Artículo publicado originalmente por Noisey de VICE Estados Unidos.
En 1999, cuando Kenya Clay tenía 18 años, le reveló a su mentor que era gay en el Millennium Dance Complex. En ese entonces, el MDC era un pequeño estudio de baile en Los Ángeles, en el que Clay se sentía lo suficientemente cómoda como para pasar gran parte de su tiempo, incluso cuando no tenía dinero para poder costear sus clases y, a veces, hasta dormía ahí, con el pretexto de quedarse a compensar el tiempo de práctica perdido.
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De cualquier manera, la conversación no salió bien. “Él me dijo que había arruinado mi carrera”, recuerda ella, dos décadas después. “En ese momento, ser gay no era algo tan común”.
El MDC había abierto siete años antes de que Clay se declarara gay, en 1992, el mismo año en que el presidente Clinton firmó la política militar sobre homosexualidad conocida como “No preguntes, no digas”. Mientras tanto, el Congreso había prohibido el matrimonio entre personas del mismo sexo con la Ley de Defensa del Matrimonio, y la ABC había cancelado el programa Ellen un año después de que su personaje principal, interpretado por Ellen DeGeneres, anunciara que era lesbiana.
“En ese entonces, no sabía que yo era gay, pero recuerdo que siendo una niña lloré porque esta mujer había perdido algo”, dice Clay, recordando la cancelación de Ellen. “Y así me sentí en ese momento con mi mentor, me dije: ‘¿Es cierto? ¿Realmente arruiné mi carrera?’”.
Clay siguió pasando tiempo en el MDC, pero dejó de considerar el baile comercial como una carrera seria. En lugar de eso, se adentró en la escena del voguing de Los Ángeles y se convirtió en una de las pocas mujeres en la costa oeste en unirse a uno de sus salones. Finalmente, volvió al baile, y una década más tarde, después de aparecer en America’s Best Dance Crew y hacer coreografías para estrellas como Mariah Carey y las Pussycat Dolls, Clay fue invitada a dar clases en el MDC.
Durante ese tiempo, hubo cambios radicales. No solo el estudio tenía docenas de estudiantes y personal abiertamente queer, sino que se había convertido en un gigante de la industria. El MDC ahora tiene más de 300,000 suscriptores en YouTube y 1.3 millones de seguidores en Instagram, sin mencionar los muchos seguidores que sus maestros tienen en sus cuentas propias. Si has ido a un concierto de música pop, visto un video musical o te has maravillado con la increíble rutina de alguien en las redes sociales en la última década, es probable que estés familiarizado con su trabajo, o incluso con su influencia.
El estudio es donde Michael Jackson hacía las audiciones para quienes serían sus bailarines en videos y giras, donde Dr. Dre ensayó para los MTV Awards y donde Britney Spears entrenó para su regreso. Un instructor del MDC se fue de gira con Demi Lovato el año pasado, otro está actualmente de gira con Justin Timberlake, y dos más están haciendo coreografías para Ariana Grande. Nick Pauley, quien asiste al MDC desde 2015, es el “hombre blanco” que Nicki Minaj embolsa en su video de 2018 para “Barbie Tingz“. Yanis Marshall, un profesor invitado frecuente del MDC, es, entre otras cosas, un coreógrafo invitado en RuPaul’s Drag Race, y en el video más reciente de Celine Dion “Ashes” de la banda sonora de Deadpool 2 (es el doble de cuerpo de Deadpool).
Si bien es cierto que Millennium ha logrado un éxito masivo, también es cierto que ha logrado lo que parece imposible en el mundo del arte: permanecer a la vanguardia. A medida que la música pop se ha diversificado, con el R&B, el rap y el hip hop juntos bajo su paraguas, los instructores del MDC lo han hecho también, desdibujando las líneas que solían separar a los géneros y transformando el molde aceptable de cómo debe verse y comportarse un bailarín.
