Alejandro Cárdenas y Meeri Koutaniemi son periodistas freelance que no le sacan a nada. Su trabajo, Oasis, es un proyecto que comprende un documental y un libro que busca retratar la intimidad de las personas que muchas veces son cuestionadas, rechazadas y quienes por desgracia parecerían estar en lo más bajo de la escala del respeto: travestis, homosexuales e indígenas que son excluidos por declararse abiertamente seropositivos.
Este proyecto gira en torno a Oasis de San Juan de Dios, un albergue situado en Concal, Yucatán, que recibe a portadores de VIH. Es en este lugar donde ellos encuentran un hogar, cariño y una forma de llevar una vida más digna. Las historias de Gerardo Chan Chan, Deborah y Reyna Patricia (que aparecen en este proyecto), nos muestran las batallas diarias contra la exclusión social por ser homosexuales, indígenas y la lucha contra el virus del sida.
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Nos pusimos en contacto con Meeri y Alejandro para conocer más sobre Oasis y la problemática que sigue existiendo en pleno 2013 alrededor de estas cuestiones.
VICE: ¿Cómo se conocieron?
Alejandro Cárdenas:Conocí a Meeri por su trabajo fotoperiodístico para la revista finesa Maailman Kuvalehti, donde yo también colaboraba.
Meeri Koutaniemi:Nos conocimos en 2011 y me invitó a trabajar en el documental con él.
AC:Meeri era perfecta, ya que buscaba una visión externa a la problemática que trataba Oasis. Quería a alguien que no hablara el idioma, que no se sintiera en casa y que no estuviera contaminada por estereotipos ni concepciones locales. Cuando vi su trabajo de India me animé a invitarla, sin conocerla bien, pero con la certeza de que iba a funcionar.
¿Cómo fue el acercamiento, tanto con el tema, como con los personajes?
AC:En enero de 2006 iniciaría La Otra Campaña del EZLN en Chablekal, Yucatán. En aquel entonces yo escribía para la revista española Cambio16. Me invitaron a cubrir el evento e intentar entrevistar al Subcomandante Marcos, ícono casi único para la prensa europea de izquierda. De antemano sabía que sería casi imposible conseguir la entrevista, pero el tema y la posibilidad de regresar a Yucatán me entusiasmaron.
Pero eso que llaman destino o la suerte me cambiaron la jugada: Con la muerte de la comandante Ramona se atrasó el inicio de La Otra Campaña. Aún así, tenía que mandar una nota a la redacción para justificar el viaje y fue entonces que un muy querido amigo, el sacerdote revolucionario Raúl H. Lugo, me invitó a conocer el albergue Oasis: centro de atención a portadores del VIH, en Yucatán, y única posada de auxilio para quien ha sido relegado de todos lados; del seno de su familia, del sistema gubernamental y por desgracia, de la sociedad misma.
Viví allí algunos días y quedé enganchado al lugar, a sus historias y a las personas. Escribí una serie de reportajes pero siempre me quedé con la impresión de que alguien debería hacer un documental sobre el albergue. Después de tocar algunas puertas me di cuenta de que estamos en la época del documental guerrilla y que uno mismo puede tomar una cámara y empezar a contar historias. Así comenzó, ya después encontré una casa productora finesa, Oktober, el proyecto creció y tuvimos las herramientas necesarias para intentar hacer cine de calidad.
MK:Alejandro me invitó a formar parte de la filmación durante un mes, pero después de una semana de trabajo, supe que no se trataba de un proyecto de un mes y que tendría que regresar a darle seguimiento al tema por el resto de mi vida. Alejandro fue el puente entre la gente de Oasis y yo, para ganarme su confianza.
AC:La verdad es que Meeri tiene la capacidad de captar con la lente la esencia de las personas. Hacer íntimo lo desconocido y cercano lo inexplicable. El plan inicial fue que viniera por un mes, al final se hizo tan mexicana que ya no encuentro la forma de cómo sacarla del país.
