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el desamparo de las partes íntimas

El último enemigo de la NBA tiene un nombre: las patadas en los huevos

Draymond Green y Steven Adams han sido los protagonistas del último episodio de violencia testicular en la NBA, una situación muy habitual que la liga no ha sabido sancionar.
Foto de Kevin Jairaj, USA TODAY Sports

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"Sentí que estaba siendo violado por otro hombre", dijo Chris Kaman, que entonces jugaba en Los Angeles Clippers, tras un partido frente a los Denver Nuggets en 2006. El pobre Chris se refería así al ataque que había recibido de Reggie Evans, que esencialmente se le había acercado por detrás y había tirado con fuerza de sus testículos.

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"Básicamente me cogió los huevos e intentó arrancármelos", añadió Kaman.

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Por mucho que pueda parecer escandaloso, el tema de tocar las partes nobles del contrario de todas las maneras posibles es bastante común en la NBA. El agarre 'a lo Míchel' de Evans a Kaman no fue demasiado doloroso y terminó con una multa 10 000 dólares, pero el movimiento más habitual es bastante más dañino: la patada en los huevos de toda la vida.

El último en perpetrar este arte en la liga norteamericana de baloncesto ha sido el jugador de los Golden State Warriors Draymond Green, que tanto en el segundo como en el tercer encuentro de las finales de la conferencia Oeste dio una clase magistral sobre cómo golpear al rival en los cataplines… y escapar sin mayores consecuencias.

¿Puede alguien dar dos patadas al rival en las pelotas sin hacerlo a propósito? La respuesta es no, y para eso están las imágenes: para confirmarlo.

Las excusas de Green y su estatus como elemento clave de los vigentes campeones le han salvado de una buena represalia: sí, es cierto que se ha dejado 25 000 dólares —y que está a una falta flagrante de recibir una suspensión automática—, pero eso es una minucia para un tipo que cobra más de 14 millones anuales.

"Estoy seguro de que [Steven Adams] quiere tener hijos algún día. No estoy intentando terminar con eso en una pista de baloncesto, no tiene sentido", justificó el ala-pívot de los Warriors. ¿Estás seguro, Draymond?

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Parece que a la NBA se creyó —o más bien quiso creerse— los argumentos de Green, aunque lo inexplicable aquí es el doble rasero que aplicó ante el caso de un peso pesado como Green teniendo un precedente muy, muy fresco.

Al jugador de los Cleveland Cavaliers Dahntay Jones le cayó una suspensión de un partido por una jugada similar ante Bismack Biyombo… y de eso hace muy poco: el golpe en los cascabeles de Jones tuvo lugar en el tercer partido de la serie entre los Cavs y los Toronto Raptors, disputado la madrugada anterior al cuarto encuentro de la serie entre Thunder y Warriors.

Si se miran ambas jugadas, ¿hay alguna diferencia más allá de la extremidad elegida para perpetrar el golpe? Sí: que uno de los jugadores es el 15º hombre de la rotación de los Raptors, mientras que el otro es la tercera pata —y el jugador con más impacto emocional— de los actuales campeones.

Sea como fuere, el hachazo en las partes delicadas no es precisamente una rareza en la NBA: de hecho, es una de las jugadas sucias más recurrentes entre los jugadores de la liga. Como nos lo han puesto fácil, vamos a poner algo de contexto al asunto para entender si la decisión de la NBA es justa… o al menos si se ajusta a los precedentes del pasado.

En la temporada 2014-15, la cosecha de patadas en los cataplines fue una de las mejores de toda la historia. A pesar de ello, a la liga no pareció importarle: sus responsables no parecieron capaces de definir un criterio concreto para proteger las partes nobles de los jugadores.

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De los protagonistas que han aparecido en el vídeo anterior, solo James Harden, Shaun Livingston, J.R. Smith y Marcus Smart —que además fue el único expulsado durante el mismo partido— acabaron suspendidos por un encuentro: es decir, solo el 50% de los casos terminaron con un castigo real.

El fichero que ocuparían los casos de golpes en partes íntimas llenaría un edificio de quince plantas. Uno de los nuestros, el ala-pívot de los Oklahoma City Thunder Serge Ibaka, se las tuvo en dos ocasiones con Blake Griffin, de Los Angeles Clippers.

El primer episodio de esta (sucia) guerra tuvo lugar en un partido de temporada regular en 2013; la segunda se produjo durante los play-offs de 2014. La distinción es necesaria, ya que en la primera ocasión a Ibaka le revisaron la sanción —falta flagrante de tipo 2; 25 000 dólares de multa, como a Green—, pero en la segunda la liga hizo la vista gorda y no penalizó la acción.

Hasta ahora nos hemos tomado el asunto a la ligera, pero las patadas en los testículos no son cuestión de broma: un golpe bien dado puede mandarte de cabeza al hospital. El pasado 4 de febrero, el argentino Manu Ginóbili fue operado de urgencia en sus partes intimas tras recibir un rodillazo involuntario de Ryan Anderson.

El escolta de los San Antonio Spurs estuvo a punto de dejarse los huevos —literalmente— en la cancha y tardó un mes en volver a jugar. "No voy a hacer broma con eso", explicó medio enfadado a la prensa Tony Parker tras contemplar el sufrimiento de su colega.

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Tras recuperarse, el argentino declaró sentirse "un hombre muy afortunado". La solución podría ser vestir una coquilla —un protector testicular—, aunque los casos extremos como el de Ginóbili son pocos. Viendo los riesgos asociados con este tipo de lesiones y su frecuencia, quizás la liga debería tomar cartas en el asunto… especialmente cuando muchos de los golpes bajos son a propósito.

Estos incidentes, además, no son precisamente una novedad del siglo XXI. Uno de los ejemplos más célebres es el de Dennis Rodman, que una día decidió cargarse la descendencia de un cámara de televisión por haberle hecho tropezar.

La liga sí fue expeditiva por aquel entonces, y a Rodman le cayó una multa de 25 000 dólares y una suspensión de 11 partidos. En aquel momento fue la segunda más larga de la historia de la NBA y privó a Dennis de más de un millón de dólares de su contrato. El pobre cámara recibió 200 000 dólares de compensación del propio jugador.

Hay, sin embargo, otro giro en esta historia de amor-odio entre la NBA y las partes nobles de sus jugadores. Según el exjugador Shane Battier, lo de dar 'toquecitos' en los huevos —en este caso, estrictamente entre compañeros— era "un señal de respeto" y "algo muy divertido". Elton Brand fue el rey del nut tap, como le llaman los estadounidenses, durante su etapa universitaria en Duke.

Visto lo visto, la NBA jamás ha aplicado una justicia equitativa, por lo que es complicado definir qué sanción es la adecuada. Es una cuestión sensible… así que veremos si en el futuro se instauran unos criterios claros para proteger la descendencia de los jugadores: ¿es que nadie piensa en los niños?

El autor ha recibido algún que otro balonazo en la entrepierna, pero en Twitter encaja los golpes con menos dolor: @GuilleAlvarez41