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Hablamos con el mayor coleccionista de discos del mundo

Zero Freitas es el mayor coleccionista de vinilos del mundo, con casi 8 millones de ellos. Nos concedió una de las pocas entrevistas que ha dado en su vida.

Zero Freitas es un millonario brasileño que nació en São Paulo hace 63 años y amasó una fortuna como empresario del transporte escolar. Zero también ostenta el récord de ser el mayor coleccionista de discos del mundo, con casi 8 millones de unidades conviviendo en sus establecimientos. Ya sea en su estudio de iluminación ubicado en el centro del gigante sudamericano, o en grandes naves abandonadas décadas atrás, (vestigios de un centro industrial paulista reubicado), la colección de Freitas requiere de más metros cuadrados que burocracias enteras.

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Recintos que dejarían atónitos hasta a los más cínicos, requieren una logística de máximo cuidado, correspondiente a su enorme volumen. La mayoría de los discos que conviven sigilosamente en estos almacenes llegan de Estados Unidos. El objetivo del empresario es crear el archivo musical más ambicioso y grande del mundo.

Fuimos en busca de Zero Freitas como quien va a buscar al capitán Kurtz de los vinilos, un místico que ha cruzado al otro lado de la adicción a los discos llevando a cuestas su deseo de poseerlos todos, no solo los de un país, no solo una unidad de cada vinilo existente, sino todos los discos de todo el mundo, porque cada unidad física representa una historia.

Zero Freitas

La siguiente entrevista fue realizada en la parte trasera de la empresa de iluminación y sonido de Freitas, donde más de 300 000 discos se encuentran archivados en un programa que sirve para localizarlos por sello, familia o discográfica de donde proviene. En vez de Kurtz, Freitas nos pareció más similar al capitan Ahab en busca de la fuente musical infinita, una ballena blanca rellena de un caudal musical inimaginable, tan grande que solo se puede describir de forma abstracta o con cifras que invariablemente no reflejan la calidad del tesoro de Freitas.

Temiendo a un personaje irritable del cuál no teníamos referencias directas, decidimos no usar en la entrevista remeras de bandas de heavy metal con símbolos satánicos. En cambio, cuando Zero llegó a este búnker de vinilos nos mostró opciones de camisetas y camisas para usar en la producción fotográfica del artículo. Nos decidimos por una amarilla con Mickey enterrado en una pila de discos que reza: “Kickin' it old school”.

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Mientras fuimos del archivo a otro espacio aún más gigantesco donde Zero guarda 5 millones de discos, con Freitas al volante de un coche poco vistoso, empecé a sentir una especie de éxtasis surrealista: discos de 33 rpm, de 45, de 78, filas de discos, cajas de discos, hileras de cajas de discos, montañas de discos. Una fábrica abandonada llena de contenedores sellados repletos de vaya uno a saber qué discos. Discos, discos, discos: ¿qué hay de malo en querer tenerlos todos? Para un budista como Zero, el término “guardián transitorio de documentos fonográficos” resulta más que aceptable.

Con tal capacidad de compra y almacenamiento, los detractores de Zero lo ven como un acaparador cercano al síndrome de Diógenes y es normal que siendo el número uno en lo que hace, coseche críticas. Pero en persona resulta ser un melómano incurable, capacitado para emocionarse de forma instantánea ante la portada de un LP, interesado en el fenómeno metafísico del recorrido humano de los vinilos y su respectivo origen sociopolítico, pero también en las anécdotas particulares.

Una gran historia que todos los días se prolonga al infinito. Al final del día, Freitas es solo un gran fanático musical, asombrado como el resto de nosotros ante la magnitud de su viaje. A continuación va la primera entrega de una entrevista que fuimos a realizar a São Paulo con Zero y que decidimos dividir en dos partes.

