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Por qué la guerra de Ucrania se ha convertido en un enorme negocio clandestino

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El acuerdo se cierra en cuestión de minutos y los barriles de gasolina se quedan vacíos igual de rápido. Los contrabandistas, sin embargo, no dejan de trabajar. Su siguiente misión está a la vuelta de la esquina.

Una semana de trabajo en Luhansk, proverbial feudo rebelde, ha bastado para vaciar los depósitos diesel de los taxis; todas y cada una de las estaciones de servicio se han quedado sin una sola gota de combustible. Después de una sucesión de llamadas telefónicas, el conductor consigue reservar el último hueco en el listado de clientes de la red de contrabandistas locales. “Necesitamos llegar allí deprisa”, explica el taxista, que conduce a VICE News hasta el escenario donde operan los traficantes de gasolina, a cambio de que respetemos su anonimato. “No podemos perdernos esta — la ciudad se quedará sin existencias durante días”.

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El taxista pisa el acelerador a fondo en la gélida noche ucraniana. Atraviesa un bulevar de cemento del centro y luego da un volantazo y se mete por una serie de callejones que surcan de cabo a rabo las inmensos y desolados paisajes soviéticos de la ciudad — la capital de facto de la autoproclamada República del Pueblo de Luhansk (RPL). Finalmente aparca frente a un desvencijado almacén que se levanta en un decrépito polígono industrial a las afueras de la ciudad.

Dos tipos que lucen chaquetas cuajadas de lamparones comprueban el nombre de nuestro conductor y la descripción del vehículo que se les ha detallado telefónicamente. Acto seguido prenden un pequeño motor y activan el surtidor de diesel. Apenas se produce ningún intercambio de palabras. Sin embargo, el más joven de los dos contrabandistas desvela el origen del combustible: “Rusia”, refunfuña sin levantar la vista.

El taxista extiende una mezcla de rublos y grivnas — uno de los quebraderos de cabeza que surcan la crisis ucraniana, donde los billetes rusos se han convertido en la moneda de cambio predominante. “¿Me estás jodiendo? No tengo tiempo para esta mierda”, exclama el viejo; es decir, el otro, el que no es joven, y acto seguido añade un coste revolucionario al precio del cambio.

El coste de la gasolina varía según su disponibilidad. El día anterior alcanzó los 55 rublos por litro, una cifra que delata la elevada inflación que golpea a la ex república soviética. Ahora que los suministros están bajo mínimos, el precio de la inflación se ha disparado en un 60 por ciento; ahora ya costaría 60 rublos.

Antes de que el taxista cerrara la reserva para conseguir combustible, había contemplado dirigirse al sudeste, hasta la cercana población de Krasnodon, un popular enclave de contrabando que se ganó su reputación tras la guerra de la independencia de Ucrania, en 1991. Sin embargo, alguien se anticipa y le informa que algunos camioneros han comprado los últimos 200 litros de diesel del mercado negro a primera hora de esta mañana.

Ahora, finalmente el depósito de su vehículo está lleno. Vuelve a estar listo para reincorporarse al trabajo, a simular que lleva una vida normal, acaso una de civil. Al fin y al cabo es lo que es. Un civil que sobrevive en un paisaje nevado, vacío y plagado de metralletas. Pasará un tiempo sin que necesite mezclarse con el hampa local. Hasta que el depósito se le vuelva a quedar vacío.

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El conflicto al este de Ucrania apenas ha alterado las mordidas y la actividad del hampa local. Los contrabandistas están sacando el máximo provecho de la guerra, mientras el bloqueo económico infligido a los territorios secesionistas ha disparado el crecimiento de un mercado negro en el que se trafica con comida, combustible y medicinas. Kiev lleva tiempo cortando de cuajo los suministros de este estratégico enclave. 

Desde la capital se imponen cada vez más impedimentos burocráticos y se boicotean productos. El objetivo de semejante estrategia punitiva es limitar los canales de suministro de los comandantes de las milicias rebeldes, para así obligar a Rusia a tener que prestar un ayuda que espoleará de nuevo el estallido del conflicto armado. En realidad, lo único que sucede es que las medidas en cuestión están agravando la proverbial división del enclave.