Como resultado, las mujeres que, hace 20 años, pueden haber hecho casting para verse como la típica zorra de cabello largo y tacones de aguja de los videos, ahora se afeitan la cabeza y se agarran la entrepierna, mientras que los hombres llevan tacones altos y terminan su coreografía con un split. Esta es una generación de bailarines que sin esfuerzo intercambia los roles tradicionales de género, a menudo dentro de una misma rutina. Literalmente, bajo una letrero pintado en la pared que dice “Unidad en la diversidad”, el MDC ha incubado una nueva cultura de la danza fundamentalmente queer, donde el género es un personaje, las normas son fluidas y las identidades nunca son fijas.
Sin embargo, el mundo exterior todavía no logra llegar a ese punto.
Deja Carter bailando “Only” de Nicki Minaj; coreografía de JoJo Gómez.
A principios de la década de 2000, en la época en que Clay le dijo a su mentor que era gay en el MDC, Ludacris estaba filmando sus primeros videos musicales. En retrospectiva, representa lo que se esperaba de un artista del hip hop en esa época. Para el sencillo de debut de Luda, “What’s Your Fantasy“, las mujeres usan tacones altos, tops diminutos y salen chupando paletas, en realidad, ni ellas ni los hombres bailan. Ellas, más que nada, sacuden las caderas; ellos, montan scooters, llevan el torso desnudo y encogen los hombros.
En “Yeah!” de 2004, Ludacris tiene una colaboración con el ícono del baile Usher, quien hace gala de su destreza técnica, tanto bailando solo como al bailar sensualmente con una mujer. El video tiene algunos momentos breves de coreografía exclusivamente masculina, pero más bien son parte de lo que Clay describiría como un baile estereotípicamente masculino. “Todo es grande”, explica ella. “Todo es violencia, golpes, fuerza”. En estos videos, las reglas son claras: las mujeres son sexy. Los hombres son agresivos.
En ese momento, no había lugar para un bailarín como Jonte’ Moaning, quien comenzó su carrera profesional el mismo año que el sencillo “Yeah!” fue lanzado, bailando para Janet Jackson en el infame show de medio tiempo del Super Bowl XXXVIII. A diferencia de los hombres en los videos de Ludacris, Jonte’ normalmente se presenta usando maquillaje y ropa de mujer. También contribuyó a innovar la coreografía con tacones, donde el bailarín, usando ese tipo de calzado, trabaja las piernas y las caderas para lograr movimientos largos y sensuales que enfaticen las líneas del cuerpo.
Pedro Reis durante una clase intensiva de coreografía con tacones con Yanis Marshall.
Hace diez o veinte años, la música pop, el hip-hop y el R&B no estaban abiertos a este tipo de bailarines o artistas, ya se tratara de la estrella del show o del bailarín del fondo; a lo largo de su carrera en los Estados Unidos, Jonte’ floreció principalmente en el MDC y tras bambalinas como coreógrafo de artistas como Beyoncé. Incluso en 2012, cuando Frank Ocean confirmó que había tenido un amante del género masculino, su anuncio aún causó suficiente revuelo como para estar en los titulares. Un escritor de Los Angeles Times calificó el suceso como, “sin duda, un momento que revolucionó al mundo de la música. Especialmente a la música negra, que desde hace mucho tenía la desesperada necesidad de contar con una voz como la de Ocean para romper las barreras de la homofobia”.
Desde entonces, han comenzado a verse las grietas en la heteronormatividad y cisgeneridad de la música popular, con la creciente fama de artistas como Young Thug, Azealia Banks y Big Freedia. Pero si el MDC quiere capacitar a sus estudiantes para trabajar con los artistas mas populares, aún debe prepararlos para poder encajar en la concepción que tiene la industria de cómo se ven y se comportan los bailarines de cada género. Como dice Clay acerca de las mujeres que intentan entrar en la industria: “Si estás bailando detrás de Beyoncé, tienes que poder caminar con tacones. Tienes que saber mover tu trasero y sacudir tu cabello”.
