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Cultură

La única manera de sobrevivir como camarero es emborracharse

Dar a tus empleados acceso ilimitado al alcohol es una forma de preservar su cordura.

Este artículo apareció originalmente en MUNCHIES, nuestra plataforma dedicada a la comida.

Para la mayoría, prepararse para ir al trabajo implica ponerse un uniforme, recopilar notas de presentación y revisan el correo electrónico. Para mí, la única preparación que necesitaba para hacer un buen trabajo era beberme tres copas de vino barato antes de salir de casa.

En la universidad, comencé a trabajar en un bar para ganar un poco de dinero extra para salidas nocturnas. Con lo que ganaba, podía comprarme un merlot de 7 euros en lugar de una botella de vino de mesa de 3 euros de marca blanca, pero resulta que no lo necesitaba: el único alcohol que bebería a partir de ese momento sería durante mi turno de trabajo.

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Si realmente quieres que los camareros disfruten de su trabajo, tienes que dejarlos beber. En esencia, dar a tus empleados acceso ilimitado al alcohol es una forma de preservar su cordura, porque los clientes realmente no tienen idea de lo molestos que pueden llegar a ser.

Había chicas borrachas que intentaban abrazarme sobre la barra, o pasarme el brazo por encima del hombro mientras estaba recogiendo vasos, reteniéndome como si fuera un rehén en un abrazo agresivo y gritándome en la cara que mi pelo era «una pasada».

Para aclarar: son jodidamente molestos. Chicos engreídos, chicas escandalosas, personas que golpean su tarjeta de crédito en la barra sin parar para llamar la atención… Incluso los que se disculpan profusamente cuando te hacen tirar un combinado de vodka perfecto porque le has puesto una rodaja de limón y no de lima. Sí, así es: incluso eres molesto.

En la mayoría de los bares en los que he trabajado insistían en que el personal se mantuviera sobrio durante sus turnos. Como mucho, al final de la noche les podían dar una copa de vino como premio por su buen trabajo, pero solo si la noche había sido particularmente horrenda. Cuando tu turno empieza a la hora de acostarse y termina cuando sale el sol y consiste en servir a grandes grupos de idiotas incluso mayores cantidades de alcohol, es suficiente para infundirte miedo desde el momento en que despiertas ese día (que suele ser, por lo general, a las dos de la tarde). Pero había una razón por la cual nuestro bar era tan popular, y era que los trabajadores estaban obligados a tomar chupitos con los clientes. Así que, si ponía la rodaja de fruta equivocada en la bebida de alguien, no pasaba nada, yo me tomaba esa copa. De hecho, ¡ups!, a lo mejor me he equivocado en dos copas, o tres…

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Es difícil estar de mal humor cuando se trabaja en un bar en estado de embriaguez. Los demás también están borrachos, pero a ti además te pagan por ello. Había chicas borrachas que intentaban abrazarme sobre la barra, o pasarme el brazo por encima del hombro mientras estaba recogiendo vasos, reteniéndome como si fuera un rehén en un abrazo agresivo y gritándome en la cara que mi pelo era «una pasada». Si hubiera estado sobrio y con prisa por poner los vasos de cerveza sucios de nuevo en el lavavajillas, no habría tenido tiempo para esa mierda. Pero, como trabajador en estado de ebriedad, devolvía el abrazo, y respondía: «No, ¡tu pelo es una puta pasada!».

Les encantaba poder venir a un sitio donde no era raro que supieran nuestros nombres y nosotros los suyos; como en Cheers, pero con grandes cantidades de cocaína y Justice en un circuito constante.

Durante mis turnos, me hice amigo de clientes que habría odiado si hubiera estado sobrio. No me cabreaba que la gente me invitara a un chupito en lugar de dejarme una buena propina. Por su parte, a los clientes les encantaba nuestra actitud despreocupada. Tomábamos chupitos juntos y brindábamos por nuestro bar guay y descontrolado. Les encantaba poder venir a un sitio donde no era raro que supieran nuestros nombres y nosotros los suyos; como en Cheers, pero con grandes cantidades de cocaína y Justice en un circuito constante.

Hubo algunos casos en los que mezclar alcohol y trabajo no fue tan buena idea, sobre todo en un lugar con tan pocas reglas. Se desataban peleas y nadie estaba lo suficientemente sobrio como para lidiar con las consecuencias de manera efectiva. Teníamos gorilas, pero eran bastante viejos, y solo servían para comprobar el DNI. Muy de vez en cuando pillaban a algún menor y le denegaban la entrada para después alardear de ello. Intentar detener una pelea de bar era como tratar de parar una tormenta. Simplemente teníamos que esperar a que pasara y luego estar allí para recoger los pedazos.

Una vez, alguien se peleó en la calle por nuestra zona de fumadores, y la única cosa que le preocupaba al personal era la posibilidad de que la policía viniera al establecimiento. Las bebidas de los camareros estaban perfectamente alineadas a lo largo de los escalones que conducen a la cocina de arriba, y no se necesitaba ser un genio de narcóticos para notar que todo el lugar estaba probablemente cubierto de una ligera capa de cocaína. La bebida y las drogas van de la mano en sitios así. ¿Necesitas un estimulante? Ve a ver al encargado, en cuya oficina te espera un suministro interminable de cocaína.

A la gente le gustaba el bar porque éramos divertidos. Te dejábamos hacer lo que quisieras con una condición: que también pudiéramos participar. Porque, bueno, si no puedes vencerlos, únete a ellos. Cuando tu trabajo implica tratar con un flujo continuo de idiotas borrachos, a veces estar en el mismo estado es la única manera de sobrevivir, y a veces incluso disfrutar, un turno de siete horas que comienza a las 9 de la noche.