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¿Por qué paso semanas evitando tareas que me toman 10 minutos?

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De todos los tuits virales que definen nuestra existencia, pocos son tan universales como este, de la escritora Kimberly King Parsons: “Me tomó once minutos hacer eso que evité durante tres meses: una autobiografía”.

¡A veces simplemente no nos dan ganas de hacer las cosas! El mes pasado, cuando le pregunté a la gente sobre esas veces que habían optado por no hacer algo que también podían simplemente, mmm, hacer, recibí innumerables respuestas. Aquí algunos ejemplos:

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  • “Me sacaron una foto para el pasaporte en febrero. Desde entonces he estado sentada en mi tocador porque no quiero pasar 10 minutos completando el formulario de renovación y enviarlo por correo”.
  • “Bonfe (empresa de calefacción) me ha estado descontando 8 dólares al mes DURANTE UN AÑO porque era demasiado flojo para llamar y cancelarlo, o simplemente para contestar el teléfono y cancelarlo cuando me llamaron para programar el mantenimiento de la calefacción”.
  • “Ayer reemplacé un foco de afuera de mi casa, me tomó tres minutos hacerlo. Llevaba fundido dos años”.
  • “Hace dos años me compré un auto y desde entonces no he comprado la calcomanía que necesito legalmente para estacionarlo en Chicago. Lo único que tengo que hacer es enviar un correo electrónico. Igual el próximo año”.

Ya sea que veas cómo se marchitan tus plantas durante semanas antes de trasplantarlas (tiempo total que te tomaría: seis minutos) o que estés esperando que te paren por no haber reemplazado la calcomanía de registro que ha estado vencida desde hace un año (eso lo hice yo), mucha gente posterga todo tipo de cosas insignificantes.

Pero, ¿por qué exactamente? Cuando es relativamente sencillo hacer las cosas, y cuando las consecuencias de no hacerlas pueden ser serias o bastante desagradables, ¿por qué simplemente lo ignoramos?

Joseph Ferrari, profesor de psicología en la Universidad DePaul en Chicago y autor de Still Procrastinating?: The No Regrets Guide to Getting It Done, le dijo a VICE que durante mucho tiempo la gente consideró este tipo de procrastinación como pereza o desorganización, cuando en realidad es una estrategia de evasión. “No es cuestión de cómo administras tu tiempo, es un concepto mucho más complicado”, dijo Ferrari.

“La gente habla de la procrastinación como un problema de la manera en que administra su tiempo porque eso pareciera, ¿no?” dijo Fuschia Sirois, quien estudia la procrastinación en la Universidad de Sheffield y coeditó el libro Procrastination, Health, and Well-Being. “Pero en realidad no tiene mucho que ver con cómo administras tu tiempo. Tiene que ver con tu estado de ánimo“.

Estas son algunas de las razones específicas por las que evitamos hacer tareas relativamente simples, según los expertos, junto con las formas en que podemos tratar de manejar nuestra procrastinación y lograr hacer las cosas.

Pospones una tarea porque… no hay razón para no hacerlo.

Postergar las cosas puede causar consecuencias financieras, personales y profesionales. ¡Pero a veces no las hay! Considera el ejemplo de la foto de pasaporte que no ha podido tomarse 10 minutos para enviar la solicitud por correo. Ya que es imposible viajar debido a la pandemia, ¿para qué dedicarle tanto tiempo a eso?

De igual manera, Ferrari señaló que vivimos en una sociedad que no nos alienta a hacer las cosas a tiempo. Si debes dinero por tus impuestos, el gobierno podría decir: “Preséntalo antes del 15 de febrero y te quitaremos un porcentaje”, pero no lo hace, entonces, ¿por qué pagar antes de abril?

“En nuestra cultura nos castigan por llegar tarde”, dijo Ferrari. “No nos recompensan por llegar temprano”. Y cuando internalizas el mensaje de que no tiene sentido llegar temprano, lo aplicas a cualquier tarea que tengas que hacer.

