“Desde cualquier punto de vista”, dijo el Presidente de CONMEBOL, Alejandro Domínguez, a los reporteros durante la conferencia de prensa en Manhattan del viernes pasado, “[la Copa América Centenario] ha sido un éxito”.
Es parte de su trabajo decirlo, pero en realidad al torneo le fue bien. Messi jugó y México y los Estados Unidos pasaron a cuartos, lo cual mantuvo a los espectadores muy interesados. La final entre los dos mejores equipos contó con una saludable mezcla de controversia y dramatismo, y también más de Messi. Si Messi de verdad planea cumplir su amenaza de retirarse del futbol internacional, la Copa América Centenario será recordada para siempre como su intentó final hacia el éxito a nivel selección.
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Desde un ángulo de negocios, los niveles de audiencia estuvieron bastante sólidos. Los partidos de fase de grupos sobrepasaron los niveles de la misma fase del Mundial del 2014 en Univisión (por lo general las televisoras en español se llevan el mayor número de televidentes en los Estados Unidos). A pesar de los altos precios de los boletos, el torneo promedió más de 46 mil fans por partido, aventajando por mucho la meta establecida por el Presidente de la federación estadounidense (US Soccer), Sunil Gulati, de 30 mil. “Estas son cifras de Copa del Mundo”, dijo Gulati el pasado viernes, “para un evento organizado en siete meses”.
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En dicha declaración, Gulati habló sin querer de las dos caras de la Copa Centenario. Primero mencionó los “siete meses”. La Copa América se anunció oficialmente por la CONCACAF y CONMEBOL el primero de mayo de 2014, más de dos años antes de su arranque. Se trata de suficiente tiempo para organizar un torneo internacional que no requería construcción alguna.
Pero si pretendes encontrar el comunicado de prensa original para dicho anuncio, tendrá que usar la herramienta de archivos del internet. La página de la CONCACAF la eliminó porque las únicas personas citadas se encuentra actualmente bajo cargos federales. Los presidentes de ambas federaciones, Jeffrey Webb y Eugenio Figueredo, fueron arrestados durante las redadas a la FIFA en 2015. También resultaron acusados aquellos implicados en los derechos de medios para el torneo, quienes supuestamente pagaron 20 millones de dólares en sobornos a los dirigentes de altos cargos para quedarse con ellos. Cabe enfatizar que la Copa América Centenario no fue tangencial a dichas acusaciones; fue uno de los torneos específicamente mencionados en la extensa acusación de copiosos sobornos.
Nadie estaba seguro, hasta octubre de 2015, si el torneo seguiría en pie —fecha que marcaría el inicio del conteo regresivo de los “siete meses”— pero ambas confederaciones anunciaron que la Copa América Centenario seguiría conforme a lo planeado. Dos meses después, los derechos de televisivos fueron revendidos a una propuesta combinada de IMG y Soccer United Marketing, el brazo derecho del marketing para la Major League Soccer. En esencia, así es como la federación estadounidense se puso a cargo de la organización del evento en un período de siete meses. Jay Berhalter, el Director comercial de U.S. Soccer encabezó la realización del torneo, al presumir su experiencia en los Mundiales de 1994 y 2003 (femenil).
“Contamos con toda una industria que básicamente se creó en el Mundial del 94”, dijo Berhalter a VICE Sports. “Antes de eso, no había infraestructura profesional y ahora contamos con una liga de 20 años, 22 desde el Mundial. Hay mucha gente que creció durante ese lapso de tiempo. Los usamos y nos apoyamos en ellos”.
Para Berhalter, siete meses fue casi un lujo comparado con la confusión previo a la Copa Mundial Femenil del 2003, que fue trasladada de China a los Estados Unidos con un aviso de cinco meses por el brote del SARS.
De todas formas, los organizadores tuvieron que unir fuerzas dada la falta de tiempo para la organización. Los recintos tuvieron que ser decididos —y las fechas establecidas— antes del sorteo en Febrero, así que los encuentros fueron decididos antes de que se supieran qué equipos jugarían. Esto provocó menos flexibilidad. Por ejemplo, los organizadores no pudieron colocar a un Jamaica vs. Venezuela en un recinto más pequeño —en lugar de tener a 25 mil personas esparcidas en el Soldier Field— porque cuando escogieron el estadio no sabían que estos dos equipos se enfrentarían. Como era de esperarse, no querían correr el riesgo de perder ganancias al colocar a México, Estados Unidos, o Argentina en un estadio pequeño.
Gulati lo reconoció durante la conferencia de prensa al expresar que el torneo habría utilizado modelos sofisticados de precios dinámicos —los cuales suben y bajan los precios de los boletos con base en la información de demanda en tiempo real— pero la falta de tiempo de preparación no permitió que se lograra. Si tuviesen la posibilidad de organizar otro evento con más tiempo de anticipación, “sin duda lo consideraríamos”.
Esto nos lleva a la segunda parte de las declaraciones de Gulati: las “cifras de Copa del Mundo”. Dada la logística y el éxito financiero del torneo es difícil imaginarse que sea la última vez. Al parecer, todo mundo ganó dinero. CONMEBOL y CONCACAF se dividieron los 140 millones de dólares, aproximadamente, de los niveles de audiencia, los cuales Univisión y Foz se llevaron durante “ventanas exclusivas de negociación” previo al anuncio del torneo —para nada un acto sospechoso dado el historial de sobornos—. El resultado final de la Copa América Centenario es fundamentalmente honesto a sus orígenes corruptos: todo mundo hizo dinero.
Sin embargo en la conferencia de prensa, ninguno de los dirigentes — el Presidente de CONCACAF, Victor Montagliani, Domínguez, y Gulati— se comprometió con algo en el futuro. Domínguez ofreció la típica respuesta cuando dijo, “Todas las ideas serán consideradas”.
Parte de su titubeo se origina de una consideración práctica que involucra a la FIFA. El chiste, Gulati destacó, será obtener cualquier torneo futuro en el calendario de la FIFA para que los clubes puedan prestar a sus jugadores (la Copa América Centenario se añadió oficialmente al calendario en septiembre de 2014 —el Comité Ejecutivo de la FIFA aprobó esta medida; tanto Webb como Figueredo, formaban parte de dicho comité—). Cualquier otra Copa América “normal” sólo requiere de la liberación de jugadores de CONMEBOL. Así que el camino hacia el futuro es adaptarse al calendario de la FIFA o hacer que la CONCACAF apruebe la liberación de jugadores también.
Para U.S. Soccer, la esperanza es que el éxito de la competición ayude en su oferta para el Mundial de 2026. “No sabemos los detalles, los horarios, etc., de la oferta, por eso creo que sería prematuro comentar al respecto hasta que sepamos bien cómo funcionaría todo”.
Sin embargo, cuando sea hora de evaluar las ofertas, el éxito económico y la casi pulcra ejecución de la Copa América Centenario seguramente atraerá seguidores dentro de la FIFA, específicamente aquellos que desean irse con una opción desprovista de riesgos luego del escándalo alrededor de los Mundiales de Rusia y Qatar. Gulati parece estar de acuerdo. “Esperamos que influya en la sede de la Copa Mundial de 2016”.