Buscar asilo en Alemania y encontrar el amor

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Este artículo fue publicado originalmente en VICE.

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Valentina llegó por sorpresa. Luise Auderesch, una joven actriz alemana y aspirante a titiritera conoció a Karam Skaf, un músico sirio que vivía en un campamento de refugiados. Dos meses después ella se quedó embarazada.

“Nos conocimos en esta cocina”, cuenta Luise mientras remueve una sartén con verduras en su apartamento de Leipzig, una ciudad enclavada a dos horas de Berlín, dirección sudeste. “Una amiga que venía a visitarme me dijo: ‘¿te importa si me paso con un sirio y su guitarra? Y yo le dije: claro que no’”.

Karam —quien justo había desembarcado en Leipzig aquel mismo día después de ser transferido de un campamento situado en el norte—, apareció con lo puesto: unos tejanos y su guitarra en bandolera. Enseguida se unió al grupo de músicos que tocaba en la cocina. Se pasaron tocando toda la noche.

Hoy han pasado 15 meses desde aquel encuentro. Luise y Karam han tenido a uno de los primeros bebés sirioalemanes en haber nacido desde que la canciller Angela Merkel decidiera acoger a más de 1 millón de refugiados el año pasado. Su retoño es una de los primeros exponentes de una nueva generación de bebés de doble nacionalidad.Valentina es una estridente niña de tres meses que parece estar absorbiendo ya la fusión étnica de la que procede. Sobre todo a nivel idiomático: su madre le habla en alemán y su padre en árabe. Sin embargo Luise y Karam insisten en que sus diferencias culturales son lo de menos y subrayan que Valentina es un bebé como cualquier otro.

“Resulta muy graciosa esta idea de que los humanos tienen que integrarse a otros humanos”, relata Karam, cuyos largos tirabuzones se derraman por su rostro como muelles. “¿Por qué tenemos que integrarnos? Yo creo que somos todos lo mismo: seres humanos”.

Karam Skaf se sentía como un outsider en Siria. Es hijo de ateos, así que fue educado de manera pagana.

“Si me pude adaptar a Siria, no creo que tenga mucho problema para adaptarme a Alemania. En Siria existe una fuerte ideología fraguada por los sucesivos gobiernos de sus dictadores”, explica Skaf con su imponente presencia. “Aquí la sociedad es más individualista, así que cada uno es libre de hacer lo que quiera”.

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Karam estudiaba dirección y administración de empresas en una universidad situada en las afueras de Damasco. Cuando la revolución estalló en 2011 organizó varias manifestaciones y trabajó como paramédico en un hospital de civiles. Cuenta que fue detenido en dos ocasiones —una por el régimen durante la revolución, y otra vez a punta de pistola por un grupo de islamistas ante quienes había confesado ser “secular” y no musulmán.

“Cuando dejé Siria el régimen me buscaba. Pero no me fui para salvarme. Me fui porque pienso distinto a la gente de allí”, cuenta Skaf. Y asegura que la guerra es un desperdicio. “Si todo el mundo hubiera tenido acceso a una educación entonces nadie estaría luchando”.

Así que huyó solo rumbo a Turquía en 2014. Allí consiguió trabajo como traductor y asistente de diseño de producción para una productora cinematográfica alemana. A principios de 2015 un amigo le convenció de que se dirigiera a Alemania. Karam fue enviado entonces a un centro para refugiados en el pueblo de Gorlitz. Sin embargo, fue expulsado del mismo tras violar una de las normas de lugar: no emborracharse. Le trasladaron a un campamento que estaba a tres horas de allí Estaba furioso.

Cuando un amigo alemán le llamó aquel día, Skaf le contó que estaba en Leipzig. Aquella misma noche conoció a Luise Audersch, que iba enfundada en un vestido floreado del que nunca se olvidará.

Luise también acababa de llegar a Leipzig. Estaba buscando algún trabajo de actriz después de haber dejado a una compañía teatral con la que estaba en Frankfurt. Le resultó una experiencia demasiado asfixiante. Y se largó.

