubre esa línea imaginaria entre ambas plantas y cultivadores de marihuana y de cáñamo se unieran el resultado sería una industria muy valiosa, ecológica y necesaria.

Pero, por desgracia, el velo sigue ahí. Durante las fiestas patronales de Callosa organizan la feria del cáñamo, donde hacen demostraciones de los trabajos tradicionales de extracción y manufactura de la fibra. A esa feria suele acudir alguna que otra pequeña empresa del sector del cáñamo y derivados, ponen stands en cuyos reclamos se lee que su producto con alto contenido en CBD "no es marihuana" por lo que es "100% legal". Fui a la feria de este año y unos granadinos que exhibían cogollos secos de cáñamo me aseguraron que lo que ellos vendían no es marihuana, me negaban nerviosos que su producto tuviera algo que ver con esa planta del demonio. Para probarlo me enseñaron los análisis que la Fundación Canna había realizado a su material.

100% legal.

La Fundación Canna es una organización financiada por Canna, la empresa dedicada a los productos para el cultivo de cannabis más importante de España. En Canna no tratan de forzar una virtual diferencia entre marihuana y cáñamo, se ocupan de todo lo relacionado con el cultivo de cannabis sea de la variedad que sea. Fue el principal patrocinador de la webserie Malviviendo, caracterizada por el consumo explícito de un porro tras otro por parte de los protagonistas. No escurren el bulto y llaman a las cosas por su nombre sin temor a que los asocien con cosas de drojas. La Fundación homónima se dedica al estudio de las propiedades del cannabis y al análisis de muestras dedicadas a diferentes usos; desde la calada medicinal hasta la lúdica pasando por la destilación de cerveza o la extracción de aceites, etc.

Todo correcto y legal, el cromatógrafo de gases de la Fundación Canna determinó que esos cogollos granadinos apenas tenían un 0,2% de THC. Lo curioso fue que al enseñarme los análisis taparon con la mano el membrete de Canna. Ocurre que los nada sospechosos jubilados de Cafina SL tienen a la nada sospechosa Universidad Miguel Hernández para analizarles los canabinoides en un ambiente agrícola y académico. Estos pobres jóvenes granadinos, que fácilmente podrían pasar por neohippies, por el contrario, deben recurrir a una empresa que ofrece sus productos indistintamente para marihuana y para cáñamo, y eso hace que la línea se vuelva borrosa poniéndolos en riesgo de que se les confunda con traficantes.

De hecho la fundación Canna glosa los resultados de los análisis especificando que los datos obtenidos se consiguen "post descarboxilación, por ejemplo cuando se fuma o se vaporiza la muestra". Los granadinos aconsejaban consumir su producto de diferentes formas, pero no recomendaban fumarlo a pesar de que los análisis de Canna contemplan explícitamente esa posibilidad. El cáñamo y la marihuana comparten propiedades terapéuticas, la diferencia estriba en la psicoactividad de ambas plantas, y es la ciencia y no la política o la moral la que debe marcar la pauta a la hora de regular el asunto.

La cuestión aún es confusa, pero con una voluntad legislativa que ataque el problema a fondo y no se quede en el superficial paternalismo los beneficios que podrían obtenerse son muchos. Regulando con madurez y sentido común la situación del cannabis en España se permitiría que el sector del cáñamo se desarrolle tranquilo generando empleo y riqueza evitándole la paranoia de verse relacionado con la persecución injusta de una planta análoga apenas nociva como la marihuana, cuya industria también evidencia su propio potencial, manifestado en el plano terapéutico por los avances en farmacología y en el de consumo lúdico por la capacidad de organización de las asociaciones de fumadores adultos y responsables, quienes sin duda suponen menos peligro para la salud y la seguridad pública que la parroquia de un bar durante un Madrid-Barça.