“Camografía: arte de fijar y deconstruir por medio de reacciones etnográficas, performativas o contraculturales, en superficies crudas y a veces convenientemente preparadas, las imágenes recogidas del fondo de una cámara afilada, diáfana y sin pretensiones”.
La censura ha hostilizado desde sus comienzos la obra del fotógrafo cartagenero Camo por sus constantes bofetadas a la moral sexual imperante en Colombia. Primero fue en la universidad donde estudió Cine y Fotografía, que lo obligó a ocultar su trabajo de grado: una instalación en la que encapsulaba close-ups de penetraciones anales homosexuales en pequeños frascos. Después vino el 13 Salón Regional de Artistas Zona Caribe, en el que descolgaron un desnudo frontal de un hombre con una verga portentosa de su serie Oh Sailor! porque “no podían explicarle la fotografía a las menores de edad”. En ese tiempo suspendieron sus cuentas de MySpace y Flickr y, desde hace dos años, convive con el bloqueo constante de sus perfiles de Facebook e Instagram por sus infracciones a las “normas sobre desnudos o actividad sexual”.
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Esas acciones de silenciamiento simbólico solo han estimulado la pulsión desinhibidora de un artista que lleva quince años de provocaciones visuales contra la represión sexual y la mojigatería. Su estrategia: un estilo que empalma la sofisticación de la fotografía de moda con una erotización celebratoria de cuerpos y sexualidades disidentes, que circula con soltura entre el arte contemporáneo, la antropología de la imagen y el mundo publicitario: “En mi trabajo he sido un arqueólogo visual del submundo queer colombiano. Yo digo que soy un transistor entre ese mundo underground y los medios mainstream: en la mañana puedo estar trabajando en un spot publicitario con una celebridad, pero en la tarde me voy a retratar a mis amigas trans del barrio Santa Fe”.
De sus camografías —así nombró hace unos años las imágenes que produce— recuerda con afecto series como Con el rabo entre las piernas (Gendermess), que exhibió en 2018 en la feria ARTBO, en la que retrató un espectro amplio de cuerpos queer y nuevas masculinidades (desde maricas punks y artistas bicuriosos hasta machos divergentes y chicxs trans) que ocultaban sus penes y testículos entre sus muslos para hacer aflorar figuras genitales contrahegemónicas; también Etnoficción, un proyecto en el que se propuso “unir lo queer, la moda y el documental, creando subculturas que embellecía como si fueran editoriales de moda”.
Buena parte de su obra radicaliza la fricción Pudor vs. Morbo (título de otro de sus trabajos) que produce el acercamiento a corporalidades y prácticas sexuales no normativas, al tiempo que dignifica esos deseos. “Como artivista y gestor contracultural he buscado siempre transgredir reivindicando el cuerpo, la sexualidad queer y el arte erótico; quiero ser referencer y no influencer”, dice sobre su trayectoria, en la que, además de hacer fotos, ha liderado encuentros como el Milk Fest en Bogotá, un festival de artes, música y educación en diversidad sexual y de género. Su convicción es que sus camografías serán archivos fundamentales para entender las últimas dos décadas de “la revolución sexual y digital” de la movida queer subterránea de Bogotá. Como anota en el manifiesto Noventena, que escribió durante el encierro: “Mi religión es lo queer: el alistamiento de un ejército de maricas artistas y activistas engendrados en este mismísimo territorio”.
Camo es uno de lxs cincuenta líderes en disidencia sexual y de género cuya vida celebramos en nuestra quinta edición, ORGULLO.
A Felipe lo encuentras en Instagram y Twitter como @estimadofelipe.