Música

Por qué el caso de Kesha importa


Foto por Getty

El sexismo en la industria musical es un problema real, y el rechazo de la corte al requerimiento que Kesha solicitó contra Dr. Luke, es un frío recordatorio de que está tan institucionalizado que es usual escucharlo en las letras de músicos masculinos como Kanye West y Drake. Nos recuerda que somos parte de una cultura de complicidad, en la que, por no actuar, nos convertimos en perpetuadores de ese sexismo al facilitarlo. El soporte de la Corte a Sony y Dr. Luke, la industria apoyando a este último y nuestro consumo incesante de sus productos, se suman a una aceptación pasiva del abuso como el statu quo. Tristemente, la lucha de Kesha se ha convertido en un símbolo de nuestras fallas colectivas.

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Para ponerlos rápidamente en contexto: la controversial decisión vino después de una serie de quejas que empezaron cuando Kesha puso una demanda civil en contra de Sony y Dr. Luke en 2014, en la que afirmaba que el poderoso y prolífico productor la había asaltado sexualmente múltiples veces durante los 10 años que tuvieron de relación profesional. La carrera de Kesha básicamente ha estado varada desde que ella presentó la demanda inicial (no ha publicado música nueva desde entonces), mientras que Dr. Luke sigue trabajando. En la decisión del viernes, anunciada por la juez de la Corte Suprema de Justicia de Manhattan Shirley Kornreich, se le negó a Kesha su petición, la que básicamente habría roto sus vínculos contractuales con Sony (a quienes, debido a esos contratos, les debe seis discos más), y que le hubiera permitido trabajar con alguien más que no fuera su supuesto violador y la compañía que lo protege, mientras continúan los procedimientos en la corte. Algo que por lo menos éticamente no parece mucho pedir.

Desafortunadamente, la ética y la ley no siempre van de la mano como deberían, y los argumentos jurídicos de Kornreich reflejan las maneras en las que el sistema legal suele fallarle a las víctimas de supuesto abuso. Por ejemplo, Kornreich dijo que permitirle a Kesha romper sus obligaciones contractuales con Sony causaría “daños irreparables” para la compañía, pero nunca habló sobre los daños irreparables que Kesha podría sufrir si es forzada a cumplir un contrato que la obliga a trabajar con el hombre que supuestamente la violó. Kornreich también dijo que aprobar su solicitud “quebrantaría las leyes que supervisan los contratos en el estado”, y de nuevo no comentó nada acerca de las leyes estatales que protegen a las víctimas de abuso sexual.

En la petición de Kesha, esta también hizo una súplica emocional por su bienestar: “Yo sé que no puedo trabajar con Dr. Luke. Físicamente no puedo hacerlo. No me siento segura de ninguna forma”, dijo ella. Kornreich refutó lo anterior, dándole al comercio una prioridad mayor que a la seguridad física y emocional de Kesha. “Le estás pidiendo a la corte que diezme un contrato que fue cuidadosamente negociado y que es típico de la industria”, dijo en su juicio, aparentemente ciega ante el hecho de siquiera considerar el bienestar de una supuesta víctima de abuso sexual. Kornreich creyó pertinente el “hacer lo razonable comercialmente hablando”, y como Sony ha invertido $60 millones en la carrera de Kesha, ella debe cumplir, así eso implique unirla con el hombre que probablemente la asaltó de manera sexual en varias ocasiones.

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Kesha

Mantener el contrato sin siquiera permitir modificarlo básicamente absuelve a Dr. Luke ya que tácitamente sugiere que no es culpable, o que si es culpable, las acusaciones de Kesha son frívolas ante cuestiones “más importantes”, como su valor monetario ante Sony. ¡No vaya a ser que una mujer agraviada vaya a detener a una enorme corporación de cobrar sus cheques! El mensaje que da todo esto es que Kesha estaba dispuesta a todo y que cualquier abuso que haya sufrido es un daño colateral insignificante.