Esta realidad está vigente para Sydney Cheri, una joven de 21 años que se mudó a Los Ángeles desde Colorado en 2015 para dedicarse al baile. Cuando me reúno con ella, justo acaba de terminar una clase de hip hop y lleva puestas una gorra de beisbol y una camiseta holgada, ambas en color rojo, con los labios haciéndoles juego, y un pantalón deportivo suelto en color negro. Su cabello tiene aproximadamente un centímetro de largo; dice que lo lleva corto desde los 15 años. “Cuando me mudé aquí, traté de dejarlo crecer”, recuerda, “y todas las veces llegué aun punto en que dije: ‘No, no puedo hacerlo’. Pero entonces no me contrataban para giras, videos musicales ni nada, y no sabía por qué”.
Después de que no fuera contratada para bailar en la presentación de Selena Gomez de los American Music Awards 2017, Cheri concluyó que su cabello era el motivo, así que, el año pasado, se compró una peluca larga marrón con flequillo. Durante su primer viaje, en una clase contemporánea del MDC, “no me sentí como yo misma”, dice. “Se estaba poniendo caliente debajo de la peluca, pero todo estuvo bien. Eso me hizo bailar con un poco de más libertad”.
Le tomó cerca de seis meses, pero ahora, Cheri ve la peluca como una parte más del vestuario: “Por un tiempo, pensé que tener el cabello largo cambiaba por completo quien soy, como si necesitara mi cabello corto para ser yo. Pero, todavía me tengo. Todavía conservo mi estilo. No me derrumbé. Solo dije: ‘Quiero conseguir estos trabajos pronto’, así que decidí hacer mi orgullo a un lado y comprar una peluca”. Desde entonces, ella ha bailado en The Voice y ha estado en el escenario de los Billboard Music Awards.
Para los hombres, el problema suele ser tanto sus movimientos como su estética. Dice Clay: “Les digo a los chicos: ‘Si realmente quieren participar en una gira mundial, tienen que saber bailar como hombres’. Muchos hombres son muy femeninos, y me encanta. Crecí en esa escena. Pero, si todo es super tipo drag queen y super gay, eso es muy popular ahora, y se vende muy bien en clase, pero deben saber cuándo dejarlo. Si están bailando para JLo, deben quitarse la camisa y lucir varoniles. No puede estar ahí y que parezca que su cadera está rota”.
Nick Pauley, el bailarín de “Barbie Tingz”, es tan consciente de eso como lo fue Cheri. “Por mucho que queramos ser nosotros mismos al cien por ciento, es posible que tengamos que trabajar en un proyecto y que no podamos bailar en él como nosotros queramos”, dice. Cuando le pido que me de un ejemplo, se levanta y me muestra el mismo giro con dos variaciones, llamadas “texturas”. Durante el primero, inicia el movimiento con la cabeza, extiende una pierna hacia el final y se inclina sobre ella con la espalda completamente plana. Cuando se levanta, lo hace lentamente, y acariciándose con la mano desde el muslo hasta el trasero.
Hamilton Evans y sus compañeros bailando el verso de Nicki Minaj en “Light My Body Up” de David Guetta
La segunda vez, se agacha a lo largo de todo el giro, se levanta rápidamente al final, y no toca ninguna parte cercana a su trasero. Incluso su rostro ha cambiado de una sonrisa a tener el ceño fruncido, y aunque, en realidad, no toca su entrepierna, esa es la energía que exuda. En las audiciones, saber cuándo usar qué textura, es decir, leer la a la gente en una habitación y adaptar sus modales en consecuencia, se ha convertido en algo natural para Pauley.
Lo más sorprendente de estas texturas es la rapidez con la que pueden cambiar dentro de una misma rutina. Por ejemplo, mira la coreografía de Hamilton Evans, otro instructor del MDC, para el verso de Nicki en “Light My Body Up” de David Guetta. En ella, Pauley comienza con un movimiento de hombros con la barbilla hacia arriba y luego hace movimientos rápidos y angulares.
