Se desconoce el origen exacto de la expresión, pero la primera vez que la registró Knowyourmeme fue en 2015, cuando un usuario de 4chan le respondió a otro “LOL, ok boomer”. Años más tarde se hizo viral y ahora se ha extendido, abarcando desde una línea de camisetas a miles de vídeos en TikTok, pasando incluso por el parlamento de Nueva Zelanda.
Pero en el “ok boomer” subyacen, como en la mayoría de los memes, cuestiones que trascienden lo memético y se ironizan a través de ellos, en este caso como arma arrojadiza: la acusación por parte de algunos millennials y zoomers a la denominada Generación Langosta de ser incapaz de hacerse responsable del mundo que cimentó, la creencia adanista de que lo nuevo es siempre y casi necesariamente mejor, la exaltación de la juventud que da como resultado el juvenilismo… y las tensiones intergeneracionales.
Videos by VICE
Sobre el “ok boomer” flota el hecho de que los nacidos antes de los 80 vean a Bad Gyal en TVE y pongan mala cara porque si no hay guitarras no es música y que te digan que te vas a quedar tonto de tanto móvil mientras no paran de compartir en Facebook imágenes con marca de agua o fotos de los cumpleaños familiares pixeladas, pero subyace también algo mucho más profundo: lo que se ha convenido en llamar la quiebra del pacto generacional, esa asunción por la cual los hijos deberían igualar o superar las condiciones de vida de sus padres que parece que cada vez hace más aguas.
“El conflicto o la tensión intergeneracional es algo sustancial a nuestra vida en sociedad. Desde el principio de la historia, los jóvenes consideran que sus mayores no les dejan desarrollarse en su propia concepción del mundo y cultura y por tanto surge un reproche, los mayores consideran que los jóvenes no tienen disciplina o capacidad de esfuerzo, pero sí una tendencia a quejarse de vicio. Esto se encuentra en los antiguos escritos griegos, en los conflictos de la Revolución Francesa o en mayo del 68 y lo encontramos ahora, claro. Desde la perspectiva de la narrativa retórica es algo que siempre ha existido”, explica Pablo Simón, politólogo y editor de Politikon.
“Desde el principio de la historia, los jóvenes consideran que sus mayores no les dejan desarrollarse en su propia concepción del mundo”
En ese mismo sentido, Mariano Sánchez, Director de la Cátedra de Estudios Intergeneracionales de la Universidad de Granada, apunta que los conflictos son básicos en la vida humana. “Sin ellos no habría vida y se dan en todas las parcelas de la realidad. Generacionalmente son también necesarios para separarse del otro. Si lo generado no es capaz de distanciarse del generador le cuesta trabajo saber decir quién es. Ocurre también incluso en las relaciones maestro/discípulo, padre e hijo, en la relación entre jefes y empleados. Hay que tomar distancia. Forma parte de nuestro desarrollo psicológico y social tanto a nivel individual como a nivel colectivo”, apunta.
Pero, ¿hasta dónde puede llegar ese “matar al padre” generacional? ¿Puede el conflicto intergeneracional llegar a mayores, puede el “ok boomer” y pueden los hilos de Forocoches sobre la Generación Tapón trascender lo virtual y conflictivizarse fuera de internet? ¿Es la edad, la generación, un rasgo identitario politizable que pueda emerger con la fuerza con que lo han hecho otros como la raza o el género?
“Cualquier conflicto formulado de la forma adecuada puede llegar a problematizarse, claro”, comenta al respecto Mariano Sánchez. “A las entidades o personas interesadas en sacar un rédito del conflicto intergeneracional, normalmente comercial o financiero, a las que les es útil para vender sus productos, desde autores de libros hasta marcas de ropa pasando por entidades financieras, les interesa, además, echar leña al fuego, alimentar el conflicto y ver solo el lado negativo”, explica.
LA DIFICULTAD DE DEFINIRNOS COMO GENERACIÓN
La primera pregunta a la que dar respuesta para tratar de averiguar el calado que puede llegar a tener el conflicto intergeneracional es qué es exactamente una generación. De qué hablamos cuando hablamos de boomers, millennials, zoomers y de esa masa gris denominada Generación X. En noviembre de 2018, el filósofo Ernesto Castro pronunció una conferencia en la Universitat de les Illes Balears titulada Por qué las generaciones no existen, que puede verse en su canal de YouTube. En ella sostiene que la cultura millennial no existe porque no existen los millennials y se dedica a analizar pormenorizadamente qué es exactamente una generación y, sobre todo, qué no lo es.
