Los barceloneses están hasta el coño de turistas borrachos y que se pasean desnudos

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Los barceloneses están hasta el coño de turistas borrachos y que se pasean desnudos

Los barceloneses están hartos de la afluencia masiva de turistas que campan a sus anchas desnudos, borrachos y vestidos de plátano por toda la ciudad.

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Uno pensará que los ingresos que genera el turismo son más que bienvenidos en la economía española. Sin embargo, cuando cada vez más edificios de viviendas de tu zona empiezan a convertirse en albergues juveniles en los que se alojan turistas borrachos, deseosos de convertir tu apacible barrio en un nuevo Magaluf, digamos que el crecimiento económico del país te importa poco.

El auge de los alquileres estilo Airbnb ha suscitado las protestas vehementes de muchos habitantes de Barcelona. Cada vez es más común ver, un día cualquiera, grupos de personas manifestándose contra la apertura de nuevos hoteles o denunciando el comportamiento antisocial de algunos visitantes, un movimiento vecinal surgido para poner freno al creciente boom turístico que está experimentando la ciudad condal.

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El epicentro de este conflicto es el barrio de la Barceloneta, antiguo distrito de pescadores, un entramado de callejas estrechas considerada por sus vecinos "un pueblo en la ciudad" y, posiblemente, la zona que peor ha encajado los más de 20 años de crecimiento turístico de Barcelona. La proximidad a la playa, su rico pasado cultural y los innumerables restaurantes que cocinan las capturas del día contribuyen cada año a atraer millones de turistas y sus preciados monederos a este vecindario de clase obrera. Esa marea de veraneantes, sin embargo, está generando un número cada vez mayor de conflictos entre turistas y residentes que se oponen a un modelo de turismo que, según dicen, atenta contra la ciudad.

La tensión en la Barceloneta se ha mantenido elevada desde el pasado agosto, cuando el hartazgo de los residentes se tradujo en una serie de enérgicas protestas por las calles contra la conducta incívica de los turistas. En plena temporada alta, vecinos de todas las edades exigieron que se acabara con el "turismo de borrachera" que, en su opinión, hace insoportable vivir en el barrio. "Mucha gente se ha mudado a otro sitio", afirma Sergio Arnás, portavoz de La Barceloneta Diu Prou y uno de los organizadores de las manifestaciones del año pasado. "Según ellos, los problemas que llevamos años sufriendo no tienen solución".

Mientras las protestas continuaban y se propagaban a otros barrios, el Ayuntamiento se apresuraba a instaurar patrullas vecinales de la policía. El fin de la temporada vacacional reduce la tensión del conflicto hasta que, seis meses después, la ciudad vuelve a engrasar la maquinaria para afrontar el periodo de verano, momento en que volverán las protestas.

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Arnás y la media docena de manifestantes que lo acompañan enumeran una larga lista de problemas provocados por el actual modelo de turismo de la ciudad. El principal de ellos es la red de viviendas privadas disponibles en internet para alquilar por periodos cortos mediante sitios como Airbnb. Si bien los turistas valoran el ahorro y la libertad que ofrecen los pisos de alquiler, los residentes se quejan de las molestias intolerables que ha traído el auge del sector y de que muchos de estas propiedades se alquilan sin que haya un responsable que garantice cierto civismo.

"El problema fundamental es que haya gente de vacaciones en un edificio donde viven personas que al día siguiente tienen que ir a trabajar", explica Nando Prieto, quien se decidió a actuar después de que empezaran a alquilarse a grupos de turistas varios pisos de su edificio. "Es como vivir en un albergue para jóvenes".

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Prieto afirma que el ruido y la sensación de inseguridad que genera vivir puerta con puerta con un goteo constante de turistas son las quejas más comunes entre los vecinos, aunque también hay denuncias de problemas de más gravedad. El año pasado la llama se avivó cuando tres turistas italianos salieron a la calle corriendo desnudos e intentaron entrar en un supermercado.