Quince segundos después, Pauley pones sus manos sobre su cabeza para rodar en el piso, enfatizando la curva de su columna vertebral. A partir de ahí, comienza a texturizar con las manos, tocándose el pecho, y apuntando hacia adelante con las muñecas flojas. Muy al estilo de Nicki, es a la vez agresivo, delicado y arrogante. Es aún más cautivador debido a su imprevisibilidad, pero eso no significa que Pauley baile con ese estilo en una audición.
Al siguiente día de entrevistar a Pauley, Yanis Marshall da una clase de maestría de coreografía en tacones. Le pregunto a Pauley si asistirá. “Me la pasaría genial en tacones”, dice, “pero primero tengo que aprender a caminar con tacones”. Se ríe y luego se pone más serio. “Pero también, la gente me ha dicho: ‘Eh, no creo que eso sea bueno para tu imagen’”.
Le pregunto qué quiere decir con eso, y lo compara con los desafíos que tienen que enfrentar los actores homosexuales que audicionan para papeles de personajes heterosexuales. “Si todos en el mundo saben que un actor es gay, creo que no lo contratarán porque no le creen a su personaje. Puede que no sea cierto, pero creo que esa es la mentalidad de muchas de las personas que hacen los castings aquí en LA.”
Porcia Hendrix y sus compañeros haciendo la misma rutina que Evans.
Quince minutos antes de la muy demandada clase de Yanis, la sala ya está llena con 130 bailarines, de los cuales puedo identificar como hombres por lo menos a una docena. Mientras camino hacia mi asiento, veo un espectro inspirador de tops cortos: unos son sudaderas, otros son de manga larga, o de encaje, o transparentes. Cheri lleva un jersey de malla sin mangas, un brasier negro, medias negras y unos tacones negros pequeños. Esta vez no lleva sombrero, pero tampoco peluca. Yanis usa un pantalón deportivo negro y una camiseta larga negra muy amplia. Tiene el cabello muy corto y barba, y además de sus tacones de aguja de 10cm, no hay ninguna indicación obvia de que sea el más reconocido en el mundo de las coreografía en tacones.
En 2009, Yanis comenzó a subir videos de su clase en tacones a YouTube, la cual, según él, era algo raro en el mundo de la danza en ese momento. “Todos lo usábamos tal como los demás, no lo usábamos para nosotros mismos y para dar origen a una plataforma”, dice. “Fui uno de los primeros en realmente entender su poder”. A partir de los videos, Yanis comenzó a recibir invitaciones para enseñar fuera de Francia, pero el momento decisivo para él, y los tacones, no llegó hasta 2014, cuando él y otros dos bailarines aparecieron en el programa Britain’s Got Talent.
“Díganme algo interesante sobre ustedes, chicos”, le dijo el juez David Walliams al trío en su primera aparición en el programa. “Um… bueno, bailamos en tacones”, responde Yanis, levantando el tacón de sus botines negros. “¡Ah, hola!”, responde la jueza Amanda Holden. La cámara hace un corte y toma a Walliams, quien parece un poco confundido.
Una vez que el trío empieza a interpretar su coreografía al ritmo de un popurrí de las Spice Girls, los espectadores todavía no están seguros de cómo reaccionar. “Es atrevido, ¿no?”, dice el presentador del programa, y como, al parecer, le gusta mucho el adjetivo se ve obligado a repetirlo. “¡Atrevido!”. Para el final de la rutina, los jueces y fanáticos ya están encantados. “Fue fantástico”, dice Walliams. “Y diría que, en el futuro, no tenga miedo de quitarse algo de ropa”.
Yanis, Arnaud y Medhi en Britain’s Got Talent.
