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¿Por qué la producción de opio afgana está cayendo en picado? Te explicamos las claves

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La producción de amapola de Afganistán ha disminuido por primera vez desde 2009. Se estima que este año la producción de la preciada semilla del opio ha caído casi un 50 por ciento respecto al año pasado.

La Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC) publicó la semana pasada su informe anual sobre el cultivo de opio en Afganistán. Este año las semillas de amapola habrán producido 3.300 toneladas de opio, nada menos que un 48 por ciento menos que las 6.400 recolectadas el año pasado.

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El director ejecutivo de la UNODC, Yuri Fedotov, celebró la noticia como “un triunfo” que achaca a los exitosas políticas antidroga. Igualmente, el delegado de la UNODC en la zona, ha explicado que el declive en la producción de amapolas se explica también gracias a la mejoría en la cooperación entre las fuerzas de seguridad internacionales y los legisladores afganos.

Sin embargo, el triunfalismo podría resultar menoscabado por el análisis de los especialistas independientes, quienes consideran que el declive es consecuencia de varios factores, como la superproducción o la estabilización de los precios del mercado. Claro que, según apuntan, la razón más desequilibrante podría estar en el medioambiente. Una mirada más precisa descubriría hasta qué punto los cultivadores han consumido el suelo que venían explotando; e, incluso, como algunos han intentado desplegar sus cultivos en zonas más áridas y mucho menos fértiles, cuyo suelo no ha podido soportar las exigencias de la producción opiácea.

“A menudo, las comunidades que están a cargo del cultivo achacan la disminución de la producción a sus propias acciones, incluso cuando no cuentan con las evidencias suficientes como para defender tal argumento”, ha explicado David Mansfield, antiguo empleado de la UNODC en su propio blog tras analizar los datos publicados por la UNODC.

Sucede que la zona sur de Afganistán, responsable del 58 por ciento de la producción nacional, es un antiguo desierto. Según cuenta Mansfield, las malas cosechas se han convertido en una de las mayores preocupaciones de la zona. Los cultivadores asumieron originalmente el control de la zona en un intento por “usurpar y colonizar las antiguas zonas del desierto formalmente reconocidas como ‘tierras del gobierno’”, debido al aumento de la presencia militar, de la violencia y de la falta de oportunidades en las proverbiales zonas de cultivo.

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Ahora los precios del opio han caído y es muy probable que el escaso margen de beneficio de las actuales cosechas haya empujado a los cultivadores a abandonar sus tierras. “Durante su época de apogeo estas antiguas zonas desérticas se convirtieron, para algunos, en una salida para escapar de la pobreza; y en una fuente de acopio, para otros”, escribe. “Sin embargo, los agricultores no pueden permitirse los elevados precios de la producción, no pueden pagar el combustible diesel necesario para orquestarla ni hacerse cargo del mantenimiento. Si la cosecha de opio no es suficiente, entonces se hace muy difícil pagar a nadie para que lo recoja”.

Tal y como se advierte en el informe de la UNODC, el cultivo de opio ha disminuido drásticamente durante este último año en la gran mayoría de provincias en que se planta la amapola. Sin embargo, su producción se ha disparado en zonas tradicionalmente no productoras, como las provincias del norte del país.

Afganistán es un país proverbialmente árido que sigue estando seriamente amenazado por la desertificación. Tal y como advierte el programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP en sus siglas inglesas), los factores que más inciden en la precariedad de la zona son el interminable conflicto armado, la extendida pobreza, la inseguridad alimenticia y la “fuerte dependencia de un mínimo de lluvia para poder arar la tierra en condiciones”.

Si bien el informe de la UNODC no se refiere específicamente a la influencia de los factores medioambientales en el declive de la producción de opio, sí que reconoce que las circunstancias atmosféricas han puesto en serios aprietos la viabilidad de las cosechas.

En uno de los pasajes del texto se explica que “las circunstancias climatológicas tales como la falta de agua o la degradación del suelo han afectado a las cosechas del sur y del oeste, y han disminuido drásticamente la disponibilidad de tierras destinadas al cultivo de la amapola”. Igualmente, el informe señala que en la región de Nimroz, al sur del país, una zona tradicionalmente árida, “la superficie de tierra disponible para la agricultura ha disminuido en un 19 por ciento en el último año”.

Uno de los investigadores principales de la UNODC ha admitido que existen serias evidencias de que el medioambiente ha tenido un papel desencadenante en el declive de la producción, a pesar de que no ha sido objeto de ningún análisis específico en el informe de este año.

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“Los campos de amapolas han sido cultivados desde hace años y ello ha reducido la fertilidad del suelo — es posible que el deterioro del mismo haya jugado un papel fundamental en la disminución”, explica Angela Me, responsable del departamento de Investigación y de Análisis Tendencial de la UNODC. “Además, el errático sistema de irrigación de las tierras ha provocado que muchas de ellas hayan sucumbido a la salinización — se trata de campos que, al cabo de los años, se quedan completamente blancos”.

Para Vanda Felbab-Brown, una experta investigadora que trabaja para el Brookings Institute, el hecho de que los cultivadores se estén desplazando hacia zonas menos adecuadas para plantar nada, es, probablemente, una de las consecuencias provocadas por el aumento de los sistemas de vigilancia, y de la presencia de emisarios de las fuerzas internacionales en las tradicionales zonas de cultivo — ello, apunta Felbab- Brown, explica que los cultivadores prefieran desplazarse hacia zonas donde las condiciones climatológicas son más adversas, antes que solucionar las condiciones a las que se enfrentan allí donde están.

“Después de su llegada en 2009, las tropas de la OTAN obligaron a los agricultores a recular hacia zonas de cultivo mucho más precarias, donde las condiciones eran mucho menos favorables y las plantaciones objeto de mucha especulación”, explica Felbab-Brown. “Muchas de las políticas implantadas están dificultando las cosechas y están provocando que las condiciones para el cultivo sean cada vez más inadecuadas”.

Sin embargo, tal y como relata Angela Me, las posibles consecuencias del descenso en el cultivo de la amapola en Afganistán “no han sido analizadas lo suficiente”. La investigadora considera que se trata de algo que cambiará en los próximos años, puesto que el medioambiente jugará un papel mucho más determinante en el informe mundial sobre drogas que la UNODC publicará en junio.

Angela Me ha reconocido también que el impacto del medioambiente jugará un papel fundamental en las nuevas políticas de la UNODC que, en adelante, “contemplarán de manera mucho más pormenorizada el fuerte vínculo que existe entre el medioambiente y las condiciones de producción.

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Mira el documental Empotrados con el ejército en el norte de Afganistán: el resurgimiento de los talibán aquí (pronto subtítulos en español):