Leipzig formó parte de la extinta Alemania Oriental. Fue brutalmente bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y su centro ha sido completamente reconstruido desde entonces. Si bien ha sido proverbialmente una de las ciudades más pobresde Alemania, hoy es un lugar provisto de una gran universidad y de alquileres muy baratos donde cada día llegan más jóvenes con inquietudes creativas como Karam y Luise. Ella y sus amigos encontraron un gran departamento en alquiler y lo convirtieron en un estudio de marionetas y de tejido que poblaron de plantas.

Conectaron a la primera. Entonces empezaron a tocar música juntos. Lo hicieron prácticamente a diario, por mucho que no consumaran su romance hasta dos meses después.

“Me llevó tiempo conocerla un poco mejor”, cuenta Karam. “Cuando yo hablo ella escucha y yo me creo muy inteligente. Hasta que ella abre la boca para decir algo y me deja a cuadros. Entonces tengo que subir el nivel. Es algo que adoro de ella”.

Luise, por su parte, se enamoró del “amor por la vida y su alocadas ganas de salir de fiesta, aunque también por su inteligencia”.

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Se quedó embarazada de manera casi inmediata. Y se lo contó a Karam. Estaban sentados a la orilla del lago Cospuden, en las afueras de Leipzig. A él lo embargó la felicidad. Ambos se sentían preparados para formar una familia.

“Yo siempre había querido tener hijos, pero al final trabajas mucho y te obsesionas tanto con tu carrera que al final te olvidas de que quieres un hijo”, cuenta la joven en paro. “Claro que ahora que soy freelance es el mejor momento para tener un hijo: ahora todo es posible”.

Karam estaba viviendo en una comuna vegana en un edificio abandonado. Así que al quedarse ella embarazada, decidió mudarse a su casa. Sucedió que el compañero de piso de Luise también había dejado embarazada a su novia. Y esta decidió trasladarse a la súbita residencia de los futuros progenitores. Así que entre los cuatro forman ahora una conmovedora familia disfuncional. Entre todoas han construido una extravagante habitación para sus bebés. Hay colchones en el suelo y móviles artesanales pegados a las descascarilladas paredes de color ocre. Skaf también ha convertido otra habitación en un taller instrumental. Allí construye y repara instrumentos.

Sus padres también han celebrado la llegada de Valentina. El día que nació su padre plantó un olivo junto a su residencia en Siria. El árbol la simboliza, tal y como prueba un cartel que cuelga de un tronco en el que se lee el nombre de Valentina y su fecha de nacimiento. Por su parte, la madre de Luise decidió mudarse a Leipzig, donde visita a su nieta con regularidad.

Skaf y Audersch asumen que la suya es una historia que va para largo y que no tienen ninguna intención de casarse. Él fue galardonado recientemente con la ciudadanía alemana, de manera que no necesita contraer matrimonio para quedarse en el país.

Karam y Luise son una del puñado de insólitas parejas sirioalemanas que se han formado desde el gran éxodo sirio al país que preside la canciller Angela Merkel. Según cuenta el primo de Karam, Nour Betar, vecino de Hamburgo, allí es muy común ver parejas mixtas.

Otros jóvenes alemanes y sirios refrendan sus palabras. Según ellos no es un fenómeno tan común, pero cada vez es más habitual. Tanto Skaf como Audersch conocían a sendas parejas mixtas. Lo cierto es que basta con preguntar a la gente para que todo el mundo te cuente a las que conoce. La respuesta popular apunta a que la mayoría de las parejas estarían radicadas en Berlín. Una está casada: el resto o están saliendo o viven juntas.

Todas ellas se abstuvieron de hablar para VICE. La mayoría aseguran que les incomoda difundir públicamente su intimidad, especialmente habida cuenta de que todavía “es un tema delicado” que un alemán esté saliendo con un refugiado. Así lo expresa un refugiado sirio que habla a condición de hacerlo anónimamente.

