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Este artículo fue publicado originalmente en Munchies.
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Kinepolis es a Bélgica lo que Pathé es a Francia. Es decir: la cadena de multisalas cinematográficas más grande del país, además de una productora y distribuidora de celuloide internacional.
La diferencia fundamental es que la compañía belga tiene un secreto en todos sus sótanos: un maestro hornero que cada día produce infinidad de palomitas de maíz, o pop corn. Y lo hace con ayuda de una receta secreta y con la de una gigantesca máquina de hacer palomitas. El resultado es tan irresistible que el 99 por ciento de los espectadores de cine belgas compran el cartón de palomitas familiar cada vez que van a ver alguna película.
De hecho, cuando una entra en un cine en Bélgica, lo primero con lo que se encuentra es con una enorme estantería que surca una pared entera y que está cubierta por cartones de palomitas dulces y saladas de varios tamaños.
Durante este mes de abril, Kinepolis ha arrancado una campaña destinada a terminar con el sistema actual y a retirar a las legendarias máquinas de circulación.
“Vamos a empezar a distribuir nuestras palomitas desde nuestras sucursales en Brujas, Cortrique y Ostende —y ninguna de ellas procede de una panadería, sino de una fábrica”, relata Emmy Deneckere, responsable de Kinepolis en la ciudad de Brujas. “Hace tiempo intentamos introducir las palomitas manufacturadas, al igual que sucede en Holanda. Sin embargo, el sabor era muy rancio. Ahora hemos encontrado una fábrica que trabaja con nuestra receta y que distribuye las palomitas envasadas al vacío de la misma manera en que lo estamos haciendo. Y la verdad es que hasta ahora no hemos tenido ninguna queja de nuestros clientes”.
Según Deneckere, tales son unas noticias asombrosamente buenas. “Los horneros tienen un trabajo muy duro. Se pasan horas de pie, solos, arrinconados en la parte del edificio en donde se encuentra la máquina, que por lo general es en el sótano. Y lo peor de todo es que después de completar su jornada se tienen que pasar dos horas más consagrados únicamente a limpiar el artefacto”.
Cuando yo trabajé en el cine como estudiante, el sótano de las palomitas — que, básicamente, era un minúsculo rincón infernal — era el lugar al que las acomodadoras iban de escondidas durante su turno para relajarse un poco. Todo el mundo sabía entonces que Mohammed estaría haciendo palomitas, mientras ahogaba sus penas en música árabe. Mohammed siempre estaba allí dispuesto a jugar un juego inventado por él mismo que consistía en ver quien podía llevar el mayor número de bolsas de maíz hasta el almacén.
Simon (24 años, Gante).
MUNCHIES: ¿Qué tal Simon? ¿Hacer palomitas es tu trabajo de estudiante, verdad?
Simon: Sí. Llevo haciendo este trabajo dos veces a la semana durante los últimos cuatro años en Kinepolis. Hago un día de panadero y otro de acomodador. Durante los meses de vacaciones a veces me toca hacer palomitas cada día.
Si llevas haciendo este trabajo durante los últimos cuatro años… ¿será porque es un trabajo de estudiante relajado, no?
Para mí es ideal. ¡Puedo ir al cine gratis! Y también me encanta la comida. Y lo cierto es que esta pequeña sala es probablemente el único lugar en que te puedes dedicar a cocinar, por mucho que lo hagas de una manera extremadamente sencilla. Hay mucha gente que considera esta sencillez como algo aburrido, pero no es mi caso. Yo me dedico a escuchar música o libros en audio. Y si tengo muchos deberes, pues aprovecho y los hago aquí.
¿Te queda tiempo para hacerlo en el trabajo?