"Han orinado en mi balcón, han prendido fuego a mi colada y alguien defecó en la entrada del edificio", afirma Prieto.

Para Arnás, el problema radica en el tipo de turismo. En su afán por atraer cada vez a más turistas, Barcelona ha abierto sus puertas al turismo de baratillo y de borrachera, lo que reporta pocos beneficios y enorme daño social, asegura.

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Mientras hablamos, se acerca un hombre de mediana edad y nos enseña una foto que acaba de hacer de un turista disfrazado de plátano, borracho y tirado en el suelo junto a una cafetería cercana. Son las 7:30 de la tarde. Arnás no se sorprende y asegura que es un ejemplo representativo del turismo de "bajo coste" de Salou o de Magaluf que cada vez está más presente en Barcelona. "No se trata de la clase que tenga el turista", continúa. "Es una cuestión de respeto".

Los residentes están agotados, me dicen. "El año pasado, la situación explotó y se habría ido de las manos si no hubiéramos puesto freno a las protestas", dice Prieto. "Podrían haber acabado tirando a un turista por el balcón. Como no cambien las cosas, no creo que este año podamos pararlo".

El debate en torno a los pisos de alquiler para turistas no solo está causando tensiones entre turistas y residentes. Son muchos los barceloneses que consideran que el modelo en el que se sustentan empresas como Airbnb es un impulso muy necesario para la economía española, que pese a que empieza a recuperarse, no debería dar la espalda a los ingresos que ese turismo genera.

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La asociación AMFBCN está formada por vecinos que alquilan sus viviendas a turistas a través de páginas web. Su presidente, Joan Pere, me dijo que son los mismos propietarios los primeros interesados en evitar la conducta incívica de los turistas y en asegurarse de que solo se acepten visitantes "de confianza" y "respetuosos". Afirma que los pisos de alquiler extienden los beneficios del turismo a barrios menos visitados y ofrecen una fuente de ingresos importante a los propietarios.

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"Representamos a un colectivo para el que los ingresos que reporta el alquiler de habitaciones a turistas es indispensable para poder pagar sus facturas, aunque ese no es el único motivo", afirma Pere. "Estos propietarios conocen bien la ciudad y están encantados de poder compartir su conocimiento".

Un estudio de 2014 publicado por Airbnb apoya los argumentos de Pere y señala que la mitad de los propietarios de Barcelona con los que trabajan aseguran que gracias a este dinero extra pueden llegar a final de mes. El mismo estudio indica que, el año pasado, la actividad que genera Airbnb aportó a la economía de la ciudad 430 millones de euros y creó más de 4.000 puestos de trabajo.

Sin embargo, Barceloneta Diu Prou y otros grupos aseguran que los residentes se han visto obligados a aumentar los precios en vista del auge del mercado de compra destinada al alquiler. Aunque los intentos de poner trabas al alquiler de pisos suelen contar con el apoyo del poderoso lobby hotelero, la línea que divide ambos mercados cada vez es más difusa, ya que hay grandes empresas que han empezado a invertir en vivienda privada para su alquiler por días.

Barcelona suele situarse entre el tercer y el cuarto destino de Europa con más viviendas en Airbnb. Según la empresa, actualmente existen 15.000 viviendas disponibles es su página. Preguntado sobre una posible solución para tratar con propietarios irresponsables, Andreu Castellanos, director de comunicación de Airbnb Spain, dijo que la empresa informa a todos los propietarios sobre sus obligaciones legales y fomenta una conducta responsable. Asimismo, afirma que el 70 por ciento de los usuarios solo tienen un piso anunciado y que la empresa actúa como plataforma de intercambio y no dispone de regulaciones para los propietarios.

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La Plataforma Pro Viviendas Turísticas (PPTV), colectivo financiado por el sector y creado a raíz de las protestas del verano pasado, ha publicado una serie de vídeos para refutar la asociación que se hace entre el comportamiento incívico y los pisos de turistas.