No es un tema nuevo, ¿por qué decidieron abordarlo?
AC:Por dar voz a las personas que no la tienen. Ya antes había escrito sobre lo que significa ser maya hoy en día. Me da la impresión de que en Europa siguen enamorados de la clásica imagen de un indígena vestido de blanco, pintado y con plumas, pero nada más alejado de la realidad. El maya contemporáneo cambió el sombrero por la cachucha, la guayabera por una camiseta de los Yankees y como cualquiera de nosotros, está al pendiente de lo que haga Messi y eso no significa que deje de sentirse orgulloso de su cultura, su lengua y su gastronomía.
Fue entonces que decidí abordar el tema del indigenismo desde otra concepción: qué significa ser homosexual y seropositivo en las pequeñas comunidades y cómo las sociedades locales aceptan o discriminan a los portadores.
Gerardo Chan Chan.
¿Pueden platicarnos sobre los tres personajes que aparecen en Oasis?
AC:Gerardo Chan Chan fue el segundo testimonio que escuché en el albergue por aquel entonces. Una trágica historia en la cual la familia se deshace de algo que no conoce. Por temor al contagio, Gerardo vivió mucho tiempo en terribles condiciones, alejado de todo y de todos. De milagro no murió y alcanzó a rehacer su vida laboral, supo perdonar y hoy en día intenta reconstruir las fibras de amor y de confianza que sus familiares traicionaron por miedo al entonces desconocido VIH. Más allá de que Gerardo haya vivido en un chiquero como castigo a su enfermedad, lo que me interesó contar de él es la fuerza del perdón, el amor por la familia y la necesidad que todos tenemos de sentirnos amados.
Deborah.
En el otro extremo está Deborah quien se prostituye desde los 14 años por una simple y llana razón: porque para ella, parece que no hay más opciones. Orgullosos de nuestras raíces indígenas sólo en los libros de historia, los mayas de hoy en día están destinados a trabajar, cuando mucho, para el turismo y su absorbente industria. Si a ello le agregas que un maya se traviste y desde chico ventiló su preferencia sexual en un pueblo de mil 500 habitantes, entonces puedes imaginar el infierno que puede significar. A Deborah no le quedaba más: o era estilista, cómico gay de cabaret o aprendía a vender su cuerpo por 200 varos el servicio, cien por “la cachucha” (sexo oral) y 50 pesos la manoseada. Desde el punto de vista de quienes estamos fuera de esa realidad, esto puede parecer grotesco, ofensivo o inexplicable. A mí, que viví bastante tiempo documentando sus vidas, me parece que la historia no es de blancos ni negros y que Deborah sólo desea llevar una vida placentera, como cualquiera, al lado de su pareja José, en el pueblo de Motul. De lunes a viernes Deborah es una tranquila ama de casa que cada sábado se convierte en una Shakira, y bajo cualquier farol de la calle 58 del centro de Mérida vende besos y caricias a quien ande en busca de afecto.
Reyna.
Nuestro tercer personaje es Reyna Patricia/Reynaldo, quien parece colocarse justo a la mitad de la vidas que llevan Gerardo y Deborah: por las tardes Reynaldo es chef en un hotel de la Riviera Maya, por las noches uno de los travestis más cotizados de la colonia Colosio, en Playa del Carmen.Cuando la lana escasea y la salud se lo recrimina, Reynaldo regresa al Oasis y es allí donde estas vidas se entrelazan. Viven o vivieron en el albergue, ahí sufrieron, rieron, lloraron y atestiguaron muy de cerca lo que es la muerte, los compañeros que uno a uno van cayendo.
¿Cuánto tiempo pasaron documentando el proyecto?
MK:Yo visité México cuatro veces durante todo el proceso, y fui parte de la filmación un año completo.