Todos los que trabajamos aquí tenemos un sistema distinto. Yo me dedico a prepararlo todo durante la primera media hora de trabajo. Dejo preparadas las bolsas de palomitas y pego las etiquetas que advierten de la fecha de caducidad del producto. De manera que me quedan entre tres y cuatro minutos libres, que es el tiempo que tarda en hacerse el maíz. Así que me queda tiempo de sobras para leer artículos que tengo que leer para mi tesis, o para releer material de otros exámenes. No parece que sea mucho tiempo, pero la verdad es que en una jornada habitual de trabajo hacemos entre 30 y 50 bolsas de palomitas. Treinta veces por tres minutos cada una ya te concede una hora y media. Y durante los días en que estamos más ocupados, como en Navidades hacemos alrededor de 70 bolsas. ¡Basta con hacer los números!
¿Cuál ha sido tu peor día de trabajo?
Los días que estoy de resaca y hay un montón de bolsas por hacer. Sobrevivir a un dolor de cabeza que te martillea en un habitación que está a más de 30 grados centígrados es matador. Y pasarte el día apoyado ante una fuente de palomitas saladas provoca que te deshidrates todavía más. No es una sensación muy agradable. En días como ese, los tres o cuatro minutos de espera entre una bolsa y otra se hacen mucho más largos. En días así, cualquiera odiaría este trabajo.
¿Y cuál ha sido tu día más feliz?
Feliz es una palabra demasiado grande. Digamos que me sentí satisfecho el día que conseguí producir 101 bolsas de palomitas. Si consultas el libro de registros, tienes que remontarte hasta 2013 para encontrarte con alguien que haya conseguido alcanzar ese número en un solo turno. Así que el record es mío: ¡soy el rey de las palomitas! La verdad es que es un sentimiento heroico, delirante, como si te convencieras de que si no hubieses estado allí aquel día, nadie hubiese comido palomitas.
Cuéntanos qué es lo más excitante que te ha pasado en el sótano de las palomitas de Gante…
La verdad es que nunca recibí la visita de ninguna chica. Y tampoco puedo confesar que nadie haya cazado nunca a un hornero llevándose palomitas a casa. Así que no tengo ni idea. La verdad es que las posibilidades son infinitas, pero realmente nunca pasa nada excitante. Una vez un tipo se olvidó de conectar el conducto de ventilación y al cabo de unas horas el sótano se quedó cubierto de humo. El olor de las palomitas se propagó por todo el edificio. Fue una situación peligrosa… claro que… ¿excitante?
¿Cómo recordarás este trabajo?
Yo creo que el olor y el sabor de las palomitas recién hechas jamás me abandonará. Cuando abres una bolsa de palomitas de supermercado te das cuenta de que no huelen igual. Y de que, a menudo, saben a cartón. A mí me encanta el hecho de fabricar las palomitas en el cine. Cuando las palomitas se producen industrialmente siempre les falta un toque de frescura y de calidad. La gente que viene aquí se gasta un buen dinero en las palomitas, así que yo me siento responsable de suministrarles un buen producto. O sea, si tu vas a un restaurante no querrás que te cocinen la carne que compras en el supermercado, ¿me explico?
Yo conocí a un chico que podía cargar hasta ocho bolsas de palomitas. ¿Cuántas puedes cargar tú?
Wow. Yo puedo llevar seis. ¿Ocho? ¡Menudo crack! Tendré que intentarlo.
Caroline (31 años, Bruselas).
¡Buenas Caroline! Cuéntame, ¿cuánto tiempo llevas haciendo este trabajo?
Caroline: Siete años. Cuando el negocio está muy tranquilo también ayudo a los encargados de la limpieza, pero básicamente me dedico a hacer palomitas.
¿Tienes amigos a los que les regalas palomitas?
Sí, pero en esos casos les compro una bolsa del tamaño de una saco de basura. La semana pasada compré dos para una fiesta de cumpleaños. Para los empleados es más barato y puedes conseguir palomitas como para 30 personas.
Supongo que se debe de hacer aburrido estar en el sótano. ¿Cómo te lo montas para entretenerte?
