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'Los Gemstone', la serie de HBO que critica brutalmente la hipocresía cristiana

A cualquiera que haya estado en una megaiglesia evangelista le resultará fácil reconocer todos los estereotipos.
JT
Chicago, US
LP
traducido por Laia Pedregosa
Los Gemstone
Fred Norris/HBO

La primera escena de la nueva comedia negra de HBO, Los Gemstone, es también la más divertida de la serie. Esta familia de telepredicadores evangelistas superadinerados, liderada por Eli (John Goodman), su hijo mayor Jesse (Danny McBride) y el hijo más joven, Kevin (Adam Devine), se encuentra en una misión en Chengdú, en China. Ya llevan 17 horas celebrando una maratón de bautizos y, aunque están visiblemente cabreados, fingen no estarlo. McBride y Devine se encargan del aspecto físico de la comedia, salpicándose el uno al otro, discutiendo y tirando a gente aleatoria a una piscina de olas, cuando de repente se pone en marcha el motor de olas de forma inexplicable y provoca un tsunami que convierte el evento en un caos: una escena absurda e hilarante que se vuelve aún más surrealista teniendo en cuenta que, precisamente la semana pasada, el mal funcionamiento de una piscina de olas en China provocó un accidente con 44 heridos. La serie brilla en los momentos en que sus extravagancias resultan incluso verosímiles.

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Desde el cold opening con el que arranca hasta el modo en que va construyendo el mundo ridículo y ultracapitalista de Los Gemstone, la serie es toda una oda a los detalles. Su creador, Danny McBride, se reúne con sus colaboradores de Vice Principals y De culo y cuesta abajo, David Gordon Green y Jody Hill, para completar una trilogía de personajes desvergonzados que hacen cosas de gente desvergonzada. Los Gemstone solo son modelos de una vida virtuosa de cara a la galería y a su congregación: los personajes maldicen, engañan, roban, consumen drogas, se acuestan con prostitutas (al menos en el caso de McBride), y harán todo lo que esté en su mano para poder expulsar a las pequeñas parroquias y mantener su riqueza y poder. El capítulo piloto, de una hora, es el mejor de los seis episodios que HBO ha compartido con la prensa y podría definirse como una clase magistral sobre cómo construir un universo.

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Adam Devine, Danny McBride.Foto: Fred Norris/HBO

McBride y sus productores ejecutivos se han esforzado mucho por explicar que su serie no es un ataque al cristianismo evangélico: según dijo el creador a EW, “El objetivo no es desmontar nada, la idea era ambientar una historia en un mundo que no he visto nunca”. Más adelante, comentó lo siguiente en New York Post: “No tengo ningún problema con la religión. Para mí, es más bien una historia sobre la hipocresía”. Resulta casi abrumadora la precisión con la que ridiculizan a sus personajes, poniendo de manifiesto la gran hipocresía que rezuma en la familia.

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El complejo familiar de 4 casas de los Gemstone también es el hogar de la infravalorada y rebelde hija mediana, Judy (interpretada magistralmente por Edi Patterson) es un deslumbrante tour por sus riquezas. La ostentosa y recargada mezcla de iconografía cristiana constituye una yuxtaposición implacable. Más adelante, en otro episodio, se muestra un campo de tiro y un circuito de obstáculos en algún lugar de la propiedad. Resulta sencillo hacer comparaciones con la vida real de los telepredicadores evangelistas como Jerry Falwell hacia el final, Joel Osteen y el “pastor guay” Carl Lentz. Aunque puede que Los Gemstone sea una combinación un poco confusa, su elegante carisma y excesiva opulencia son fáciles de reconocer.

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John Goodman.Foto: Fred Norris/HBO

Está claro que los creadores tienen muchos conocimientos sobre las peculiaridades del evangelismo; a cualquiera que haya estado en una megaiglesia le resultará fácil reconocer todos los estereotipos. La representación que hace Devine de Kelvin es el arquetipo perfecto de pastor joven: una exuberancia infantil y un sentido de la moda absurdo, del estilo de Hillsong, la megaiglesia a la que está afiliado Justin Bieber, y el constante uso de palabras como bullcrud. La parodia que se hace de Jesse es mucho más cruda, y la interpretación de McBride, cuyos rasgos más característicos son sus patillas, su atrevimiento y su actitud cada vez más conservadora, deja indiferente.

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Lo único que mejora la personalidad intencionadamente irritante de Jesse es su hijo Pontius, horrible y desternillante a partes iguales: dedica su tiempo a subrayar las malas palabras de la Biblia y a insultar a su padre. La mujer de Jesse, Amber (Cassidy Freeman) se siente cómoda con su estatus de ama de casa a un nivel escalofriante: tiende a ser permisiva con la mala conducta de su marido y utiliza su religiosidad como arma contra otras mujeres. El personaje más humano de la serie es Goodman interpretando a Eli que, a pesar de ser horrible con todos los pastores y con sus propios hijos, logra generar empatía cuando llora por la muerte de su mujer. Los parroquianos no están muy bien representados en la serie: incluso cuando se hace hincapié en el servicio a la iglesia, se les trata como un grupo de ovejitas conformes.

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Adam Devine, John Goodman, Danny McBride.Foto: Fred Norris/HBO

El humor que destila Los Gemstone contrasta el desprecio de sus creadores por los personajes. Del mismo modo que en comedias anteriores de HBO creadas por McBride, la obstinación por representar a sus personajes como gente horrible que hace cosas horribles hasta que aprende a arrepentirse está muy presente. Nos encontramos con un bombardeo de inmoralidad y falsedad que cuesta digerir: quizá el motivo sea que Los Gemstone, a diferencia del héroe en De culo y cuesta abajo y el pitcher Kenny Powers, que se encuentran en la cima de su carrera; resulta más fácil empatizar con un perdedor. La insensibilidad inherente de la familia, como la que muestran hacia Judy y su amanerado y liberal prometido B.J. (Tim Baltz) puede provocar carcajadas, pero a veces es tan oscura que se aleja de la comedia. El siguiente episodio de la temporada depende mucho de los flashbacks para dar un toque de humanidad a los personajes, pero llegar hasta ahí requiere invertir muchas horas.

Los Gemstone se enorgullece de sacar a la luz la oscuridad inherente que hay tras las personas que no predican con el ejemplo. Aunque los últimos episodios profundizan en los parroquianos, la gente respetable que sigue las enseñanzas de los Gemstone, la serie se centra más en representar los defectos de la familia, perdiendo así la humanidad de los personajes; quizá mejoren al final de la temporada. De ser así, el viaje podría ser más interesante que el simple hecho de señalar la incorrección de la falsa virtud de los líderes religiosos.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Estados Unidos.