Envejecer ya no es lo que era. Gracias a los avances médicos, a la cirugía plástica y a un tinte de cabello adecuado, los 50 son los nuevos 30, los 70 son los nuevos 50, y la verdad es que, en cualquier caso, a los 50 no estás tan viejo. Aun así, envejecer no es fácil. Muchas personas tienen prejuicios sobre los efectos del envejecimiento sobre el cerebro y el cuerpo, y el mundo puede ser cruel. Hablamos con algunas personas de la tercera edad sobre cómo les gustaría que las trataran ahora que están en sus años de oro. Una cosa en la que todos estuvieron de acuerdo fue que, a pesar de que ya sean mayores, ninguno se considera anciano. Ten eso en mente cuando convivas con ellos, porque más pronto que tarde estarás en su lugar.
Llámame por mi nombre
Hace algunos inviernos estaba caminando por Manhattan después de una tormenta de nieve y, en un paso de peatones, me enfrenté a uno de los legendarios bancos de nieve de la ciudad. Dudé durante unos segundos, pensando cuál sería la estrategia óptima para superar esa barrera. Detrás de mí había dos muchachos adolescentes, y uno de ellos me gritó, “¡Muévete, abuelo!” y soltó una risita burlona tan propia de los adolescentes. También me reí, pensando que no podían estar refiriéndose a mí. Pero por supuesto que sí.
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En ese momento algo cambió dentro de mí, me di cuenta de que ya me podían considerar “viejo”. Y no solamente viejo, sino abuelo. Por desgracia, esta es la cultura que hemos creado. La televisión y el cine, con algunas excepciones, retratan a las personas mayores como tontos; piensa en el cliché de la abuelita frente a un ordenador, incapaz de mandar o abrir un mail sin la ayuda de su nieto. Me da miedo pensar en el día que la gente que se dedica a “ayudar” me empiece a llamar nombres en diminutivo, que suenan condescendientes y humillantes. Llámame por mi nombre.
— Martin, 69
Jóvenes para siempre
No conozco a ninguna persona de la tercera edad que se identifique como vieja. Tenlo en cuenta cuando estés cerca de alguna persona mayor. En mi cabeza, tengo aproximadamente 45 años. Todavía tengo mi encanto. Sigo saliendo a pasear y me río de la vida. Hace poco me llevé una gran sorpresa cuando viajé a Nueva York para ver musicales de Broadway. El clima era horrible. Cuando me subí al autobús estaba empapada, y quizá me faltaba un poco el aire. Respiraba agitadamente y jadeando. De repente, un chico joven y guapo se levantó de su asiento y me lo ofreció. Al principio, estaba segura de que estaba siendo caballeroso porque parecía una damisela en apuros. Pero una vez me senté, me di cuenta de que le había cedido su lugar a una señora mayor. ¡Y esa señora mayor era yo! Cuando recuperé el aliento, agradecí al chico su gesto con una gran sonrisa sincera. ¡Me sentí respetada! Ojalá los jóvenes sigan siendo amables con nosotros, los mayores. Se lo agradezco de antemano.
— Rose, 67
Viejo pero no cansado
No juzgues un libro por su tapa. La mayoría de los chicos que hacen el tipo de trabajo de producción de televisión que yo solía hacer antes de retirarme son muy jóvenes. Una vez, mi esposa me dejó en el aeropuerto para ir a un rodaje en México. Yo estaba con mi ayudante de sonido; estudiamos juntos en la secundaria, pero él parece más viejo que yo. La productora nos estaba esperando, y yo no la conocía. Así que salimos del coche, nos miró, y se quedó con la boca abierta como diciendo, “¿Quiénes son estos ancianos?”. Estaba muy sorprendida. Tenía la sensación de que no se esperaba que gente tan vieja como nosotros fuera a trabajar con ella. Supongo que en su mente dudaba si trabajar con nosotros. Estuvimos rodando para un programa famoso, trabajando 14 horas al día, que pasábamos corriendo y grabando, siempre a contrarreloj. Pero estamos acostumbrados a eso, no es nada para nosotros. Después de conocernos, cambió de opinión.
Somos muchos los que hemos estado en diferentes negocios durante mucho tiempo. No somos como los jugadores de béisbol, que solo pueden trabajar hasta los 35 años. Los deportistas tienen que retirarse pronto, pero todos los demás seguimos bien a los 60 años.
— Charles, 69
Cuida tus palabras
Cuando mi madre cumplió 50 años, pensé, “¡Mierda, ya tiene un pie en la tumba!”. Pero ya no pienso igual. No me siento vieja. Mientras creces y ves a tus pequeños graduarse del instituto, lo único que piensas es, simplemente estoy en una etapa diferente de mi vida, y luego se casan. Es una aventura completamente nueva. No piensas que estás vieja.
Sin embargo, luego están esos pequeños detalles que te hacen sentir vieja, cosas irritantes que la gente dice y que esperas que otros eviten. Lo notas cuando alguien te llama “señora”. En el momento en que alguien te llama “señora”, estás jodida. Te desanima. Esas cositas son las que te hacen pensar que estás vieja. Sucede lentamente, pero sucede.
— Cynthia, 72
Sé bueno y breve
¡Ayudadnos cuando nos caigamos! Estaba haciendo recados y tenía que comprar un pavo. Como ya sabéis, los supermercados tienen congeladores en los pasillos. Miré en ellos, y vi que había un pavo en el fondo. Como todavía me siento joven, dije, “Sé que lo puedo coger”. Me incliné para sacarlo y lo siguiente que pasó fue que me caí dentro del congelador. Me pregunté, ¿Cómo salgo de esta sin que nadie me vea? Y al lado había un tipo tirado en el suelo llorando de la risa, casi se meaba encima. Le dije, “¿Me puedes ayudar? Es que no puedo salir”. No me llegaban las piernas. Se acercó rápido, todavía riendo, y me ayudó.
— Evelyn, 73
Haznos descuento, pero no des por supuesto que lo necesitamos
Apreciamos que no den por supuesto que somos de la tercera edad. Aun así, me encanta que me hagan descuentos, en los hoteles o para entrar en un museo, por ejemplo. Hace muchos años, cuando tenía 50, empecé a ir a una tienda de segunda mano y había descuento para la gente de 55 en adelante todos los miércoles. ¡Qué ganas tenía de que me dieran ese descuento! Al fin llegó el día en que era apta para obtener el descuento de la “tercera edad”. Fui a la caja y pagué mis cosas, pero no me hicieron el descuento. Les dije, “¿No es hoy el día de descuento para los de la tercera edad?”. Y la joven me dijo, “¡Usted no tiene 55 años!”. Me puse muy contenta. Lo triste es que hace menos de un año cambiaron la edad a 50 en adelante y entonces ya nadie ha vuelto a cometer el mismo error.
— Mimi, 66
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