Lo queer surge como una ampliación de lo LGTB que no se limita a lo LGTB: lo queer, en el caso de los queer studies anglosajones o de las teorías queer surgidas de su importación en España, es sinónimo de aquello que queda en los límites del sistema, de lo subversivo desde la perspectiva de los afectos, de la identidad, de los cuerpos y de tantas otras disidencias. Lo queer es, para Preciado, la posibilidad de una gran coalición de sujetos subalternos. Lo queer es, según el origen de la palabra en inglés, lo extraño, lo raro. Esta sería una definición de lo queer.Pero las definiciones nunca son eternas. Atención a lo que dice Víctor Mora en su artículo Punto muerto: Qué/cuándo es queer:
Si la cultura queer es la reiteración artística de estos conceptos y definiciones, podemos hablar de dos posibles maneras de catalogar una obra de arte o un hecho cultural como queer: cuando la obra de arte ha sido elaborada por un artista queer (y aquí entra, a modo de cajón de sastre, cualquier artista gay, lesbiana, bisexual, trans o de las tantas otras disidencias que se supone que lo queer ha de reagrupar bajo un paraguas coherente y verosímil) o cuando la obra de arte en sí misma tiene un componente queer.Nos encontrábamos afrontando la deriva más o menos inesperada de lo queer como ‘chic cultural’, asociado tanto a proyectos académicos sospechosamente elitistas como a productos culturales mainstream que poco o nada reflexionaban sobre la precariedad o los márgenes del texto. Parecía que bastaba con que cualquier artista revestido de aroma contracultural se autoetiquetase como queer para convertir su discurso en ‘disidente’, ‘outsider’ y/o ‘revolucionario’, vaciando de contenido esas palabras y, ya de paso, despolitizando toda potencialidad transformadora de lo queer.
Postulemos que la cultura queer funciona, en general, según los mismos mecanismos que rigen la teoría institucional del arte de Danto y otros filósofos de tradición analítica. Es una gran convención acordada entre todos aquellos pertenecientes al mundo artístico, que deciden qué y qué no constituye una obra de arte: La Fuente de Duchamp es una obra de arte, pero no cualquier urinario lo es, precisamente porque la primera se exhibe bajo unas condiciones determinadas y se construye alrededor de ella el relato de que eso es una obra de arte.Lo mismo ocurre con el arte o cultura queer. Más allá de que la obra contenga un componente queer en sí mismo, se la llama así porque así ha sido acordado dentro del mundo artístico y del mercado del arte que de éste surge. Lo queer no es sólo un criterio de diversidad. Es un valor añadido, una nueva categorización, una novedad que aporta rentabilidad e impacto monetario. ¿Qué queda de la subversión si todo acaba ajustándose a los criterios capitalistas?"Lo queer es un nicho de mercado, hay negocio y, mientras se trate de un nicho de mercado del cual se hace negocio, la etiqueta literatura queer será una manera de legitimar esa comercialización"
Hablando claro: lo queer es un nicho de mercado, hay negocio y, mientras se trate de un nicho de mercado del cual se hace negocio, la etiqueta literatura queer será una manera de legitimar esa comercialización e incorporación dentro de la industria editorial como una subcategoría apartada y alejada de aquello que constituye la Literatura con mayúsculas. Lo mismo con el arte queer en general. Lo mismo con la cultura en general."En vez de expulsar a los márgenes a la irrelevancia, se delimita qué son los márgenes, se acotan, se ponen señales y vallas para que los raritos se consuman entre sí mismos"
¿Cómo salimos de esta? Pasemos de toda esta teoría a la práctica. No hagamos más literatura queer, no participemos del Artworld de lo queer: exijamos o los mismos códigos y coyunturas alrededor de nuestras obras que tienen los artistas o nada. Publiquemos en las grandes editoriales. Rechacemos la marginalidad que tanto nos gusta. Critiquémonos a nosotras mismas por hipócritas. Abandonemos un rato los espacios tan, tan cómodos que se forjan en el gueto queer, sabiendo que abandonarlos no hará que dejen de ser necesarios.A mí lo ‘disidente’, ‘outsider’ o ‘revolucionario’, en su mutación al postureo, no me interesa. Hay que querer cambiar lo que es la Cultura o el Arte con mayúsculas. Hasta entonces: a la mierda con la cultura queer.@lysduval Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacadoEl corto centra su discurso en las posibilidades emancipadoras de nuevas prácticas sexuales sin centrarse necesariamente en estas: asume, pues, su sujeto no como un disidente necesario del sistema género-género, sino en tanto que productor discursivo subalterno o abyecto, es decir, perteneciente a una amplia coalición de sujetos normalmente atrapados (o empujados a) los márgenes. Caben, en esta coalición, los modelos relacionales disidentes (como el poliamor (incluso el poliamor heterosexual (incluso el mercantilismo del amor (incluso el neoliberalismo)))), las migrantes, las marikas, las bolleras, las travas, las putas, las racializadas, las disidentes del sistema género-género, también alguna gente de Malasaña, los amigos del rollo, los habituales de la casa okupa, los que dan clase de lengua de signos en la casa okupa, los que llevan más de siete piercings, los que llevan rastas pero después se arrepienten por considerarlo apropiación cultural, probablemente las gordas, la Real Academia del Lenguaje Inclusivo, un par de twitteras, Judith Butler, Paul B. Preciado, Miquel Missé, todo hombre trans concebible que posea un discurso que pueda ser incluso medianamente calificado de teórico en la superficie por escasamente brillante que sea su fondo, toda persona que ensalce el potencial revolucionario del ano, el camello de la farla.