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Zero Freitas

VICE: ¿Qué recuerdas de tu vida antes de los vinilos?
Zero Freitas: Comencé con los discos porque mi mamá los coleccionaba. Mi madre era muy fan de la música popular brasileña y latinoamericana, inlcuso era muy fan de Libertad Lamarque, quien a pesar de ser argentina, muchos aquí creíamos que era mexicana, porque allí desarrolló su carrera. A ella le gustaba mucho cantar en español las canciones de Pedro Vargas y Carlos Gardel. Me puso al piano a los 5 años de edad. Tenía discos de pasta de 78 rpm, tenía unos 500 discos de los que me quedaron 300. Mi padre se iba a trabajar y mi madre era costurera. Ya cuando gateaba estaba rodeado de discos.

¿Cómo recuerdas las primeras tiendas de discos a las que fuiste?
En el barrio donde nací, en el centro de São Paulo, había una gran cadena de tiendas. Iba todas las semanas, fui cliente desde los 13 años. El tipo de comprador que entraba y se iba con un solo disco. Este lugar es para preservar una memoria, no solo musical, sino social. Siempre que aparece un disco con el sello de una discográfica, los trabajadores del archivo lo anotan, porque son los recuerdos de personas que de otra forma se perderían. Muchas veces me consultan eso: recuerdos de infancia. Cuando la persona encuentra el sello de una discográfica que ya no existe, enloquece.

Zero Freitas

¿Para ti es importante el conservadurismo histórico?
Yo observo la sensibilidad de las personas hacia lo gráfico y lo sonoro. Desde antes de que exista este depósito, amigos de discográficas me llaman para que intente descifrar qué música quiere comprar el cliente. Silban una melodía inexistente y en ese momento intento descifrar qué quiere. Muchas veces sucede que esa melodía es un jingle y lo tenemos o ayudo a la persona a encontrarlo.

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¿Te viene a la memoria algún disco que te costó mucho conseguir?
Ya como coleccionista, un disco mítico fue el primer LP de Roberto Carlos. La gente no sabía de su existencia. Él lo escondió, porque antes de ser famoso había intentado dos o tres caminos diferentes sin éxito. Empezó imitando la bossa de João Gilberto y no pasó nada, después empezó a ejecutar baladas americanas que no componía. Él vivía en la zona sur de Río de Janeiro. Cuando la gente piensa en Río, piensa en Copacabana; pero él era de Tijuca, donde no ocurría nada. O venías de los morros o de la zona sur, donde estaba la samba. En Tijuca, sus amigos fueron Erasmo Carlos, que era un dios del rock, Jorge Bem y Tim Maia. Todos eran parte del mismo grupo social. Esos discos en los que fracasó son del sello CBS-Columbia. Yo me enteré de su existencia a los 18 años, por lo que se convirtió en un objeto de búsqueda. Ahora tengo 5 [se ríe].

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El primero lo encontré en 1978, todo rayado. Luego lo encontré nuevo y recientemente conseguí uno en Río de Janeiro, autografiado para una amiga de Carlos después de la grabación. Te voy a contar una historia sobre ese disco que sucedió en la famosa galería paulista conocida como La Galería de Rock. Un bello día, el dueño del negocio Barato Afims, que es la tienda más tradicional, anunció en el diario que tenía ese LP de Roberto Carlos, un domingo de 1995. Y dijo que lo iba a vender por 1000 dólares. Yo no lo iba a comprar en la tienda, jamás pago un precio así. Pero un día fui y él me contó la siguiente historia: llegó una señora, muy bien vestida, con tacones altos, completamente extraña para esa galería con tiendas de punk y heavy metal. Llegó y le dijo, "Quiero ver el LP de Roberto Carlos". Él lo tenía guardado para que no se lo robaran. Pidió ver el disco y todo el mundo se juntó frente a la vitrina para ver si la señora efectivamente iba a pagar los 1000 dólares. Ella miró atentamente los surcos del disco para asegurarse de que no era falso y dijo: “Vale, me lo voy a llevar.” Compró el disco, lo cogió y lo rompió en el suelo, tomó la portada y la rasgó. Era una empleada de Roberto Carlos, contratada para destruir todos esos discos. Es una tirada de 500, de la cual él tiene 200 y yo tengo 5.

