La historia de los poppers está plagada de mitológicas fiestas chemsex, rumores de combinaciones fatales, esporádicos reportes de pérdida de visión y sugerencias científicas que relacionan su consumo con el desarrollo de algunos tipos de cáncer, incluso con un mayor riesgo de infección por VIH. Sin embargo, continúan siendo sustancias de gran demanda, 25 veces más comunes entre los hombres que tienen sexo con hombres (HSH) que entre héteros.
Se han convertido en un fetiche. Sus propiedades vasodilatadoras relajan las paredes del ano/vagina y facilitan la penetración, reducen la sensación de dolor y generan un golpe de calor que para muchxs desinhibe y potencia la estimulación sexual. Contrario a la creencia popular, los poppers no tienen una incidencia directa sobre el sistema nervioso central, por lo que sus efectos son más corporales que mentales. Sin embargo, la escasa investigación sobre las consecuencias de su uso a largo plazo, la falta de interés científico en la salud de consumidores de una población considerada minoritaria y la incapacidad de los legisladores para regular las sustancias singularmente (y basados en la evidencia más que en la moral) han creado un limbo perfecto para un mercado informal de genéricos y adulterados.
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Un estudio reciente realizado en la Universidad de Alcalá, España, sugiere vínculos entre el uso de poppers y su efecto citotóxico sobre la retina. Es el trabajo de maestría de Víctor David Ayala Rivera, un optómetra colombiano especialista en seguridad y salud, que acaba de culminar sus estudios en investigación en ciencias de la visión y adelanta un doctorado en neurovisión, un programa que articula esta universidad junto a la Complutense de Madrid, Santiago de Compostela, Valladolid y Murcia.
Llegué a David por un hilo que publicó en Twitter con algunos de sus hallazgos. Su interés por este tema de investigación surgió en un viaje a Canadá donde probó poppers: “Le conté a mi tutor que lo primero que sentí fue una amaurosis, que es una pérdida muy fugaz de visión como cuando te vas a desmayar. Dije ¡wow, qué pasó aquí y cómo repercute esto en mi visión!”.
David leyó varios reportes de casos de pérdida de visión alrededor del mundo relacionados al consumo de poppers. Incluso uno de una menor de 13 años quien con una sola exposición sufrió un agujero en la mácula lútea (encargada de reconocer las formas y detalles visuales). Cuando propuso investigar al respecto para su trabajo de grado, encontró resistencia en su universidad, pues algunos consideraron el tema de poco interés público y los poppers como una sustancia de escasa aplicabilidad para la farmacología actual.
“Tuve objeciones, me dijeron que lo ideal era investigar temas importantes. Asumí que los temas importantes dentro de la ciencia son los competentes al hombre blanco y rico”, me cuenta David vía Whatsapp. “De allí que muchos medicamentos se etiquetan como no apto para consumo en mujeres, porque son probados en sujetos hombre. Se investigan enfermedades que les dan a hombres blancos que pueden pagar el tratamiento pero en África las enfermedades huérfanas no se investigan porque lo que le importa a la industria farmacéutica es lucrarse”.
Al final le permitieron experimentar con ratones luego de explicarle a científicos —padres de familia en su mayoría— que los poppers eran considerados un legal high, y que esto los convertía en sustancias poco perseguidas y estudiadas, pero a la orden del día en calles, colegios y sex shops. Que eran más consumidos que la heroína, por supuesto.
David pasó gran parte de la cuarentena por la COVID19 en el laboratorio.
