Artículo publicado por VICE Colombia.
Si tuviera que representar en una imagen los mejores momentos con un ser querido que perdió, ¿cuál sería? ¿Y un sonido? De pronto suena difícil, pero seguro se le ocurren relativamente fácil. ¿Y un sabor? ¿Se le había ocurrido antes pensar a qué saben los recuerdos con alguien que ya no está?
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Con cada paso con el que Colombia busca alejarse de las peores épocas del conflicto armado, se acerca un poquito más a la exploración de la memoria y de la reparación de los daños causados por la guerra. Así lo demuestran los documentales, las exposiciones fotográficas, las ilustraciones, los audios, los libros y los informes que cuentan las experiencias de las víctimas y que cada año son más variados y en mayor cantidad.
Pero tal vez, en medio de esta exploración, uno de los aspectos en los que menos se piensa es el papel de los sabores y del sentido del gusto. Y puede parecer irrelevante, pero los sabores y la memoria de la lengua pueden a veces decir y recordar cosas que los ojos y otros sentidos recuerdan distinto.
En esa exploración se metieron el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, Crepes & Waffles y 20 mujeres que han perdido a sus hijos o a otros familiares en el conflicto armado.
Todo empezó en mayo de este año, cuando el Centro de Memoria decidió conmemorar las fechas que recuerdan a las víctimas de desaparición forzada en Colombia de una manera distinta: reunir a víctimas de lados distintos de la guerra para crear nuevos puentes. Decidieron que las protagonistas serían las mujeres: integrantes de la organización Madres de Falsos Positivos (MAFAPO) y varias madres y mujeres familiares de miembros desaparecidos del Ejército Nacional.
“Era un ambiente muy tenso al principio. En el primer taller unas se sentaban de un lado y otras del otro”, me contaron fuentes del Centro de Memoria. Los talleres, que empezaron siendo con una psicóloga y artista que ha acompañado todo el proceso, buscaban dar espacio a procesos de reconciliación y de reparación. Y así ha sido según el mismo Centro de Memoria: varias de las asistentes al taller han afirmado que ahora se sienten mejor en sus espacios de trabajo o que la relación con sus familiares, que había empeorado desde la desaparición de su hijo o ser querido, ahora es mucho mejor.
Por eso mismo, según el Centro de Memoria, hicieron una segunda fase del taller, en parte también por la insistencia de las mujeres a seguir con él.
“Esta segunda fase la hicimos a propósito del 30 de agosto, el día internacional de las víctimas de desaparición forzada. Hicimos un trabajo de reparación a través de objetos, que expusimos en el Museo del Oro, y ahí pensamos que la Academia de las Artes de Crepes y Waffles sería muy interesante”, aseguraron fuentes del Centro de Memoria.
La Academia de Artes es una dependencia de Crepes & Waffles que se encarga de una parte del bienestar de sus empleados: organizan talleres de formación y talleres artísticos para darle a la gente “la posibilidad de explorar nuevos caminos de sanación y de reparación para tener un impacto en el interior de las personas”, según su directora, Paola Macia.
Así fue que hace unos cuatro meses los talleres que normalmente reciben los empleados de Crepes —en su gran mayoría empleadas— estuvieron orientados a un grupo de mujeres víctimas que ya habían limado asperezas y que ahora se proponían explorar sus recuerdos con sus seres queridos desaparecidos a través de los sabores y de la comida.
“Todo fue un proceso de exploración, de memoria gustativa, de recordar a través de otros de nuestros sentidos: el gusto y el olor. Y al volver a traer a la memoria algunos de esos recuerdos salieron muchos momentos de campo, de infancia, que al final evocan las emociones que nos vuelven a hacer sentir libres, auténticos y felices. Como las cualidades de un niño”, me contó Macia, quien además agregó que la piña, la hierbabuena, el chocolate, el café y la mora son algunos de los sabores que resultaron siendo más significativos para el grupo de mujeres.
La idea de este trabajo, que todavía está en proceso y que irá al menos hasta finales de este año, es que salga un nuevo sabor de helado inspirado en los recuerdos de estas mujeres que han perdido a sus hijos en la guerra. Un helado que, además, sirva de metáfora del proceso de reconciliación que han emprendido este grupo de mujeres y que, según Paola Macia, es la muestra de una actitud de reconciliación y de construcción de paz que el resto de los colombianos debemos aprender.
“Aunque se ha hablado de un helado, y quiero ser muy clara en esto, para nosotros realmente el helado y el resultado final es lo menos importante. A nosotros lo que más nos interesa es un proceso que tenga un valor significativo para ellas para que transformen su vida, como ya lo han hecho con este proceso”, me aseguró Macia y añadió que la aprobación de las mujeres con las que están trabajando y lo que ellas consideren más valioso será lo que guíe el producto final que pondrá Crepes en sus menús, sea un helado o sea otra cosa. “Esto es algo colaborativo y queremos que en todo lo posible sea lo más respetuoso, lo más amoroso y que realmente sean ellas la voz de este proyecto”.
Por su parte, para el Centro de Memoria, el proceso colaborativo con Crepes les permitiría también conectar al resto de la población, la que no participa en los talleres, con el proceso individual y colectivo de 20 mujeres víctimas que han encontrado nuevos caminos de reparación y de reconciliación.
“Para nosotros es muy importante poder mostrarle a Colombia esto que está pasando entre nosotras a puerta cerrada. Era importante pensar cómo podíamos multiplicar este mensaje y vincular a las personas a que se conecten a este tipo de ejercicios, y pues Crepes & Waffles es la plataforma más estratégica para poder hacer algo así”, aseguraron fuentes del Centro para quienes además era fundamental salirse de los ejercicios académicos tradicionales de memoria y reparación a los que solo asisten unos pocos.
Por el momento, el trabajo seguirá con las mujeres y será en 2019 cuando el resultado final, el helado, estará disponible para el público en general.
“El helado es súper chévere, a mí me encanta la idea, pero me interesa más que se vea el proceso, que es lo que importa, y que ellas se vean y se puedan reparar en su interior. Nosotros no estamos tratando de meternos a un dolor que es inabarcable, sino dar pequeñas herramientas para que ellas se fortalezcan y tengan la posibilidad de compartir lo que quieran de su proceso con los colombianos, porque creo con toda firmeza que ellas son las únicas que nos pueden enseñar cómo hacer paz en Colombia”, concluyó Paola Macia.