Cuando era niña, Yoreli cosía balones en la fábrica de su papá, en Santander. Empezó a jugar con ellos a escondidas. Sintió pronto que había algo entre la pelota y sus pies: una especie de atracción prohibida por la pelota. En las canchas donde jugaba le decían que estaba equivocada, que el fútbol era para hombres. La llamaban marimacha.
Quiso jugar en el equipo femenino de Bucaramanga pero le dijeron que no servía. Con 12 años, tras el rechazo, se fue a Tolima a probar suerte. Sin apoyo ni plata, la aceptaron y entró a jugar con mujeres mayores de 20. A los 14, tras ser campeona nacional, la convocó la Selección Colombia sub-17. Luego la sub-20. Luego la de mayores. Tiene 23 años y, después de ser la primera futbolista colombiana en jugar en Europa, nadie duda que es la jugadora más importante de la selección y la estrella más grande de la Liga Águila Femenina, que arrancará en 2017.
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¿Alguna vez ha jugado en un estadio lleno?
Claro. Se siente una emoción muy grande. Nervios y adrenalina. La primera vez fue en Bucaramanga, en el Suramericano sub-20. Iban más o menos 25 mil personas. Era la primera vez que veíamos tanta gente en un estadio. Y además coreaban mi nombre porque era en Bucaramanga, mi ciudad. A uno le toca hacerse el bobo porque hay que estar concentrado.
Ese campeonato fue especial. Pero ahora que empieza la Liga Femenina no parece haber un público tan consolidado.
La asistencia a los estadios es muy bajita, hasta para los hombres. Pero mira que el nuestro es un fútbol totalmente diferente y puede enamorar más. No es tan puerco. Los partidos de fútbol femenino no se paran tanto. Los hombres a veces se quedan cinco minutos en el piso por una falta. Yo creo que a la gente le va a gustar. Aunque al principio parezca un golpe fuerte pagar para ir a ver un partido de mujeres.
En poco tiempo y casi sin recursos ustedes han alcanzado logros importantes. ¿Cree que la selección femenina tiene mejor proyección que la masculina?
Nosotras hemos mantenido una base. A pesar de que no teníamos liga ni continuidad como equipo, supimos aprovechar todo lo malo del Mundial de 2011 para llegar a estar entre las mejores 16 del mundo en 2015. Entre esas 16, nosotros éramos las únicas sin una liga profesional. Lo mismo pasó en Suramericanos y Panamericanos, donde muy rápido empezamos a ganar medallas de plata en ambos. Y no es por sacar excusas, pero digamos para los Olímpicos solo tuvimos tres partidos de preparación, y así logramos empatarle a Estados Unidos, que jugó treinta partidos antes.
¿En qué momento decidió que le iba a dedicar la vida entera a algo que ni siquiera era una profesión en Colombia?
Siempre lo tuve claro. Mi hermano me decía que yo iba a ser la primera futbolista profesional en la historia del país. Yo lo veía difícil y lejano. Nadie volteaba a mirarnos porque siempre perdíamos 9-0, 8-0. En un momento nos empezó a ir mejor y a las otras chicas del equipo las empezaron a llamar para becas con universidades en Estados Unidos. A mí también, pero yo no me quise ir porque había decidido quedarme en Colombia hasta que algún día me estallara esa cosita que tenía en la cabeza. Quería ser profesional. Un día, en 2012, me llamó un equipo de Brasil y no dudé en aceptarlo.
Y ahora que vuelve a Colombia, ¿cree que ya se puede vivir del fútbol femenino acá?
No. Hay que tener otras cosas. Yo soy muy negociante. Tengo una empresa de máquinas de belleza, otra de balones, otra de uniformes deportivos. Lo que tenemos en la Selección y en los equipos es más una vitrina que un sueldo fijo. Los pagos en el fútbol femenino no son para nada altos.
¿Y entonces por qué escogió venirse a ganar menos plata a un equipo chiquito como Patriotas?
Uy, sí, yo aquí gano unos 8 millones menos de lo que ganaba en Europa. Hace como mes y medio rechacé una oferta de muchísima plata que me hicieron en China. Pero esto es muy bonito y estoy muy feliz. Es que esto es lo que siempre había soñado. Yo quería ser futbolista profesional en Colombia y ahora lo soy. Ni siquiera es por mí, que podría estar en el extranjero: es porque hay muchas niñas que, como nos tocó a nosotras, no ven uno cómo hacer para llegar a la Selección sin ligas, sin equipos, sin torneos. Un montón de niñas tenían esa pregunta. Por eso la liga es un sueño hecho realidad y quiero vivirlo.
¿Le molesta llegar a un país donde todavía mucha gente cree que las mujeres son negadas para el fútbol?
Hay personas que no han caído en cuenta del siglo en el que estamos. Mujeres y hombres estamos capacitados para hacer lo mismo.
¿Le han vuelto a decir marimacha, como cuando era pequeña?
No, eso ha cambiado un montón. No he vuelto a escuchar palabras tan señaladoras. Hoy en día, así a la gente no le guste, lo único que dicen es que somos unas duras.
¿Quién la ha inspirado como futbolista?
Siempre ha sido Carli Lloyd. Desde pequeña la he visto jugar, ganar mundiales, balones de oro. Y ahora es mi amiga. Tuve la oportunidad de jugar con ella. Y de vivir con ella, porque nuestro entrenador personal es el mismo. Tenerla cerca es una experiencia maravillosa y verla jugar es un espectáculo.
De niña su papá le pegaba por jugar fútbol y le rompía los balones. ¿En qué momento cambió esa posición tan radical?
Cuando me vio jugar. Él estaba tan cerrado que no me dejaba mostrarle. Y eso le pasa mucho a las niñas pequeñas. Por eso yo le doy un consejo a los papás: vean jugar a sus hijas. Ahí se van a dar cuenta, no antes. Mi papá no me daba esa oportunidad al principio. De repente un día, después de cuatro años de pelea, fue a verme y metí tres goles. Él se enloqueció. Hoy en día él es mi fan número uno.
¿Alguna vez él le pidió perdón?
No, nunca.
Felipe Taborda, su entrenador en la Selección, ha dicho que manejar mujeres no es fácil porque si les hablan feo se sienten o porque chismosean entre ustedes. ¿Usted cree que esas diferencias sí existen y son relevantes?
Él nunca tuvo ningún inconveniente con nosotras, como para que diga que fue tan difícil. Igual, una mujer no es fácil, y 22 unidas jodemos mucho. De pronto es difícil si se te levantan cinco con la regla y el cambio de humor. Pero así y todo creo que somos más fáciles que los hombres. Si tú le pides a una mujer que haga diez vueltas, te las hace. Si se lo dices a un hombre, te va a decir que por qué no ocho o siete.
La selección femenina de Estados Unidos sacó una campaña que exigía que les pagaran igual que a los hombres. ¿Acá han pensado en hacer algo así?
Me parece que no nos van a poner cuidado si lo hacemos. Estados Unidos tiene cuatro medallas de oro olímpicas, tres mundiales. Tienen la potestad de pedir lo que quieran. Nosotras todavía no. Lo que queríamos por ahora era la liga y ya la tenemos.