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el bota de oro africano

Pierre Nkurunziza, el dictador pichichi

El presidente de Burundi consiguió marcar 39 goles en una temporada, pero su mayor paliza ha sido en contra de la democracia y los derechos humanos.
Foto de Goran Tomasevic, Reuters

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Las Repúblicas bananeras están allí para recordarnos a los seres humanos que somos, generalmente, bastante estúpidos. Una corriente sorprendente y extendida es la de convertir a nuestros ídolos deportivos en candidatos políticos, una tendencia que en nuestro país se traduce en cracks embutidos en las listas electorales del PP —vaya, qué coincidencia, ¿no?—. Si cambiamos de continente y nos vamos a África, nuestra realidad parece un chiste sin más importancia.

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En la República de Burundi, un país del África oriental, el presidente del gobierno es mitad estrella de fútbol y mitad dictador revolucionario. Pierre Nkurunziza, exguerrillero y máximo mandatario de Burundi desde 2005, fue pichichi nacional tras marcar 39 goles en 28 partidos, unas cifras más dignas de la Bota de Oro que del presidente de una nación. Lo más increíble es que consiguió su récord goleador con 50 años, en 2013, y sin renunciar a las tareas de la presidencia.

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Evidentemente, se trata de un milagro, y el nombre de su equipo da muchas pistas. El Haleluyah FC, un equipo que reúne anualmente a varios de los mejores futbolistas —retirados o en activo— del país, nació para que el autócrata pudiera seguir disfrutando del fútbol mientras esparcía su popularidad entre sus conciudadanos. El nivel de las pachangas es, para qué engañarnos, bastante pobre. Sería imposible explicar de otra manera —más allá de la providencia divina— los 116 goles totales que el Haleluyah anotó en esos 28 partidos.

Nkurunziza siempre lleva el 9 en la espalda, como buen pichichi que pretende ser. Imagen vía Flickr

De haber mantenido estos promedios en su etapa profesional —1,40 goles por partido—, Nkurunziza se hubiera convertido fácilmente en Bota de Oro mundial y, todavía más, en uno de los delanteros más efectivos de la historia, solo superado por el austríaco Josef Bican. El problema es que lo de Pierre no es un don divino, sino más bien un lavado de imagen a base de pelotazos y, quizás, porteros que hacen la estatua cuando él encara la red. Con 53 años, todavía entrena y juega tres veces por semana.

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"El nombre del equipo simplemente da las gracias a Dios por lo que ha hecho por Burundi", explicaba Nkurunziza en un reportaje de la BBC en 2007. "En todo lo que hagamos debemos acordarnos de que se lo debemos a él, y cuando la afición nos ve jugando con la palabra haleluyah estampada en la camiseta, les queda claro que somos una nación que teme a Dios".

Ahora, la nación le teme a él.

Nkurunziza, otro ferviente defensor de la moda de vestir de chandal en actos públicos. Imagen vía Flickr

Excomandante de guerrilla y cristiano renacido, Nkurunziza lidera el país desde 2005, cuando llegó al poder tras una guerra civil sectaria entre hutus y tutsis que se alargó más de una década (1993-2005) y devastó la ya de por sí escasa riqueza de la nación. El presi futbolero, de etnia hutu, rompió con años de dominio tutsi en el poder e inició una etapa constitucional —supuestamente democrática— en la que podía ejercer, como mucho, durante dos mandatos presidenciales.

Hoy, en 2016, Pierre sigue pateando el balón como presidente de su país tras ser elegido por tercera vez con un 70% de los votos en las elecciones del año pasado. Vaya, todo un golazo… a la democracia.

El dictador, en un partido en el estadio Urunani en Buganda, una ciudad de la provincia de Cibitoke. Imagen vía Flickr

Tras interpretar muy libremente los límites de la ley, Nkurunziza y sus partidarios han tenido que superar la presión de la oposición en la calle —en ocasiones a balazos— y un intento de golpe de estado fallido para volver a gobernar el país. "La represión estatal no ha hecho diferencias entre hutus y tutsis. En este sentido, la persecución de oponentes practicada por Nkurunziza, cuyo partido acoge a miembros de las dos comunidades, no presenta un sesgo étnico apreciable; más bien, atiende a criterios convencionales de lealtad o deslealtad", escribe Roberto Ortiz, miembro del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB).

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Las Naciones Unidas han alertado de la delicada situación del país africano, donde se han cometido graves abusos de los derechos humanos que han provocado que más de 200 000 ciudadanos hayan huido a los países vecinos para protegerse de la violencia gubernamental. En el quinto territorio menos desarrollado del planeta, según la misma ONU, el estilo de vida del presidente apesta a corrupción y dictadura.

Nkurunziza, que entrenó hasta hace unos años al Union Sporting de Bujumbura de la primera división de Burundi, se ha construido un estadio cerca de Vyerwa, su población natal. El estadio, con capacidad para 10 000 personas, deslumbra con sus focos en medio de la negra noche de un país en el que solo el 2% de la población tiene acceso a la electricidad.

Pierre peloteando con sus compañeros del Haleluya en 2006 en una exhibición

Cuando llegó al poder, el presidente también fundó Le Messager FC, un equipo que ha llegado a la Burundi Premier League —gracias al impulso económico de donaciones públicas y de amigos del presidente— pero que todavía no ha conseguido dominar el campeonato. "La asociación de árbitros es quizás las única institución a la que le queda algo de integridad", se lamentaba Désiré Hatungimana, portavoz de la asociación de periodistas deportivos de Burundi. La libertad de prensa, por cierto, es otra asignatura pendiente como denuncian Reporteros Sin Fronteras.

La formación como profesor de educación física y ciencias del deporte han llevado al dictador a promulgar muchas políticas deportivas; y también a seguir la tendencia de otros célebres autócratas como Fidel Castro y Hugo Chávez de vestir con chandal en sus apariciones públicas. Una de las decisiones más curiosas de Nkurunziza fue prohibir el running por miedo a reuniones al trote entre grupos opositores poco antes de su campaña presidencial para conseguir un tercer mandato.

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Para Pierre Nkurunziza, el fútbol es lo primero. Imagen vía Flickr

Según la revista Africa Confidential, el entorno del presidente cree que tiene graves problemas de concentración, y el tipo es capaz de dejar de escuchar a sus ministros en las reuniones del gabinete para preocuparse del planteamiento táctico del Haleluya FC el fin de semana. ¿Y cómo juega él? Pues bien, aunque a pesar de tener bastante tacto con el balón prefiere jugar duro, reconocen sus compañeros. "Es un hombre fuerte y si tú juegas duro, él juega de la misma manera para demostrarte lo fuerte que es", explicaba Ramadhan Juma, miembro del equipo, a la BBC. "Es un compañero con los pies en el suelo, y por supuesto le respetamos mucho como presidente".

Qué van a decir los compañeros… los más pelotas le comparaban con Thierry Henry. Ni de coña. Más allá de la gracia de Dios y algunas dosis de represión, es muy probable que Pierre Nkurunziza se crea muy en serio que la clave de su éxito político está en su cuenta de goles personal. Al fin y al cabo, como cualquier autócrata que se precie, sufre auténticos delirios de grandeza.

Cada tanto en el campo abre más la brecha entre su gobierno y la democracia; esa es la verdadera —y triste— noticia.

Sigue al autor en Twitter: @GuilleAlvarez41