Ryan Giggs o cómo el escándalo rompe los juguetes más bonitos
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Ryan Giggs

Ryan Giggs o cómo el escándalo rompe los juguetes más bonitos

No existe futbolista que la generación de la Premier League conozca mejor que Ryan Gigs. Sin embargo, sigue siendo un misterio, un completo desconocido cuya vida ha sido ventilada.

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Supongo que a la mayor parte de gente le cuesta imaginar la existencia del tiempo antes de su propio nacimiento. Tratar de entender la vastísima proporción de la Historia humana durante la cual sencillamente no existías es una tarea extremadamente difícil para la mente de cualquier individuo.

Del mismo modo, a mí me es imposible concebir un universo futbolístico sin Ryan Giggs. Sé que Ryan existía antes de que yo tuviera conciencia del mundo —he mirado vídeos, he leído libros, he visto fotos—, pero aún así no puedo entenderlo. ¿Cómo esperas que lo haga? Para mí, Giggs siempre ha estado ahí.

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Hace pocos días se conmemoró el 25º aniversario del debut en liga de Giggs con el Manchester United. El día 2 de marzo de 1991, un Ryan imberbe de apenas 17 años entró al campo como sustituto frente al Everton: fue el primer paso de una increíble carrera en la cual logró muchos más títulos que cualquier otro jugador en el fútbol inglés.

Es importante recordar lo bueno que era Giggs en su apogeo… y lo efectivo que logró ser tiempo después. Giggsy fue un jugador de clase mundial con un ritmo devastador, un magnífico control del balón y un pie izquierdo de seda. Ryan era capaz tanto de generar como de marcar goles. Su mera presencia intimidaba al rival: era la extensión de Sir Alex Ferguson en el campo.

Ryan Giggs abrazándose a un tal David Beckham en 1997. Otros tiempos. Foto de Dan Chung, Reuters

Yo tenía cuatro años cuando Ferguson lanzó el flaco adolescente al campo de Old Trafford por primera vez. Cuando empecé a entender el fútbol de verdad, Giggs ya había ganado el premio al mejor jugador joven del año y el United había ganado la Premier League. El galés era el centro de todas las miradas: desde entonces, los focos jamás han dejado de apuntarle.

A ese título le siguió una docena más en algo así como mil apariciones con el Manchester. Con Giggs, los red devils sumaron dos Champions League e innumerables trofeos. Tras retirarse en 2014 con 40 años, Giggs se convirtió en asistente técnico del equipo: era demasiado importante como para marcharse… y el tragicómico United post-Ferguson le necesitaba para agarrarse a algo que les hiciera creer.

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Crecer en Gales en los años noventa, como me pasó a mí, te daba una idea de la figura colosal —y mayoritariamente silenciosa— que fue Giggs. Ryan estaba en todas partes: en los anuncios de la tele, en las carpetas de los niños… y sobre todo, en los sueños de los aficionados. Recuerdo, de hecho, que una vez un compañero de clase se puso a llorar cuando le dijeron que Giggs tal vez se fuera al Inter.

Fútbol, ya sabes.

Ryan Giggs supera a Stefan Effenberg y Michael Tarnat en la final de la Champions League de 1999 en el Camp Nou. Imagen vía Reuters

En Gales, sin embargo, Giggs no llegó a consagrarse como héroe nacional por un par de razones: primera, que es muy difícil acercarse a él; y segunda, y tal vez más importante, que no juega a rugby. Aún así, Ryan sin duda fue un modelo a seguir en nuestro país. De pequeño sentí un respeto casi reverencial por nuestro jugador más talentoso.

A pesar de todo esto, siempre he creído que Giggs pertenece al tipo de humanos insípidos nacidos específicamente para el deporte profesional: son increíblemente talentosos en la cancha, pero monosilábicos y para nada carismáticos fuera de esta. Si se me permite, diría que es un poco como Andrés Iniesta: cae muy bien y tal, pero difícilmente lo elegirías como compañero de fiesta.

Igual que Iniesta, la vida privada de Giggs nunca fue de interés alguno. Siempre me pareció uno de esos futbolistas cuya presencia lejos del juego era tan emocionante como el tono de su voz; los aficionados apenas sabíamos que tenía esposa e hijos… aunque bueno, tampoco es que sus compañeros Paul Scholes y Gary Neville fueran un festival, todo hay que decirlo.

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Este es probablemente el nivel máximo de emoción que podía alcanzar Ryan Giggs en un campo de fútbol. Foto vía PA Images

Es obvio que como aficionado esto no me importa en absoluto. Scholes y Neville tienen todo el derecho del mundo a ser tan aburridos como les venga en gana. De pequeño estuve totalmente dispuesto a ignorar este tema en el caso de Giggs: sencillamente era un futbolista y ya está. Al fin y al cabo, mi conexión con él era obvia: ambos somos galeses.

Mira, igual que Gareth Bale, fíjate.

En cualquier caso, estoy bastante seguro de que no soy el único que considera la vida de Giggs bastante anodina… o al menos la consideraba hasta 2011. Pertenezco al amplio grupo de gente que se llevó una enorme sorpresa cuando salió a la luz el famoso escándalo de las escuchas del periódico News of the World, que demostraba que Giggs había protagonizado multitud de episodios moralmente injustificables. No entraré en más detalles.

¿Quién es ese tipo al lado de Louis Van G… ah, sí, que es Giggs, perdón. Foto de Andrew Yates, Reuters

La pregunta que inevitablemente emerge es la siguiente: ¿deben interesarnos este tipo de historias? ¿Debe la vida privada de los futbolistas afectar la visión que tenemos de ellos? Sinceramente, y por desgracia, no creo que veamos a Giggs —con excepción de los fanáticos más aduladores del United— de la misma forma tras el escándalo: al fin y al cabo, igual que el propio Ryan, somos simples humanos.

Sin embargo, a pesar de las miles de entrevistas antes y después de los partidos, de las apariciones en la tele y de los obscenos artículos sobre sus líos, siento que no sabemos casi nada sobre Giggs. Su vida se ha expuesto, pero tengo la sensación de que sigue siendo un desconocido, no más familiar que hace un cuarto de siglo cuando sustituyó a Denis Irwin frente al Everton.

Cuando lo veo junto a Van Gaal en el banquillo de Old Trafford me parece ver su rostro por primera vez. Hay un momento en que le reconozco, como si fuera alguien a quien conocí durante unos segundos en el pasado, pero después me doy cuenta que realmente no sé quién es ese hombre. El escándalo lo desfiguró para siempre.

Tal vez todo esto sea inevitable. Hay muchas cosas que suceden al mismo tiempo y muy poco que nos haga entender. Del mismo modo en que la mente humana no está hecha para comprender el tiempo previo a nuestra existencia, tampoco puede concebir la multiplicidad poliédrica de Ryan Giggs.

Sigue al autor en Twitter: @jimmy_weeks