Síguenos en Facebook para saber qué pasa en el mundo.
Científicos han convertido el dióxido de carbono que produce una planta de energía de Islandia en minerales, un descubrimiento que puede ser un gran paso para frenar el cambio climático provocado por los combustibles fósiles.
Videos by VICE
“Es un resultado alentador”, comenta Ken Caldeira, científico climático del Instituto Carnegie. “Si esto pudiera hacerse a gran escala y los costos pudieran ser reducidos, entonces sería verdaderamente prometedor”.
El proyecto se llevó a cabo en Hellisheidi Geothermal, la planta de energía termal más grande del mundo, que produce energía para toda la capital islandesa, Reykjavik. Generalmente las plantas termales no emiten muchos gases de efecto invernadero, de hecho estas instalaciones producen sólo un 5 por ciento de lo que produciría una planta térmica de carbón, ya que se nutren del calor volcánico.
La actividad volcánica también produce basalto, piedra que se encuentra en los flujos de lava y que forma la corteza oceánica.
Un equipo internacional de científicos descubrió que si mezclaban los desechos de carbono con agua, y la bombeaban en el basalto, ésta se convertía en calcita, un componente de la roca caliza.
“Tenemos que enfrentar las emisiones de carbono”, dijo en un conferencia de prensa en la Universidad de Columbia, Juerg Matter, un profesor de geoingeniería de la Universidad de Southampton y coautor de un estudio acerca de estos descubrimiento en la revista Science. “Es lo último en almacenamiento permanente, convertirlas de nuevo en piedra”.
Bajo circunstancias normales, el dióxido de carbono puede tomar cientos y cientos de años para convertirse en mineral, pero los científicos afirman que el 95 por ciento de las 250 toneladas de dióxido de carbono que inyectaron bajo unos 2.000 pies bajo tierra, se volvieron calcita inofensiva en sólo dos años.
El método desarrollado por los científicos islandeses supuso un gasto de unos 30 dólares por tonelada, mientras que otros procesos alternativos para contener el dióxido de carbono pueden alcanzar los 130 dólares la tonelada. Estos otros métodos tienen además el serio inconveniente de presentar riesgos de contaminación ambiental debido a la fuga tanto de líquidos como de gases, riesgos que no presenta la metodología islandesa.
Aún así, hay dos aspectos a considerar.
El proceso requiere demasiada agua, alrededor de 25 toneladas por cada una de dióxido de carbono. Hellisheidi bombea el agua evaporada del subsuelo, así que tiene una amplia reserva. Pero otras plantas podrían no ser tan afortunadas.
Robert Williams, científico investigador en el Centro Andlinger de Energía y Medio Ambiente en la Universidad de Princeton, explica que los investigadores están probando la posibilidad de usar agua salada en el proceso. Eso haría que fuera más fácil de llevarse a cabo en cualquier otro lado.
“Las grandes cantidades de agua que requiere son un reto”, detalla Williams a VICE News. “Su uso podría solamente ser factible en lugares donde haya disponible agua del océano”.
También necesita basalto. Islandia está constituido en su mayoría por basalto. Pero sólo el 10 por ciento de rocas continentales están compuestas de basalto, de acuerdo a los científicos. El suelo del océano sí está compuesto en su mayor parte por basalto, y así las plantas podrían usar el agua del mar para bombear el carbono bajo el fondo oceánico.
Pero Caldeira apunta que no está claro si los diversos depósitos mundiales de basalto tienen fracturas suficientemente grandes para que se acomoden los minerales que resultarían de los aproximadamente 40 mil millones de toneladas de dióxido de carbono que las compañías arrojan cada año a la atmósfera. Igualmente cuestionó si la mezcla de dióxido de carbono con el agua reaccionaría con el basalto después de un bombeo continuo que llenara una fisura con calcita curtida.
“Demostraron que pudieron almacenar una quinta parte del CO2 producido cada segundo en la Tierra”, indica Caldeira. “Si continúan con un mayor volumen, ¿seguirá siendo efectivo? Es una gran incógnita. Básicamente, hay que hacer experimentos con cantidades mayores para saber si seguirá reaccionando, en caso de continuar con el proceso”.
Aunque el basalto accesible pudiera alojar grandes cantidades de dióxido de carbono inyectado, Caldeira y Williams se muestran reticentes porque el mecanismo de inyección de agua podría desestabilizar el suelo, causando terremotos, un problema que surge de la fractura hidráulica, también conocida como fracking.
Esas y otras incógnitas sugieren que aún hay mucho trabajo por hacer para los científicos en Islandia y en otras partes del mundo.
“La idea aún está lejos de tener viabilidad comercial, sobre todo porque ha habido muy poca investigación y desarrollo”, comenta Williams. “Esto no es algo que vayamos a implementar en menos de cinco años. ¿Cuándo vamos a poder emplear esta tecnología comercialmente? Depende del éxito que tengan la investigación y el desarrollo, suponiendo que haya una política pública seria para hacer frente al reto del calentamiento global”.
A pesar de las dudas, Caldeira y Williams enfatizaron que, si el proceso se consolida, podría suponer un cambio radical.
India tiene enormes depósitos de basalto que podrían ser un lugar perfecto para almacenar el carbono de varias plantas del país. “India es uno de los países con mayor potencial para la aplicación de este método, especialmente porque sus oportunidades de almacenamiento convencional son limitadas”, señala Williams.
Reykjavik Energy, la empresa que posee la planta de energía térmica, ha realizado experimentos, inyectando 5.000 toneladas de la mezcla en el suelo.
Estos experimentos podrían aportar las evidencias necesarias para convencer a las compañías energéticas de invertir en dicha tecnología, destaca Cadeira.
“Necesitamos una gran campaña política que permita que los actores involucrados puedan verse a sí mismos como parte de la solución al problema”, agregó. “Si a las grandes compañías de combustibles fósiles se les transmite la sensación de que no van a jugar ningún papel en los futuros sistemas de energía, claramente estaremos creando oponentes políticos que no contribuirán en la lucha contra el cambio climático”.
Aunque cree que la mejor opción es que los proveedores adopten la energía solar y la eólica, Caldeira sostiene que una solución aceptable pasaría por mantener los combustibles fósiles siempre que las compañías pudieran prevenir las emisiones de carbono a la atmósfera.
“Si quieres construir una planta generadora de energía hazla, pero sin una sola chimenea”, concluye.
Sigue a John Dyer en Twitter: @johnjdyerjr
Sigue a VICE News en Español en Twitter: @VICEnewsEs