Achille y Giovanni
Desde la izq., Achille y Giovanni posan con un micrófono. Todas las fotos cortesía del hijo de Giovanni, Max Judica-Cordiglia
espacio

Unos hermanos captaron una misteriosa llamada de auxilio desde el espacio en los años 60

Analizamos uno de los misterios más extraños del siglo XX.
MA
traducido por Mario Abad

Corría el año 1957 y hacía muy poco que los soviéticos habían puesto en órbita una pelota de playa de aluminio a la que habían bautizado como Sputnik 1. Para muchos observadores, aquello implicaba un recrudecimiento aterrador de la Guerra Fría. Pero para dos hermanos italianos aficionados a la radio, suponía un desafío fascinante.

Se llamaban Achille y Giovanni Judica-Cordiglia. Ambos tenían veintipocos años y vivían en la ciudad de Turín, donde se vendía material de guerra al kilo. Desde hacía varios años, los hermanos habían estado comprando y reparando receptores de radio, y cuando se anunció el lanzamiento del Sputnik, los dos se apresuraron a escuchar. Y ahí estaba, débil pero inconfundible: un pitido procedente del espacio.

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“Dios mío, fue increíble”, recuerda Giovanni. “Fuimos los primeros de toda Europa en escuchar la señal del Sputnik 1”.

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Los hermanos instalan una antena en el tejado de casa de sus padres. Todas las fotos cortesía del hijo de Giovanni, Max Judica Cordiglia.

A partir de aquel día, la afición de los hermanos se tornó en obsesión. Se pasaban las noches y los días experimentando con su equipo de radio, y pronto el tejado de casa de sus padres empezó a quedar repleto de antenas caseras. No se perdían ni un lanzamiento espacial y capturaron las transmisiones de radio de los lanzamientos del Sputnik 1 y 2 y del Explorer 1, en 1958.

El 28 de noviembre de 1960, Achille y Giovanni interceptaron una transmisión que lo cambiaría todo. La captaron en una de las frecuencias soviéticas, pero no se había anunciado ningún lanzamiento. Además, en lugar de una serie de pitidos sin sentido, como era habitual en los otros satélites, esta vez interceptaron un mensaje de petición de auxilio en código morse. Tres puntos, tres rayas, tres puntos, transmitidos desde una nave que, por lo visto, se alejaba de la Tierra.

“Iba muy, muy rápido”, dice Giovanni, “por lo que se alejaba de la Tierra a velocidad de escape. Eso nos llevó a pensar que el vehículo se estaba alejando de la Tierra”.

En aquella época, los soviéticos ya habían lanzado una perra al espacio, pero ni ellos ni los estadounidenses habían logrado hacer que un ser humano atravesara la estratosfera. Y, sin embargo, ahí estaba esa señal de socorro, adentrándose en la profundidad del espacio. No tenía sentido.

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“Tal vez los soviéticos habían conseguido poner un cosmonauta en órbita, pero lo perdieron. No tenemos pruebas, pero era la única teoría razonable. ¿Por qué una nave no tripulada iba a emitir una llamada de auxilio?”.

Aquel fue el primero de una serie de misteriosas llamadas de socorro que los hermanos interceptaron en el espacio. Posteriormente, registraron el latido de un corazón transmitido como información biométrica, y también una radiotransmisión en ruso en la que alguien pedía ayuda.

Los hermanos interceptaron este mensaje especialmente inquietante el 17 de mayo de 1961 y desconocían su procedencia:

“Las condiciones empeoran. ¿Por qué no responden? Vamos más lentos… El mundo nunca sabrá de nosotros”.

Mientras ocurría todo esto, la Unión Soviética había anunciado solo una misión tripulada, la que llevó a cabo Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961. No existe mención alguna a la que parece que fue otra misión tripulada (y un final trágico) que interceptaron los hermanos. Para ellos esto solo puede significar una cosa: que los soviéticos lanzaban a cosmonautas al espacio, los perdían y ocultaban al público estos accidentes.

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Achille y Giovanni con más componentes de su equipo de radio.

La historia ha sido objeto de debate desde entonces. Yo tuve conocimiento de ella a través de un hilo de Quora en que se narraba con escepticismo el relato de los hermanos. Posteriormente, encontré en internet una versión digital de un artículo de 1965 del Reader's Digest en el que se presentaba la historia como un hecho irrefutable. Algunos escépticos creen que fueron los propios hermanos quienes crearon una grabación falsa, mientras que otros dan total veracidad al asunto y señalan el largo historial de encubrimientos del Gobierno ruso para respaldar su teoría.

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En cualquier caso, en cuanto supe de la historia, sentí tanta curiosidad que decidí dedicarle un episodio de Extremes (un podcast en el que hablamos de personas que ha vivido situaciones extremas). Pensé que sería interesante invitar a Giovanni Judica-Cordiglia y que lo explicara él mismo. Conseguimos localizarlo en Turín, donde sigue viviendo. El mayor de los hermanos, Achille, murió hace unos años; a sus 80 años, Giovanni se mostró encantado de contarnos su historia.

Si quieres conocer el relato íntegro y escuchar las espeluznantes grabaciones, no te pierdas el episodio del programa (en inglés). Una cosa diré: tras escuchar a Giovanni contestar mis preguntas, leer las traducciones y pasar horas encajando las piezas de la historia, llegué a la conclusión de que no era en absoluto propio de él inventarse cosas, no porque me pareciera un hombre de principios inquebrantables, sino porque tenía una mentalidad tan científica que me parecía incapaz de exagerar.

En repetidas ocasiones durante la entrevista, pedí al traductor que formulara a Giovanni preguntas como “¿Cómo se sintió?” o “¿Cuál fue su reacción?”, y en todas ellas Giovanni evitó hablar de sus sentimientos. Sin embargo, se mostraba dispuesto a hablar largo y tendido sobre antenas y frecuencias de transmisión. Nuestros intentos de obtener algún comentario no técnico por su parte eran inútiles. Y no creo que fuera porque tuviese algo que ocultar, sino porque simplemente no lo consideraba digno de mención. Para Giovanni, la emoción estaba en la tecnología; esas misteriosas llamadas de auxilio eran solo una anécdota secundaria. Esas conclusiones me llevaron a presentar el relato de Giovanni Judica-Cordiglia como una historia real, para bien o para mal.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Australia.