Flashbacks
Parte del enredo para entender el universo de los poppers y su popularidad en el mercado reside en su química, pues hay un amplio espectro de formulaciones que se comercializan con ese nombre. Por lo general se trata de compuestos que contienen nitritos, que son sales o ésteres de ácido nitroso. El primero en ser sintetizado fue el nitrito de amilo en 1844, y se utilizó durante gran parte del siglo XX para el tratamiento de la angina de pecho y el envenenamiento por cianuro. Desde entonces han aparecido una amplia variedad: nitrito de butilo, nitrito de isobutilo, nitrito de pentilo, nitrito de isopentilo, nitrito de propilo…
“Cuando los nitritos de alquilo entran al cuerpo producen vasodilatación. Los vapores van directamente a los pulmones, donde están los alveolos, que se encargan de recoger el oxígeno”, me explica David. “Es la vía que utilizan los poppers para entrar directamente al torrente sanguíneo y allí sufren una mutación: se convierten en óxido nitroso, que tiene un efecto vasodilatador, sobre todo en el músculo liso: un músculo muy fino que bordea todos los vasos sanguíneos que tenemos en el cuerpo. Todo se vuelve gigante”.
¡Todo! Desde los vasos sanguíneos de tus ojos hasta los de tu ano. Por eso puede facilitar, en ocasiones al extremo del priapismo, la erección. Y por eso su fama en los circuitos gay de la segunda mitad del siglo pasado, especialmente los estadounidenses, de donde se heredó el mito de elixir anal y las marcas aprovecharon para convertir la botellita en un amuleto identitario que sobrevive hasta nuestros días. Esto pese a la investigación y evidencias científicas y la presión de algunos grupos por regular o prohibir su uso.
Para esa época, me sugiere David, hubo un pequeño apogeo de investigación científica sobre los nitritos existentes hasta entonces: “el de amilo, butilo e isobutilo. Se hizo investigación animal y descubrieron que el nitrito de isobutilo era potencialmente cancerígeno”.
El auge de los poppers, nombrados así por el sonido que hacían las cápsulas de vidrio en las que originalmente se distribuía al ser quebradas, coincidió con la crisis del VIH/SIDA. Algunos investigadores y activistas de la época sugirieron una relación entre el abuso de nitritos inhalados y un mayor riesgo de infección por VIH.
“La principal causa obviamente es el sexo sin barrera de protección, pero ¿pueden los poppers, desde su función vasodilatadora, aumentar el riesgo de contagio?”, se pregunta David. “La premisa era: como hay vasodilatación y en las paredes del recto hay vasos, puede que se genere mayor permeabilidad al virus”.
Dentro de la bibliografía que revisó, David se encontró con un libro de 1986 que ya consideraba esa hipótesis: Death Rush: Poppers and AIDS, escrito por el activista gay y VIH+ estadounidense Hank Wilson y John Lauritsen, también activista gay, analista de mercado y periodista.
“Esta cartilla científica, que es una reunión de estudios y datos muy bien construida, da cuenta de que la mayoría de estudios han sido infructuosos porque se hicieron en animales y estos se mueren al administrarles poppers”. Lo que se convirtió en un reto para David en el laboratorio.
Para aquella época no hay reportes de pérdida de visión relacionada al uso de poppers, sin embargo hay una gran producción de nuevas variedades de nitritos: si el isobutilo era relacionado con el cáncer, ya estaban en stock otras reformulaciónes: nitrito de pentilo, nitrito de isopentilo y nitrito de propilo.
Según el libro de Wilson y Lauritsen, para 1978 la industria de poppers movía 50 millones de dólares del emergente mercado gay. Se vendían bajo etiquetas de odorizadores ambientales. Algo no muy distinto a lo que sucede hoy: los productores actuales que lideran el mercado de poppers son PWD Rush y Lockerroom Marketing Ltd., fabricante del Jungle Juice en Canadá (donde paradójicamente está prohibida su venta) y cuyo mercado principal es Europa y Estados Unidos. En la página oficial de Rush se especifica en una pequeña nota que sus “productos a base de nitrito son vendidos como solventes de limpieza”. Lockerroom Marketing se arriesga con notable fetichismo BDSM y publicita los nitritos como limpiadores de cueros y agentes lubricantes para maquinaria mientras muestra el torso de un hombre encuerado. ¿Marketing o manipulación del deseo?
Ambas, por supuesto, advierten que sus productos no son aptos para consumo humano.
