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Fotos cedidas por Bia Santos, Yasmin Thayná y Carol Dartora
mujeres negras

Yasmin, Carol y Bia, mujeres reivindicando su identidad negra brasileña

Desde el cine, la política y la educación financiera, estas tres pioneras hablan de cómo es ser mujer negra en Brasil y cómo se autoafirman en su identidad.

Durante mucho tiempo, las mujeres negras fueron silenciadas e invisibilizadas en la sociedad brasileña. Hasta que llegaron los años 70, y de la mano de Lélia González, militante del feminismo y del movimiento negro, una fuerza feminista intelectual y política colocó la cuestión étnico-racial en el debate público para denunciar la violación de derechos humanos de las mujeres negras que hasta hoy persiste. Cuando en Brasil se analizan los números de mercado de trabajo, empleo, renta, educación, violencia y moda, todas las desventajas siguen recayendo sobre ellas. En esa corriente de lucha, de a poco, van emergiendo cada vez más mujeres jóvenes negras, dedicadas a recuperar su legado cultural e identitario y a participar en todos los espacios. Y esto sucede en la academia, la moda, el cine, la literatura, la política, las empresas, los medios de comunicación. Desde todos esos escenarios, ellas luchan por lo mismo: por la inclusión en puestos de liderazgo, la recuperación de su identidad, la representación política, la reafirmación de sus cabellos afro y de su legado histórico. Son varios los movimientos feministas negros y muchas las mujeres que van saldando deudas históricas que Brasil tiene con ellas. Elegimos a Yasmin Thayná, desde el cine; a Bia Santos, desde el mundo de las finanzas y a Carol Dartora, desde la Cámara Municipal de la ciudad de Curitiba. Todas transitan el mismo camino de autoafirmación como mujeres negras y la lucha por ser incluidas como artistas, como políticas y como emprendedoras.   

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¿Cómo hablar de nosotras, mujeres negras, en el cine?

Yasmin Thayná

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Foto cedida por Yasmin Thayná

La Pequeña África está en el barrio de Gamboa, en la parte antigua y céntrica de Río de Janeiro. Es un lugar sagrado donde nació el samba carioca y donde aún hay antiguos quilombos (comunidades de negros que escapaban y se rebelaban contra la esclavitud). Sus calles empedradas suben y bajan de espaldas al puerto de Río y al muelle donde desembarcaban a los africanos esclavizados durante la colonización portuguesa. 

En una de estas laderas vive Yasmin Thayná, la cineasta brasileña de veintiocho años que creó AfroFlix, una plataforma digital de filmes producidos, protagonizados y escritos por productores, actores y guionistas negros. En 2015, dirigió Kbela, un cortometraje sobre mujeres negras que recibió el premio al mejor cortometraje de la Diáspora Africana de la Academia Africana de Cine (AMAA Awards 2017) y tuvo el reconocimiento en el Festival de Cine de Rotterdam de Holanda (IFFR) y en el Panafricano de Cine y Televisión de Ouagadougou, en Burkina Faso. Los aplausos internacionales llegaron antes que los nacionales. “Kbela no entraba en el circuito de los cines brasileños porque no pasaba la selección en festivales nacionales”, cuenta Yasmin. Pero no esperaron. El lanzamiento se realizó igual, en espacios no convencionales. Una corriente de agrupaciones y colectivos negros comenzaron a practicar un micro activismo: exhibieron Kbela en barrios, escuelas y salones de belleza, pues el tema central del film es el cabello afro. “Este cortometraje marcó a la comunidad negra muy fuertemente”.  

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Kbela nació como un cuento. Yasmin lo escribió con apenas 20 años. “Estaba en la última sesión de alisado de mi cabello. En el trayecto entre mi casa y el salón de belleza me fui descubriendo como mujer negra. Pensé en la construcción estética a la que nos sometemos, al alisado de nuestro cabello crespo para parecernos a las mujeres blancas”, recuerda. Entonces, la producción del cortometraje se organizó a partir de un grupo de amigos de Yasmin y convocaron para la selección del elenco a unas 40 jóvenes negras que contaron sus historias. Kbela empieza con una provocación simbólica muy fuerte: una mujer derrama tarros de líquidos y productos químicos sobre la cabeza de una niña negra que mira un punto fijo como en trance. 

