Las festividades enmarcadas dentro del Maratón Guadalupe-Reyes son el pretexto para entregar afecto y cariño. Pero, ¿a quién le importa la entrega? Desde la más tierna edad amamos este periodo intermitente de posadas y pachangas porque recibimos regalos. Estos —ya sea de parte de la familia, nuestra pareja sentimental o los compañeros de trabajo— reflejan las posibilidades económicas y sirven como instrumento para medir la bondad, pero sobre todo la vileza y tacañería de los obsequiantes. Para profundizar en este último punto platicamos con algunas personas para saber cuáles son los regalos que han recibido a lo largo de su vida y que han colocado dentro de la categoría de inútiles, tristes y desgraciados.
Adriana, 28 años
Trabajaba en un despacho de ingeniería. En un intercambio navideño el que era mi jefe y socio de la empresa, adinerado, me regaló una sandwichera marca Oriflame, que es como la marca Avón, pero más pedorra. Es el peor regalo de mi vida. El intercambio era de 500 pesos y esa chingadera no valía ni 200. Cuando renuncié abandoné la sandwichera en la oficina como una declaración de odio.
Maribel, 29 años
El regalo más culero que me han dado mis papás fueron unos pinches calcetines. No me gusta acordarme porque eso acabó con mi infancia. Tenía ocho años y esa Navidad no tenían dinero, pero cuando eres niña no lo entiendes así. Los calcetines eran blancos para que los estrenara al entrar a la escuela en invierno. Pobrecitos mis papás, los odié tanto, pero era una niña, esa es mi defensa.
Rodrigo, 30 años
Una navidad, cuando yo era adolescente, un tío me regaló el disco Doble Vida de Soda Stereo, porque soy fan de ellos. Como a las dos horas de habérmelo regalado se puso borracho y me lo pidió prestado para grabarlo. Nunca me lo devolvió.
Ernesto, 29 años
Era un niño esa navidad. Una tía llegó a mi casa con un regalo cuadrado para mí. Cuando lo sacudí sonó a que guardaba un par de objetos sólidos. Me emocioné, estaba seguro de que eran un par de videojuegos y como es mi madrina de bautizo y no tiene hijos, pensé: "Seguramente se lucirá conmigo". Abrí el regalo y eran dos elefantes de porcelana de la marca Interior Home para adornar una mesa de centro, ¿para qué chingados me regaló eso?
Yanet, 28 años
Un juego Tetris muy chafa. Estaba padre pero fue lo único que me dieron mis papás tres años consecutivos en Reyes Magos, ¡en dos días dejaban de funcionar! Nunca me regalaron un Micro-Hornito para cocinar.
Omar, 25 años
En un intercambio navideño de la secundaria me obsequiaron un cisne de yeso envuelto en periódico. Parecía que el encargado de mi regalo lo había tomado de la sala de la casa de su abuela. Fue muy triste.
Librado, 34 años
Mi familia me regaló una sudadera idéntica a una que nunca usaba porque me caía en los huevos. No entiendo porque pensaron que me encantaba. No solamente me compraron una igual a la de la navidad anterior, sino que ésta era una talla más chica. Soy gordo, fue doble la decepción.
Mariela, 26 años
Tengo una tía experta en cagarla con los regalos navideños. Una vez me dio un tapete Do It Yourself. O sea, es una cuadrícula de plástico a la que le amarras pedacitos de estambres para hacer tu propio tapete para sacudirte los zapatos o las chanclas. No mames, ¿a qué chica de secundaria le interesa armar su propio tapete? Hubiera preferido calcetines.
Francisco, 27 años
En plena navidad, mi tía me dijo muy entusiasmada: "Mira el regalo que te compré". Era un bote de gel jumbo como de 40 pesos. Se supone que a pesar de que era punk debía estar siempre muy peinado.
Margarita, 30
Mucho tiempo quise una muñeca patinadora y un día me la regalaron los Reyes Magos. Pero era imitación. Cuando quería que patinara le daba el empujoncito pero las llantas de los patines estaban muy duras, no giraban y la muñeca se caía de cabeza. Nunca patinó. Era una estatua.
Tania, 30 años
Una navidad, en la preparatoria, un novio me regaló un collar jipi que hizo con dientes maíz, muy culero. Luego una tía me regaló un suéter que ella misma tejió con sobras de estambre de todos los colores que tenía a la mano; una manga estaba más corta. Esa tía es una hija de la chingada, es de las que te regala ropa de otra medida para tener cambiarla, pero nunca te la devuelve.
Andrea, 25 años
En un intercambio navideño de la pizzería donde trabajaba me dieron una crema Hinds usada.
Karla, 22 años
Mi hermana menor es hija de otro papá y de niña se suponía que yo no sabía eso. Una navidad llegaron a casa sus tíos y primos que se supone también eran míos. A ella le dieron muchos regalos y muñecas Barbie como las que salían en la televisión. A mí me dieron una muñeca fea a la que se le zafó un brazo cuando la saque de su caja. Fue muy marcada la diferencia de regalos, ahí me cayó el veinte de que de no eran mi familia. Eso me hizo madurar en cuestión de minutos. Desde entonces odio las muñecas Barbie.
Miguel, 35 años
Unos putos calcetines, una pinche bufanda y un Lysol (desinfectante ambiental); todo en una cajita.
Nadia, 24 años
Un ex novio una navidad me dio un abrigo usado de pelaje negro que parecía contagiado con sarna. Meses después nos peleamos y me dijo que el abrigo lo encontró en el ropero de su mamá o su abuela, no recuerdo. El chiste es que tuve que regresárselo.
Fernando, 38 años
Hace un par de años unos tíos me dieron en navidad la película noventera, Día de la Independencia, con Will Smith.
Ramón, 30 años
Mi abuela, que en paz descanse, me regaló una camiseta de la banda gringa de country, Lynyrd Skynyrd. Me caga su música. Mi abuela me la obsequió nomás porque tenía estampada una calavera y pensó que eso me gustaría. Por no ser grosero me la puse. Una novia que tenía pensó que era fan del grupo y una semana después me regaló otras dos camisetas de la misma banda.
Eduardo, 34 años
El regalo más triste que he recibido en una navidad fue una toalla verde, sobre todo porque la toalla era parte de un juego de tres toallas y a mí solamente me dieron una.
Marcela, 33 años
En un día de Reyes Magos a la hora de entregar los juguetes, un tío le dio uno a mi hermano mayor y otro a mi hermana menor, pero cuando era mi turno me dijo moviendo sus manitas: "Se acabaron los regalos". ¡Me dio tanta tristeza mezclada con pena! Es el regalo más nefasto que he recibido, sweet nothing (falsa dulzura).