Durante el verano de 2020, cuando se suponía que la escritora Amelia Horgan debía estar escribiendo su primer libro sobre la realidad de la cultura laboral, ella estaba experimentando fatiga viral post-COVID. “Simplemente no podía recordar ni las palabras más básicas, y ¿sabes?, seguramente alguna vez te has preparado una taza de té y has permanecido de pie junto a la tetera mientras hierve, pues yo no podía permanecer de pie por mucho tiempo”, nos dice. “He mejorado mucho desde entonces, pero definitivamente no he vuelto a ser la de antes”.
La ironía de escribir un libro sobre la cultura laboral estando enferma a causa del virus que puso en peligro los puestos de trabajo de millones de personas en todo el mundo no pasó desapercibida para Horgan. “Significó que al escribir el libro, en realidad no podía escribir mucho por día. Básicamente, mi objetivo original era redactar más o menos 250 palabras diarias. Entonces, fue un proceso bastante prolongado y aterrador”.
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Su libro Lost In Work: Escaping Capitalism [Perdidos en el trabajo: un escape del capitalismo] explora muchos de los problemas que tenemos con el trabajo actualmente. ¿Por qué es tan difícil conseguir un trabajo que no nos explote? ¿Por qué el trabajo nos llena de ansiedad y nos hace sentir inútiles? ¿Por qué las probabilidades de luchar contra todo eso están en nuestra contra, y cómo podemos tratar de hacer que el trabajo sea mejor? Su objetivo era escribir un libro que, a través de una gran riqueza teórica, explicara de manera sencilla los problemas del trabajo a los jóvenes.
Entrevistamos a Horgan acerca de su libro, el poder de los sindicatos y por qué se siente tan bien desperdiciar tiempo con distracciones en el trabajo.
VICE: Todavía me sorprende lo popular que se ha vuelto el trabajo desde casa, cuando antes de la pandemia era algo que parecía pertenecer al reino de la imaginación, incluso para las personas con enfermedades crónicas. Y ahora, en ciertas industrias, se está convirtiendo en una opción más permanente, cuando los lugares de trabajo y los directivos son flexibles.
Amelia Horgan: Esta dinámica es verdaderamente interesante. También hay un gran interrogante acerca de si habrá más supervisión en el trabajo, porque en muchos sentidos es más barato para los empleadores dejar que las personas trabajen en casa, pero el costo es el control. Hasta cierto punto está mal visto tener una supervisión intensa, pero hay mucho interés en ese tipo de tecnologías. Quizás si las integran, será bajo la apariencia de que es para el bienestar de los trabajadores, en lugar de decir que es espionaje [risas]. Pero es una preocupación que tiene que ver con las dinámicas futuras. Sería interesante ver si esto continúa, y cómo responden los empleadores a más largo plazo y qué pueden hacer los trabajadores para resistirse a ese control a distancia. Entonces, lo que es verdaderamente preocupante es la fusión de los dos espacios [trabajo y hogar].
Sabemos que tienes un doctorado en filosofía, pero ¿cómo te interesaste inicialmente en la cultura del trabajo?
Se trata de un lugar en el que pasamos gran parte de nuestras vidas y la discusión al respecto solía ser bastante limitada. Ahora lo es un poco menos: la discusión a nivel público, así como la discusión dentro de la filosofía académica, empezó a avanzar hace unos pocos años. El trabajo era visto como algo natural, neutral. Podía haber abusos en algunas partes o prácticas realmente explotadoras, pero en general, no debíamos preocuparnos particularmente por ello. Y eso me pareció muy extraño. Hay una gran falta de libertad allí. El libro también parecía ser una muy buena oportunidad para hablar sobre el capitalismo con cierto nivel de detalle.
Describes un buen trabajo como “bien pagado, seguro y satisfactorio”. ¿Cómo llegaste a esa conclusión? ¿Cómo definimos un trabajo como satisfactorio cuando casi todo lo relacionado con la vida moderna, incluido el trabajo, parece estar mal la mayor parte del tiempo?
