¿Por qué la batalla de Britney es importante para la cultura LGBT+?

Britney_@lenny_maya

Es difícil de explicar. Mejor dicho: es casi imposible de explicar. Hay sensaciones, sentimientos y experiencias de las que no podemos dar cuenta con nuestras palabras. El lenguaje no le hace justicia a eso que alguna vez sentimos, a ese cosquilleo que nos recorrió el cuerpo a cientos de niñitos cuando quedamos pegados a la pantalla de MTV a principios de los dos mil. No hay palabras suficientes para explicar qué era lo que provocaba esa chica, con su disfraz de azafata y después con su traje de súper espía. Es que en esa carrera temprana, que a los pocos años fue eclipsada, Britney Spears nos estaba mostrando que vivir en el pop era una forma de ser libres.

Britney apareció a finales de los 90. Para quienes nacimos en esa época y fuimos niños y adolescentes con sus canciones, ella se configuró como nuestra pop idol. Después, en la segunda década de los 2000, ese terreno fue ganado por Lady Gaga, ya que Britney entró en un stand by por culpa de las limitaciones de la tutela judicial y la relación abusiva de su padre.

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El pop está en el ADN de la cultura LGBT+. Sin pop no habría disidencia. Esto es muy extraño, casi contradictorio. Mientras que ser parte de una disidencia sexual implica romper esquemas, el género musical que todos aman y cantan es uno muy repetitivo y esquemático. Sin embargo, en la repetición está el placer. Además, el pop siempre tiene un aire de juventud, por eso hay artistas -como Madonna- que empezaron sus carreras hace décadas, pero siguen conquistando oídos y corazones jóvenes.

Pero, ¿por qué es importante para una persona de la comunidad LGBT+ el pop? Porque saber cómo va a ser un hit pop nos garantiza una zona de confort, un lugar seguro al cual volver y eso no es menor en un mundo que cada vez más se mueve hacia la derecha, donde ser diferente también puede contraer un riesgo.

Todo el derrotero judicial de Britney es más que conocido y ya fue contado mil veces. Sin embargo, la novedad es que recientemente escuchamos a la princesa del pop hablar y denunciar todos los maltratos que tuvo durante estos años. En el momento en el que contó su versión, Britney se convirtió en una disidencia -aunque sea blanca, rubia, heterosexual y rica. Al final del día a las maricas y a Britney nos tratan de la misma manera: somos las locas.

Dice Britney:

“Hubo un periodo de una semana, cuando preparaba el show de Las Vegas, donde fueron buenos conmigo. Les dije ‘no quiero hacer el nuevo show en Las Vegas’. Fue como quitarme 200 kilos de encima cuando dijeron que ya no tenía que hacer ese show. Ya no aguantaba más.

Tres días más tarde, luego de que dije ‘no’, mi psiquiatra me sentó en una habitación y me dijo que había tenido un millón de llamadas telefónicas de cómo yo no estaba cooperando en los ensayos y que no estaba tomando mi medicina. Todo esto era falso. Él inmediatamente, al día siguiente, me dio litio de la nada. Me quitó mis medicinas normales que había tomado por cinco años. El litio es un medicamento muy, muy fuerte y completamente diferente comparado a lo que yo estaba usando. Puedes volverte completamente incapacitado si tomas mucho. Mi papá estaba de acuerdo con que tome eso. Todo lo que me pasaba tenía que ser aprobado por mi papá. El control que él tenía sobre alguien tan poderosa como yo… Él amaba el control para herir a su propia hija en un ciento por ciento. Empaqué mis maletas y me fui a ese lugar donde tenía que preparar el show de Las Vegas. Trabajé siete días a la semana, sin días de descanso. En California, lo único similar a esto es el llamado tráfico sexual que hace a alguien trabajar en contra de su voluntad”.

Hace exactamente 20 años, en septiembre del 2001, Britney estrenó “I’m a slave 4 u”, una canción que ya tiene más de 118 millones de reproducciones en Spotify y más de 150 en YouTube. Esa canción tuvo algo profético: Britney se convertiría en una esclava de su familia por culpa de la tutela. Cuando su padre tomó el control de su vida y su dinero ella se convirtió en una máquina de sostener economías ajenas.