Porque, como apunta el Director de la Cátedra de Estudios Intergeneracionales de a Universidad de Granada, el uso de la generación como elemento de reconocimiento y posición social es relativamente reciente.
“Ser joven es una dimensión de desigualdad, pero no es la única”
“Todas etiquetas que se utilizan ahora y que se venden como generacionales —boomers, X, Y, Z— aluden a lo que en demografía se llama cohortes, grupos de personas que han nacido en un período determinado de tiempo. Estamos reduciendo a las generaciones a su relación con la fecha de nacimiento de los que pertenecen a ellas y esa es una manera de concebirlas, pero no la única: también pueden pensarse, en lugar de en relación con los años de nacimiento, con las vivencias históricas conjuntas. A aquellos que vivieron la crisis del 29 en Estados Unidos se les agrupó en la llamada Generación de la Depresión no porque nacieran en tal o cual año, sino porque les pilló esa crisis. La manera que tenemos de categorizar ahora a las generaciones únicamente por fechas de nacimiento se debe a que la longevidad se ha disparado tanto en los últimos años que hemos ganado tanta conciencia de tiempo que de pronto la edad y el propio tiempo han emergido como realidades más visibles”, cuenta.
Pablo Simón añade que, en ese sentido, es importante hablar no tanto de conflicto entre generaciones como de un nuevo pacto intergeneracional. “Es decir”, explica, “de pensar cómo podemos reformar nuestras instituciones para que todas las generaciones puedan sentirse cómodas dentro del sistema. Para ello hay que pensar que ser joven es una dimensión de desigualdad, pero no es la única. Es decir, un joven que es pobre tiene doble dificultad que un pobre que es mayor. Un joven que es pobre y es mujer tiene tres piedras en la mochila, y si encima es joven, pobre, mujer e inmigrante lleva ya cuatro piedras. Por lo tanto hay que pensar también en términos de interseccionalidad, es decir, no pensar que el conflicto o la desigualdad entre jóvenes y mayores o jóvenes y adultos es la única que vertebra todas las desigualdades en España sino en pensar que hay múltiples para poner el foco, precisamente, en intentar paliar aquellos lugares en los que existen mayores problemas”.
¿ES POSIBLE UN MOVIMIENTO SOCIAL BASADO EN LA GENERACIÓN COMO RASGO IDENTITARIO?
A pesar de que las tensiones y conflictos intergeneracionales se hayan dado a lo largo de toda la historia, “esto no supone que no existan ciertas corrientes de fondo que apuntan, y esto es verdad, a una serie de decisiones políticas que hicieron aquellos que formaron o conformaron el sistema en su momento, para tenerlo a favor. No necesariamente de manera explícita, pero sí que lo sesgaron para su beneficio”, explica el politólogo.
Y añade que “esto es algo que vemos en todos los procesos que podríamos llamar de redistribución de la renta o de construcción de nuestro Estado del Bienestar. Cuando se construyen existe una suerte de pacto intergeneracional implícito que consiste en aceptar que estás trabajando hoy para cotizar a la Seguridad Social, te formas contribuyendo al sistema, mejoras la posición social relativa de tus padres y esto te garantiza que el día de mañana puedas aspirar a unos estándares de vida parecidos a los de las personas que son maduras en el presente. Ese pacto queda totalmente patente en una una política pública: las pensiones. Un joven trabaja hoy y una parte del dinero que tiene va para pagar las prestaciones sociales de los ancianos, como ellos ya hicieron en el pasado y con la expectativa de que los hijos harán lo mismo cuando sean adultos”.
“Los mayores incrementos en términos de tasa de pobreza se han dado entre los menores de 29”
Pero la sociedad ha cambiado, tanto en lo cultural como en lo material, si es que son dos realidades separadas y separables. Cada vez tenemos menos hijos y cada vez somos jóvenes durante más tiempo. Nuestros pueblos están cada vez más envejecidos y caminan poco a poco hacia el suicidio, lo que ha hecho que, en muchos países, la tasa de reemplazo se vea en peligro. El FMI pedía esta misma semana a España introducir cambios en sus sistema de pensiones para que sus costes no recayeran enteramente en los jóvenes por considerar la situación insostenible.
“La sociedad ha cambiado, no solo en términos demográficos sino tecnológicos, con la cuarta revolución industrial, con la inclusión de la mujer en el mundo del trabajo y con la existencia, cada vez más, de estructuras familiares diversas. Esto se traduce, o debería traducirse, en que el funcionamiento de nuestro sistema también se debería adaptar”, comenta el politólogo y editor de Politikon que, sin embargo, no es demasiado optimista al respecto.