Los puestos de control de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD) están surcados por vastas colas. Allí, los monumentales atascos absorben a cientos de coches a diario durante kilómetros, lo que alimenta las inevitables escenas de tensión. A los civiles se les permite transportar hasta 50 kilos de alimentos, mientras que el combustible, las armas y otros suministros que puedan tener un potencial uso militar están prohibidos.

Sin embargo, la próspera combinación entre el bloqueo económico y la hiperinflación ha demostrado ser una ayuda inestimable para el comercio ilegal. Los servicios secretos de Ucrania (SBU) han dirigido sus misiones contra el contrabando con una flota de efectivos destacados en el ojo del huracán. Se trata de un comando integrado por agentes fronterizos, voluntarios civiles, funcionarios de aduanas y militar personal. Su trabajo consiste en supervisar los puestos de control y en patrullar la primera línea del campo de batalla.

Los viajeros forman largas colas en las afueras de Artiemovsk, en Ucrania, para cruzar los puestos de control rumbo a la Repúblico Popular de Donetsk (RPD). Imagen por John Crosbie.

En espacio de seis meses, según cuentan las autoridades, las unidades fronterizas habrían detenido a más de 400 vehículos cargados de material destinado al contrabando — lo que suma un promedio de dos vehículos al día. Denuncian haberse incautado de 53 toneladas de carne y pescado, de 140 toneladas de chatarra, de 20 toneladas de fruta, 1,3 toneladas de medicinas y de más de 26.000 botellas de vodka falso.

“Nuestras unidades detienen a diario a camiones que intentan introducirse en los territorios temporalmente ocupados de las zonas controladas por el gobierno de Ucrania”, relata a VICE News Olena Gitlianskaa, portavoz de los servicios secretos ucranianos . “Se dedican a eludir los puestos de control o a atravesarlos con ayuda de documentos falsos”.

La mayoría de la comida es importada desde Rusia hasta las posiciones controladas por los rebeldes, donde los precios pueden llegar a doblar o triplicar los del resto del país. Según el SBU las autoridades rebeldes imponen “un impuesto de venta” en determinados productos para ayudar a financiar a sus repúblicas secesionistas.

No existen zonas donde los recortes sean tan severos como en Luhansk y sus alrededores, donde la proximidad de los bombardeos entre la artillería del gobierno y de los secesionistas apoyados por Rusia se repiten desde verano de 2014. Un joven de poco más de veinte años que exige que se preserve su anonimato a cambio de hablar, cuenta cómo las armas se convirtieron en moneda de cambio durante las épocas de mayor escasez. 

“Llevé a un amigo en coche hasta la frontera con Rusia — comoquiera que no tenía nada de dinero, me pagó con una granada de mano”, explica a VICE News. “Luego me encontré con algunos rebeldes y se la cambié por dos cartuchos de munición para Kalashnikov. Y hacia el final del día conseguí que me cortaran el pelo a cambio de dos balas”.

Miembros de los servicios secretos de Ucrania camina a la salida de un puesto de control cerca de Marinka, en Donetsk, en Ucrania oriental, 4 de junio de 2015. Imagen por Evgeniy Mololetko/AP

Los civiles de aquí se enfrentan a suministros esporádicos de combustible, y dependen mucho de Rusia y de la intermitente actividad de los contrabandistas. Las estaciones de servicio tan pronto concentran enormes colas de automóviles; como están cerradas y vacías. Pero a pesar del embargo, el combustible sigue llegando — tanto desde Rusia como desde las posiciones controladas por el gobierno de Ucrania, siempre y cuando los funcionarios de aduanas sean adecuadamente sobornados.

El mar Negro ofrece una ruta alternativa rumbo a Oriente Medio y Azerbaiyán. Los servicios anti contrabando han llegado a descubrir largas cañerías que discurren por extensiones kilométricas. Estas se utilizaban para hacer llegar el combustible hasta tierra de nadie. Aquí, la mayor tapadera para el contrabando de combustible la ofrece la industria de servicios automovilísticos. Los talleres de reparación y los vendedores de neumáticos han deslizado muchísimos litros del preciado litro.