No existen datos sobre la naturaleza de estas relaciones, la mayoría de las cuales parecen seguir el patrón que reproducen Auderesch y Skaf: alemanes de ideología izquierdosa y sirios con estudios superiores. Lo que sí que se ha documentado es que la amplia mayoría de refugiados sirios que han recalado en Alemania son masculinos, en su mayoría jóvenes. Así lo atestigua un informe del servicio federal de Migración y Refugiados de Alemania.

Sin embargo, los refugiados masculinos se enfrentan con significativos obstáculos para llegar a entablar relaciones con mujeres alemanas. El primer obstáculo es el del idioma —la mayoría de los refugiados no habla inglés y muy pocos hablan alemán—, aunque el mayor de todos son los estereotipos sociales que tienen que superar. Después de que varios migrantes fueran acusados de un masivo asalto sexual registrado en Colonia en el fin de año de 2014, muchas mujeres alemanas se sintieron amenazadas y se protegieron con la distancia. Así lo cuentan varias mujeres que no quieren ser mencionadas en el artículo.

Las investigaciones muestran que otros grupos migrantes que han llegado recientemente a Alemania también están saliendo con hombres y mujeres alemanes. Los migrantes de primera generación —en su mayoría turcos, italianos, portugueses, griegos y españoles llegaron a Alemania como trabajadores implicados en la reconstrucción del país tras el final de la Segunda Guerra Mundial— se casaron con alemanes en cantidades muy poco significativas. Así lo relataba Olga Niemeyer en un artículo publicado en 2009 que empleaba información extraída del censo alemán. El artículo concluía, igualmente, que los descendientes de aquellas parejas sí tenían muchos más números para terminar casándose con ciudadanos y ciudadanas alemanes.

El aumento se registró mayormente con los hombres: así serían el 17,2 por ciento de los migrantes masculinos de primera generación quienes se casarían con mujeres germanas. El mismo censo, concluye que el índice alcanzaría el 29,6 por ciento de uniones entre los migrantes masculinos de segunda generación —que en realidad no eran migrantes, sino nacidos en Alemania— y alemanas. Según Niemeyer los migrantes con estudios superiores tenían más probabilidades de terminar casándose con alemanas.

Y por lo que respecta a la actual oleada de sirios, se estima que más de una cuarta parte de ellos han llegado a Alemania con estudios superiores, lo cual debería de incrementar sus posibilidades de terminar formando parejas con alemanas o alemanes. Sin embargo, habría que concluir que la mayoría de refugiados y sus huéspedes no conocerán ningún tipo de relación sentimental debido a las diferencias idiomáticas y a los prejuicios culturales que existen contra ellos. El bajo índice de mujeres sirias tampoco ayuda a la estadística.

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La educación ha ayudado a recortar el hueco entre Karam y Luise: ambos hablan inglés fluidamente. Además, Skaf ha empezado a asistir a las clases gratuitas de alemán para refugiados que ofrece el gobierno del país.

Y lo cierto es que Karam no ha parado de progresar desde su llegada. Ya se ha montado una banda de música balcánica y ha colaborado con otros músicos. En el momento de la entrevista con VICE, interpreta algunas canciones con su guitarra. Él y otra chica siria cantan, mientras les acompañan tres músicos alemanes: un clarinetista, un batería y otro que toca el xilófono.

Karam cuenta que se siente completamente bienvenido en esta ciudad, por mucho que haya ido a caer en el corazón de la región más conservadora de Alemania. El pasado mes de diciembre presenció la histeria antimigrante durante una marcha neonazi. Claro que también observó como la misma era rebatida por una antiprotesta paralela.

Y aún así sigue dudando en llamar a este lugar —o cualquier otro lugar— como su hogar. “¿Qué significa hogar?”, se pregunta. “¿Es dónde has nacido? ¿dónde te sientes libre? ¿O es dónde te sientes seguro?”.

En la habitación vagamente iluminada en la que descansa Valentina. Sus padres la sostienen entre ambos. Sus mejillas se rozan. ¿Será esto la estampa del hogar?

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