Música

“No puedes hablar sobre música”, una entrevista con Karl Bartos de Kraftwerk

Para Karl Bartos, hacer música es un poco como el Club de la Pelea. “La primera regla,” me comenta enfáticamente, inclinándose hacía adelante desde un asiento de cuero afelpado en el lobby de su hotel en Bayswater, “es que no puedes hablar sobre música. Punto.” Como miembro original del famoso taciturno, Kraftwerk, el sentimiento no es tan sorpresivo. Pero como un hombre que pasó la mayor parte de la década del 2000 enseñando música a estudiantes universitarios en Berlín y actualmente sumergido en la escritura de su autobiografía, es un poco más apto para levantar la ceja.

El 25 de marzo, Bartos reeditará su injustamente descuidado álbum en solitario del 2003, Communication. Mientras tanto, nos encontramos con él en un estado de ánimo reflexivo, hasta las rodillas en la “pesadilla” de tratar de escribir la historia de su vida y luchando con sus propias teorías sobre la música y el legado de su vieja banda.

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“Es imposible comentar algo sobre música porque todos escuchan los sonidos de diferentes formas,” explica. “Esto es parte del secreto de la música.” Pero cualquiera que espere que la biografía de Bartos revele los secretos detrás de la austera marca Kraftwerk puede decepcionarse. “¡Oh no!” me cuenta, casi corrigiéndome, cuando le pregunto si comenzó a escribir el libro con algo de temor, tras la controversia que recibió su antiguo compañero de banda, Wolfgang Flür tras I Was A Robot. “Es amigo mío,” Bartos explica sobre Flür. “Pero él escribió desde una perspectiva muy, muy emocional.”

I Was a Robot, publicado en el 2000, estuvo lleno de cuentos obscenos de sexo con groupies y coqueteos homosexuales. Ralph Hütter y Florian Schneider no fueron sorprendidos por este tropiezo detrás de las cortinas de su cuidadosamente limpia imagen y llamaron a los abogados. El problema eventualmente llegó a un acuerdo en la corte, con posteriores ediciones del libro editadas en algunos pasajes. “Mi libro es diferente,” insiste Bartos. “Es una combinación de tres libros, de verdad. Un libro es mi biografía sobre sonido. El segundo libro es la historia de mi antigua banda. Y el tercer libro es sobre música.”

Nacido en 1952 en el municipio de los Alpes en Berchtesgaden, Bartos claramente recuerda el sonido de su madre cantando canciones folk bávaras cuando era un niño, acompañado, a veces, por su tío tocando cítara. Pero fue el vrrangg del acorde de apertura de “A Hard Day’s Night” de George Harrison el que abrió sus ojos al crudo poder emocional del cual la música es capaz.

Me contó cómo escuchó por primera vez esa legendaria apertura: “En mi adolescencia, vivíamos en una zona británica ocupada. Esto era, de hecho, muy cool. Mi hermana esta casada con un chico del norte, de Yorkshire. Él llegó con su uniforme. Muy bien parecido, muy cool, en su Landrover. Trajo el primer disco de los Beatles y lo puso en el reproductor. Y este acorde de guitarra—este acorde cambió mi vida. Fue un llamado para despertar.”

“Me desperté al sonido de los sesentas,” recuerda Bartos. Sus gustos pasaron de los Beatles a los Stones hasta Motown y el blues. “Tocabamos en una banda de covers a los soldados ingleses,” comenta. Hicieron gira por todo Alemania en un bus de Volkswagen pintado con colores psicodélicos, tocando covers de los Kinks. “Mi hermana tenía una guitarra en la pared pero nunca la tocaba, así que la tomé. Hice un pick-up para ella, la conecté al radio y tocaba junto a Radio Luxembourg. Entonces compré un kit de percusiones para unirme a otras bandas.”

Después de un rato, Bartos tuvo que hacer una desición. “Tenía que decidir a qué profesión iba a dedicarme. Pensé, al carajo. Amo la música. Quiero pasar mi vida en la música. Quiero vivir en la música. Quiero vivir en el sonido. Así que siendo alemán, fui al conservatorio y aprendí percusión clásica.”

Bartos pasó siete años estudiando música clásica y tocando con la orquesta sinfónica local en Dusseldorf. Entonces un día, a finales de 1974, “recibí una llamada telefónica de Florian.”

