Normalmente, el campeón de la liga de verano de la NBA en Las Vegas no genera mucho interés. Muy pocos de los jugadores que la disputan llegarán a ser estrellas; la mayoría ni siquiera jugarán en la mejor liga de baloncesto del mundo. Pero cuando los San Antonio Spurs derrotaron a los Phoenix Suns por tres puntos el lunes por la noche en el partido por el título, hubo una persona que hizo historia: Becky Hammon, la entrenadora de los Spurs.
Hammon ya había sido la primera mujer en entrar en la NBA como asistente. En Las Vegas, la ex jugadora de Dakota del Sur se convirtió en la primera fémina en entrenar a un equipo de hombres en una liga patrocinada por la NBA —y en ganar un título. Hammon, además, logró ambas cosas en tres semanas.
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Los logros de Hammon, por desgracia, aún parecen chocantes en un mundo como el del deporte masculino en EEUU. La destacada ex jugadora de la WNBA y dos veces jugadora olímpica (compitiendo para Rusia) no solo es la primera mujer en dirigir a tiempo completo en la NBA, sino que también es la primera en entrenar a hombres en cualquiera de los deportes más populares de Norteamérica. Las disciplinas masculinas, desafortunadamente, siguen pareciendo un coto cerrado para los hombres.
No obstante, si los equipos siempre intentan contratar a los mejores entrenadores disponibles —lo tienen que hacer si están interesados en ganar—, entonces… ¿por qué esta reticencia a contratar mujeres?
En todos los deportes es habitual que el género del entrenador difiera del género de los atletas, pero por alguna razón, en casi todos los casos el entrenador es hombre y los jugadores son mujeres. Tomemos el caso de EEUU, por ejemplo; después de la aprobación del Título IX sobre igualdad de género en 1972, cerca de un 90% de los equipos femeninos de deportes universitarios pasaron a ser dirigidos por mujeres. Como los salarios subieron, sin embargo, cada vez más hombres comenzaron a ocupar esos puestos. Hoy en día, menos de la mitad de equipos universitarios femeninos son dirigidos por mujeres.
Cuando giramos hacia el deporte masculino, en cambio, las mujeres parecen estar bloqueadas del mercado. Menos del 1% de equipos masculinos son dirigidos por mujeres, y ninguno de estos se encuentra en las divisiones más altas. En Europa, la situación no es mucho mejor: la presencia de la entrenadora Corinne Diacre al frente del Clermont Foot 63 de la Ligue 2 francesa es una gran noticia, pero por desgracia dista de ser un hecho habitual en el mundo del fútbol. En España, la única entrenadora que encontramos ejerciendo en un nivel profesional es Laura Torvisco, que dirige al Rayo Vallecano de la Superliga femenina.
Lo que ha hecho única a Hammon ha sido precisamente la capacidad de saltarse esta anacrónica norma no escrita.
La exclusión de las mujeres de los puestos de responsabilidad no es, por desgracia, patrimonio único de los deportes. Cuando escribía para el New York Times, el economista Justin Wolfers apuntó que tienes una mejor oportunidad de dirigir una compañía si te llamas John que si eres mujer. Y aunque hay mujeres que han liderado naciones como el Reino Unido y Alemania —la elección presidencial de Taiwán es una disputa entre dos mujeres—, una mujer jamás ha sido nominada por un partido estadounidense para postularse como presidenta (una puerta que Hillary Clinton está dispuesta a tirar).
Entonces, ¿por qué existe una tendencia a favor de los hombres en posiciones de liderazgo? Si el resto del mundo fuera equitativo, uno asumiría que, en general, los hombres son mejores líderes que las mujeres, o al menos mejores a la hora de mostrar su valor en el mercado laboral. Pero no es así: incluso en nuestros días, las mujeres son perseguidas por un largo historial de sexismo y discriminación de género —social, cultural, político y económico. Cuando se trata de los deportes masculinos en particular, es prácticamente imposible cuestionar la idea de que los hombres son mejores líderes que las mujeres… máxime cuando las mujeres son excluidas sistemáticamente del mercado.
Aún así, podemos ver algunos datos relevantes del género en los deportes y en los entrenadores. Volvamos a EEUU y consideremos el softball universitario femenino. Aunque los hombres no lo practican en este nivel, generalmente son contratados como entrenadores. (En cambio, generalmente las mujeres no son contratadas como entrenadoras de béisbol). De hecho, de acuerdo con un estudio de R. Vivian Acosta y Jean Carpenter, el 83,5% de los equipos de softball fueron dirigidos por mujeres en 1977; en 2014, en cambio, dicha cifra había caído a un 66,3%.