Hay algunas cosas que son más palpables: control sobre las condiciones laborales, pago, saber cuándo podrás ir al trabajo, tener algún tipo de autonomía con respecto a los deberes. Ese tipo de cosas son muy fáciles de identificar. El que un trabajo sea satisfactorio es más difícil de identificar. Cuando hablo de buen trabajo, me intereso en ello porque lo veo como un fenómeno que está desapareciendo, al igual que la posibilidad de conseguir ese tipo de trabajo seguro de tiempo completo, en el que es posible que encuentres algún tipo de significado o goce, o en el que tienes algún tipo de control sobre las labores que realizas, cuando las haces. De alguna manera, parece que el mercado laboral se está bifurcado. Por un lado, tenemos cada vez menos de esos hermosos trabajos, y por otro, hay más y más trabajos en los que tenemos menos control sobre las condiciones.
Pero la pregunta de si algún trabajo puede ser bueno dentro del capitalismo también es interesante. Si pensamos en un músico profesional, él tiene que tocar determinadas piezas en determinadas formas. A pesar de que la actividad que realiza se acerque al “ideal” o al “sueño”, por lo general, sigue sin tener control sobre las condiciones de lo que hace. Sigue estando alienado. Aunque haya una distribución del trabajo, pues hay trabajos que tienen mejores condiciones y más potencial para encontrar significado que otros, la naturaleza del capitalismo es tal que la posibilidad real de tener libertad y realizar una actividad verdaderamente satisfactoria es casi nula para todos.
La retórica de “somos una familia” por parte de los directivos ha dominado los espacios de trabajo en los últimos años. Me pregunto si a través de tu investigación descubriste cuándo comenzó a usarse ese tipo de discurso como una forma de controlar al personal.
Opera de diferentes formas en los diferentes sectores. Ese tipo de discurso siempre ha estado ahí en los trabajo de tipo relacional o íntimo, como en el caso de las niñeras o los cuidadores. Pero con respecto a su propagación en sectores donde realmente no tiene sentido, creo que se trata de algo relativamente reciente. La periodista laboral Sarah Jaffe analiza la historia de este cambio en su libro Work Won’t Love You Back [El trabajo no corresponderá a tu amor por él]. El lugar de trabajo tradicional y fordista es muy jerárquico. En este sistema la gente no diría “somos una familia”, diría, “esta persona es mi jefe, esa persona es jefe de aquellos otros”. Pero el patrón de trabajo fordista se rompió y fue reemplazado por este sistema de trabajo más flexible, que de alguna manera se nutrió de la crítica al trabajo fordista, que era aburrido, jerárquico y carente de libertad.
Supongo que muchas de estas cosas provienen del tipo de trabajos míticos y mitológicos de Silicon Valley, donde hay un énfasis en que no haya jerarquías y todos trabajan juntos como un equipo. Quizás parezca un discurso más absurdo en los lugares donde es muy obvio que las personas no son un equipo o una familia. Es convincente si trabajas para una empresa realmente pequeña, que se describe como una empresa familiar. En ese caso, este tipo de manipulación se puede utilizar de forma más eficaz.
Me encantó el señalamiento que hiciste con respecto a la moda rápida, en la cual la discusión se centra principalmente en la ética del consumo, en lugar de cuestionar la falta de derechos de las personas en esos trabajos. Lo cual es muy cierto.
Es un campo de trabajo realmente fascinante, porque parece que durante mucho tiempo la discusión fue simplemente “¿está bien comprar esto o no está bien comprar esto?”, o ya sabes, esa discusión que surgió cuando la gente empezó a hacer largas filas para entrar a las plazas comerciales, “¿es correcto que la gente vaya a las plazas comerciales?”. De alguna manera, esas discusiones pierden de vista el verdadero problema. Nos enfocamos en el aspecto del consumo más que en el aspecto de la producción y no es que estas campañas para los consumidores no tengan ningún efecto, pero no tienen el efecto que tienen los sindicatos y los trabajadores de la confección organizados. Algunos de los influencers contemporáneos anti-moda rápida sí hablan de las condiciones laborales, pero en general, parece ser más fácil conocer las condiciones de vida de las ovejas con las que se hace la lana de un jersey que las condiciones de trabajo de los empleados de la industria de la moda.
Especialmente en el caso de la moda rápida, el simple hecho de que la ropa sea barata debería de sugerirnos la existencia de algún tipo de problema bastante preocupante, ¿cierto? ¿Cómo es posible que algo se venda tan barato? Debe haber algún tipo de explotación extrema. De alguna manera, esa desigualdad está oculta para nosotros, pero al mismo tiempo siempre está como trasfondo, sin importar en qué parte del mundo te encuentres. Incluso en las discusiones donde la gente señala lo baratas que son las cosas, la desigualdad subyacente no necesariamente es el tema central.