La noticia sobre el éxito del grupo llegó no solo a los medios queer, sino también al tabloide más leído del Reino Unido, Metro, y el trío llegó hasta la final con una rutina en la que vistieron lentejuelas y plumas, y llevaron un maquillaje muy cargado en los ojos. Desde su última aparición en el programa, Yanis ha estado dando clases de coreografía en tacones por todo el mundo, con un promedio de dos ciudades por semana, cada semana.
De vuelta en el MDC, Yanis comienza a enseñarles la coreografía a las cinco líneas de bailarines abarrotadas detrás de él. Van rápido, y con todo el mundo parado de puntillas, es casi imposible que todos, excepto los que están al frente, vean claramente. Aproximadamente a los 40 segundos de la rutina, deben girar y caer al piso, pero la mayoría apenas puede encontrar un lugar para sentarse. “¡No vengas a Los Ángeles si quieres espacio!”, grita Yanis mientras chocan entre sí.
Al final de la clase, Yanis elige a unos grupos pequeños para realizar la rutina de la clase. Este es el momento más dramático, cuando Yanis le dará a los mejores bailarines la oportunidad de aparecer frente a sus 900,000 seguidores de Instagram. La mayoría van en grupos de tres, pero a uno lo convoca para bailar solo, lo cual es sorprendente porque es el único que lleva zapatos de piso. Después de que termina la clase, le pregunto si podemos charlar. Los estudiantes se amontonan alrededor de Yanis, así que sugiero que salgamos.
Robert Green, de veinticinco años, comenzó a bailar en 2010 y ha estado entrando y saliendo del MDC desde 2013. Ha bailado para Fifth Harmony, The Weeknd y Nicki Minaj, pero su gran oportunidad llegó cuando se unió a la Gira mundial 1989 de Taylor Swift. Fue el único bailarín de esa gira que participó en su video “Look What You Made Me Do” de 2017, que tiene aproximadamente 30 segundos de coreografía en tacones.
“No me considero un bailarín especialista en bailar en tacones, y cuando voy a la clase de Yanis, no uso tacones”, dice. “Creo en tomar las clases por tus propias razones, y es un desafío en sí mismo porque ahora tengo que adaptar la coreografía en tacones a los zapatos de pisos”. En la clase de Yanis, al igual que en la de los otros instructores del MDC, las reglas nunca son fijas.
El video de Taylor Swift para “Mira lo que me hiciste hacer”.
La explicación más obvia para el éxito de la coreografía en tacones son las redes sociales, que han difundido el baile queer más allá de Los Ángeles. “Cuando voy a México o a las Filipinas o a Tailandia, en realidad me agradecen porque dicen: ‘no sabíamos que se nos permitían hacer eso’”, dice Yanis. Esto también ha demostrado la popularidad de un estilo de baile que podría parecer corresponder a un nicho muy específico: “Hace diez años, todo dependía de los coreógrafos y de lo que querían los sellos discográficos y los artistas”, dice Pauley. “Ahora, los artistas están viendo que las personas disfrutan los bailes que son de género más fluido”.
Al mismo tiempo, los límites entre los géneros musicales se han difuminado, hasta el punto de que es difícil decir exactamente qué significa “hip hop”. Clay argumenta que, a mediados de la década de los 2000, artistas como Rihanna, Drake y Nicki comenzaron a fusionar géneros, lo que inevitablemente influyó a los bailarines. Según Angelo Saunders, un instructor de hip hop en el MDC, “la música cambia y nosotros también tendemos a cambiar”.
A medida que los tempos, ritmos, saltos y estructuras de las canciones comenzaron a desafiar las etiquetas convencionales, también lo hicieron los estilos de baile. “En estos días, es difícil identificar cuáles son las bases de alguien”, argumenta Gordon Watkins, coinstructor de Saunders.