La decisión sugiere que Kesha, la supuesta víctima, debería probarse como inocente, en vez de que Dr. Luke sea culpable. Y así es precisamente como no debería funcionar la ley. Es otro oscuro ejemplo de cómo el sistema de la Corte trata a las víctimas, y por qué es una carga tan pesada y tan poco tentadora para las víctimas reportar esos abusos. Las investigaciones de RAINN (Red Nacional de Violaciones, Abusos e Incesto, por sus siglas en inglés) estiman que 68 por ciento de las ofensas sexuales no son reportadas, y que del 32 por ciento que sí son reportadas, menos de un tercio terminan con un arresto, y es aún menor el número de personas que terminan condenadas. Esos no son números muy alentadores, pero esta tampoco es información shockeante o nueva. Las mujeres viven en una sociedad que les enseña lo futil que es hacer esos reportes. Ya sea acoso sexual en las calles a través de gritos o abuso sexual físico, el hecho de que el sistema desaliente los reportes, ya sea porque los oficiales no los toman en serio o por avergonzar a las víctimas en el proceso judicial, hace que cualquier mujer sea disuadida de la abrumadora tarea de buscar que castiguen a alguien que abusó de ella.

Muchísimos crímenes de naturaleza sexual son “invisibles”. Kesha asegura que Dr. Luke la drogó y la violó, y no podemos ver las cicatrices, así que no tomamos en serio sus acusaciones. Pero eso no significa que no sean reales, o que no debería ser persuadida para que demuestre que sus acusaciones son reales. Así que mientras que Dr. Luke no sea castigado ni se considere que cometió un crimen en contra de Kesha, la manera en la que el sistema legal tratará el caso siempre será desde el ambito puramente monetario. La palabra escrita de la ley ha prevalecido de tal manera que Kesha tiene que seguir trabajando con su supuesto abusador, y sin embargo, no pone nada de la carga del bienestar físico y mental de la cantante sobre Dr. Luke o Sony. El desequilibrio de poder que está siendo ejercido por la Corte es, en el mejor de los casos, nauseabundo. El camino para que una víctima reporte un abuso no debería estar lleno de nuevos abusos .

Por supuesto, Sony ha declarado que Kesha puede trabajar con otros productores, pero la veracidad de esa promesa es tenue. Dr. Luke sigue siendo uno de los productores más poderosos del mundo, y el problema con el misericordioso gesto de Sony es que trabajar sin Luke dentro de esa empresa puede llevar a que la disquera no quiera promover ni financiar sus próximos discos. Mark Geragos, el abogado de Kesha, resaltó ese punto en la audiencia diciendo que Sony “lo escogería sobre ella”, lo que destinaría a Kesha al fracaso. Y realmente, la inversión que está haciendo al proteger a Dr. Luke en todos estos problemas legales muestra en dónde está enfocada la lealtad de la empresa, y que su prioridad está en proteger al productor, en vez de proteger o si quiera valorar las acusaciones de la intérprete. Un abogado de Sony dijo, “Estamos interesados en su éxito. Estamos interesados en el éxito de Dr. Luke. Las dos cosas no son excluyentes la una de la otra,” sugiriendo que Kesha debería agachar la cabeza, seguir con lo que le dicen, y no debería tener la autonomía para decidir qué es lo mejor para ella, ignorando por completo el impacto de sus alegatos. Y hay algo de la persecución legal de Sony en contra de Kesha que parece provocador y vengativo, diseñado para destruir el espíritu y la carrera de una mujer que se rehusó a ser cómplice de su propio abuso.

Madeline Davis, la redactora de Jazebels un portal web dedicado a mujeres—, ve esto como una situación lamentable y predecible por parte de la industria musical y la corte que vela por sus intereses. “Cuando una violación de contrato y una violación humana son puestas cara a cara en la Corte, un idealista podría pensar que la seguridad de un ser humano va a tener prioridad. Mientras que un realista, por otro lado, conocería mucho mejor la situación. La industria de la música, como muchas otras industrias, esta predispuesta a favorecer su propia seguridad”, escribió.