Realmente me hizo reír el capítulo sobre la resistencia en el trabajo, porque ya sea que te quedes años en el baño distrayéndote con el celular o que hayas empezado a fumar para poder salir a despejarte, no se supone que debas hacer esas cosas o admitir que las haces. ¿Te sorprendió el hecho de que sea algo que sucede en las diferentes industrias? ¿Dirías que es casi un impulso universal?
Es resultado del estira y afloja entre los trabajadores que no quieren ser completamente sometidos versus la gerencia y los empleadores que tratan desesperadamente de arrebatarles la mayor cantidad de tiempo posible. En parte surgió porque soy una persona bastante floja y siempre he buscado la manera de hacer esas cosas en cualquier trabajo y por las otras personas que también lo hacen sin importar el trabajo que tengan. En todos los lugares en los que he trabajado, he visto que esto es lo que hace la gente. Idea formas engañosas de hacer que parezca que está trabajando en su computadora. O si se trata de una oficina, se aseguran de no ser la persona que se sienta al lado del jefe o el coordinador. Parece ser un impulso bastante universal resistirse a ese control absoluto de nuestro tiempo y a la intensificación del trabajo que proviene de esos entornos laborales en particular.
Es interesante porque se supone que no debemos hablar de ello. Pero definitivamente existe una coordinación sutil y continúa entre los empleados, ya que si están todos juntos en una reunión, todos saben que no deben decir cuánto tiempo toma realmente algo. Y si alguien dice, “ay, eso no debería tomar tanto tiempo”, los demás dirán, ¿por qué dijo eso? O cuando alguien es nuevo y está por descubrir cuánto tiempo deberían tomar realmente las tareas o qué tan difíciles son en realidad, existe esta dinámica interesante en la que no quieres que la gente haga los procesos en el tiempo que en realidad requieren.
Y si alguien está buscando un ascenso, uno piensa, “deja de hacer tanto porque estás haciendo que todos los demás se vean mal”.
Exactamente. Esto es especialmente importante en los trabajos profesionales que efectivamente requieren mucho trabajo extra o mucha zalamería hacia las personas en las posiciones más altas. Ser solo suficientemente bueno en tu trabajo y no tratar de mejorar constantemente y hacer todo más rápido es una forma de resistencia menor. Decir, “estoy haciendo lo que dice mi contrato y las cosas que se supone que debo hacer, pero nada más”, es una manera de resistirse a la intensificación del trabajo.
Señalas a los sindicatos como un medio fundamental para poder mejorar la cultura laboral. ¿Cómo podemos animar a los jóvenes a afiliarse a los sindicatos?
Existe una especie de propaganda masiva contra los sindicatos. Son considerados como codiciosos y arbitrarios, se cree que anteponen los intereses de sus miembros a los de los demás. Pero en realidad tienen como base la idea de que “la marea alta eleva todos los barcos”. Mejorar las condiciones laborales de unos trabajadores ayuda a otros a hacer lo mismo en otros lugares de trabajo. Cuando en la prensa hay comentarios negativos como, “esos trabajadores ya tienen sueldos altos, ¿por qué piden más?”, es importante recordar que la razón por la que tienen salarios altos es por los años de incansable sindicalismo militante. Luchar contra esas ideologías antisindicales es muy importante.
Los sindicatos hacen que los trabajadores nos sintamos empoderados. Y dado que a lo largo de la historia el panorama político ha sido y es realmente malo, sé que los sindicatos tienen la capacidad de mostrar a los jóvenes que realmente pueden denunciar la desigualdad y cambiar las circunstancias de las personas. Por ello, es triste pensar que es posible que muchos jóvenes nunca lleguen a experimentar eso en el trabajo.
Creo que tienes mucha razón en esto, es un gran sentimiento. Es muy diferente a los limitados sentimientos de capacidad de acción que provocan las campañas para los consumidores. Significa ser parte de algo que tiene poder, y que tiene la capacidad de cambiar las cosas dentro de tu lugar de trabajo de una manera realmente contundente, es una sensación increíble. Y reconstruir eso, teniendo en mente su gran esplendor de los años 70, será difícil, en especial porque ha sido destruido y atacado sistemáticamente.
Los gobiernos básicamente están en guerra con los sindicatos y han acabado con su poder. Y no sin motivo. No entras en disputa con alguien sin una razón. Es porque los sindicatos realmente tenían la capacidad de cambiar las cosas y edificar algo mejor.