¿Por qué Luis Suárez muerde gente? La ciencia nos lo explica


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El vampiro más infame del Juego Más Bonito del Mundo volvió a chupar sangre: en el intenso partido en que Uruguay eliminó a Italia del Mundial. El delantero más odiado del Mundial, el uruguayo Luis Suárez, claramente acercó la cabeza y le dio una mordida en el hombro a Giorgio Chiellinni. El árbitro no lo vio, los italianos se enojaron, y el alboroto que siguió al partido giró en torno a si la FIFA revisaría el incidente y echaría al jugador estrella del torneo. Aunque la pregunta más importate en realidad es: ¿qué chingados?

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¿Por qué morder? No es la forma más discreta de hacerle daño al rival. Si el árbitro hubiera estado viendo en esa dirección, sin duda habría visto a Suárez inclinarse, abrir la boca y soltar una mordida como un fanático desquiciado de Crepúsculo. Es una manera ridícula, ineficaz y revoltosa de expresar la frustración atlética.

Pero hay todo una historia de atletas explotando sus incisivos: la más famosa, obviamente, es la mordida de Mike Tyson. Los jugadores de rugby son conocidos por morder cuando se amontonan y el árbitro no los puede ver. Pero evidentemente Suárez quiere ganar el título del mordelón más infame del mundo deportivo; es la tercera vez que muerde a un oponente en juegos oficiales en casi la misma cantidad de años.

El año pasado lo suspendieron diez partidos por morder a Branislav Ivanovic en el brazo. En 2010, Suárez se perdió siete partidos por otra mordida. Se ha ganado el apodo de “caníbal” por sus comportamientos mordelones (también es un racista reconocido, y eliminó las esperanzas de Ghana en el Mundial del 2010 con una mano intencional en la línea de gol, en caso de que estuvieras buscando más razones para odiarlo).

Luis Suárez puede ser patético, pero que los humanos se muerdan entre sí no es tan raro. Un estudio del Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos encontró que las mordidas de humano son el tercer tipo de mordidas más atendidas en la sala de emergencias, después de las de perros y gatos, y representan entre cinco y 20 por ciento de los casos. No son tan poquitas.

El estudio se enfocó exclusivamente en las “mordidas oclusivas”, es decir, las agresiones intencionales a la piel con los dientes, a la Suárez y Tyson. Se dejaron afuera las “mordidas por pelea”, que ocurren cuando el puño o el brazo golpea los dientes de alguien más.

Los hombres tienen 12 veces más probabilidades de morder, y en casi el 90 por ciento de los casos hay alcohol relacionado, según el estudio.

Los hombres, ebrios o llenos de adrenalina, en un bar o en un estadio, son propensos a convertirse en vampiros sudorosos. Pero esto no explica por qué.

Para averiguarlo, la BBC entrevistó al sicólogo deportivo Thomas Fawcett tras el incidente de Suárez en 2013. Después de revisar las grabaciones, el doctor Fawcett declaró que el mordisco fue una “respuesta primitiva” en la que las emociones superaban al proceso racional.

“Esto no es planeado”, le dijo Fawcett a la BBC, “es una respuesta emocional espontánea. Lo hace por impulso”. Eso explica por qué muchas de las mordidas entre humanos ocurre en peleas en bares o en circunstancias de agresión física: es primitiva y bestial. Y es más poderosa de los que mucha gente cree.

Un estudio publicado en Proceedings of the Royal Society B buscaba refutar la noción de que los humanos son malos mordiendo, y probar que, de hecho, tenemos una de las mandíbulas más poderosas.

“Cuando te fijas en la mecánica, la mandíbula humana es muy eficiente”, le dijo el autor, Stephen Wroe a Discovery News. “Podemos llegar a mordidas igual de fuertes que otras con mucho menos músculo”. Nuestra mandíbula, aseguró, es entre 40 y 50 por ciento más efectiva que las de los demás primates. “Kilo por kilo de fuerza, mordemos más fuerte que un gorila o un chimpancé”. La fuerza de nuestra mordida es comparable con un cascanueces, dijo.

Hay otras razones además de la agresión por las que los humanos muerden. La odaxelagnia es una parafilia relacionada al placer sexual que produce morder. Además los criminalistas han notado que ciertos tipos de criminales violentos tienden a morder, no por agresión, sino por un deseo sádico de estigmatizar a sus víctimas.

“Las mordidas se hacen para marcar a una víctima”, le dijo el criminalista David Wilson a la BBC. “Pero creo que lo importante es que revela los que significaba esa víctima en particular para el perpetrador”.

Suárez, un mordelón serial, puede estar entre el diagnóstico de los criminalistas o de los sicólogos. Pero al menos podemos estar seguros de algo: aunque lo suspendan los partidos que sean, Suárez regresará a las canchas a repartir más mordidas.

Después de su primera mordida en 2010, se le ofrecieron terapias de manejo de la ira. Pero el doctor Fawcett dijo que eso probablemente no serviría de nada.

“Está en el hombre”, dijo. “Yo pensaría que si en cinco años le tocaran cierto nervio a Suárez en una situación similar reaccionará de la misma manera”.

Este artículo fue publicado originalmente en Motherboard, nuestra plataforma de tecnología.