Después del reconocimiento internacional de 2017, el circuito brasileño de cine le abrió las puertas. Su filme Fartura (2019) fue finalista en la categoría al mejor documental en el Gran Premio del Cine Brasileño

“Una de las razones que me empujó a producir Kbela fue una investigación de la Universidad Estadual de Río de Janeiro que mostraba cómo en 10 años, en la producción de cine brasileño, ningún filme había sido dirigido por una mujer negra. Y ese es un gran problema: la población negra - que supera el 51 % - no produce narrativas propias“, dice Yasmin. 

De adolescente, Yasmin quería ser ingeniera. Pero en la escuela, una maestra, Ivone Landim, le despertó el interés por el mundo audiovisual a través de los cineclubes de barrio. “Fue cuando empecé a preguntarme qué quería hacer”. En Nova Iguaçu, suburbio de Río, donde creció y estudió, hizo su transición a la reafirmación de su negritud. Ahí conoció a la Mãe Beata, una mujer espiritual conocida por su lucha contra el prejuicio racial y religioso que marcó la adolescencia de Yasmin y sus primeros pasos en el cine. “Mi quehacer político, mi activismo tienen mucha espiritualidad que creció en ese terreiro, ese lugar sagrado de tradición y lucha que fue el motor de mi identidad”, cuenta con convicción y humildad. 

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Su curiosidad innata por temas de la realidad brasileña, como la vida en las favelas, el crimen y el tráfico la llevó a escribir crónicas sobre la vida de presos en la cárcel. “Iba con uno de mis profesores del taller de periodismo. La primera vez, cuando las rejas se cerraron a mis espaldas, me quedé sin aire. Miré alrededor y vi los colchones, las latas, botellas tiradas”. Y recuerda con sensibilidad una escena: “Cuando llovía dentro de la cárcel, algunos hombres dormían de pie mientras otros lo hacían en el piso”. Vivir esas urgencias humanas, dice, la hicieron más consciente sobre la realidad carcelaria en Brasil. 

“Amefricanidad” es un concepto de Lélia González, activista brasileña del movimiento negro de los años 1970. Ella reafirmaba el potencial de creación afroamericano. De la misma manera, Yasmin habla de las jóvenes brasileñas en la política local de ciudades brasileñas que buscan un espacio de representación. “En ellas vislumbro un futuro porque piensan más allá del arroz y el feijão, buscan mover estructuras. Ellas van a construirnos un lugar, a nosotras, las negras”. 

Desde esta Pequeña África carioca, donde viven muchos artistas negros, Yasmín escribe el guión de su próximo largometraje. El silencio de las calles empedradas se interrumpe con el sonido de un atabaque, instrumento de percusión que llegó a Brasil a través de los esclavos africanos. “A pesar de ser un lugar triste, es un lugar que está en pie, un territorio sagrado de resistencia cultural, humana y pulsante para crear”.  

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Acceder a la política por luchar por la equidad racial: una de treinta y ocho 

Carol Dartora 

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Foto cedida por Carol Dartora 

Desde el 1 de enero de 2021, Carol Dartora es la primera concejala negra en la Cámara Municipal de Curitiba, capital del estado de Paraná, al sur de Brasil. Es la primera y única de un total de 38 concejales, entre quienes sólo ella y Renato Freitas son negros. En Brasil es lento pero firme el ascenso a la arena política de personas afrodescendientes: en las elecciones del 2020 a concejales e intendentes hubo un aumento del 22,84 % de candidatas y candidatos negros en comparación a las elecciones del 2016. Aunque el porcentaje de mujeres sigue siendo bajo, sólo el 6,3 % ganó cargos en cámaras municipales.  

En el acto de asunción a concejala, Carol levanta el brazo izquierdo y dice: “Vencimos, llegamos, ocupamos y vamos a continuar resistiendo”. A su militancia feminista y sindical en el área de la educación y como profesora de Historia en escuelas públicas, Carol inició su carrera política en el Partido de los Trabajadores (PT), en el que militaba su familia desde que ella era pequeña. 

Basta visitar el sitio web de la prefectura de Curitiba para confirmar la autoafirmación de identidad europea de la ciudad, de sus orígenes y de sus puntos turísticos que poco registran la identidad afro del 20 % de su población y de más del 51 % en todo Brasil. “Los nombres de las plazas de Curitiba lo dicen todo: Ucrania, España, por mencionar algunas, para comprobar la supremacía blanca”, dice Carol. 