Hasta ese punto, la vida de Karl Bartos en la música había estado dividida entre dos mundos: el británico y los grupos estadounidenses que había hecho covers en las bandas en las que trabajó en su juventud y las sinfonías de Beethoven y Stockhausen de sus años en el conservatorio. En comparación con los dos estilos musicales de su educación, lo que pregunté fue, ¿Qué le pareció Kraftwerk cuando se encontraron por primera vez?

“Tenía que ser con I.C.,” comenta, “Identidad Corporativa”. En el momento en que Bartos se unió al grupo, la identidad distintiva de Kraftwerk apenas estaba en el proceso de solidificación. “Si quieres hacer una composición que sobresalga, tienes que desarrollar tu propia identidad,” explica. “Podía escuchar que Ralf y Florian estaban en este proceso. Su primer disco realmente suena como a Pink Floyd, y el segundo también. Pero entonces el tercero, tiene ligeramente otro color. Cuando hicieron Autobahn, comenzaron a desarrollar su propia identidad. Y pude escuchar eso. Me recogieron y fuimos por diez semanas a Estados Unidos [en abril de 1975]. Todo sucedió ahí, básicamente. Pasó en el concierto de los Beach Boys.”

Estaban en Cleveland, Ohio, con una noche libre entre presentaciones a mitad de un largo tour. Los Beach Boys estaban en el pueblo así que Bartos, Flür, Hütter y Schneider decidieron ir juntos y checarlos. “La primera canción que tocaron fue ‘Jumping Jack Flash’,” Bartos recuerda. Estaba sorprendido que un grupo tan grande, con tantos éxitos propios, iniciará su concierto con un cover. “Honestamente, no lo comprendí.” Pero mirando atrás, cuarenta años después, Bartos cree que en ese momento, mirando a ese grupo estadounidense tocar una canción de una banda británica en la segunda mano de un blues americano, Ralph Hütter y Florian Schneider de pronto captaron la importancia crucial de la transferencia cultural en la música.

“Creo que sólo puedes ser parte de esta transferencia cultural si no vistes una mascara,” comenta. “Tienes que mostrar tu propio rostro, pero primero debes encontrar tu rostro.” Para los alemanes en una era post-guerra, encontrar tu propio rostro era una delicada tarea, “porque nuestra identidad alemana estaba realmente destruida y estaba llena de mierda.” Poco a poco, Kraftwerk se dedicó a la reconstrucción de un nuevo tipo de germanidad musical—tomando partes del romanticismo del sigo 19, los experimentos electroacusticos de Karlheinz Stockhausen, la música folk, los autos Volkswagen y el idioma alemán. “Este es un aspecto muy importante de la música,” insiste Bartos, “mirar en el espejo, ver tu propio rostro y ser parte de la transferencia cultural.”

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Bartos dejó Kraftwerk en 1990 y se fue a colaborar con Johnny Marr y Bernard Summer en Electronic, también coescribiendo con Andy Summer varias canciones que terminarían en el disco Universal de OMD y el disco Esperanto de Elektric Music. En el 2003, lanzó Communication, su primer álbum bajo su propio nombre. Pero el momento no fue afortunado. “Realmente nunca salió,” Bartos menciona, “porque Sony se desplomó en ese momento, de verdad. Estuvo en el estante todo el tiempo.” Desalentado, se fue a la academia.

“Estaba un poco cansado de la música pop,” comenta sobre la época en que estuvo enseñando en Berlín a mediados de la década del 2000. “Pensé, ya no es interesante. No se por qué, pero no me podía escuchar ahí.” Se interesó en sonido para filmes, eventualmente escribiendo la música para el documental Moebius Redux – A Life In Pictures.

¿Entonces qué es lo que te emocionó de nuevo con la música pop?, le pregunté.

“¿De nuevo?” comenta, aparentemente sorprendido. “No soy un entusiasta de la música pop. Creo que la música pop fue mucho mejor en la década de 1960 o en los 70s. Tiene que ver con su valor. Con el valor de la comodidad.”

¿Pero la música pop no ha sido siempre una comodidad? ¿Incluso en los 60s o 70s?

“¡Sí! Por eso. Ya no es una comodidad. La música se ha convertido en una clase de combustible para otros modelos de negocio. Ya no existe. Ahora lidian con un montón de canciones. Millones de canciones para esto y aquello. Sólo se trata de números. Millones de canciones y pagas mensualmente esto y aquello. ¿Es eso música? No me gusta. Creo que es un gran error. De cualquier forma es el futuro, pero creo que no lo necesito.”

Karl Bartos está en Twitter.

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