Tim Pychyl, profesor asociado en el Departamento de Psicología y líder del grupo de investigación sobre la procrastinación en la Universidad de Carleton, dijo que celebrar las cosas que logras hacer puede ayudar a solucionar esto. “Tenemos que centrarnos en los sentimientos buenos que tendremos cuando logremos la meta en lugar de los sentimientos negativos que tenemos antes”, dijo Pychyl.

Puede sonar cursi, pero aunque no tengas una lista de tareas pendientes, escribe las tareas que completaste, ¡o las que empezaste! Táchalas cuando las completes y velas como ganancias de tu día. Eso también puede brindarte sentimientos positivos que te ayudarán a hacer más. “Te dan una sensación de eficacia”, dijo Pychyl.

Y lo bueno es que una vez que comienzas, el progreso alimenta tus sentimientos positivos sobre la realización de la tarea. “Es de las pocas veces que vemos un espiral ascendente: el progreso alimenta el bienestar y el bienestar conduce a un mayor progreso”.

Hay algo en la tarea en sí, y en la forma en que te sientes al respecto, que te hace posponerla.

“La procrastinación es una forma de lidiar con las cosas”, dijo Sirois. “¿Cómo manejo la incomodidad en torno a ese papeleo que tengo que hacer? Ya sé, dejaré la tarea a un lado y me sentiré mejor al respecto. Ah, ya me siento mejor. Simplemente manejaste tu estado de ánimo posponiendo las cosas”.

Sirois dijo que una forma común de procrastinar es cuando nos sentimos inseguros. Cuando una tarea es nueva para nosotros, desconocida o nos parece grande e importante (como solicitar una tarjeta de crédito o modificar tu currículum) es menos probable que la abordemos con entusiasmo. Es una ecuación bastante simple: menos confianza equivale a más evasión.

O tal vez te sientas incompetente o ansioso por una tarea porque te preocupa cómo podrían juzgarte por ejecutarla. Escuchamos mucho sobre la autoestima, pero Ferrari dijo que la estima social es igual de importante. “A la gente le preocupa demasiado lo que los demás piensan de ella”. Hay una tendencia a pensar así: “Prefiero que la gente piense que me faltó esfuerzo a que me faltó habilidad”.

Ese miedo a cagarla puede evitar que empieces en primer lugar, aunque sea algo tan pequeño como tomarte cinco segundos para escribir un mensaje de texto o responder un correo electrónico. Y por otro lado, si haces un buen trabajo… bueno, ¿qué tal que no puedes mantenerlo? ¿Qué pasa si no lo haces tan bien la próxima vez?

O podría ser tan simple como el hecho de que la tarea no es divertida. Según Sirois, los seres humanos estamos programados para buscar el placer, lo que significa que si lo que tienes que hacer es un poco desagradable o requiere de esfuerzo, es fácil posponerlo, incluso si sabes que podrías terminarlo en menos tiempo del que te lleva ver un episodio de 30 Rock.

Usas la lógica para intentar engañarte a ti mismo para corregir un comportamiento que es inherentemente emocional.

Muchas de las razones para posponer las cosas tienen un común denominador: están vinculadas a las emociones negativas. Pychyl dijo que, en esencia, la procrastinación es una “estrategia de afrontamiento centrada en las emociones”.

“Nos enfrentamos a una tarea que, por el motivo que sea, nos hace sentir fatal”, le dijo Pychyl a VICE. Frustración, aburrimiento, resentimiento, miedo; sea lo que sea, hay una emoción negativa asociada a la tarea. “Tu cerebro emocional, tu sistema límbico, te tiene atrapado”, dijo Pychyl. “Y te está dando una buena sacudida”.

Muchos de los consejos populares para superar la procrastinación ofrecen soluciones racionales: divide la tarea en partes, reorganiza tu horario, sal a caminar, cierra las 47 pestañas que tienes abiertas. Y esas cosas a veces pueden ser útiles hasta cierto punto y para algunas personas.