“La transformación de estas políticas lo que requiere es de un cierto reequilibrio intergeneracional, y este reequilibrio pasa por detectar quiénes son los eslabones más vulnerables de nuestro tiempo. Más allá de que se plantee mucho el hecho de que a lo mejor hay gente interesada en incentivar las retóricas de los conflictos generacionales, hay datos que son bastante elocuentes. El más elocuente es que los mayores incrementos en términos de tasa de pobreza se han dado entre los menores de 29. Los menores de 29 tienen 6 puntos más de pobreza que la media y los mayores de 65, por el contrario, tienen en torno a 8/10 puntos menos. A raíz de la crisis, y tal como está construido nuestro Estado de Bienestar, los que más lo han sufrido en términos de pobreza han sido los niños y los jóvenes. No porque los mayores no la hayan sufrido, sino porque lo que estamos viendo es que la pobreza en España se ha rejuvenecido”, expone.
Pero, ¿por qué esto no ocurre? “Principalmente por el peso demográfico de las opciones políticas y la orientación política de las distintas generaciones en España. Los menores de 35 son la mitad en el censo que los mayores de 55, que son gente que está jubilada o muy cerca de la jubilación, así que tiene una serie de preocupaciones que están muy ligadas con el desarrollo de las pensiones o el empleo en la fase final de su vida. Del otro lado, los jóvenes, sin embargo, son la mitad que los mayores de 55 y son un electorado particularmente abstencionista. Tienden a votar menos, tienden a votar en algunas elecciones sí y en otras no, y su peso demográfico total es menor. Y me inclino a pensar que, aunque los políticos pueden tener buena voluntad, en general, lo que les gusta es ganar elecciones. Y un político que quiere ganar elecciones sabe que es más seguro atender a los pensionistas que a los jóvenes, así que sus necesidades tienden a tener poca prioridad. Esto conecta también con el tipo de partidos a los que votan. Los partidos nuevos tienden a tener más apoyo entre los jóvenes que los clásicos y viceversa”, explica Pablo Simón.
EL 15M FUE UN “OK BOOMER”
Según Pablo Simón, haciendo un cálculo aproximado, en España hay en torno a 1 200 000 menores de 29 años particularmente vulnerables. Y son particularmente vulnerables “porque no tienen los estudios acabados, porque están en entornos de pobreza y desigualdad y porque son gente que va a tener muchas dificultades para encontrar empleo. Y cada día que pasa y no hacemos políticas para esta gente es más probable que se conviertan en adultos pobres y se vayan a convertir en mayores pobres. Tenemos que actuar lo antes posible para intentar paliar estas políticas e intentar reformar también cómo funciona nuestro estado del bienestar para que sea más redistributivo por la base”.
El 15M fue leído en su momento como un “ok boomer”, un movimiento social en clave generacional nacional en el que los jóvenes llenaron calles y plazas para decirle a sus mayores que estaban hartos de bipartidismo, de corrupción, de que la democracia se redujera a meter una papeleta en un sobre cada cuatro años y de que anduviera secuestrada por bancos, mercados y empresas. Ahora bien, ¿fue representativo? ¿ Cómo de posible es extrapolar sus reclamaciones a toda una generación?
“Cada día que pasa y no hacemos políticas para esta gente es más probable que se conviertan en adultos pobres y se vayan a convertir en mayores pobres”
“Las entradas de los debates que afectan a los jóvenes en el sistema de comunicación o incluso en la participación de los movimientos sociales o los partidos nace con un sesgo de clase. Ahí es donde hay cierta responsabilidad de los que construyen esos debates de tratar de dar voz a los que no la tienen, que son muchos porque no tienen las tribunas para poder hacerlo, porque no tienen la educación, porque a lo mejor no cogen y te llaman una mañana a la radio para quejarte de su caso, porque están en un contexto muy diferente, incluso en ocasiones son hasta estigmatizados como ocurre con los NiNi, que ni estudian ni trabajan, y el problema es que no pueden permitírselo, un tercer ‘ni’ que suele omitirse en esta ecuación”, concluye Pablo Simón.
Así que sí: puede que el 15M, la última protesta social en clave generacional y nacional que no se reducía a una única parcela de la realidad fuera un “ok boomer”. Pero también puede que, como la expresión, quedara más en una cuestión estética, retórica e identitaria que otra cosa. Puede, incluso, que no pudiera ser de otra manera.
Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.