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¿Cómo vivías la espera de los discos que compraste en el exterior en esa época?
El tema no era comprar un disco. Creo que lo más importante es esperarlo. Comprar un disco es un gran placer, pero en los años 60 era común que el disco no fuera editado en Brasil. Los Beatles sacaban un disco y demoraba dos o tres meses en llegar. Los grandes sellos descartaron discos de Rolling Stones porque pensaban que no iban a vender. Beatles salían porque vendía mucho; entonces teníamos que encargar los de The Rolling Stones desde Inglaterra o desde los Estados Unidos. Eso generaba una gran expectativa. Como no existía esa producción homogénea, Brasil, por ejemplo, tenía ediciones con tapas únicas que gozan de gran reputación.

En Argentina, el primer EP de los Beatles lleva el nombre de Los Grillos.
¡Ah, bellísimo! Lo tengo que conseguir. Las ediciones argentinas tienen esa particularidad de ser traducidas como Los Beatles: "Los" en vez de "The" y los títulos de las canciones todas traducidas. Eso es parte de una tradición cultural de traducir los nombres y las portadas mismas. En los años 70 yo hacía música para un teatro, estaba trabajando un taller que consistía en una semana sobre Sheakspeare, con intelectuales y académicos. Un buen día viene un argentino, se sienta en la mesa de los conferencistas, ––en esa época un argentino era como un europeo en América––, él no era un oligarca, sino una persona normal bien vestida con buen lenguaje, educadísima. Cuando llegó su turno, comenzó a hablar sobre su tesis de literatura inglesa, refiriéndose a Shakespeare como Guillermo Shakespeare. Estaba hablando español y todo el mundo lo entendió, y lo seguía nombrando como Guillermo. La gente se reía. Finalmente le explicaron que se burlaban de su forma de nombrar a Shakespeare como Guillermo en vez de William. Entonces retomó su conferencia en inglés durante una hora y nadie lo comprendió, pero decía William Shakespeare. Sin embargo, no fue una cuestión prepotente de su parte, sino una cuestión cultural.

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Zero Freitas

¿Cuál fue tu primer gran lote?
La dimensión de lote que la gente tiene hoy en día es muy diferente a la de 40 años atrás. El primer lote que yo soñaba conseguir era de mi primo rico, que tenía discos importados que yo no tenía. Viajaba y los compraba, el lote que quería era de música clásica. Aquí la persona que pertenecía a una élite económica importaba discos de música clásica y luego los abandonaban. Se juntaban a escucharlos en un teatro. Por ejemplo, Beethoven interpretado por Berstein. Al día siguiente vendía el disco porque ya lo había escuchado y lo vendía a mitad de precio. Para una persona de élite esa primera escucha era suficiente.

¿Qué cambió en la forma de consumir música entre la dictadura y la democracia en Brasil?
Aquí hubo dictadura y represión. En Argentina fue mucho más sangrienta, al igual que en Chile. Aquí tenemos una relación con la música. Consideramos que la música brasileña es de las más ricas del mundo. En Brasil la represión empezó en 1968. En ese momento la música y el teatro eran igual de populares que el fútbol. Fue diseminada de la misma forma que el deporte. La selección de Brasil tuvo un gran fracaso contra Inglaterra, entonces el fútbol tuvo una gran baja de popularidad que generó una gran frustración. Entonces se crearon festivales de música de la magnitud de campeonatos mundiales que movilizaron a toda la población. Cuando se prohíbe la música en el 68, casi todos los músicos buscaron expresarse de forma simbólica, no se habló más específicamente de algo político, se pasa a una era de metáforas que duró unos 10 años. Cuando finalizó la dictadura los músicos estaban viciados de metáforas. Caetano Veloso, Gilberto Gil, todos pensaban que cuando terminara la dictadura esos músicos iban a pasar al olvido, porque estaban inmersos en la metáfora política, pero eso no sucedió. A partir del momento de la amnistía, algunos vieron un desafío en componer música alegre, porque veníamos de una tradición sombría.

