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Cultură

El zoo de mendigos de China

Los chinos meten a los indigentes en jaulas, ¿pero acaso en occidente somos mejores?

Puede que recientemente hayáis sabido que los organizadores de un festival de música religiosa en Nanchang, China, encerraron a algunos mendigos locales en jaulas, creando un zoo humano sin que, al parecer, a nadie en Nanchang le importara demasiado.

El festival atrae cada año a manadas de turistas que vienen para realizar ofrendas a los dioses del templo, y en esta ocasión los organizadores se hartaron de que las retinas de los visitantes se ofendieran ante la visión de los muchos mendigos que, también cada año, acuden al festival, arruinando las buenas vibraciones de un evento que les ha ocupado meses de planificación. Por tanto, ¿qué mejor manera de evitar que los visitantes se topen a cada paso con un montón de sonrisas desdentadas y manos tendidas que meterlos a todos en una jaula? ¿O no?

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Aunque no se les obligó a formar parte de un zoo y que podían irse en cuanto quisieran, las únicas dos opciones que tenían los mendigos eran estas: irse del pueblo durante el tiempo que durara el festival o transigir y sacrificar su dignidad metiéndose en una jaula. Defendiendo el tinglado, uno de los organizadores declaró, sin percibírsele un ápice de ironía: “Los mendigos están muy cómodos en sus jaulas. La gente les da comida y agua como regalos y, en cierto modo, están mejor ahí que teniendo que buscarse un lugar en las calles llenas de gente”. Pues sí, mejor obligar a unas personas a abandonar su propia ciudad o meterlos en jaulas que garantizarles el derecho básico a la libertad de todo ser humano.

Siempre tan iluminada, la gente que deja comentarios en la página web del The Daily Mail, donde apareció la historia por primera vez, dejó sus perspicaces, en absoluto xenófobas opiniones al descubierto para que todo el mundo las leyera; entre ellas, esta perla: “Podría ser una magnífica idea para San Francisco. Atajaría las defecaciones y orines en público y quizá así la ciudad volvería a ser merecedora de ser visitada”. Estos comentarios sugieren una importante pregunta: ¿somos nosotros mejores que esos organizadores chinos?

Cierto, Inglaterra dispone de programas de metadona y bancos en el parque diseñados ergonómicamente para dormir las borracheras, pero a los Juegos Olímpicos de Londres, con todas sus celebraciones de la hermandad y la humanidad, no le faltaron acusaciones de haber favorecido una limpieza social.

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Nigel Beardsley afirma que el consistorio de Westminster le pagó mil libras para que dejara la habitación que tenía alquilada en Bayswater y se marchara a alojar en Torquay. Le amenazaron con retirarle sus beneficios sociales si rehusaba, y Nigel dice que lo mismo les sucedió a otras cinco personas alojadas en el mismo hostal. El espíritu olímpico brillando como un amistoso faro de hermandad e integración, como ya sabíamos…

Previendo el puñado de competiciones olímpicas que se iban a disputar en Cardiff, la asociación de comerciantes de la ciudad exigió a la policía que echara mano del Acta 1824 contra el vagabundeo para meter entre rejas a la gente sin hogar que osara aprovechar la gran cita del deporte corporativo para pedir limosna. En virtud de ese Acta, cualquier “vagabundo” al que se encontrara durmiendo al fresco podía ser encarcelado tres meses, lo cual hace que lo del zoo de indigentes de Nanchang parezca unas vacaciones pagadas en un hotel de superlujo.

Mientras en Cardiff pasaba eso, el consistorio de Newham contactó con mil casas de alojamiento entre Stoke-on-Trent a North Tyneside con la intención de acomodar a 32.000 familias que tenían en su lista de espera para acceder a un piso de protección oficial, ya que su intención era reservárselas al flujo de turistas y jóvenes profesionales a quienes habían embaucado para que creyeran que vivir en un barrio de grises chimeneas a lo Dickens era, por alguna razón, algo muy trendy y muy chic.

Y el fenómeno no se circunscribe a Londres. Durante los preparativos para las olimpíadas de Atlanta en 1996, cerca de 2.000 viviendas fueron derruidas y 6.000 residentes de la zona, desahuciados. Y por si eso no fuera suficiente, la ciudad de Atlanta tiró del xenófobo sambenito de “un sucio Sánchez” cuando expidió 9.000 citaciones por arresto con el objetivo de limpiar las calles de vagabundos. Muy bonito, tíos. Bravo.

Así las cosas, ¿quiién tiene la autoridad moral para decirle a Brasil cómo debe afrontar el problema de su población indigente de cara a las olimpiadas de 2016? Bueno, para empezar ya están desahuciando gente y demoliendo favelas, los hogares de miles de personas. Imposible saber qué otras medidas adoptarán las autoridades brasileñas, famosas por su carácter inflexible, a medida que se acerquen las fechas de los juegos.

Dicen que el rasero para medir a una civilización es cómo esta trata a sus miembros más débiles, y no olvidemos que algo como Bum Fights es una creación occidental. Por tanto, señores comentaristas del Daily Mail (como si de verdad les estuviera dando consejos): antes de ofrecernos ante el mundo como poseedores de alguna especie de iluminada verdad universal, mejor sería que dejáramos de tratar a los miembros menos afortunados de nuestra sociedad con reglas adoptadas de la escuela Bobby Brown de amor y respeto.