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Lo que sucedió hace poco más de un año en el Thomas & Mack Center de Las Vegas sorprendió a todo el mundo. Una superestrella de la NBA en la cúspide de su carrera, que además jugaba un partido amistoso con la selección de su país como preparación para el Mundobasket, intentó un tapón por detrás. Sin embargo, no consigue llegar al balón y comete falta. El estadio muestra una cierta decepción: después de todo, no han ido a un partido de exhibición para ver tiros libres.
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Los espectadores cercanos a la canasta, sin embargo, parecen preocupados. Acaban de ver que al jugador en cuestión se le doblaba la pierna por un lugar en el que no hay articulación alguna y le han oído gritar de dolor. Es la última jugada de la noche: el seleccionador, el estadounidense Mike Krzyzewski, anuncia el final del partido. Paul George acaba de lesionarse… y de mucha gravedad.
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El accidente, que habría sido igual de horroroso sin importar el jugador que lo hubiese sufrido, fue aún más raro precisamente porque la víctima fue Paul George, que hasta ese momento había disfrutado de una carrera profesional llena de bendiciones. Alto y talentoso, George había avanzado sin pausa pero sin prisa. Jugó bien en las categorías universitarias y dio el salto a la NBA marcando bien los tiempos; sus logros eran recibidos con alboroto, sus fracasos con paciencia.
Tras su paso por la universidad de Fresno State, Indiana seleccionó a George en el décimo puesto en el draft de 2010. Allí pasó de ser sustituto de Danny Granger y acompañante de David West a convertirse en candidato al MVP en apenas dos años. George, además, lo logró de una forma que lo hizo parecer invulnerable. Su estilo era un tanto lánguido; se movía por la pista con una soltura similar a la que tienen las chicas y los chicos guapos cuando pasean por los pasillos de sus institutos.
Aquella noche en Las Vegas, sin embargo, su pierna quedó arruinada. Indiana pasó una temporada mala: primero le perdieron a él por lesión, y acto seguido a dos de sus pilares como el mencionado West y Roy Hibbert. Fueron tiempos duros… pero después de una época en la que todo queda destruido siempre viene un periodo interesante: el de construcción.
Hoy, George está de regreso. Los Pacers ya no son aspirantes al título, es verdad, ni el propio Paul es la imagen de una promesa inmaculada. Sin embargo, la situación es mucho más fascinante que antes: un jugador sin la presión de tener que llevar a su equipo al título a la primera y sin su coraza de invulnerabilidad deberá reconstruir por su voluntad lo que la franquicia ha destruido… y para ello deberá jugar el mejor baloncesto de su carrera.
Ver a un jugador que ha sufrido una grave lesión recientemente no suele ser un gran espectáculo. Inevitablemente, su confianza en su cuerpo habrá decaído; estará más pendiente de caer bien, de no chocar con nada, de no hacerse más daño. El espectador termina concentrándose más en las posibles muestras de dolor, en el miedo tanto del jugador como de sus entrenadores, que en el juego en sí.
Al principio, es natural caer en esto cuando ves jugar a George, pero también es natural dejar de hacerlo poco después. Hay dos razones principales: la primera es que la pierna parece estar bien; la segunda es que ello parece irrelevante en su juego. George no corre, taponea y salta tanto como pausa y desliza. Así era su baloncesto antes de la lesión y así sigue siéndolo.
George es un jugador pausado, un maestro de los ángulos y el ritmo, una dosis de anestesia con los brazos largos. Paul es uno de esos atletas que parecen no sudar, una suerte de Riquelme del baloncesto. Su estilo posee un ‘look‘ mesurado, casi amable: “Bueno, si me estáis ofreciendo este balón en un rebote, supongo que sería grosero negarme”, parece decir.
La defensa de George es excelente per no combativa; es un depredador silencioso, una sombra que sin previo aviso te desvía el balón. Aunque dice ser de California, hay algo de Indiana en su juego. Sus gestos son ortodoxos, pero a la vez extraños: Paul mete puntos tirando de una forma que parece más propia de un entrenamiento que de un partido.
Esta temporada hemos visto lo mejor de este curioso ritmo elegante. En los 11 primeros partidos de la campaña, George ha promediado sus marcas más altas en puntos, asistencias y rebotes y ha logrado fortalecer a un equipo con muy pocos recursos. Además de unas cuantas contribuciones de Monta Ellis, la adquisición más ostentosa, los Pacers se encuentran con una marca de 6-5 y su participación en los play-offs no parece en absoluto una certeza. Mucho dependerá del equilibrio de poderes en la Conferencia Este… pero también de Paul George.
El potencial de Indiana, no nos engañemos, es relativo; podemos afirmar con bastante certeza que esta temporada no culminará con un enfrentamiento entre los Pacers y LeBron James en las Finales de Conferencia, un acontecimiento que llegó a ser tradicional hace unos años. Los Pacers se han enfrentado a los Cavaliers una vez este año, a principios de noviembre, y la recién descubierta libertad de George fue evidente. Indiana puso a Paul a defender a James, pero el equipo tuvo claro que deberían realizar un esfuerzo conjunto atrás; en ataque, en cambio, principalmente dejaron que Paul hiciera lo que pudiera.
Esa noche, James anotó 29 puntos, cogió 6 rebotes y 14 asistencias. George, que defendió a James casi todo el partido, anotó 32 puntos y cogió 11 rebotes. Los Pacers perdieron, pero el enfrentamiento fue emocionante. Se trató, en suma, de un choque individual que el estilo colectivo de Indiana no llegó a opacar del todo.
La emoción es un premio de consolación diminuto para los fans de los Pacers, por otra parte, dado que estos se habían acostumbrado a una dosis anual de éxitos. George, sin embargo, podría ayudar a superar la depresión: no solo parece estar de vuelta a su forma anterior, sino también en franco ascenso. Es una pieza rara en la NBA: un jugador capaz de que prestemos atención a un equipo teóricamente mediocre.
Justo después de un año en el que parecía que su carrera estaba casi perdida, Paul George ha vuelto. Y aun con su baloncesto amable y cortés, está listo para destrozar a cualquier defensa rival que se cruce en su camino.
Sigue al autor en Twitter: @robertfoconnell