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Su camino como candidata fue arduo. “En el Partido de los Trabajadores pocos creían en mi candidatura a concejala, pues nunca había ganado una mujer negra en Curitiba planteando temas de exclusión de derechos humanos”, cuenta Carol. El factor económico también la desafió: como su candidatura no contaba con apoyo suficiente, recurrió a contribuciones de amigos y de movimientos sociales. “No tenía dinero, ni empresarios detrás. Mi candidatura fue la más económica de la ciudad”. Y cuenta que la fuerza para seguir adelante fue la sumatoria de experiencias en su militancia feminista y negra, como la Marcha Mundial de las Mujeres, el Movimiento Negro Unificado y el grupo de Julho das Pretas. 

“La virtud inolvidable de Carol es la osadía y la argumentación para hablar de un tema poco tratado en la ciudad de Curitiba: el racismo estructural. Nosotras, mujeres negras, no estábamos hasta ahora en espacios de representación política local”, dice Dirléia Aparecida Matías del grupo Julho das Pretas y Movimenta Feminista Negra.

Carol viene de una familia con fuerte presencia femenina que le dio conciencia de raza, de igualdad de género y pensamiento crítico. “Mi abuela y madre eran profesoras, militantes del Partido de los Trabajadores y yo quería ser como ellas: una agente de acción transformadora social y antirracista desde las escuelas públicas”, afirma. 

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A fines de 1990, cuando Carol tenía 14 años, su abuela, Doña Maria José Brito Moura, que integraba el Sindicato de Docentes local, la llevó a conocer el Movimiento sin Tierra. “Yo pensaba que eran personas que invadían tierras. Y no. Son familias que ocupan tierras improductivas para cultivarlas”, explica. 

Cuando Lula Da Silva caminó hacia su primera presidencia, en el 2003, Carol entraba a la universidad a estudiar Historia. “Quería investigar sobre los orígenes africanos, un contenido ausente en los programas de estudio de las escuelas brasileñas”. 

En 2013, después de pasar una larga estadía en el exterior, Carol regresó a Curitiba a dar clases de Historia en una escuela pública. En ese momento se cumplían 10 años de la ley 10.639/03, que establece la obligatoriedad de la historia africana en el currículum oficial de la red de enseñanza, una medida del gobierno de Lula como parte de un conjunto de políticas de acción afirmativa para eliminar desigualdades históricamente acumuladas por motivos étnicos, raciales y de género. “Cuando abrí los libros de enseñanza, mi alegría fue inmensa porque figuraban contenidos de historia y cultura afro-brasileña y africana”, recuerda Carol. 

Sin embargo, las conductas discriminatorias en las aulas, las mismas que Carol había padecido en su infancia seguían latentes entre sus alumnas negras. “Recuerdo que una de ellas sufría reiteradas burlas por su color de piel y cabello enrulado. Y lo que más me dolía era que la dirección de la escuela no sabía qué hacer. Naturalizaron el bullying racial y llegaron a sugerirle a los padres que la cambiaran de escuela”.

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Desde su cargo de concejala, Carol trabaja en un proyecto de ley de porcentaje de cargos políticos para personas negras, pardas e indígenas. “Estoy convencida de que los cambios son posibles aunque sean pequeños y poco visibles”. Su convicción evoca la frase del filósofo brasileño Paulo Freire, uno de los pedagogos más influyentes de América Latina, autor de Pedagogía del Oprimido. Carol toma uno de sus libros y repite: “Cambiar es difícil pero posible”. 

La educación financiera es un camino a la inclusión social y racial

Beatriz Santos

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Foto cedida por Beatriz Santos

Beatriz Santos habla a la cámara con sus labios rojo frambuesa. Contagia la sonrisa con sus ojos  movedizos, ovalados y expresivos, y agradece el premio “Mujeres que Transforman 2021”, organizado por la empresa brasileña de inversiones XP. Su rostro de 25 años se enmarca en su cabello cubierto de rulos que rebotan armónicos con la vibración de sus palabras:

“Dedico este premio a las mujeres que, como yo, no se ven representadas en startups de educación, tecnología y finanzas. Es un área, como todo el mercado laboral, de poca presencia para las mujeres en general y menos aún para las mujeres negras. De las cien principales startups brasileñas, sólo dos están lideradas por afro emprendedoras. Y en el mercado corporativo brasileño, somos sólo un 0,4 % de mujeres negras en cargos de liderazgo”, dice. 