AC:Escribiendo sobre el Oasis, desde 2006. Filmando, desde 2010 y fotografiando desde 2011. Eso en la parte de la chamba, pero el proceso que más nos llevó tiempo fue el de ganarnos la confianza de nuestros personajes. Estuvimos muchos días y noches sin cámara alguna, sólo conversando y haciéndonos parte de sus anhelos y necesidades.
¿Qué fue lo más divertido y lo más difícil de hacer Oasis?
MK:Lo más difícil para mí fue saber que no podía hacer mucho para ayudar o cambiar la vida de la gente de Oasis. La satisfacción más grande que obtengo de este proyecto es haber logrado establecer una amistad real con los personajes que aparecen en el proyecto.
AC:Lo más difícil fueron las seis muertes que me tocó presenciar en el albergue. La agonía total. Las condiciones paupérrimas que en pleno siglo XXI siguen existiendo en nuestro país. Al final del día, seis resulta ser un número exiguo: Carlos Méndez, director del lugar, en los 12 años de historia del Oasis ha visto morir en esas mismas condiciones, ¡a más de 300 personas!
Lo más divertido fue Reyna Patricia tirándome mal rollo, me coqueteaba en tono de broma entre plática y plática; Gerardo y sus mañanas; Deborah y las chelas; Meeri y su español; Mérida y su Barrio de Santiago y toda la gente que de una u otra manera estuvo involucrada: fueron ellos quienes me enseñaron que filmar un documental es un viaje sin regreso al interior de las personas.
Sabemos que el documental se estrenó en Finlandia, ¿cómo les fue?
AC:Así es, fue en el Festival DocPoint, de Helsinki, en febrero pasado. Hubo dos funciones con salas llenas lo cual sorprendió a mis productores. Para mí más bien fue una buena oportunidad de hablar del tema porque ésa fue la única gran condición que mis personajes me impusieron: que se hable, que algo cambie, no ahora quizá, sino que los que vengan ya no sufran las mismas chingaderas que Gerardo, Reyna y Deborah han tenido que pasar. Ésa es la apuesta del docu y son mis productores los que ahora lo andan moviendo.
¿Qué aprendieron de este proyecto?
MK:Durante este viaje me conocí a mí misma más como fotógrafa. Que para poder hablar a través de las fotografías, tengo que ser más humilde y primero escuchar. La gente de Oasis cuenta la historia de cientos de miles que sufren de la misma discriminación y prejuicios.
AC:Que la dignidad tiene nombre y apellido: Gerardo Chan Chan.
¿Qué buscan transmitir con este trabajo?
AC:Que la homosexualidad no debe ser más un tema que se cuestione. Cada quien tiene derecho a hacer de su vida un rehilete sin que los dueños de la moral se entrometan. Que el virus no sólo se trata con medicinas, sino que la integración, la aceptación y el cariño de la sociedad son los motores que mantienen día a día a muchos seropositivos.
MK:Lo más importante para mí, es transmitir al público la humanidad y las personalidades de Gerardo, Reyna, Carlangas y Deborah. En general, solemos mirar a las personas a través de ciertas etiquetas. En este trabajo, Alejandro y yo no buscamos victimizar o glorificar a nadie. Oasis, el documental y mi fotolibro, busca regresarles la dignidad a aquellos a los que se les ha quitado.
¿Qué proyectos nuevos traen en mente?
AC:Mozambique. En agosto regreso a Mozambique a contar una historia más visual y menos testimonial. Más de una cultura en general y menos sobre anhelos de personas. Hablaré sobre alimentación o más bien la falta de.
MK:En este momento estoy trabajando en un proyecto de refugiados sirios en el Líbano y Jordania. Como proyecto a largo plazo, estoy haciendo un documental y un libro sobre la violencia contra las mujeres. También este año me enfocaré en la circuncisión femenina en África, Asia y Europa.
Conoce más del trabajo de Meeri en su página web y visita el sitio oficial de Oasis para más información.
Anteriormente:
Ve más en nuestra columna Ojo, mucho ojo.