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Tecnología

La vida inteligente pudo haber aparecido antes que los cerebros

Quizás nuestro antiguos cerebros no son tan especiales después de todo.

Aprender es una función muy preciada por los humanos. De cierta forma nos permite creer aquella mentira que podemos rebelarnos contra nuestras tendencias evolutivas y forjar nuestro futuro como especie a través del intelecto, en el sentido opuesto a la selección natural.

Valoramos la capacidad de aprender por nosotros mismos, pero también lo valoramos en otras especies. Es la razón por la que nos deleita tanto enseñarle nuevos trucos a un perro y aún así nos sentimos amenazados ante la posibilidad de encontrar seres sensibles que no sean humanos.

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Hoy un grupo de científicos franceses dio un ligero golpe a la hegemonía intelectual de los seres humanos al demostrar por primera vez en la historia que los organismos unicelulares sin cerebro o sistema nervioso son capaces de aprender. El estudio, publicado en Proceedings of the Royal Society B, podría forzarnos a reconsiderar que los orígenes primordiales de aprendizaje ocurrieron mucho antes de la evolución de las formas de vida con cerebros.

Un equipo de biólogos del Centro de Investigaciones sobre la Cognición Animal observó un tipo de moho deslizante (Physarum polycephalum) que se adaptaba y cambiaba ante una serie de tareas repetitivas, demostrando una forma de aprendizaje conocida como "habituación".

Dos grupos de moho deslizante fueron presentados ante dos obstáculos separados que debían cruzar: un puente impregnado con quinina o cafeína y un puente libre de cualquier sustancia. Una vez que el moho experimental se percató que la quinina y la cafeína eran inofensivas, cruzó a través de las sustancias con la misma facilidad y rapidez con la que el otro grupo cruzó a través del puente no impregnado. De acuerdo con el estudio, este proceso de aprendizaje tomó seis días en codificarse.

"Lo interesante sobre los mohos deslizantes es que aparentan ser simples, porque solamente existe una célula, pero son capaces de cosas increíbles, cosas que pensamos que eran solamente posibles con sistemas nerviosos o cerebros" señaló a Los Angeles Times el autor principal del estudio, Romain Boisseau. "Son muy geniales".

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Al moho deslizante le tomó aproximadamente dos días el poder revertir su desconfianza ante las sustancias tras habituarse a ellas. El grupo de prueba también demostró algo que ya se sospechaba: era capaz de identificar cada sustancia por sus propiedades individuales y no solo por sus cualidades de acidez.

Los mohos deslizantes son protistas, lo que quiere decir que no son planta, animal u hongo. Estos eucariotas primitivos aparecieron por primera vez hace mil quinientos millones de años y se les da crédito por haber dado paso a la evolución de la vida multicelular en la Tierra.

Los científicos se fascinaron por este tipo de organismos en particular tras detectar rudimentarios patrones de toma de decisiones en su comportamiento natural. Por ejemplo, algunos de estos mohos han sido conocidos por cooperar unos con otros, cambiando su apariencia en función de sus alrededores, e incluso por unirse nuevamente cuando se dividen a la mitad.

"Los mohos deslizantes están cambiando la definición de lo que es necesario para calificar algo como inteligente" dijo el biólogo Chris Ried.

En el laboratorio, otros investigadores han demostrado la existencia de inteligencia primitiva en mohos deslizantes. Biofísicos japoneses demostraron que las amebas podían memorizar cosas y anticipar eventos. Y científicos en Australia encontraron que el moho podía sortear laberintos usando una técnica similar a la de dejar migas de pan en el camino. Pero nada de estos experimentos anteriores había sugerido un conductor o mecanismo para el aprendizaje.

"Eso es lo emocionante aquí, porque tal vez este mecanismo está desde el comienzo de la historia de la vida" dijo Boisseau a Los Angeles Times. "Probablemente las habilidades de aprendizaje evolucionaron primero, antes de la evolución de las neuronas y los sistemas nerviosos".

Lo que los autores de este nuevo estudio esperan descubrir es cómo las funciones de aprendizaje lograron preceder la evolución de los sistemas nerviosos en la vida temprana y lo que esto significa para los virus modernos y las bacterias que han mostrado adaptabilidad, pero no han exhibido todavía capacidades de aprendizaje.

Una de las fallas más profundas en la inteligencia humana es nuestra tendencia a proyectar nuestra propia especie como el diamante perfecto de la sofisticación evolutiva. Si algo no se ve y no se comporta como nosotros entonces no debe ser tan inteligente.

¿Qué tal si la vida inteligente en la Tierra –e incluso otros mundos– evolucionó en ambos frentes hacia todo lo que conocemos actualmente sobre el árbol filogenético? Un día, podríamos descubrir algo que nos obligue a reevaluar por completo nuestra jerarquía en el universo y este es un buen punto para empezar.