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Bia – el apodo a las Beatriz en Brasil - es carioca, fundadora y Chief Executive Officer (CEO) de Barkus, una startup que organiza cursos sobre cómo planificar, administrar finanzas y hacer un buen uso del crédito. El formato de los cursos puede ser tanto presencial como digital: con un chatbot humanizado que funciona por WhatsApp mediante mensajes de texto, videos y tareas. “Barkus ya alcanzó a 45 mil personas en todo Brasil: funcionarios de empresas, público en general y jóvenes de comunidades, con alto porcentaje de mujeres y personas negras”, cuenta Bia. 

En la favela Mangueira de la zona norte de Río de Janeiro, la misma que le dio el nombre a la escola do samba carioca, existe el Instituto de Profesionalización Mangueira, que dicta cursos de oficios que van desde manicure y peluquería hasta asistente de administración, recursos humanos y auxiliar de electricista. En todos estos cursos, la materia de educación financiera de la startup ideada por Bia es parte del plan de estudios. “Las mujeres de una familia de esta favela, por ejemplo, tienen un pequeño salón de belleza en la casa y aprendieron a organizar los ingresos, la inversión y el lucro para que el emprendimiento les rinda mejor”, cuenta Patricia Baracho, fundadora y coordinadora del Instituto. “Uno de los caminos para producir pequeños cambios es enseñando a la gente sobre cómo administrar sus recursos con un lenguaje práctico y didáctico real”, explica Bia. 

A los 16 años, cuando dejó de alisarse el cabello afro y asumió su identidad de mujer negra, el tema del racismo se instaló en la mesa de debate familiar. Aunque empoderada por las conversaciones con su abuelo y su madre, Bia todavía no relacionaba el mundo de las finanzas con la inclusión social y racial. En la escuela, como parte de una iniciativa científica, hizo una investigación con Marden –su actual socio en Barkus- sobre los hábitos de consumo en grupos de jóvenes. “Fue cuando percibimos que la gran mayoría no tenía planificación sobre sus gastos básicos y en ese momento surgió la idea de crear una startup en educación financiera”, cuenta. 

Como parte de su carrera universitaria, después de un largo período de estudios en Portugal, Bia comenzó a investigar sobre los orígenes de mujeres emprendedoras negras desde la época colonial. Para la producción de su trabajo de posgrado en cultura africana descubrió que había una conexión genética entre su aptitud para las finanzas y el comercio y sus antepasados africanos. “Hice un test genético y descubrí que desciendo de mujeres de la llamada Costa das Minas, las mina, una etnia oriunda de Gana con un fuerte tino mercantil. Eran comerciantes hábiles, y al traerlas a Brasil como esclavas, siguieron tradiciones culturales africanas ligadas al comercio ambulante que las transformó en personajes importantes para el movimiento de economías locales en el período colonial e imperial que la historia oficial no cuenta”, dice Bia. 

En el ámbito corporativo brasileño, una encuesta reciente refleja el bajo porcentaje de mujeres negras en cargos ejecutivos. Más allá de esto, sufren discriminación en el entorno laboral cotidiano. Para Bia, posicionarse y empoderarse como la CEO de Barkus fue un proceso doloroso pero al mismo tiempo liberador. “En las negociaciones yo dependía de Marden, mi socio, un hombre blanco. Esto sucedía porque algunas personas no creían en mi imagen al frente de la startup”, dice Bia y refuerza que “en el mundo corporativo, como las mujeres afrodescendientes somos pocas, la carga de responsabilidad que sentimos es enorme y el mínimo error recae y afecta a la imagen de todas”, dice.   

En Brasil, los movimientos de mujeres negras vienen creciendo y posicionando a lideresas tanto en espacios políticos locales como en organizaciones de la sociedad civil. “Es necesario tener una militancia combativa pero yo me siento en otra sintonía, soy más del diálogo. Es otra estrategia pero siempre con el mismo objetivo de denunciar y empoderar a nuestras mujeres y a los sectores más vulnerables de la sociedad brasileña para que tengan una mayor participación y protagonismo”, concluye.