Esta galería hace parte de la revista impresa de VICE de agosto.
El aire en el cuarto de Cristian está espeso con el humo de dos porros. Hace ya casi dos horas que estoy aquí, ya se terminó la entrevista y han pasado varios minutos desde la última vez que cruzamos palabra. Mientras me dejo llevar por la traba y el video de La vida en el Guetto, de La Ettnia, Cristian hace lo mismo que lleva siete años haciendo, pipas para fumar weed. De repente, alza la vista, levanta el pincel untado de acrílico dorado y el trofeo-pipa de 50 centímetros de alto que pinta con él y rompe ese silencio pesado que nos envuelve: “Parce, a mí la verdad me gusta mucho mi trabajo”.
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Las pipas que Cristian hace en este solar en la parte más alta del barrio El Panorama, en el municipio de Soacha, Cundinamarca, carburan en Medelliín, Antioquía; Pereira, Risaralda; Pasto, Nariño; San Pablo, Bolívar; Barranquilla, Atlántico; Bucaramanga, Santander, y otra decena de lugares dentro y fuera de Colombia. “Yo empecé como a los siete años con los cursos de plastilina y luego con los de porcelana fría”, me contó un rato antes, cuando yo todavía tomaba notas. “A los 17, cuando yo ya había empezado a fumar weed, un día llegó un mercado de pulgas aquí al parque principal de Soacha. Allá conocí a una paisa que vendía artesanías: manillas, collares, pipas, todo eso. Pero las pipas estaban rebonitas: yo le pregunté cómo las hacía, y ella me dijo que con porcelana fría. Yo no sabía que eso servía para eso”.
A punta de prueba y error, Cristian ha venido perfeccionando sus pipas personalizadas de porcelana fría, un material que al ser tan dúctil como la plastilina permite imitar casi cualquier forma. Aprovechando su perfil de Facebook y el voz a voz, ha construido una clientela que lo mantiene ocupado todos los días desde las 7:00 a.m. En mayo del año pasado llevó por primera vez una muestra de sus pipas al carnaval cannábico de Bogotá y a partir de ahí su negocio explotó. En agosto dejó de trabajar en el almacén de materiales de construcción de su papá. Hoy, siete años después de haber aprendido que el material que él usaba para hacer muñecos de adorno también servía para hacer pipas para fumar marihuana, Cristian Camilo se dedica tiempo completo a hacer y enviar sus pipas personalizadas y dice tener más trabajo del que se puede hacer con dos manos.
Cristian se despierta siempre como a las 6:00 a.m. Sale a la terraza, se fuma el primer porro del día (a veces sube a su página de Facebook una foto del porro con la frase “weednos días” y algún sitio de Soacha en el fondo), come algo y a las 7:00 a.m. vuelve a su cuarto y se sienta para dedicarse a la actividad que lo consume por estos días: moldear y pintar pipas de porcelana fría. “Yo salí del colegio directo a trabajar con mi papá. No estudié y ya no tengo tiempo para hacerlo, ahora para mí todo es trabajo”, me dice sosteniendo un pincel untado de pintura dorada en una mano y un bong-trofeo, su proyecto más ambicioso hasta ahora, en la otra.
“Lo único que sí me tramaría es estudiar inglés. Uno de los clientes que me compra pipas al por mayor las vende en Boston y me dice todo el tiempo que me vaya para allá a venderlas con él. De pronto un día me animo”, dice Cristian, quien aún abre los ojos con algo de incredulidad cuando habla sobre el éxito de su negocio. “Sí he pensado en entrenar a un ayudante. Pero lo que yo vendo son mis pipas y no le pondría mi marca a una pipa hecha por alguien más. De pronto traería a alguien sólo para que las pinte”.
En realidad las pipas de porcelana fría no son muy comunes. A pesar de que el material es bien conocido entre los entusiastas de la decoración, su potencial marihuanero se mantiene subestimado o al menos subexplorado. Cristian transforma la porcelana fría en un amplio espectro de pipas que va desde los matapatas, sus pipas más pequeñas, que valen 3.000 pesos, hasta bongs de un metro de altura que ha llegado a vender en 250.000 pesos. En un mes normal puede hacer entre 20 y 25 pedidos que le significan una ganancia de entre 900.000 y 1.200.000 pesos. “No me ha faltado plata desde que dejé de trabajar con mi papá y ahora es mejor porque trabajo para mí”, me dice.
Le pregunto a Cristian por qué escogió para su negocio un nombre tan básico como Pipas para fumar weed, y me contestó que era una cuestión de transparencia: “Yo había visto por ahí muchas pipas y la gente que las vende dice siempre que son para fumar tabaco. Yo nunca he visto a nadie fumando tabaco en una pipa de esas, ¿quién fuma tabaco así hoy en día? Por eso decidí ponerle así, porque estas son pipas para fumar weed”.
Texto por Sebastián Serrano