Ensayo-Error-Sobredosis
Los poppers generan tolerancia al uso, por lo que cada vez se debe administrar una dosis mayor para obtener el efecto deseado y cada nuevo nitrito es una reserva por explorar para el consumidor habitual. Entre tanta variedad de nitritos es imposible hablar de un poppers original, más allá de una fidelización de marca. Y básicamente habría que analizar cada botella para saber cuáles nitritos y qué concentración contienen realmente.
Para elegir el nitrito que debía utilizar en los ratones, David revisó uno a uno los reportes de caso de pérdida de visión y encontró varias coincidencias: son de este siglo, la mayoría de países europeos (Italia, Francia, Reino Unido, España, Inglaterra, Bélgica) y algunos relacionados con personas que viven con VIH.
“Me pregunté por las formulaciones de este siglo y una de las más recientes se conoce como nitrito de isopropilo. En el tweet advierto que eviten el isopropilo, porque emergió en el consumo durante los últimos 10 años y cronológicamente coincide con los reportes de pérdida de visión que hay a nivel mundial”.
Identificado el nitrito se decidió por un Jungle Juice Platinum fabricado por la PWD S.A. (sí, las marcas no compiten y se hacen guiños en sus etiquetas). La siguiente tarea fue calcular una dosis no letal para los ratones y la mejor manera de administrarla: “como era tan complicado y podía quemarlos, mi idea fue poner una ampolla y un compresor de oxígeno para liberar el líquido volátil y arrastrarlo hasta la cámara de los ratones. No podía estresarlos porque de lo contrario respiraban más fuerte”.
La primera semana todos murieron, como advertían Wilson y Lauritsen en su libro. Si una inspiración humana dura entre tres y cinco segundos, ¿cuánto aguanta un ratón oliendo poppers?
Diez segundos fue el promedio de máxima exposición. Generalmente después del segundo 15 morían.
“Todos entraron en un shock, una hipoxia que conduce a un infarto. Se ponían azules: cianosis. La sangre que corre por las arterias es roja y la que corre por las venas es más azulada, por la falta de oxígeno. Dentro de la sangre hay una proteína, la hemoglobina, encargada de transportar las moléculas de oxígeno a los órganos y tejidos. Con la exposición a poppers esta hemoglobina sufre una transformación a metahemoglobina y ya no puede transportar el oxígeno. Esa es la causa de infarto en mis ratones y de muerte por sobredosis de _poppers_”.
Y esta es la razón por la que muchos saunas gay se han visto obligados a colocar avisos en sus instalaciones para desestimular su combinación con Sildenafil (o cualquier otro Viagra). Es un cóctel potencialmente mortal, pues ambos tienen efectos vasodilatadores.
Los cambios en el sistema inmune, según me cuenta David, podrían estar también relacionados con mayores riesgos de infección por VIH. “Hay investigaciones (como esta, esta o esta) que demuestran que los poppers son inmunosupresores. Esto es crucial, porque no solo hablamos de un contagio de VIH por vasodilatación del recto, sino que además tu cuerpo está inmunosuprimido”. Y además estás cachondx, por lo que tu conciencia de los riesgos podría verse afectada.
Me advierte que esto podría ser importante para algunos casos de personas que generan resistencia al tratamiento con antirretrovirales (ARV). Quizá su consumo de poppers esté disminuyendo sus defensas al producir cambios en el sistema inmune. Los inhibidores de la proteasa (IP), un fármaco común en el tratamiento del VIH, han mostrado interacciones y aumento de los efectos de los medicamentos para la disfunción eréctil (vasodilatadores, generalmente).
La interacción de estos medicamentos con los poppers también podría estar relacionada con los episodios de pérdida de visión, pues algunos de los reportes son casos de hombres que confirmaron el diagnóstico VIH+ en consulta, por lo que se presupone que están en tratamiento. Algo tenía que suceder con las células de la retina (conos y bastones) tras la exposición a los vapores de poppers. Esa fue la hipótesis que guio su investigación: citotoxicidad de conos de retina múrida debido a inhalación de vapores de nitrito de isopropilo.