¡Escucho la radio súper fuerte! Se hace aburrido porque siempre haces lo mismo, pero siempre hay algún estudiante, algún jefe o algún colega que se asoma para hablar un rato, y eso está muy bien.
¿Conoces la historia de algún hornero que se haya convertido en leyenda? ¿Alguno que haya roto algún record o que hiciera cosas que no debiera?
No. Lo que sí que tenemos es a un estudiante que toca heavy metal bastante alto y sin auriculares. Es bastante infernal. Los del equipo de limpieza se vuelven locos.
Trabajas a jornada completa. ¿Te molesta que haya estudiantes que trabajen solo una vez a la semana?
El peor día que he trabajado fue mi primer día de trabajo después de haberme pasado una larga temporada enferma. Un estudiante me había relevado y la verdad es que jamás me había encontrado con el sótano tan sucio. Había palomitas por todas partes y la máquina daba asco. Me pasé tres horas limpiándola antes de ponerla en funcionamiento de nuevo.
¿Alguna vez has cometido algún error estúpido?
De vez en cuando quemo muchas palomitas por descuidos tales como olvidarme de ponerle aceite a la máquina.
¿Qué será lo que más eches de menos cuando dejes de hacer este trabajo?
El ambiente. Porque aquí somos muchos jóvenes trabajando. Así que los jefes no son tan estirados como en otros sitios. Aquí nos lo pasamos bien.
Tim (29 años, Gante).
¿Cuánto tiempo llevas haciendo palomitas?
Tim: Llevo ya ocho años en Kinepolis, tres de los cuales me los he pasado horneando — cada martes y cada miércoles.
Di la verdad: ¿cuántas palomitas te habrás comido durante estos 8 años?
Ninguna. Odio las palomitas. Y llevo su olor metido en el tabique. La verdad es que no me cabe en la cabeza que a los belgas les vuelvan tan locos las palomitas. Es como comer aire con azúcar, que es básicamente lo que son. Así que te dan más hambre de la que ya tenías. Igual eso es lo que explica que sea tan buen empleado: que no me como la mitad de lo que cocino.
¿Cómo vives lo de pasártela solo en el sótano todo el día?
Es cansado — te pasas el día de pie y tienes que cumplir con un objetivo diario. Y luego esperar a que las palomitas estén hechas, cada vez, sin tener nadie con quien hablar. Por no hablar del verano: entonces no paras de sudar en abundancia. El único motivo por el que aguanto es porque me encargo de estar ocupado todo el tiempo. Y eso ayuda: el tiempo pasa mucho más deprisa cuando haces cosas. Por ejemplo, mientras se hacen las palomitas, aprovecho para etiquetar las bolsas, cierro las que ya se han quedado frías, hago paquetes o me dedico a limpiar todas las que se han derramado. De esta manera, cuando llego al final de mi turno me quedan menos cosas que hacer y no tengo que fregar el suelo pegajoso.
¡Tu sótano está increíblemente bien organizado!
Distribuir las bolsas es increíblemente importante para que el lugar no se convierta en un caos. Empiezo por una esquina y luego voy por toda la habitación. Durante las vacaciones de Navidad tenemos que hornear tantas palomitas que la habitación se queda completamente desbordada mientras tenemos que dedicarnos a trabajar también en la cocina. Antes siempre dejaba el trabajo de apilar y organizar las bolsas para el final de mi turno; pero lo cierto es que eso es meterte en problemas. Al cabo de un tiempo se convierte en algo más pesado que llevadero.
¿Cuál ha sido tu despiste más importante hasta la fecha?
Una vez llené las kettle de agua sin haber desenchufado la máquina. Las palomitas se chamuscaron completamente y me tuve que pasar horas fregando. Otro de los habituales errores del principiante es no desenvolver la bolsa lo suficiente antes de introducir las palomitas en la máquina, lo que provoca que se derramen por el suelo Se trata de extender los márgenes de la bolsa todo lo que puedes: ese es el truco.
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