Si bien el MDC aún usa etiquetas tradicionales como “hip hop”, muchos de los instructores con los que hablé, incluidos Saunders y Watkins, se mostraron reacios a identificar sus clases con un solo género. “Sinceramente, no sé cómo llamarlo. No es jazz. No es ballet”, dice Sanders. Watkins concordó. “Personalmente veo que todo proveniente de una raíz central, pero es un tema delicado. No quiero que me crucifiquen por eso”. Le pregunto por qué es tan delicado el tema. “Muchos de los bailarines más nuevos simplemente no han investigado…”, Sanders lo interrumpe y completa la idea: “en qué consiste el movimiento. Simplemente lo vieron y lo hicieron, y por eso ni siquiera pueden explicar de dónde proviene”.
“Sólo están copiando, lo cual está bien. Eso es lo que uno hace”, agrega Watkins. “Pero siento que mucha gente quiere que se reconozca al hip hop por su origen. Creo que esa esencia —la conciencia del pasado del género— se está perdiendo”.
Adam Vesperman y sus compañeros bailarines en el video “1999” de Charli XCX con Troye Sivan; coreografía de Kyle Hanagami.
Unas semanas después de la clase de Yanis en el MDC, estoy en un pequeño estudio de baile en Melbourne, Australia, donde imparte otra sesión. Antes de la clase, conozco a uno de los estudiantes, un joven de 26 años que, como todos los demás con los que hablé, vio por primera vez la coreografía en tacones en YouTube. Dice que se gana la vida bailando, pero incluso cuando se presenta en un bar gay local, no tiene la libertad que le gustaría. “Las drag queens llevan los tacones y los chicos son masculinos, sensuales y cachondos para la multitud”, dice. Cuando señalo que está vestido de manera muy masculina, se ríe. Le pregunto si eso es lo que usa normalmente en las calles, y asiente. “Un hombre puede usar una camiseta de baloncesto, shorts y bailar en tacones”.
Esta clase se mueve a la mitad de la velocidad de la de Los Ángeles, y aún así para los bailarines es difícil seguirle el paso, entonces Yanis los detiene a media coreografía. “Miren”, dice, “aquí no estoy eligiendo bailarines para contratarlos, así que no dejen que la clase los estrese. No se supone que lo logren hoy. Tal vez mañana, tal vez la próxima semana, tal vez el próximo año. Pero, divertirse no es opcional. Bailar es divertido. Soy divertido. Diviértanse”.
Luego, cuando me siento con Yanis, le digo que no recuerdo haberlo escuchado decir lo mismo sobre divertirse a los estudiantes del MDC. Se ríe. “No puedes compararlos”, dice. “Millennium es donde sucede la magia. Cuando los bailarines van y toman una clase en Los Ángeles, no es una clase regular. Es una especie de audición. Todos quieren ser vistos. Todos quieren participar en el video. Ni siquiera creo que la mayoría de ellos vaya a aprender. Su objetivo es aparecer en mi Instagram”.
De los 100 estudiantes que estaban ahí esa noche, estimo que aproximadamente diez eran hombres, casi la misma cantidad que en el MDC. “Cuando voy a Río de Janeiro o São Paulo, hay más hombres que mujeres, y algunos de ellos ni siquiera bailan”, dice Yanis. “Literalmente solo acuden porque es un espacio libre donde pueden divertirse y usar tacones, sin tener que estar solos en su habitación”.
Pero solo porque un espacio sea seguro para los hombres en tacones no significa que sea inmune a otros prejuicios. Le digo a Yanis que, tanto en la clase de Los Ángeles como en la de Melbourne, parecía que los hombres mediocres recibían más cariño que las mujeres que eran mucho mejores. Yanis concuerda conmigo, y le pregunto por qué ocurre eso. “Supongo que para la gente es normal que una chica sea buena bailando en tacones. Pero en el caso de los hombres, piensan: ‘¡Ah! Es un hombre’, lo cual es un poco tonto, pero así es como funciona”.