Los recortes también afectan a la vecina Donetsk. “Yo no puedo trabajar sin gasolina”, dice otro taxista que dice llamarse Alexander. “Si no hay gasolina, el auto se queda aparcado — entonces… ¿cómo se supone que tengo que trabajar? La insostenible crisis del combustible provocó la intervención, el año pasado, de Alexander Zakharachenko, líder la República Popular de Donetsk, quien prometió una solución más bien ambigua para principios de 2016. “Tomaremos medidas”, proclamó. “Antes de año nuevo dispondremos de grandes cantidades de gasolina”.

Los rebeldes de Lubhansk han llegado incluso a fundar toda una empresa de vocación casi romántica a la que han bautizado como ‘Luhanks Oil Product’. La dirige el ex fiscal militar de la región y su objetivo no es otro que sacar a flote a las perjudicadas estaciones de servicio de la zona.

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Los expertos aseguran que es muy posible que los sindicatos del crimen organizado estén participando en el suministro de gasolina de contrabando en las zonas rebeldes de Ucrania, claro que se trata de un negocio que no tiene ni punto de comparación con el de las drogas ilegales, por ejemplo. Especialmente en lo que concierne a maximizar los beneficios por los riesgos que entraña y por las obscenas cantidades que pueden llegar a traficarse. Mientras Moscú prioriza las reservas de combustible para la milicias separatista antes que para los civiles de la zona, los traficantes de baja estofa son quienes orquestan la mayoría de las operaciones.

“Normalmente el negocio involucra a delincuentes de cuarta, a emprendedores charlatanes y a los clásicos sinvergüenzas y canallas que ya se repartían el mercado negro antes de la guerra”, explica a VICE News Mark Galeotti, un profesor de relaciones globales en la universidad de Nueva York. Galeotti es experto en las redes criminales que operan en la Europa del Este. “Se trata de un precario equilibrio en el que sacas partido a lo que tienes para conseguir lo que necesitas”.

Dicho esto, habría que subrayar que algunos miembros de la cúpula militar también se han ensuciado las manos con el negocio.

El ministro de combustible y de energía de la RPD, Dmitry Lyamin, fue detenido en octubre e imputado por corrupción. Se le acusaba, en particular, de haber consentido que las redes de criminales se hicieran con el control de las reservas estratégicas de los rebeldes, y de vender millones de toneladas de carbón de contrabando a Ucrania — supuestamente alrededor del 90 por ciento de todo el carbón extraído de la autoproclamada República. Su arresto, en cualquier caso, tuvo tanto que ver con su presunta corrupción, como con las luchas de poder en el interior de la RPD.

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Si bien es verdad que algunos contrabandistas en los territorios rebeldes actúan de acuerdo con su ideología secesionista, lo cierto es que la mayor motivación no es otra que hacer el máximo de dinero posible. Una fuente estratégica describe a VICE News a un oportunista implicado en el emergente mercado negro de la zona. Se trata de un geólogo que normalmente trabaja en Oriente Medio, pero que vive en Ucrania. 

Se diría que ha visto mucho Breaking Bad, al menos se comporta como Walter White, “aunque sin la misma extrema degradación moral del protagonista de la serie”. Gracias a las extraordinarias circunstancias de la guerra, se ha convertido en una figura respetada y dicharachera que no tiene antecedentes por traficar con combustible en primera línea. Y que, de momento, sigue sin tenerlos.

Existen dos grandes factores que explican la existencia del contrabando en Ucrania: la corrupción y la tradición. En Ucrania, los índices de corrupción están por encima de los de Rusia y Nigeria. De tal forma, los servicios secretos concentran gran parte de su lucha contra el contrabando en perseguir a funcionarios corruptos que hacen la vista gorda con los traficantes. Las anecdóticas evidencias recabadas sugieren que el importe habitual de los sobornos en primera línea oscila entre los dos y los cuatro céntimos por cada libra de carne.