Pero el problema es que esas son soluciones racionales a un problema emocional irracional. Sirois dijo que sí, “puedes hacer que tu entorno sea lo que yo llamo ‘menos procrastinogénico’. Pero no creas que esa será la solución”. En cambio, dijo que lo consideraras como el andamio sobre el que tendrás que construir tus otros esfuerzos.

Si la falta de confianza es lo que hace que pospongas una tarea, Sirois dijo que debes comenzar asegurándote de tener toda la información y los recursos que necesitas. ¿Son claras las instrucciones? ¿Tienes preguntas? Si estás mal equipado desde el principio, probablemente no le darás seguimiento.

Ocúpate primero de eso así reducirás tu incertidumbre y harás que sea más fácil. Porque cuando piensas demasiado en una tarea, puedes convertirla en algo que es mucho más grande de lo que realmente es.

Estás atrapado en un espiral de vergüenza.

Según Sirois, los procrastinadores tienden a tener poca autocompasión. Son malos consigo mismos; piensan que nadie más procrastina y que su tendencia a arrastrar los pies los convierte en personas horribles. La cuestión es, dijo, “¡nadie piensa eso! Tú lo estás impulsando, estás provocando aún más emociones negativas”.

Si estás evitando hacer una tarea porque ya tienes sentimientos desagradables al respecto, y ahora, además de eso, te preocupa que te juzguen, la evitarás aún más. Tu crítico interior se enfurece y se vuelve cada vez más cruel: el “¿Por qué no lo has hecho?” rápidamente se convierte en “¿Por qué eres tan inútil?”

“Lo único que hace la autocrítica, entonces, es generar más sentimientos negativos sobre la tarea, lo que hace que uno quiera evitarla aún más”, dijo Sirois. “Es por eso que estas cosas se prolongan”. Hasta puedes empezar a pensar más en la espera en sí que en lo que estás evitando, un patrón llamado “cognición procrastinatoria”, en otras palabras, estás rumiando sobre tu propia procrastinación.

Sirois dijo que cuando las personas evitan hacer algo, tienden a preguntarse “¿Qué me pasa?” que no resuelve el problema ni ofrece ninguna información real. En cambio, deberían preguntarse: “¿Por qué tengo dificultades con esta tarea?”

No pides ayuda.

La procrastinación tiende a ser una batalla solitaria, ¡pero literalmente todos lo hacen! Y eso significa que siempre puedes hablar de ello. “Reconoce que no eres la primera ni la última persona que pospone las cosas”, dijo Sirois. “Todo el mundo lo hace. Creo que ese es un mensaje importante: normalizarlo y suavizar la culpa y la vergüenza que la gente suele tener”.

Hablar de ello puede incluso ayudarte a superarlo. Sirois ayudó a realizar un estudio que encontró que el apoyo social puede reducir parte del estrés que hace que ocurra la procrastinación. Hay apoyo social emocional, en el que dices “Estoy teniendo problemas con esto, ¿puedo desahogarme?” Y hay apoyo social informativo, que podría ser preguntar “¿Alguna vez has hecho esto? ¿Me puedes dar algunos consejos?”.

Por supuesto, hay un pequeño problema: para aquellos que han internalizado las normas sociales negativas en torno a la postergación, no será fácil buscar ese apoyo. Ser amable en lugar de crítico contigo mismo hará que sea más fácil pedir ayuda.

No esperes deshacerte de la tendencia a procrastinar en los 10 minutos que te llevó leer estos consejos y trata de no ser tan duro contigo mismo. Como dijo Sirois: “Eso solo te hará posponer más las cosas”.

Y si este comportamiento se ha convertido en algo regular que se interpone en tu vida personal y profesional o te impide alcanzar tus metas, podría ser el momento de hablar con un profesional. La procrastinación crónica puede ser un síntoma de trastornos de ansiedad, depresión y TDAH; un experto en salud mental podría darle más información.

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