Además, empezaron a aparecer producciones que se nutrieron de la historia de Britney para hacer circular la forma en la que la tutela abusó de ella para hacer funcionar esa máquina opresiva. Un ejemplo de eso fue el documental Framing Britney Spears, producido por The New York Times. Ahora, apareció Britney Vs. Spears, una producción de Netflix que también aborda este tema, pero ¿cuál es la diferencia entre una y otra? Que la película que acaba de estrenar la plataforma de streaming incluyó todo lo que dijo la artista en junio último. Esta nueva película también hace foco en la forma en la que el testimonio de Britney empoderó aún más al movimiento Free Britney, que cada vez grita más fuerte por todo el mundo y cuyas repercusiones van más allá de los Estados Unidos.

El movimiento Free Britney es, en gran medida, lo que hizo que esa estructura abusiva empiece a ser cuestionada por miles de personas de todo el mundo. Lo que empezó como un hashtag en redes sociales y un podcast en Estados Unidos se convirtió en un movimiento de acción política. Entre las personas que llevaron el Free Britney a la realpolitik está Gabriel Olmos, la cabeza del Frente Britneyficante de la Argentina.

El origen de este frente está en una página de memes: La Britney de cada día. Cuando Gabriel la creó tenía la finalidad de hacer humor sobre la realidad de la Argentina con chistes vinculados a Britney. “Era como cuando le das al perrito una pastilla con queso para que la coma: poner a la gente al tanto de las cosas del país, pero con humor”, dice Gabriel.

¿Por qué pasaste de la página de memes al Frente?

Porque quería crear un espacio de militancia pura, un espacio para retribuir cosas a la sociedad. Así apareció: para ayudar a la comunidad trans, a las comunidades afectadas por los incendios de Córdoba, a las personas en situación de calle.

¿Qué relación encontrás entre Britney y la ayuda social?

Cuando decidí empezar con la ayuda social empecé a tejer la vida de Britney, las letras de sus canciones, su personalidad, las cosas que hizo y no hizo con la militancia. Britney nunca fue una gran militante, como lo es Lady Gaga por los derechos de la comunidad LGBT, pero lo que ella es como persona es el resultado de la que podríamos llegar a ser: ella es la persona a la que atacan, pero no ataca; que la bastardean, pero sigue adelante. Britney tiene una inocencia que hace que no tenga maldad adentro y si la tiene sabe cómo lidiar con ella. De esas cosas me nutrí para armar el frente, todas las acciones están teñidas por esa energía de Britney Spears. Ella es una filósofa del amor, no del odio.

¿Por qué crees que el Free Britney cautivó tanto y generó estas experiencias de militancia?

Creo que pasó eso porque Britney es una persona privada de su libertad. En el país que más se llena la boca hablando de libertad, la princesa del pop no la tiene. Por eso el Free Britney generó tanto impacto. También por todo lo que está pasando con el feminismo, porque Britney está privada de su libertad por motivos que jamás llevarían a un hombre a esta situación. Creo que las tropas han sido llamadas a la militancia después de años de exilio. Y las tropas somos nosotros, los que nos pegábamos a MTV para verla o esperábamos Los 10 más pedidos para que suenen sus temas.

Dice Britney:

“Yo merezco tener una vida. He trabajado toda mi vida y merezco tener dos o tres años de descanso y solo hacer lo que quiera hacer. Pero siento que hay una muleta aquí. Me siento honesta y muy bien hablando con usted hoy, su señoría, sobre esto, pero deseo que pudiera estar con usted en el teléfono para siempre, porque cuando este llamado termine todo lo que voy a escuchar es ‘no, no, no, no’. Y luego me siento atrapada, me siento intimidada y me siento excluida y sola. Y yo estoy cansada de sentirme sola. Merezco tener los mismos derechos que cualquiera, tener un hijo, una familia, cualquiera de esas cosas, y más”.