El softball femenino, por suerte, cuenta con algo de diversidad de género en sus filas de entrenadores. Esto nos permite comparar: ¿quiénes son mejores como entrenadores, los hombres o las mujeres? Uno pensaría primero en echar un vistazo a los récords de victorias y derrotas de cada género; en los deportes universitarios, sin embargo, existen disparidades significativas en la cantidad de dinero que las escuelas destinan a las distintas disciplinas. Antes de medir el impacto del género deben considerarse los gastos. Precisamente, este es el enfoque de Peter von Allmen en un estudio publicado recientemente sobre el softball femenino.
Los resultados de Von Allmen indican que —evidentemente— el dinero importa. Y mucho. Los equipos que gastan más en un deporte también ganan más. Al mismo tiempo, su análisis indica que una vez ponderados los gastos el género no marca una gran diferencia. Es como decir que no hay prueba alguna de que los hombres sean mejores entrenadores que las mujeres en el softball universitario.
Obviamente, sería bueno tener más que un estudio con este tipo de datos, y mejor aún sería poder realizar un análisis profundo de los deportes masculinos. Pero para que eso suceda, más equipos masculinos necesitan estar dispuestos a contratar entrenadoras… lo que nos lleva de nuevo al manido dilema del huevo y la gallina.
Tal vez (ojalá) el éxito de Hammon ayude a propagar la diversidad en los cuerpos técnicos. Hay evidencia de que los jugadores de los Spurs reaccionaron positivamente al encontrarse con una entrenadora de sexo femenino. Jonathan Simmons explicó la reacción del equipo: “La aprecio de verdad y tan solo la conozco desde hace un par de días. Es una entrenadora con muy buen rollo y además ha sido jugadora también. A todos nos gusta eso”.
Bobby Marks, ex asistente de dirección general de los Brooklyn Nets, dio la que seguramente sea la aprobación más certera: “Sé que esta es una declaración atrevida: si tuviera a cargo un equipo y una vacante para el entrenador, mi primera llamada sería para Becky Hammon”.
La declaración de Marks apareció en los titulares del periódico estadounidense USA Today. De nuevo —sin culpa o intención suya— Hammon es una novedad. Pero realmente, la historia principal debería ser el fracaso de los equipos masculinos a la hora de buscar e integrar mujeres en sus cuerpos técnicos.
Pongamos otro ejemplo: los Orlando Magic. El equipo floridano no ha tenido una temporada ganadora desde 2011-12. Tras despedir a Jacque Vaughn al término de la temporada 2014-15, los Magic realizaron un movimiento convencional al contratar a Scott Skiles, un entrenador con 13 años de experiencia en la NBA. En ocho de esas temporadas, no obstante, el equipo que dirigía Skiles no ha podido ganar más de la mitad de sus juegos.
Sus mediocres resultados no tienen por qué ser un reflejo de la capacidad de Skiles; el éxito de un equipo está determinado en gran medida por las habilidades de los jugadores que el entrenador tiene a su disposición. Un estudio académico que publiqué con Mike Leeds, Eva Leeds y Mike Mondello indicaba que la mayoría de los entrenadores de la NBA no pueden alterar el rendimiento individual de los jugadores. Puede que en esos años Skiles simplemente haya dirigido a equipos malos.
En el caso de los Magic, cabe remarcar que el equipo de Orlando no ha hecho cambios significativos a su plantilla que le ayuden a salir del pozo. A menos que haya una mejora significativa interna —lo cual no es descartable, dado que muchos de los jugadores principales de Orlando son relativamente jóvenes—, Skiles seguirá entrenando una plantilla mediocre.
Dada su situación, los Magic, y todos los equipos que sufren como ellos, deberían centrar sus esfuerzos en encontrar entrenadores que puedan mejorar a sus jugadores. Para aumentar las posibilidades de que eso suceda es necesario ampliar los horizontes —ergo buscar entrenadores de procedencias más diversas. Si solo se considera a los hombres para entrenar a los equipos masculinos, sin embargo, la mitad de la población estará siendo excluida. Eso, a su vez, significa que las probabilidades de encontrar al mejor entrenador posible se reducen sensiblemente.
Irónicamente, la NBA es consciente de ello cuando se trata de obtener talento para sus plantillas de jugadores. Los equipos buscan atletas por todo el mundo: la posición de las franquicias en este sentido es totalmente abierta. No sorprende que precisamente los Spurs sean el mejor ejemplo de esta política. Es momento de que la liga decida seguir con su apertura para enfocarla hacia el género femenino.
Al final, la conclusión es muy simple: si buscas algo, será más probable que lo encuentres si amplías tu horizonte todo lo posible. Hammon no es la única preparadora con talento que hay, ni el baloncesto el único deporte en el que puede haber mujeres entrenadoras. La próxima vez que vuestro equipo favorito contrate a otro técnico del montón, preguntaos esto: ¿dejó pasar el club una mejor opción sin siquiera haberse dado cuenta?