Las Ramblas. Foto por el autor.

La presidenta de la PPTV, Elisabeth Casañas, considera que la pretensión de controlar las viviendas turísticas por parte de asociaciones vecinales como Barcelona Diu Prou es "ilegal, abusiva" y estigmatiza a los turistas. "Están provocando una ruptura social entre los vecinos que nunca habían tenido problemas y que ahora están enfrentados unos con otros", asegura.

En su empeño por controlar la proliferación de viviendas turísticas, los vecinos han salido a la calle, cámara en ristre, para fotografiar a turistas entrando en supuestas viviendas de alquiler ilegales, dice Casañas. "Visitan pisos de extranjeros que llevan viviendo aquí meses o años, y vigilan a cualquiera que parezca un guiri durante varias semanas para asegurarse de que son residentes permanentes. Yo misma he sido fotografiada y objeto de miradas hostiles por pasear por mi propia ciudad con una maleta".

Sin embargo, para Oriol Casabella, presidente de la Asociación de Vecinos de la Barceloneta, la conducta incívica y el vandalismo en el mercado de las viviendas turísticas son solo síntomas de un problema mayor: la cifra insostenible de turistas que visitan Barcelona cada año.

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"Ya no existe un equilibrio entre los turistas y los residentes", explica. "Cuando llegan los cruceros en verano, más de 3.000 personas desembarcan a la vez en Las Ramblas y van en masa a La Boqueria. Como consecuencia, las tiendas se adaptan a la situación y dirigen su venta al visitante en lugar de a los residentes".

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Barcelona tiene una población aproximada de 1,6 millones de habitantes. Este año se espera que visiten la ciudad más de 7,6 millones de turistas extranjeros, un incremento drástico en contraste con los 1,7 millones de 1990. En comparación, Londres acogerá a más del doble de turistas, con 18,8 millones de visitantes previstos para 2015. Sin embargo, la población de la capital británica es de 6,8 millones, cinco veces más que la de Barcelona.

El año pasado, el presidente de la asociación hotelera de Barcelona, Jordi Clos, pidió que esa cifra llegara a los 10 millones de turistas anuales. Por contra, los vecinos de Barcelona aseguran que el día a día de los residentes está agonizando y que Barcelona se está convirtiendo en un parque temático para turistas.

Eduardo Chibas es el director de Bye Bye Barcelona, un documental que refleja la decepción de los habitantes ante el ascenso meteórico de la ciudad como destino vacacional. "Llevo 12 años viviendo en Barcelona y, como cualquiera que viva aquí, he visto el tremendo aumento del turismo en la ciudad", me explicó. "He visto zonas que me gustan, como la Barceloneta, convertidas en lugares para turistas, sitios en los que ya no me siento cómodo".

Entre los principales enclaves en los que se recrudece la batalla entre residentes y el sector del turismo se encuentran las obras arquitectónicas de Antonio Gaudí. Los vecinos que viven cerca de la Sagrada Familia (3,2 visitantes anuales y el monumento más visitado de España) se quejan de que los turistas ocupan las aceras e impiden el tráfico, pero en 2013 las autoridades provocaron la indignación de los ciudadanos al aplicar una tarifa turística para acceder al Park Güell destinada a limitar el número de visitantes que accedían al parque.

"Aquí el problema principal es que vienen demasiados turistas y parece que nadie hace nada para estabilizar o reducir su número", dijo Chibas. Según él, la ciudad debería seguir el ejemplo de otros destinos turísticos si pretende evitar la proliferación de la "monocultura del turista" que predomina en zonas como Las Ramblas.

"El ejemplo más obvio es Venecia. Desde hace años se han ido marchando sus habitantes porque la vida allí es insoportable. Venecia ya no es una ciudad, sino un museo viviente", explica. "Creo que Barcelona todavía está a tiempo de evitar el mismo destino".

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