La batalla judicial de Britney está dando un revés y podría llegar a su fin. A comienzos de este mes, su padre se presentó ante la justicia para solicitar su renuncia a la tutela. Esto ocurrió después de que el mundo escuchara todo a lo que la habían sometido a la princesa del pop por más de diez años.

El documento fue difundido por la CNN el 7 de septiembre, pero recién se tratará en la corte el 29 del mismo mes. En el escrito presentado por Jamie Spears, el padre de la artista alegó que estaba interesado en terminar con su dictadura familiar, ya que “los acontecimientos recientes relacionados con esta tutela han puesto en duda que las circunstancias hayan cambiado hasta tal punto de que ya no existan motivos para establecer una tutela”.

A los pocos días, Britney anunció que iba a casarse con su novio: lo hizo por Instagram, haciendo fuck you con el anillo en el dedo. Después de trece años, tal vez, un poco de libertad empiece a aparecer en la vida de la artista. Pero, los fans, que siempre están cuidando de ella a la distancia, se intranquilizaron cuando vieron que la cuenta de Britney en Instagram había desaparecido. Sin embargo, al rato la princesa del pop anunció en Twitter que se estaba tomando un descanso de las redes sociales para festejar su compromiso y que pronto volvería.

https://twitter.com/britneyspears/status/1437896257129750528

Dice Britney:

“En los últimos años he dicho ‘estoy OK y soy feliz’. Eso es una mentira. Pensé que si solo, tal vez, yo decía eso lo suficiente quizás podría estar feliz. Estuve en un estado de negación. Estuve en shock. Estoy traumatizada. Ya sabe: ‘Fake it till you make it’. Pero ahora le estoy diciendo la verdad: no soy feliz. No puedo dormir. Estoy tan molesta que es delirante. Y estoy deprimida. Y lloro todos los días.

Señoría, mi papá y cualquier persona involucrada en esta tutela, quienes jugaron un rol muy importante en castigarme cuando digo ‘no’, deberían estar en la cárcel”.

Durante toda mi infancia y buena parte de mi adolescencia negué que me gustaba el pop, que amaba ver los videoclips de Britney en la televisión. Nací y crecí en una ciudad del sur de la Argentina, siempre creí que lo único que iba a encontrar si asumía quién era y qué me gustaba era represión.

Mi mejor amiga era fan de Britney y siempre la critiqué por eso. Yo escuchaba rock. Ella pop. Ahora los dos somos gays. Ella sigue amando a Britney y ahora yo escribo sobre la princesa del pop.

En la imagen de esa chica virginal y republicana, que al mismo tiempo era sexy y atrevida, había algo magnético: me fascinaba la posibilidad de que sea dos cosas contrapuestas al mismo tiempo y que una faceta no invalide la otra. A mí me faltaba fuerza de voluntad para hacer convivir mis mundos: no podía ser un chico diez en el colegio católico y al mismo tiempo una marica fan del pop.

Hay dos imágenes de la televisión que me marcaron mucho en mi infancia: el videoclip de “Toxic” y el de “Influencia”, de Charly García. Mi cabeza no podía procesar la imagen de una mujer que se convierte en una súper espía ruda, ni la de un hombre de más de cincuenta años vestido de mujer con los labios pintados. Aunque el rockero y la princesa del pop sean dos cosas imposibles de mezclar, hay un punto en el que se unen: los dos hicieron con sus cuerpos lo que quisieron y pagaron las consecuencias de esa libertad. Ahora, Britney no puede decidir sobre su vida por culpa de un problema legal y Charly casi no puede hablar por culpa de la cantidad de fármacos que toma después de haberse rehabilitado a pedido de un juez.

En el fondo, lo que molesta, es que Britney quiere ser libre. A la industria -y a su familia- le molesta la libertad. Lo mismo pasa con nosotras, las maricas. No quieren que seamos libres porque decidir sobre nuestra propia existencia le sigue molestando a muchas personas. Es por eso que el Free Britney conmueve tanto a mi generación. Es por eso que Britney somos todas.