En la mañana del pasado viernes santo, en un recorrido aparentemente interminable, el fotógrafo Sebastián Comba se sumergió en el mundo de los fieles del barrio Potosí, en Ciudad Bolívar. Allí, él retrató la religión, las masas y la fe. A eso de las ocho de la mañana dio inicio la ceremonia, con 20 personas, una cruz gigante en sus espaldas y una procesión dispuesta a llegar a lo más alto de la montaña. Allí, cerca a la cima, se encuentra el palo del ahorcado, que ahora se denomina como el árbol de la vida y que ha sido célebre por los mitos y leyendas que se le han investido. Fue ahí donde los feligreses descargaron la cruz con la que venían caminando desde hacía varias horas, y fue ahí donde la procesión inició su recorrido cuesta abajo, tras haber tocado el tronco místico. Así, en plena Ciudad Bolivar, en un barrio reconocido por sus altos índices de criminalidad, se encuentra uno de los mayores símbolos religiosos y un grupo de gente dispuesta a honrarlos.
Hasta dónde llega el peso de la Cruz.
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