Escuchamos mucho sobre las conmociones en la NFL pero, ¿qué pasa con el otro tipo de futbol, el que practican 265 millones de personas alrededor del mundo?
Podría parecer que los jugadores de futbol están relativamente a salvo de sufrir una conmoción, pero un nuevo estudio sugiere que hay una excepción notable. Los investigadores del Albert Einstein College of Medicine descubrieron que los atletas que cabecean con frecuencia tienen el riesgo de desarrollar síntomas de conmoción.
En el estudio, publicado el miércoles en la revista Neurology, investigadores compararon los impactos de cabeza intencionales, es decir los remates o despejes, contra los impactos de cabeza que no son intencionales, como los choques o los balonazos. Para hacerlo, pidieron a 222 jugadores adultos que llenaran cuestionarios en línea durante dos semanas, contabilizando el número de impactos que ocurrieron en ambas categorías, y los síntomas resultantes.
Durante el período de dos semanas, los futbolistas cabecearon el balón en una mediana de 41 veces, y casi uno de cada cinco (18%), reportaron síntomas severos de conmoción como dolor o confusion. El 7 por ciento terminó noqueado.
Aunque los síntomas más comunes se encontraron en jugadores que experimentaron impactos no intencionales, los investigadores notaron también una relación entre los jugadores que más cabecean con intención y los resultants síntomas de conmoción.
La distinction es importante, porque, hasta muy recientemente, la acción de cabecear el balón era considerada como un aspecto inofensivo del juego. Esa idea fue refutada en un estudio publicado en 2015 en el Journal of the American Medical Association (JAMA), en el que se buscaba determinar si los cabezazos deberían prohibirse en los juegos de futbol a nivel adolescente. El artículo en el JAMA concluyó que aunque el 30 por cierto de las conmociones en el futbol infantile son resultado directo de los cabecear el balón, el hallazgo no era considerado los suficientemente riesgoso como para ameritar una prohibición.
Esa investigación, sin embargo, no midió la severidad de los cabezazos y se enfocó principalmente en los impactos fuertes que los observadores pudieron ver desde la banca. "El hallazgo clave en el nuevo estudio es que el cabeceo presenta una fuente independiente de eventos sintomáticos", dijo el jefe de la investigación, Michael Lipton.
Los resultados son consistentes con la investigación previa que Lipton había realizado: fue co-autor de un estudio en 2013 que encontró que el 30 por ciento de los futbolistas que entrevistó y que habían cabeceado el balón más de 1,000 veces también presentaban un riesgo mayor de alterar su material blanca, es decir, los tejidos conectivos del cerebro que controlan cómo aprendemos nuevas funciones motoras.
Es importante notar que el nuevo estudio no dio seguimiento a cuáles futbolistas realmente sufrieron de conmoción, sino solo los síntomas de una conmoción, lo que Lipton asegura que limita la habilidad del estudio para demostrar la relación.
"El resultado", asegura Lipton, "es que los jugadores deben estar conscientes de que los síntomas, que pueden ser señales de lesion cerebral conmocionante, están asociados a cantidades altas de veces que se cabeceó el balón".
Agrega que si alguna vez se recibió un impacto sospechoso, que desencadenara confusion, desorientación, nausea o un largo dolor de cabeza, hay que hacer lo más inteligente y pedir el cambio.
Este artículo fue publicado originalmente por Tonic