Esa novedad no siempre fue tan ampliamente apreciada. Según Yanis, cuando decidió competir en el programaBritain’s Got Talent en 2014, “todos me decían que no lo hiciera. Era un programa familiar, y lo hicimos con Donna Summer y plumas y tacones, y créeme, le bajamos mucho el tono”. Pero al final de la rutina, Yanis y los otros dos bailarines recibieron una ovación de pie, y la suerte estaba echada. “La gente había bailado en tacones antes”, dice. “Como Jonte’, y estoy seguro que hay otras personas a las que ni siquiera conozco, pero definitivamente hice eso tan popular que, hoy, la clase de baile en tacones está literalmente en todas partes”.
Pero Duane Holland, el primer instructor de baile de hip hop en el Conservatorio de Boston en Berklee y bailarín de la escena por tres décadas, argumenta que la historia completa del hip hop por lo regular permanece en la oscuridad. “Irónicamente, muchos de los íconos del hip hop son homosexuales. Nunca escucharás al respecto, pero lo son”. Sugiere que, aunque Yanis pueda haber popularizado el estilo para una nueva generación de bailarines, lo que está haciendo no es nada nuevo: “Todo Atlanta corría en tacones antes de él”.
Al igual que los instructores del MDC, Holland alienta a sus estudiantes a considerar a su audiencia al decidir cómo presentarse. “No te pido que cambies”, explica. “Te pido que desarrolles una estrategia”. Sin embargo, enfatiza lo limitado que puede ser ese enfoque para los bailarines de color que interactúan con productores, directores y coreógrafos predominantemente blancos. “Aunque mido 1.67cm”, dice, “ellos solo ven a un hombre negro con rastas y eso los asusta”.
Al igual que Yanis, Holland menciona a Jonte’, pero se enfoca en cómo sus oportunidades estuvieron limitadas por el racismo. “¿Sabes en cuántos proyectos ha participado?”, me dice. “¿Alguna vez lo has escuchado cantar? Es un hombre renacentista, pero lo único que la gente verá es un cuerpo oscuro y femenino”. Holland nombra a otros dos artistas de color: Tyrone Proctor, bailarín de Soul Train y pionero del Waacking, y Poppin ‘Pete, un de los creadores del estilo poppin’, a quienes él considera que no se les ha dado el reconocimiento que merecen. “Los bailarines que son responsables de esta cosa que vale miles de millones de dólares llamada hip hop todavía están tratando de sobrevivir”, dice. “El Millennium existe debido a esas personas”.
Kenya Clay baila “I’m Good” de Blaque.
Holland tiene razón al señalar que el MDC es, ante todo, un negocio y una marca. Aunque las clases son baratas en comparación con los estudios boutique (las sesiones individuales pueden ir de los $7 hasta los $17 dólares para los residentes de L.A.), aún no están al alcance de todos, en especial al alcance de aquellos que desean convertirse en profesionales, quienes podrían beneficiarse de quedarse en los dormitorios para bailarines de Millennium (exclusivo para mujeres). Por $1,000 dólares al mes, reciben una litera, estacionamiento gratuito y acceso a una piscina (no incluye toalla, solo se permite una maleta).
A pesar de estas limitaciones, el MDC ha logrado crear un entorno inusual, donde los estudiantes pueden venir y expresar cualquier número de personalidades y estilos mientras siguen entrenándose para trabajar en una industria con una idea muy limitada de lo que es sexy y vendible. Ciertamente, ése no es el caso de todas las clases ni de todos los instructores, pero sigue siendo una hazaña impresionante.
Para Kenya Clay, el MDC es ahora el tipo de lugar que ella necesitaba al crecer. “Cuando era niña, siempre dudé de mí misma y dudé de lo que era capaz de hacer, y luego, cuando finalmente me sentí empoderada, alguien me lo arrebató”, dice. Pero, se apresura a señalar que un espacio “seguro” no es necesariamente un espacio cómodo. “Este es tu campo de entrenamiento”, explica. “Cuando alguien te de la oportunidad de salir de lo que es la norma para ti, tómala y corre con ella. Quiero que la gente se arriesgue por sí misma porque siento que yo no lo hice durante tanto tiempo”.
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