Dinero

Las oficinas de espacio abierto deberían estar prohibidas

Escribo este artículo desde una oficina de espacio abierto. Ahora mismo, estoy oyendo los rollizos dedos de Joel Golby aporrear el teclado del ordenador; las cucharillas tintinear contra las tazas; las sillas ergonómicas crujir como ranas en un estanque. En alguna parte, una mujer estornuda tan escandalosamente que me sobresalta. Hay un hombre que no deja de silbar, como si supiera que su versión de “Más que nada” algún día va a provocarme un infarto por estrés y quisiera acabar la faena de una vez.

Llevo puestos auriculares antirruido, pero aun así lo oigo todo. Y lo que es aún peor, hay música de fondo —“Fast Car”; por alguna inexplicable razón, es la tercera vez que suena hoy— a pesar de que todo el mundo lleva auriculares para aislarse del ruido y evitar la discordante violencia de una oficina de planta abierta.

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Según un estudio reciente, el 80 por ciento de las oficinas de Estados Unidos son de espacio abierto. El periódico The Guardian informa de que el Reino Unido tiene el doble de este tipo de oficinas que la media mundial. WeWork —que persiste en su misión de llenar cada edificio de oficinas vacío con suculentas y muebles de los años 50— está decidida a ser una empresa de planta abierta, sumándose a la idea de que este tipo de oficinas mejoran la productividad y aumentan la colaboración.

Pero no lo hacen, ¿a que no? De hecho, intentar trabajar en estos espacios es más bien como intentar ver una serie que te mueres por ver mientras tus hermanos están sentados a un palmo de ti dándose puñetazos en la cara. No quieres mirar, pero en realidad no te queda otra.

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Foto: Peter Bennets, vía / CC By 3.0

Como decía este artículo de VICE de agosto de este año, hay pruebas concluyentes de que trabajar en una oficina de espacio abierto distrae, es incómodo, aumenta los niveles de estrés (hay estudios sobre el estrés en estas oficinas que lo relacionan con una mala postura de los trabajadores, lo que acaba desembocando en trastornos muscoesqueléticos) y facilita la propagación de los gérmenes, lo que conlleva más días de baja por enfermedad.

Entonces, como era de esperar, todo eso se contradice con el aumento de productividad. Un estudio de investigadores de Harvard lo demuestra, pero, por experiencia, sabes tan bien como yo que las oficinas de espacio abierto más bien coartan la productividad en lugar de alentarla. Yo ni siquiera soy una persona introvertida —y los introvertidos no se desenvuelven demasiado bien en las oficinas de espacio abierto—, pero soy sensible a los estímulos, y los diferentes sonidos, el movimiento constante y la temperatura cambiante y siempre mal ajustada del aire acondicionado lo único que hacen es distraerme, en vez de conseguir que centre mi atención en el trabajo que se supone que estoy haciendo. Los días que tengo ansiedad ya ni te cuento.

La forma en la que trabajamos ha cambiado de forma drástica en la última década: los portátiles están a la orden del día, la cartera de clientes es la que manda, predominan los contratos freelance y ha aumentado el teletrabajo. Pues aun así, aquí seguimos, todos puestos en fila como si nos dedicáramos a enlatar sardinas.

Es casi imposible sumirse en una profunda concentración cuando la gente te habla por el chat de Google, Slack, correo electrónico, WhatsApp, Messenger o cualquier otro servicio de mensajería que tu empresa utilice para hacer de tu vida un infierno

La generación del baby boom creó las oficinas de planta abierta, probablemente como una reacción a los cubículos en los que se trabajaba antes. Lo que no fueron capaces de predecir cuando expandieron los horizontes de los trabajadores fue que los nuevos desarrollos conseguirían el mismo efecto de una forma mucho más intrusiva; es casi imposible sumirse en una profunda concentración cuando la gente te habla por el chat de Google, Slack, correo electrónico, WhatsApp, Messenger o cualquier otro servicio de mensajería que tu empresa utilice para hacer de tu vida un infierno.

La idea de que una oficina de espacio abierto invita a la colaboración es adorable e idealista. En su libro Deep Work, el profesor Cal Newport cita al cofundador de Twitter, Jack Dorsey, cuando dijo: “Animamos a la gente a estar en espacios abiertos porque creemos en la serendipia, en que la gente esté codo con codo enseñándose cosas nuevas”. En todas las oficinas de planta abierta en las que he trabajado, nunca he visto a una persona acercarse a la mesa de otra para enseñarle algo nuevo.

Más pruebas: esos mismos investigadores de Harvard descubrieron que más que “dar pie a una colaboración cara a cara cada vez más dinámica, la arquitectura abierta [parece] desencadenar una respuesta instintiva del ser humano, que acaba alejándose socialmente de sus compañeros y elige interactuar con ellos por correo electrónico o mensajería instantánea”.

De manera similar, datos de un investigador de la Universidad Tecnológica de Auckland extraídos de 1000 encuestados sugieren que los que trabajan en una oficina de espacio abierto tienen una relación de amistad de peor calidad con sus compañeros que aquellos que trabajan en una oficina privada o compartida, e incluso que aquellos que hacen teletrabajo la mayor parte del tiempo.

Esto es algo que no pilla por sorpresa, porque llevados a la práctica, estos espacios no dan lugar a establecer límites, control o respeto. A menudo hay varios departamentos en un mismo espacio, y algunos requieren silencio y concentración mientras que otros se ponen de acuerdo para contactar con los clientes por teléfono. Dan, del departamento de ventas, te acabará cayendo mal por gritar todo el tiempo “vuelve a comprobar ese correo” justo en tu oído, aunque al pobre le paguen para eso.

En cualquier caso, estas oficinas no son lo que queremos. Según un reciente estudio de Oxford Economics, lo que quieren los millennials es “menos ruido en el lugar de trabajo” y “poder concentrarse y trabajar sin interrupciones”. Sin embargo, estamos atrapados en estas oficinas por ahora: la mayoría de las empresas no parecen confiar en el teletrabajo, aunque se podría llevar a cabo sin problemas, y la única propuesta nueva es una estúpida idea que consiste básicamente en una oficina de planta abierta sin mesas. De todas formas, puede que encuentres consuelo al saber que no eres el único al que le cuesta trabajar en este entorno.

Necesito que vuelva la época de los cubículos

Yo me refiero a lo siguiente. Enciérrame en una celda blanca en el sótano. Dame café y algo para picar a través de un agujero y ya verás lo que rindo. Necesito que vuelva la época de los cubículos. Dame una celda cerrada blanca y la posibilidad de personalizarla. Dame ese criadero de ratas. Atrápame. O simplemente déjame decidir cuál es el mejor espacio para llevar a cabo el trabajo que esté haciendo ese día y confía en que lo haga bien allí.

Ahora mismo estoy sentada en el suelo al lado de la salida de emergencia. Este pequeño rincón de la oficina es el único santuario que he podido encontrar, así que si este artículo te resulta inconexo y parece que lo ha escrito una mente claramente distraída, no es mi culpa; es la de quien sea que construyó esta oficina.

@hannahrosewens

Este artículo apareció originalmente en VICE UK.

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