“Mi tutor es neurocientífico y sugirió usar unos electrodos para mirar cómo funcionaban las neuronas. Me di cuenta de que se genera una sobreexcitación en las neuronas, como si tuvieran más energía. El proceso visual es muy complejo. Se resume en algo así como: un fotón de luz pasa a la neurona, llamada cono, que hace un proceso químico para convertirlo en un impulso eléctrico. En ese orden de ideas, cuando los ratones olían poppers era como si las neuronas tuviesen la necesidad de generar más energía. Eso podría traducirse luego en un daño, porque no es algo bueno realmente”.
Tras este procedimiento vino la extracción de los ojos de los ratones para practicar una prueba inmunohistoquímica, que permitió contrastar los cambios que se presentaron en las retinas.
“Esas neuronas presentaban cambios pero dentro del trabajo no se pudieron concluir como cambios determinantes”, me explica David. “Los hay pero, ¿son debido a los poppers? Los experimentos fueron hechos en ratones y la traslación, que es poder coger resultados en animales y afirmar que lo que pasa con ellos también sucede en humanos, es el principal bloqueo, porque no puedo asegurar que si le pasa a un ratón le va a pasar también a un humano. Para poder concluir eso serán necesarios más estudios. Allí viene el siguiente proceso, que es una investigación a gran escala que haré en el doctorado”.
Así es la ciencia.
El bajón: Latinoamérica, ¿un mercado adulterado?
David me hace sospechar de algo: en España un frasco de Super Rush del laboratorio PWD puede costar de 20 euros en adelante. En la página de la marca se promocionan desde 15 dólares, por lo que no tendría ningún sentido (con los gastos de importación y distribución) que en Colombia se venda la misma marca por 20.000 pesos (5 dólares).
Uno de los poppers que más circula en el mercado latinoamericano lleva la etiqueta de Fermin Corp y un singular científico loco en su tapa. Se distribuyen sin mayor control como dilatadores anales, euforizantes o estimulantes (aunque ya advertimos que sus efectos son más físicos que psicológicos) en sexshops, tiendas online y hasta MercadoLibre.
“Esos poppers ni siquiera dicen qué tipo de nitrito son. He encontrado consumidores en Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela, por lo que el fabricante debe estar entre estos países. Adicional, ninguno de los poppers que yo llamo originales tienen perlitas”, me cuenta David sobre sus pesquisas. “Cuando voy a Colombia me dicen que si tiene perlitas es mejor. Hay un laboratorio en Australia que se dio a la tarea de analizar por qué algunos poppers tenían estas perlitas: son óxido nitroso u óxido de aluminio. Es como ‘envenenar’ los poppers para que sean más fuertes. Químicamente pasa porque la calidad de estos poppers no es tan buena y entonces, al ser un volátil, se va más rápido. Las perlitas lo que hacen es mantener y soltar paulatinamente este óxido nitroso o de aluminio. Puede que a lo mejor lo que estemos consumiendo en Colombia no sea un nitrito de propilo, quizá no tengan acceso a una fórmula tan cara, pero podría tratarse de un nitrito de amilo envenenado con estas perlas y no sabemos sus efectos. Podríamos estar condicionando a una generación que huele poppers a que en 10 o 20 años tengan cáncer por oler un producto que ni siquiera era el ‘verdadero’. Es una cochinada”.
Finalmente me hace caer en cuenta de algo: se adulteran tanto los poppers en el mercado que el plagio se ha convertido en el eslogan de Rush: Never Faked. Y lo cierto es que en Latinoamérica y otras regiones del mundo como China es común encontrar sustitutos de casi cualquier cosa a menor costo. Sería más justo el lema: At Your Own Risk!
Más lub y caléndula.
A David lo pueden encontrar en Twitter como @Metransformaste.