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Zero Freitas

Ya que estamos hablando sobre política: ¿cómo ves la actualidad de Brasil con Bolsonaro?
Hoy vivimos una expectativa de cambio, lo que me recuerda a una publicidad de Vodka Orloff, en la cual se mostraba el que bebía sin parar pero al otro día está sin resaca. El anuncio termina con el eslogan: “Yo soy vos mañana”. Por esas cosas de la vida, esa frase se convirtió en una especie de chiste dentro de Brasil. Y la gente mira para Argentina y dice: ¡Virgen María! Hoy vivimos así la situación política. Ese péndulo político es cíclico. Yo lo encuentro bastante positivo pese a todo para la cultura. Esa oscilación de vacas flacas y gordas es beneficiosa para la cultura. ¡Ahora nos toca a nosotros!

¿Cuándo empezaste a tener ganas de conseguir más y más discos?
Cuando descubrí eBay yo ya tenía 30 000 discos. Ahí me di cuenta de que podía acceder al mundo. Sucedió en 1999. Mi primer objetivo fue buscar la música brasileña editada en el exterior. Fui a buscar Sergio Mendes (edición japonesa); Jobim (edición americana); hay un disco Toquinho (edición italiana). Es interesante porque uno comienza a acceder al mundo.

La muralla de sonido

¿Tienes enemigos?
No tengo, pero algunas personas me tienen como enemigo. Es bastante frecuente. La verdad es que nació por accidente. Cuando hice el artículo para el New York Times tuve algunos comentarios negativos. Algunos decían cosas del estilo de: “¡Cómo una persona puede tener tantos discos, seguro que no los escucha”. Tengo 25 discos de Adolf Hitler, ¿crees que los voy a escuchar? Seguro que no. Pero si alguien los quiere para utilizarlos para una obra de teatro o cine, les digo que vengan a buscarlos. Lo mismo si son de John F. Kennedy. Pero te repito, si alguien lo quiere utilizar con un fin cultural, no tengo problema en compartirlo.

Zero Freitas

¿Cómo manejas ese apetito voraz de discos?
Desde hace 17 años voy a la misma terapeuta a tratar el tema de los discos. Ella me hace chequeos periódicos porque yo se lo pido. Es para saber si tengo la enfermedad del acumulador obsesivo. Por lo tanto, según los exámenes que ella me hace, no tengo la enfermedad. Fundamentalmente me interesa tratarlo porque conozco acumuladores compulsivos y la verdad es que su situación es bastante triste. Llegué a ir hasta una casa, en la cual la familia quería vender su colección. Me atendió una mujer que ni siquiera podía abrir la puerta, porque la casa estaba hasta arriba de objetos. Al entrar en uno de los cuartos, la hija de la familia dormía en medio del desorden y la basura que se acumulaba constantemente. Esa experiencia me conmovió.

Mira este disco. Ya no pertenece a su propietario de 1949. ¿Me pertenece? No, tampoco. Están conmigo ahora. Si mañana me entran a robar con un camión y se los llevan, bueno; entonces son de ese rufián. Lo que quiero aclarar es que yo no me quiero convertir en esclavo de los vinilos. Tengo la costumbre de utilizar la siguiente expresión: “Ni los discos son míos, ni son mis dueños”. Pensar lo contrario es tener la enfermedad.

Zero Freitas

Está claro que si alguien entra a robar me voy a cabrear bastante, pero no voy a sentir que se termina mi vida. Los discos tienen su nombre y van a quedar archivados; por lo tanto, ahora se van conmigo, pero están a disposición de cualquiera. Ahora, si el vendedor se pone en contacto conmigo y quiere, digamos, tener una conversación, vamos a poder tenerla. Nosotros estamos administrando los discos. Muchas veces la música sirve para otras cosas. Como, por ejemplo, la tapa de los discos. Ahora tenemos casos de gente que busca gente: parientes de músicos que buscan, por ejemplo, rescatar la memoria de un tío pianista. No les interesa el objeto, sino el sonido que produce. Y ese es el momento que me gusta: cuando el objeto se transforma en algo útil.

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