El caso de Kesha es el código de un patriarcado que a menudo se piensa que no existe. Todo acerca del caso, desde las quejas iniciales de ella y las denuncias de Sony/Dr. Luke, hasta la última sentencia que se dictó a su requerimiento, está codificado en un lenguaje de sexismo. El mensaje nunca ha estado claro: para las víctimas de abuso, no hay acceso a la justicia, especialmente cuando estas peleando contra una corporación global y el hombre blanco que próximamente va a quedarse con todas tus ganancias. Tal como lo dicta “C.R.E.A.M” de Wu-Tang Clan: el dinero gobierna todo lo que rodea al hombre. Aunque Dr. Luke puede o no ser culpable de lo que Kesha lo está acusando, ese no es el punto, el punto es que una demanda como esta, manda a Kesha directamente al purgatorio, mientras que Dr. Luke, milagrosamente, sigue ejerciendo su profesión.

Y aquí es cuando el resto de nosotros, como parte de la cultura colectiva, tenemos que tomar responsabilidad sobre esto. Si hay artistas que continuan trabajando con Dr. Luke y Sony, reporteros hambrientos cubriendo ese trabajo, y consumidores escuchando repetidamente los últimos hits hechos por Dr. Luke, nos convertimos en parte de esa pasiva y masiva complicidad que permite que cosas como estas sigan pasando. Claro, Dr. Luke es influyente, y funciona para aquellos que están ansiosos por trabajar con él en un hit y para los sitios que buscan clicks sólo por escribir sobre él, pero ese poder solo se mantiene porque hay artistas que siguen trabajando con él y todavía hay sitios escribiendo al respecto, se convierte en un ciclo vicioso. Por ejemplo, nos enganchamos en el mismo tipo de complicidad cuando vimos a Chris Brown —que ni siquiera ha terminado de cumplir su sentencia por haber golpeado a Rihanna—, cantando en los Grammy. Cuando no hacemos nada, cuando se mantiene un apoyo vehemente y ocioso hacia los hombres que abusan de su poder para hacerle daño a las mujeres, nos volvemos cómplices. Dr. Luke, Sony y La Suprema Corte de Manhattan han castrado a Kesha contra su voluntad, y nosotros estamos conduciendo el carro que exige que lo hagan. En un mundo perfecto, la gente de la industria musical dejaría de trabajar con Dr. Luke, y nosotros dejaríamos de escuchar su música, no para sugerir que es culpable, si no para reforzar la importancia de proteger a las presuntas víctimas.

Hay una foto circulando en internet en donde se ve a Kesha llorando en la parte trasera del juzgado después de que se dictó la decisión, y debería ser suficiente como para que a ti también te dieran ganas de llorar (yo, la verdad, derramé algunas lágrimas). No es la cara de una mujer que está tratando de escapar de un contrato inconveniente a la que le han dicho que “No”. No es la cara de una oportunista o actriz. Es el rostro que todos nosotros hemos visto antes, es la expresión de dolor de nuestros amigos y seres queridos, y tal vez incluso algunos de nosotros en el espejo. Es la cara de la derrota final. Su expresión captura la sensación exacta que provoca la impotencia dentro de una cultura que está estructurada de tal manera que el simple hecho de ser mujer te hace vulnerable de fromas que ni siquiera sabías que se podía ser vulnerable.

Las lágrimas de Kesha son las lágrimas que lloramos cuando estamos rotos y lastimados por haber tenido el valor de hacer una denuncia que fue recibida, pisoteada, orinada y aniquilada. Tal vez esto se está convirtiendo en algo demasiado emocional para mí, o tal vez deberíamos preocuparnos más por lo que está pasando alrededor. Tal vez necesitamos reunirnos y llorar y cambiar nuestros rostros por máscaras que muestren las formas en las que hemos sido abusados, con el fin de apoyar a Kesha, y así, en conjunto, empezar a generar cambios que sean tangibles. Porque hasta que lo hagamos, hasta que logremos que todas esas lágrimas ahogen nuestro silencio y se conviertan en ruido, podremos lograr un cambio. Le hemos fallado a Kesha, y a cualquier otra mujer o persona que ha hablado sobre el abuso sexual y ha sido sentenciada por eso. Nosotros somos la corte, somos Sony, Dr. Luke. Somos cómplices.

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Kat George es una escritora con base en Brooklyn. Síguela en Twitter.