Del mismo modo, la abundante herencia del contrabando en la zona es una de las columnas sobre las que se apuntala con más firmeza el comercio en la vanguardia del conflicto. Ucrania ha sido durante décadas una ruta estratégica en el camino hacia Occidente de preciadísimos bienes orientales, tales como la heroína afgana, y productos de contrabando que van desde las armas a los cigarrillos, y que pasan hasta por el tráfico de personas.

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La abundancia de los contrabandistas de temporada es una constante en la antigua república soviética desde el colapso del comunismo. A fin de cuentas, Ucrania disponía de algunos de los puertos más valiosos de la URSS en el mar Negro (y uno de los centros más boyantes en actividades criminales), como Odessa y Sebastopol. La caída de la Unión Soviética golpeó sin misericordia a la enorme flota de marines mercantes que trabajaban en la zona, quienes se encontraron en el paro y sin perspectivas laborales de la noche a la mañana. En las siguientes décadas, las tripulaciones ucranianas fueron constantemente detenidas durante grandes operaciones de incautación de cocaína en alta mar. Uno de los casos más sonados terminó con un grupo de marineros al que se sorprendió con 13 toneladas. Ucrania se convirtió, en materia de cocaína, en una versión oriental de la Galicia de los 80.

Y, al igual que Galicia, Ucrania también ha jugado un papel estratégico en la distribución de cargueros de armas internacionales, otro negocio peligrosísimo, y profundamente arraigado, apuntalado por organizaciones criminales multinacionales y adecuadamente alimentado por las ciclotímicas crisis políticas del país. Gran parte del tráfico de armas clandestino se efectúa a través del legendario puerto de Odessa, que también se ha erigido en un enclave estratégico en la ruta de armas de contrabando que une Rusia con Transnistria, una república escindida y no reconocida que sobrevive al este de Moldavia.

Ucrania descansa en el extremo más oriental de la zona Schengen y es un proverbial escenario en el que abastecerse de los cigarrillos más baratos del mundo. De manera que entre una de las más reputadas, provechosa y sospechosa dedicación que ofrece el mercado ucraniano consiste en el contrabando de cigarrillos. 

Su imparable y expansivo comercio ha alumbrado un conspicuo mercado negro, que abastece enormes suministros de tabaco extremadamente barato, libre de impuestos y sin reglar, por toda la Unión Europea. Basta con untar a los funcionarios de aduanas del oeste del país con el precio adecuado, para que estos saluden con una gran sonrisa a los conductores de camiones rebosantes de Marlboro, Camel y Parlament de fabricación ucraniana en su fértil trayecto rumbo a Hungría, Polonia, Eslovaquia y más allá.

Un funcionario de aduanas polaco recoge con ayuda de una pala las ingentes cantidades de tabaco de contrabando incautado en la frontera entre Polonia y Ucrania en 2013. Foto de Wojciech Pacewicz/EPA.

La guerra también ha abierto otra rentable ventana para los delincuentes económicos. El año pasado, los servicios secretos de Ucrania interceptaron a una red de empresarios fraudulentos en la ciudad portuaria de Mariupol, al este del país. Los individuos en cuestión habían facturado grandes cantidades de documentación falsa y de ofertas truchas, presuntamente ofrecidas por el aeropuerto de Donetsk, un aeropuerto que, de hecho, había sido completamente destruido por los combates muchos meses antes.

“El crimen organizado de Rusia y Ucrania está profundamente conectado y es algo que la guerra, lejos de detener, ha estimulado sobremanera”, comenta Galeotti. “El contrabando es una gran industria en Ucrania, una industria que casi es venerada y cuyas principales familias se han ganado un prestigio por orquestarlo, desde tiempos de la Unión Soviética — es un respetable negocio familiar.

“Existe incluso cierto orgullo y un incuestionable pedigrí en el desarrollo y la expansión empresaria. Tiene prácticamente una consideración de artesanía. Una artesanía que te confiere un prestigio de gánster: eres el tipo listo, el empresario subversivo”.

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